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“La secuestradora de cosquillas” Así la llamaban los diarios y redes sociales. El morbo al rededor del asunto hacía que la prensa se diera un festín con este caso y desde hacía meses era tema de conversación en todos los niveles de la sociedad, especialmente entre las familias con hijas jóvenes.Pamela estaba sentada en una silla dentro de la Cámara Gesell, esa habitación que tiene un cristal de visión unilateral que se utiliza para interrogar a los sospechosos dentro de las estaciones de policía.
¿En qué momento se me salió todo de control?_ Se dijo para si misma, tomando la cajetilla de cigarrillos. Con las manos esposadas tomó uno y lo encendió con nerviosismo pues le esperaba una larga condena si la hallaban culpable. Ella sabía desde hace tiempo que tenía un problema que ya se le había salido de las manos pues su gusto por la tortura de cosquillas era tan fuerte que ya la había llevado en varias ocasiones a secuestrar a una persona.
Sus víctimas solían ser jóvenes mujeres de entre 18 y 25 años, siempre todas muy cosquilludas, se tomaba su tiempo para obtener esa información antes de planear su secuestro, para ello, con el tiempo había acondicionado el sótano de su casa como un verdadero calabozo de tortura.
Pamela trabajaba en una universidad particular como secretaria en el área de servicios escolares. Cualquiera que la conociera diría que es una mujer muy tímida, quizá sin muchos amigos, sin embargo, con un hermoso rostro y buen cuerpo escondido bajo unas gafas de pasta negra y una ropa fuera de moda, no obstante, cuando entraba en aquel calabozo adoptaba el papel de una mujer super sensual, dejaba la timidez en la puerta y se transformaba en una verdadera dominadora que no temía a imponer su autoridad.
No había mayor placer para ella que inmovilizar a sus víctimas y torturarlas por horas. Nada le gustaba más que escucharlas gritar, reír y pedir ayuda sabiendo que nada podía salvarlas de lo que les haría a continuación. Adoraba hacerles cosquillas en todo su indefenso cuerpo. Nunca se daba prisa, incluso podía tener a su víctima cautiva por varios días antes de drogarla nuevamente para abandonarla en el estacionamiento de algún centro comercial. Su última víctima fue Julia, quién vivió una verdadera pesadilla en el momento que despertó atada en aquella cámara de tortura. Julia era una estudiante de la universidad en el que Pamela trabajaba. La vio en los jardines por primera vez, sus pies rosados y la perfecta piel de sus axilas la volvieron loca al instante y la llevaron a buscar su horario de clases para poder contemplarla a distancia.
Con el tiempo se volvió una obsesión. Acostumbraba seguirla casi a todas partes dentro de la universidad. A veces, imaginar su risa histérica hacía que no pudiera concentrarse en su trabajo y las imágenes que formaba en su mente de su cuerpo atado a su mesa de tortura la acosaban a todas horas, dormida y despierta, quizá mas que a ninguna otra de las mujeres que había secuestrado, lo que la llevó a cometer muchos errores que hicieron que la policía la detuviera.
Pamela tenía una regla, jamás secuestrar a nadie cercano al ambiente en el que ella se desenvolvía, como lo era su trabajo, regla que habría roto al no poder contener las ganas de cosquillear a la dulce Julia. La habría engañado pidiéndole ayuda para llevar unas cajas de documentos hasta su auto donde la drogó y metió rápidamente en la cajuela del coche. Julia tenía a penas 18 años y casi no pesaba por lo que no le costó mucho trabajo a Pamela llevarla en brazos escaleras abajo hasta su mesa de tortura preferida. La ató de muñecas y tobillos y la miró fijamente antes de subir de nuevo, recorriendo con la mirada su cuerpo inmóvil de pies a cabeza, aún llevaba su uniforme escolar lo que la puso frenética. Uno de los agentes que la detuvo entró en la habitación y se sentó frente a ella. Pamela pidió algo con qué cubrirse ya que el cuarto de interrogación era frío y ella aún llevaba sólo un liguero y el corset, sin embargo, el agente ignoró su petición.
Su nombre es Pamela Flores, ¿Cierto? Preguntó el oficial. Así es. Respondió Pamela. Muy bien señorita Flores, tengo aquí sus datos y parece que ha estado llevando una doble vida. La mayor parte del tiempo parece que es una secretaria de servicios escolares, ayuda a los alumnos con sus trámites, nunca llega tarde a su trabajo y mantiene la apariencia de una mujer de bajo perfil. Por otra parte, también secuestra mujeres jóvenes para torturarlas en el sótano de su casa.
¿Puede explicarme eso? Pamela balbuceó sin poder dar una respuesta concreta. Tenemos 7 denuncias más que describen a una mujer con sus rasgos físicos y con el mismo modus operandi. El perfil de las víctimas es el mismo, jóvenes, la mayoría estudiantes de primer año de preparatoria. ¿Es así como le gustan? Quiero un abogado. No diré nada más hasta que él esté presente. Dijo Pamela con una actitud retadora. Perfecto.
Quizá momentáneamente no podamos conectarla con las víctimas pero una vez que la identifiquen será su fin. Sentenció el oficial, poniéndose de pie y saliendo de la habitación. Julia probablemente ya se había despertado así que Pamela se apresuró a bajar. Llevaba un corset negro con liguero, una cola de caballo y se puso el antifaz que siempre llevaba para evitar que su víctima la identificara. Abrió la puerta del sótano y ahí estaba ella, atada en la cama en forma de “x” con sus muñecas y tobillos inmovilizados por correas de cuero.Su hermoso cuerpo, iluminado únicamente por las grandes velas de la cámara de tortura parecía pedirle a gritos ser cosquilleado. Junto a ella había un gran inventario de instrumentos de tortura ordenados cuidadosamente en una mesa, listos para ser utilizados. Julia lloriqueaba. Caminó al rededor de la mesa, verificando las ataduras en sus muñecas y tobillos.
¿Sabes por qué estás aquí? Preguntó Pamela. Su víctima negó con la cabeza sin atreverse a pronunciar palabra alguna, sus ojos estaban llenos de miedo. Estás aquí porque vas a ser mi juguete de cosquillas. Voy a torturarte durante horas, únicamente para mi diversión y placer. Te haré reír, gritar, luchar y rogarme que me detenga, sin embargo, no lo haré. No hay escape de esto, vas estar aquí un largo largo rato. Piensa que ese es tu castigo por tener un cuerpo tan sexy para ser una niña tan joven.
¡Por favor déjame ir! Pamela calló sus súplicas colocando una correa con mordaza en su boca. ¿Qué te parece si dejamos de perder el tiempo y comenzamos a hacer uso de este maravilloso cuerpo? ¡Apuesto a que tienes muchas cosquillas aquí! Dijo Pamela subiendo su blusa hasta su cuello. Julia gritó en su mordaza y sacudió la cabeza violentamente, como si tratara de despertar de un mal sueño pero todo era real. Estaba a punto de experimentar una de las torturas más intensas que Pamela habría administrado jamás.Pamela movía sus dedos por encima de la barriga indefensa de su víctima obligándola a gritar, retorcerse y luchar contra sus correas mientras observaba con terror aquellos dedos moverse sobre su piel.
Awww! ¿Estás tratando de escapar? Eso es tierno. Vamos, ¡Déjame ver qué tan cosquilluda eres! La cruel mujer continuó explorando la sensibilidad de sus costillas provocando en Julia profundas carcajadas que le provocaban mucha satisfacción. ¡Lo sabía! ¡Eres muy cosquilluda! ¿Verdad que es insoportable? La cara de la pobre niña enrojecida por la falta de aire hicieron que Pamela le diera un respiro, retirándole la mordaza de la boca.¡Por favor! ¡Ya no más! Suplicaba. ¡Pero acabamos de empezar! ¡Tu tortura va a durar mucho más tiempo!
Los dedos de Pamela reanudaron el tormento subiendo por las costillas hasta las axilas, subiendo y bajando sin parar, poniendo a prueba su resistencia.¡Nooooo! ¡Por favor! ¡Ayuda! Gritaba entre demenciales risotadas. ¡Nadie puede escucharte aquí abajo! ¡Eres mía para jugar contigo todo el tiempo que yo quiera!
Pamela se deshizo de las zapatillas y las calcetas, comenzando a acariciar el espacio entre los dedos de sus pies con una pluma. Julia respondió con risas reprimidas que terminaron estallando al momento de llegar a la planta de sus pies. ¡Por favor detente! Gritaba Julia entre prolongadas carcajadas.¡Awwww! Si, te comprendo, ¿Es demasiada tortura para ti cierto? Decía Pamela, intoxicada de excitación.De pronto, la lengua de Pamela provocó que el cuerpo entero de Julia se arqueara hacia afuera.¡Eso no! ¡Detente! Gritó.¡No!, ¡Ahora voy a hacerte cosquillas de esta manera por un largo tiempo! ¡Veamos cuanto tiempo puedes soportar! Dijo Pamela, continuando las caricias en la planta del pie con su experimentada lengua.
Dime, tienes cosquillitas aquí? Preguntó, alternando la lengua con suaves mordisquitos en el talón. Julia reía demasiado como para responder, aquello era una verdadera tortura.El suave aroma de esos pies adolescentes la hicieron caer en un estado de trance, entre tanto, las súplicas y risas de Julia le provocaban deliciosas punzadas de placer en el cuerpo mientras acariciaba sin parar aquellas rosadas plantas con las que tanto había soñado.Mientras esperaba a su abogado, los agentes le mostraban un vídeo de las cámaras de seguridad del colegio en el que Pamela ponía un pañuelo humedecido con algún somnífero en la boca a Julia para posteriormente meterla en la cajuela de su Volkswagen y salir a toda velocidad. ¿Qué sucedería ahora? Había sido muy torpe y la evidencia era clara.
No tenía nada con que negociar con el fiscal. Si te declaras culpable ahora la sentencia será menos severa. Comentó uno de los oficiales. Piensa que eres una mujer joven, tu vida aún podría tener un futuro. En cambio, si quieres llevar esto a juicio podrías terminar en prisión por un largo tiempo. Sólo avísenme cuando llegue mi abogado defensor. Pamela nunca mostró su rostro completo y quizá podría deshacerse de las demás denuncias así que decidió arriesgarse y seguir esperando a su abogado. Después de un pequeño descanso, Pamela cortó con unas tijeras la blusa y el sostén de Julia, dejando sus pequeños pechos descubiertos. Bueno, todavía quedan muchas partes de tu cuerpo para castigar, ¿no crees? ¡Por favor! ¡Ya me has hecho cosquillas por más de una hora! ¡Por favor ten piedad, te lo suplico! Mis padres seguro me están buscando, ¡Te daré dinero! ¡Te daré cualquier cosa!
¡Una hora no es nada! ¡Ahora que se lo cosquillosa que eres es probable que estés aquí durante días! Contestó Pamela, burlándose de sus inútiles súplicas. Por momentos, Julia veía pasar todo en cámara lenta.
Los labios de su captora se acercaban a uno de sus pechos haciéndola negar con la cabeza para liberar la ansiedad de no poder alejarse o levantarse para correr lejos de ahí. Una ruidosa carcajada resonó en todo el sótano, Pamela mordisqueaba y lamía los pezones de su víctima mientras sus largas uñas se encargaban de rascar sus indefensas axilas, explorándolas para encontrar los puntos que le provocaban más risa y desesperación. Julia reía, gritaba y cerraba los puños de todas las maneras posibles para encontrar alguna forma de resbalar sus manos a través de los grilletes de cuero pero fue imposible. Después de intentarlo muchas veces finalmente se desplomó exhausta sobre la mesa, entregándose a las insoportables cosquillas.¿Lo ves? ¡No hay manera de escapar de aquí! ¡Ya no más! ¡Ya no más! ¡Te lo ruego! Decía Julia entre risas, sacudiendo la cabeza desesperadamente.
Julia luchaba con debilidad contra las correas que la mantenían inmóvil mientras que dentro de sí luchaba también contra el placer que le daba la lengua de otra chica. ¡Parece que te gusta! Exclamó, sin embargo, no obtuvo respuesta, salvo los fuertes gemidos y jadeos de su víctima. ¿Qué te parece si jugamos con otras partes sensibles? Preguntó Pamela, volviéndose hacia su mesa de instrumentos. ¿Qué prefieres? ¿Oral B Sonar Pulsar, o Colgate Sonic Power? Preguntó, encendiendo ambos cepillos al mismo tiempo.La tenue vibración de los cepillos estremeció a Julia, quién gimoteaba desesperada, tirando de sus ataduras. Era el sonido de lo inevitable. Con un toque ligero, acarició con ellos ambas ingles haciendo movimientos de arriba a abajo explorando la sensibilidad de ingles y muslos. ¡Por favor déjame ir! ¡Ya no puedo más! Gritaba entre risas cansadas.Después de un rato, Pamela se colocó de rodillas en el suelo, en el extremo superior de la mesa, junto a la cabeza de Julia, mordisqueando el lóbulo de su oreja.¡Acepta que eres mi pequeña esclava y no hay nada que puedas hacer al respecto! ¡Vamos a ver qué piensas de esto! Los dedos de Pamela bajaban por los ante brazos de Julia, hacia sus axilas, con una lentitud aterradora. ¡Coochie Coochie Cooo … ! Le dijo al oído. Los dedos de ambas manos se movían sobre sus axilas a diferente ritmo, provocándole la terrible sensación de que dos personas distintas la torturaban desencadenando una serie de carcajadas silenciosas.¡Oh dios… ¡No puedo más! Intentó decir Julia, sin embargo sus súplicas no pudieron ser escuchadas ni por ella misma. No pudo contenerse más, su orina chorreaba de la mesa hacia el piso.
Cuando cayó la noche Pamela le permitió descansar, terminando la tortura con un beso en uno de sus pies en el que habían dibujados varios juegos de gato. Después de eso la encerró en una celda donde había una pequeña ducha y algo de comer. Descansa niña traviesa. ¡Lo necesitarás! Se despidió de ella dirigiéndose a la salida.
Al abrir la puerta metálica de la mazmorra un agente le apuntó con un arma. ¡Manos a la cabeza! Le ordenó. Pamela obedeció sin chistar, cayendo de rodillas sobre el piso pensando ¿Cómo es que algo que iba tan bien salió tan mal?Todo había terminado. Pamela aguardaba la llegada de su abogado, pensando muy bien lo que diría, imaginando todos los escenarios posibles cuando de pronto, una mujer mayor entró por la puerta. ¿Quién es usted? Preguntó Pamela. No solicité a una abogada de oficio. Mi nombre es Amparo. Respondió aquella extraña mujer. Cuando vi en el noticiero que te habían capturado vine de inmediato. ¿Eres familiar de alguna de las niñas que me denunció? Preguntó Pamela. ¿Vienes a vengarte? ¿Es eso? Todo lo contrario querida. Vine a ofrecerte un trabajo. Respondió Amparo, encendiendo un cigarrillo y ofreciéndole uno a Pamela. ¿Trabajar? ¿Para usted? Preguntó Pamela confundida. Te esperan cuando menos 40 años de prisión, pero yo puedo ofrecerte una salida. Trabaja para mi y no sólo podrás conservar tu libertad, también podrás seguir haciendo lo que haces. No comprendo. No te preocupes por las personas que nos observan detrás del cristal, se han ido ya por orden mía. Tengo contactos de muy alto nivel, algunos de ellos, altos funcionarios dentro de nuestro sistema de justicia.
Te puedo asegurar que estamos hablando a solas. Puedes hablar con confianza. Te refieres a… ¿Las cosquillas? Preguntó Pamela desconfiada. Así es querida. Tengo un lugar muy exclusivo aquí en la ciudad para gente muy exclusiva que requiere de ese servicio tan especial y me pagan mucho por ello. Los testimonios de esas pobres chicas a las que secuestraste… pfff!! Te aseguro que muchos de mis clientes se han imaginado más de una vez estando indefensos ante ti. Dijo con una sonrisa perversa. Pero mi abogado… Amparo la interrumpió. Si aceptas nos iremos ahora mismo, si no, me iré y aunque tu abogado sea muy bueno irás a prisión muy probablemente. Estoy segura de que no deseas eso, yo tampoco lo deseo. Si yo fuera tú me aferraría al primer salvavidas que me encontrara, en este caso ese salvavidas soy yo. Las palabras de aquella mujer eran muy convincentes. Pamela estaba segura de que aquello podría ser un engaño, sin embargo, nada podría ser peor que la prisión así que aceptó. Amparo tomó su celular e hizo una llamada. Libérenla. Dijo.
Una vez afuera de la habitación Amparo habló con el fiscal quién dijo que todo estaba arreglado y que ya no había más de qué preocuparse. La anciana le dio su abrigo y Pamela, impresionada por el poder de aquella mujer, la siguió hacia afuera de la estación de policía donde un auto de esos que no podría comprar ni con una vida de sueldo aguardaba por ellas con el motor encendido.
¡Bienvenida! Dijo Amparo ofreciendo una gran sonrisa. Pamela se sintió reconfortada. El auto arrancó, alejándose de la estación de policía. Todo estará bien ahora. Dijo Amparo poniendo una mano sobre su pierna. Así fue como Pamela Flores se unió al staff de La Casa de la Risa, donde podría continuar con sus prácticas, pero esta vez no tendría que secuestrar a nadie, las víctimas irían a ella e incluso, le pagarían un jugoso sueldo por ello.
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