abril 23, 2024

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Paraíso Infernal Parte 2 (Fanfiction)

Tiempo de lectura aprox: 9 minutos, 36 segundos

Les recordamos que esta historia es aportación de un fan. Les dejamos la continuación. ¡Esperamos la disfruten!

Había pasado ya un mes desde el día que llegue al Edén De Las Cosquillas, iba puntualmente cada fin de semana regresando a tiempo para llegar al trabajo. Era mas eficiente en el banco, los clientes se daban cuenta que nada me quitaba la sonrisa. Deseaba ardientemente la llegada del viernes pues era el día que Damara, la pelirroja, me llevaba a mi paraíso donde podría torturar a las chicas que yo quisiera, pero sin duda, ya tenia una favorita, se trataba de mi dulce 27.


Dormía Viernes y Sábados en el Edén y un sábado de esos me levanté con ganas de hablar con Lucio Drakovitch, pero no era tarea fácil, siempre habían personas que deseaban hablar con el. La gente lo amaba como si fuera un Dios, se arremolinaban hacia el hombres y mujeres felicitándolo o mostrando su agradecimiento. Yo también lo amaba, porque había cumplido cada uno de mis sueños. Con mucho esfuerzo llegue a conversar con el. Me apresure a hacerle muchas preguntas que el contesto sin dejar de dirigirme su mirada carismática de siempre.
-Andres, amigo- Dijo Lucio. –No temas, no espero nada a cambio de las personas que vienen aquí, ni dinero, ni favores… nada. ¿Por qué los elegí a ustedes? A ti Andrés y a algunos otros por pura suerte pero hay otros tantos que han sido rastreados por la cantidad de veces que entran a nuestro sitio web de cosquillas, los que más entran se ganan la bienvenida a mi paraíso.-
-Pero señor Lucio, ¿por qué todo esto? Tan desinteresadamente… no lo comprendo.- Pregunté con prisa.
-¿Sabes Andrés?- Me dijo el anciano mientras me rodeaba con su brazo. -Yo era como todos ustedes, una persona fetichista con sueños inalcanzables de hacer cosquillas a una chica hermosa, una actriz o una modelo, sin embargo, no tenía el poder que ahora disfruto. Afortunadamente y mediante medios que no te diré conseguí amasar una gran fortuna y poder. Finalmente conseguí chicas que jamás en la vida pensé tener sin el dinero que tengo.- Y continuó hablando. –Sabía que había otros como yo, solos, deseando cosas que jamás alcanzarían y esa es la razón por la que he construido este lugar.
Sentí un gran deseo de alabarlo de rodillas en ese instante pero sus palabras me volvieron a interrumpir. –Mi querido Andrés, mi intención simplemente es compartir mi felicidad con otros.- Continué escuchándolo un rato más pero la charla se interrumpió pues ambos sentimos deseos de hacer suplicar a alguna de las preciosas chicas del lugar. Me dirigí hacia la celda donde estaba 27, mi favorita. Todos los días le dedicaba al menos 3 horas de cosquillas y aunque ella me veía todos los fines de semana no conseguía acostumbrarse a mi presencia.
A veces me miraba suplicante cuando entraba a su celda, pero otras me miraba con odio intenso. Yo le hacia cosquillas sin considerar su martirio, es mas, hasta la torturaba psicológicamente diciendo que le haría cosquillas eternamente, ella solo lloraba riendo sin poder parar. Los pies y las axilas eran sus puntos débiles por lo cual me concentraba en ellos durante interminables horas llevándola al borde de la histeria, lo mas gracioso era que aunque nunca lograba convencerme ella seguía implorandome que me detuviese.
Otras veces, la enloquecía con cosquillas suaves que la rompían poco a poco, y otras iba directo a las intensas cosquillas demenciales. Recuerdo el día en que use tenedores en su piel para llevarla a los limites de su resistencia. Disfrutaba haciendo que los cepillos de dientes eléctricos se deslizaran por la superficie de sus axilas, de arriba hacia abajo, de izquierda a derecha o haciendo círculos muy rápido, ella ni si quiera podía protestar pues estaba muy ocupada doblándose de la risa. Llegaba el turno de los pies, y el terrible tenedor causaba terribles reacciones en mi cautiva de los ojos miel, recuerdo que entre risas incluso me ofreció sexo con tal que parase, pero nada me detuvo, cosquille sus pies un buen rato con los movimientos usuales en sus plantas, de arriba abajo y de izquierda a derecha, sus deditos se volvían locos moviéndose para todos lados.
Quise darle un descanso a sus pies así que fui a su abdomen que aunque no uno de sus puntos débiles podía ser muy divertido de torturar. Ver ese ombligo sexy moverse de un lado a otro era algo maravilloso. Su estomago totalmente plano parecía que reventaría de tanto reír. Era hora de que yo tomara un merecido descanso así que me dispuse a bañarme un rato en la piscina. Al salir vi un tipo gordito afuera de la celda. Al parecer había estado esperándome un buen rato.
-¡Hola!- Me dijo. –¿Has terminado con ella?-
-Si- Le respondí. Y ni bien terminé de hablar el ya estaba dentro de la celda cerrando la puerta.
Camino a la piscina escuche a mi adorable 27 gritar. -¡Nooooooooo!, ¡Espera!, ¡Ya me hicieron!, ¡Ya me hicieron!, ¡Ya me hicieron! ¡Por favor!- Suplicaba antes de soltar ese llanto que yo tanto conocía.
-¡Coochie coochie coo!- Fue la respuesta del gordito a sus suplicas. Después de eso un estruendo de risas cansadas resonaron afuera de su celda, sin duda iba a ser una noche dura para 27.
Un sábado, a una hora en la que todos dormían, decidí levantarme temprano para que 27 recibiera su tratamiento usual de cosquillas. Horas de diversión nos esperaban. Había un silencio absoluto, únicamente se escuchaban mis pasos, pero de pie frente a la puerta de la celda escuché algo que me estremeció.
-Escúchame padre, haz que el cielo no me deje sola este día eterno de tortura, maldad y tormento. Ayúdame a volver a ver a mi familia y a ser feliz como algún día fui. Yo te prometo nunca perder la fe.- Luego, la temblorosa voz de la hermosa cautiva rezó un padre nuestro entre lagrimas en lo que parecía ser algo que hacia cada vez que salía el sol. Me mordí los labios sintiéndome una basura por lo que iba a hacer, tenía tantas ganas de hacerle cosquillas que no pude irme. Al abrir la puerta me miro con sus ojos miel llorosos, pero trató de disimular no haber estado llorando, esta fue una de esas veces que el silencio reemplazo a las suplicas pues silenciosa esperó su tortura habitual.
Yo, quien hasta ese momento la vi como un objeto de placer, comencé a preguntarme ¿Quién era ella?. Mi cuerpo me pedía a gritos que le hiciera cosquillas sin parar, pero mi corazón me forzó a no hacerlo.
-No te preocupes, no vengo a hacerte cosquillas, solo… sólo quería ver cómo estabas.- Después de un incómodo silencio ella contestó.
-¿Te estás burlando de mi?, dime, ¿En realidad te preocupa lo que me suceda después de lo que me has hecho pasar?-
-Yo… pues… no sabía nada de tu familia.- Contesté algo apenado.
-¡Si! Tenía 14 años cuando mi padre me vendió, fui la última en nacer en una familia con 6 hermanas donde ninguna comía bien. A pesar de que mi madre y mis hermanas trataron de evitar mi esclavitud no pudieron contra mi padre y heme aquí, con malditos como tú, soportando esto todos los fines de semana. ¡Te maldigo y a todos los que son como tú!- Siguió maldiciéndome entre lágrimas. Debido al llanto sus insultos se hacían cada vez más débiles al igual que mi admiración por Lucio Drakovitch. Mi malestar fue tal que decidí salir de ahí, pero al abrir la puerta vi al gordito de la otra ocasión.
-¿Ya puedo pasar?- Me preguntó ansioso. De reojo pude ver el rostro de 27 que palidecía de horror.
-No, aún no termino con ella, disculpa- Dije antes de cerrar la puerta de la celda dejándolo afuera. Me senté a un lado de la cama donde 27 se encontraba asegurada de muñecas y tobillos, donde permanecí largo rato pensando.
-No me vas a hacer cosquillas?- pregunto temerosa
-No.- Respondí. -No esta vez.- Dije algo molesto conmigo mismo. Guardamos silencio un rato pero ella lo rompió tiernamente.
-Gracias por no hacerme cosquillas y por no dejar que entre ese hombre… ¿sabes? nadie se había portado tan… tan lindo conmigo, me llamo Katia.
-Me llamo Andrés- Sonreí.
Y desde ese día ella dejo de ser 27 para pasar a ser Katia. Mi dulce Katia de ojos miel.
Viendo la noche caer desde el ultimo piso del Edén De Las Cosquillas, pensé en mi soledad. Había tratado de relacionarme con mis compañeras fetichistas, pero siempre estaban ocupadas haciéndole cosquillas en grupo a algún pobre esclavo. Los hombres pasaban días enteros en las celdas de las chicas, todos se habían obsesionado y aunque alguna veces lograba una conversación, nunca dejaba de ser superficial.
Las guardias como Damara, son siempre muy serias para charlar. Últimamente no me podía quitar del pensamiento a Katia, deseaba ardientemente hacerla sufrir con sesiones interminables de cosquillas, pero a la vez, algo me detenía. Esta fantasía loca no me dejaba dormir, soñaba que Katia me amaba.
Con sus muñecas y tobillos libres de grilletes me abrazaba pidiéndome que le hiciera cosquillas por horas. Soñaba que me entregaba sus pies desnudos para que los amarre, que libremente se entregaba feliz para ser mi esclava, para ser mi victima de cosquillas. Al final de una larga sesión, me besaba la oreja para decirme que fui un maravilloso atormentador. Ya no estaba solo en mi sueño, ella era mi amiga y mi amante. Ciertamente nuestros lazos se habían estrechado desde que solo visitaba su celda para charlar y así evitar que otros le hicieran cosquillas.
Supe que Lucio Drakovitch compraba esclavas en la vieja Europa, pues en este mundo con dinero todo se puede comprar, hasta vidas. Creo que el resto de las personas que visitaban el hotel se negaban a darse cuenta. Un loco día desee que Katia fuera mía, quería hacerle cosquillas sin piedad pero que ella aceptara entregándose a mi. Pero para esto tendría que liberarla de su encierro trayendo hacia mi el repudio de Lucio Drakovitch, sin mencionar a todos los fetichistas de cosquillas que prácticamente vivían en ese hotel. Era decidir entre el amor de Katia y la posibilidad se seguir torturando indefinidamente a todas las hermosas chicas que vivían en este increíble el Edén D e Las Cosquillas. Katia ya no temblaba al verme entrar a su celda, en vez de eso me daba una gran sonrisa con la que me mostraba lo alegre que estaba de verme, así fue que después de muchos fines de semana una noche me dijo algo que me convenció de ayudarla a escapar… me dijo “te amo”.
-Damara, ¿Me ayudas?, necesito cambiar a 27 de posición. Ya me aburrí de hacerle cosquillas de la misma manera- Le mentí tartamudeando a la pelirroja que parecía ser la mas importante de los guardias del hotel, sin embargo, toda su importancia no evito que cayera en la trampa. Katia simulo estar exhausta, pero una vez liberada de los grilletes nos fuimos sobre la sorprendida pelirroja usando una gran proeza de fuerza para asegurarla a la misma cama donde segundos antes había estado Katia.
Una vez que estaba segura le pregunte sobre cómo podía encontrar a los pilotos que nos sacaran de ahí en la avioneta.
-¡Eres un demente!- Me gritó furiosa. –¿Piensas ayudarla a escapar?, ¡Si sales de aquí jamás podrás volver y Lucio te perseguirá hasta el fin del mundo!
-No necesito regresar aquí, nos tendremos uno al otro.- Dije mirando a Katia
-¿En realidad piensas dejarlo todo por esta esclava?, jamás te diré donde está la habitación de los pilotos, cuando los encuentres será demasiado tarde, ¡los atraparán a ambos!
-¡Silencio!- Le dije tratando de no pensar en el hecho de que iba dejar este hermoso lugar por amor. Katia me dio un suave beso que alejó todas mis dudas, luego, me susurró algo al oído.
-No te preocupes amor, ¡yo se como hacerla hablar!- Dicho esto y ante la desorbitada mirada de Damara Katia le quitó las botas para empezar a cosquillear los pies de su captora.
-¡Tenía tantas ganas de vengarme perra!- Dijo Katia con tono de satisfacción. -¿Me ayudas amor?-
-¡Claro!- Le contesté.
-¡Te vas a arrepentir!- Dijo Damara un poco menos segura de si misma que antes.
-¿Tienes cosquillitas Damara?- Dijo Katia mientras la pelirroja tartamudeaba alguna respuesta que no consiguió temrinar, pues Katia y yo comenzamos a aplicar la ya clásica tortura de ese lugar. Ella atormentaba un pie, mientras yo cosquilleaba el otro. Honestamente nunca pensé que Damara se riera de esa manera, la chica seria que conocí en el internet era totalmente distinta a la risueña mujer que nos suplicaba que parásemos. Las celdas de este hotel son a prueba de sonido, por suerte, de lo contrario todos los guardias del hotel la hubieran escuchado.
-¡No me hagan esto! ¡No así!- Gritaba Damara enloquecida de risa.
La guardaespaldas principal de Lucio Drakovitch era ahora un juguete que humillábamos con placer.
-Vamos Damara, eres una oficial de seguridad, ¿No?, ¡Debes ser fuerte! ¡Coochie coochie coo!- La melodiosa voz de Katia me hipnotizaba. Adoraba verla torturando a otra chica, Katia acerco su rostro al pie de Damara con el propósito de lamer la planta como si se tratara de un helado y yo lamia el otro pie al son de los gritos alegres de Damara.
Luego, ambos lamimos juntos un solo pie, y al hacerlo nuestras lenguas se juntaban dándonos eróticos besos que eran el tormento de Damara.
-¡Hablaré! ¡Hablaré!- Suplicaba Damara con gritos apenas entendibles. –¡Habitación 93!- Seguido de una carcajada que apenas le permitía respirar.
-¡Vámonos!- Le dije a Katia
-Pero ella estaba sorda, deseaba vengarse de la pelirroja, parecía que hubiera querido pasar toda su vida torturándola, haciéndola sentir todo lo que ella sintió, se adivinaba la sed de venganza en su rostro, pero finalmente cedió.
Dejamos a Damara moviendo su abultado pecho de arriba abajo, tratando de recuperar algo de aire. Cuando salimos de la celda Damara estaba al borde del desmayo. El resto fue pan comido. Katia robo el uniforme de Damara y pudo engañar al piloto para que cubiertos por la noche pudiéramos escapar.
Salimos del aeropuerto y fuimos directo a mi casa. Katia gritaba y bailaba con euforia ya que después de mucho respiraba la libertad. Yo la acompañaba en su felicidad pues sabia que mi soledad había terminado para siempre. Ardía de ganas por llegar a casa para hacerle cosquillas a Katia como hacia tiempo no se las hacía, pero con la diferencia que esta vez, ella se dejaría.
Abrimos la puerta casi con una patada para poder correr a tirarnos en la cama. Ella era hermosa, y sus ojos miel estaban mas hermosos que nunca. Antes de que yo preguntara ella me dijo temerosa
-¿Quieres hacerme cosquillas?, ¿Verdad?- Me preguntó, pues yo era muy malo disimulando
-Si, pero sólo si tu quieres.- Respondí.
-Tu has hecho algo, que jamás creí que hiciera ninguna de las personas que iban a ese lugar, tu eres especial, alguien maravilloso y te debo cada alegría que tenga de ahora en adelante y si algún día no puedo pagarte como te mereces, espero que comprendas. Recuerda siempre que a pesar de todo, siempre serás la persona mas maravillosa de mi vida.-
-Oh vamos me vas a hacer llorar, déjame hacerte reír y habrás pagado cada riesgo que he corrido, cada sueño que he dejado atrás.- Dije sin poderme olvidar de que las ganas que tenia de jugar con ella.
-Cierra los ojos.- Me dijo, yo obedecí esperando un beso. Pero en lugar de eso escuche un ruido, algo que se rompía.
Lamentablemente era mi cenicero golpeando mi cabeza. Antes de perder el conocimiento, desde el piso la pude ver, en sus manos sostenía el cenicero con que me había golpeado.
-Lo siento, yo sólo quería salir de ahí.-
Luego de eso el mundo se oscureció totalmente y aunque me pareció que siguió hablando ya no la pude escuchar. No se cuando habré despertado, pero lo primero que hice al darme cuenta de que se había marchado fue llorar.
Sé que el señor Drakovitch me ha perseguido desde entonces, y yo únicamente puedo ocultarme. Aunque se que es imposible nunca pierdo la esperanza de encontrar a Katia , pues ella es lo mas cercano que he tenido.
Aunque la soledad ahora es eterna, aunque muchos de mis sueños cumplidos se volvieron cenizas gracias a ella, no he dejado de pensar en Katia, no he dejado de soñar en que se entregue a mi libremente, sin temores haciéndome el hombre mas feliz del mundo.
Y aún a veces en las noches de insomnio me asalta la duda. ¿Si pudiera pasar de nuevo, volvería a dejar libre a Katia? o tal vez, ¿Me quedaría hasta la vejez en el Edén De Las Cosquillas?, pero lo mas frustrante es que creo que, aunque pase toda mi vida pensando, jamás podré respondérmelo.
Fin.

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