abril 27, 2024

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Cosquillas Desesperadas – Parte 1

Tiempo de lectura aprox: 38 minutos, 15 segundos

Parte 1: En busca de una solución

Pilar se encontraba en una encrucijada desesperante. Con 47 años y siendo madre soltera, la búsqueda de empleo se había convertido en su principal obsesión. Su hija, a sus 19 años, estaba a punto de iniciar la universidad, y Pilar se sentía abrumada por la necesidad de encontrar una forma de pagar sus estudios. Determinada a hacer lo que fuera necesario, se sumergió en la vorágine de aplicaciones y entrevistas, dispuesta a sacrificar su dignidad si eso significaba asegurar el futuro de su hija.

De tez blanca, ojos negros y cabello oscuro, Pilar tenía una estatura de aproximadamente 1,65 metros y un peso de alrededor de 55 kg. Sus pies, calzados con un modesto número 38, caminaban incansablemente de un lugar a otro en busca de una oportunidad. Pero detrás de esa apariencia común se escondía un rasgo peculiar: Pilar era extraordinariamente cosquillosa. Casi todos los rincones de su cuerpo eran susceptibles a las cosquillas, siendo las axilas, la cintura, las costillas y las plantas de los pies los puntos más sensibles. En especial, el arco de sus pies era su debilidad más profunda.

La angustia de Pilar alcanzó su punto máximo cuando las facturas se acumularon y el plazo para la matrícula de la universidad se acercaba rápidamente. Las noches se volvieron inquietas, llenas de preocupación e incertidumbre sobre cómo podría resolver esta situación.

Una tarde, mientras revisaba su correo electrónico, Pilar recibió un mensaje que captó su atención de inmediato. El asunto decía: «Oportunidad única para ganar dinero rápido». Intrigada, abrió el correo y leyó los detalles de un experimento de cosquillas intensas que ofrecía una compensación generosa, suficiente para cubrir los gastos universitarios de Ana. Sin dudarlo, Pilar se sintió tentada por la propuesta, aunque sabía que enfrentaría una tortura cómica pero necesaria para alcanzar su objetivo.

Antes de tomar una decisión, Pilar decidió consultar con su hija. «Ana, cariño», llamó desde la sala de estar. «¿Podrías venir un momento? Necesito tu opinión sobre algo».

Ana entró en la habitación con curiosidad. «¿Qué pasa, mamá?»

Pilar le explicó la situación y le mostró el correo electrónico. «Han ofrecido pagarme una suma considerable por participar en un experimento de cosquillas. Sería suficiente para cubrir tus gastos universitarios. Pero, ya sabes, sería un poco… extraño».

Ana frunció el ceño, procesando la información. «Suena un poco raro, mamá. ¿Estás segura de que es seguro?»

Pilar asintió. «Es legítimo, lo he verificado. Pero entiendo si no estás cómoda con la idea».

Ana reflexionó por un momento antes de responder. «Bueno, si eso es lo que tienes que hacer para ayudarnos, creo que deberías intentarlo. Después de todo, solo son cosquillas, ¿verdad?»

Pilar le sonrió agradecida por el apoyo de su hija. «Tienes razón, cariño. Solo son cosquillas».

Ana asintió, pero una chispa juguetona brillaba en sus ojos. «Bueno, mamá, recuerda lo cosquillosa que eres. ¿Estás segura de que podrás manejarlo?»

Pilar rió nerviosamente. «Sí, lo recuerdo. Pero ¿qué puedo hacer? Necesitamos el dinero para tu universidad».

Ana asintió comprensiva, pero no pudo evitar añadir con una sonrisa traviesa: «Bueno, al menos sabemos que no serás la única que sufra. Si te hacen cosquillas en los pies, seguro que no serán tan malas como las que te hago yo».

Pilar frunció el ceño con fingida indignación. «¡Oye! No me hagas recordar esas travesuras de cuando eras pequeña».

Ambas compartieron una risa cómplice antes de que Ana volviera a la conversación principal. «Pero en serio, mamá. ¿Estás segura de que estás preparada para esto? Podría ser realmente intensivo».

Pilar asintió con determinación. «Sí, estoy preparada. Haré lo que sea necesario por ti, Ana. Y si eso significa soportar cosquillas intensas, lo haré».

Con su decisión tomada y el apoyo de su hija, Pilar aceptó la propuesta del experimento con renovada confianza, consciente de los desafíos que enfrentaría y decidida a superarlos por el bien de su familia.

Después de un momento de reflexión, Pilar se sentó frente a su computadora y comenzó a redactar su respuesta al correo electrónico que había recibido:


Asunto: Re: Participación en el Experimento de Cosquillas Intensas

Estimados organizadores del experimento,

Agradezco sinceramente la oportunidad que me han ofrecido para participar en su estudio sobre cosquillas intensas. Después de considerar cuidadosamente los detalles proporcionados, estoy dispuesta a comprometerme con su experimento y contribuir de la manera que sea necesaria.

En respuesta a sus preguntas, quiero confirmar mi disponibilidad de tiempo para participar en las sesiones del estudio. Además, tengo 47 años de edad y una estatura de aproximadamente 1,65 metros. Mi talla de calzado es 38 y mi peso aproximado es de 55 kg.

Físicamente, tengo tez blanca, ojos negros y cabello oscuro. Como mencioné anteriormente, soy bastante cosquillosa y tengo sensibilidad en varias partes del cuerpo. Mis puntos más sensibles a las cosquillas incluyen las axilas, la cintura, las costillas y las plantas de los pies. Sin embargo, el peor punto cosquilloso para mí es el arco de mis pies.

Espero poder contribuir de manera efectiva a su estudio y estoy preparada para enfrentar cualquier desafío que pueda surgir durante las sesiones de cosquillas intensas.

Quedo a la espera de su confirmación y de cualquier información adicional que puedan necesitar de mi parte.

Atentamente,
Pilar


Una vez enviada la respuesta, Pilar se sintió un poco más aliviada, sabiendo que había dado el primer paso hacia una solución para los problemas financieros de su familia. Ahora, solo quedaba esperar la respuesta de los organizadores del experimento y prepararse para lo que vendría a continuación.

Pilar había enviado su respuesta y estaba esperando nerviosamente una confirmación de los organizadores del experimento. Mientras tanto, intentaba mantener la calma y ocuparse con otras tareas domésticas.

Fue entonces cuando su teléfono sonó, interrumpiendo el silencio de la habitación. Pilar miró la pantalla y vio que era un número desconocido. Con un latido acelerado en el pecho, contestó la llamada.

«¿Hola?», dijo, tratando de mantener la calma en su voz.

«¡Hola, Pilar! Soy Priscila», anunció la voz en el otro extremo de la línea, con un tono enérgico y seguro.

Pilar reconoció el nombre de inmediato como el de la líder del proyecto de cosquillas. «¡Oh, hola Priscila! ¿Cómo estás?»

«Estoy muy bien, gracias», respondió Priscila. «Me comuniqué contigo para confirmar que hemos recibido tu respuesta y estamos encantados de que hayas aceptado participar en nuestro estudio».

La emoción inundó el corazón de Pilar al escuchar las palabras de Priscila. «Estoy feliz de poder ayudar», dijo sinceramente.

«¡Fantástico!» exclamó Priscila. «Ahora, necesitamos programar tu primera sesión lo antes posible. ¿Tienes algún día y hora específicos en mente que te funcionen mejor?»

Pilar reflexionó por un momento. «Podría hacerlo el próximo martes por la tarde. ¿Eso funciona para ustedes?»

Hubo un breve silencio antes de que Priscila respondiera. «Sí, eso debería funcionar perfectamente. Te enviaré un correo electrónico con los detalles específicos sobre la ubicación y la hora. ¿Suena bien?»

«Sí, suena perfecto», respondió Pilar, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo. «¡Gracias, Priscila!»

«No, gracias a ti, Pilar», dijo Priscila con calidez en su voz. «Estoy segura de que serás una participante invaluable en nuestro estudio. ¡Nos vemos el martes!»

Pilar colgó el teléfono con una sensación de anticipación y nerviosismo. Había dado un paso importante hacia la solución de sus problemas financieros, pero sabía que lo que vendría a continuación sería un desafío como ninguno otro que había enfrentado antes.

Pilar colgó el teléfono con una mezcla de emoción y nerviosismo. Se giró hacia Ana, quien la observaba con curiosidad desde el otro lado de la habitación.

«¿Quién era, mamá?» preguntó Ana, inclinándose hacia adelante con interés.

Pilar sonrió, tratando de disimular su emoción. «Era Priscila, la líder del proyecto de cosquillas. Me llamó para confirmar mi participación y me enviará un correo electrónico con las indicaciones para la primera sesión».

Mientras hablaba, el teléfono de Pilar emitió un sonido de notificación. Ella lo revisó rápidamente y encontró el correo electrónico que había estado esperando. Al abrirlo, leyó las instrucciones detalladas para la sesión del martes, incluyendo la ubicación y la hora exacta. Pero había una solicitud adicional que la hizo fruncir el ceño.

«¿Qué pasa, mamá?» preguntó Ana, notando la expresión preocupada de su madre.

Pilar levantó la vista del teléfono y miró a Ana. «Bueno, resulta que quieren que me haga un pedicure al menos un día antes de la sesión del martes».

Ana levantó una ceja con sorpresa. «¿Un pedicure? ¿Para qué?»

Pilar asintió, un poco perpleja. «Así es. Parece que quieren que mis pies estén extremadamente suaves e hipersensibles para la sesión de cosquillas».

Ana frunció el ceño, claramente desconcertada. «Es extraño que pidan algo así específico. ¿Qué opinas tú, mamá?»

Pilar reflexionó por un momento antes de responder. «Bueno, supongo que están tratando de crear las condiciones óptimas para el experimento. Aunque admito que es un poco inusual».

Ana asintió, aunque aún parecía un poco escéptica. «Sí, suena extraño. Pero si eso es lo que se requiere para ayudarnos, entonces supongo que está bien».

Pilar sonrió, agradecida por el apoyo inquebrantable de su hija. «Gracias, cariño. Solo espero que valga la pena».

Con el correo electrónico en mano y la conversación con Ana fresca en su mente, Pilar se preparó para lo que sería una semana llena de anticipación y nerviosismo antes de la sesión de cosquillas intensas.

El lunes por la tarde llegó y Pilar se dirigió al spa de confianza donde solía hacerse el pedicure. Desde que habían solicitado que sus pies estuvieran extremadamente suaves e hipersensibles, pensó que sería una buena idea prepararse adecuadamente. Además, sabía que en este spa conocían bien su situación, incluyendo su sensibilidad extrema en los pies.

Al llegar al spa, Pilar se relajó en la silla mientras la esteticista trabajaba en sus pies. Se entregó al proceso, sintiendo cómo la preocupación y la tensión de los últimos días se desvanecían lentamente. La esteticista era discreta y profesional, y Pilar apreciaba su atención al detalle.

Sin embargo, Pilar decidió no mencionar la sesión que tendría al día siguiente. Le daba cierta vergüenza que la gente supiera en lo que iba a participar. Así que mantuvo la conversación ligera y evitó cualquier mención del experimento de cosquillas intensas.

Después de un tiempo relajante en el spa, Pilar salió sintiéndose rejuvenecida y lista para enfrentar lo que le esperaba al día siguiente. Se dirigió a casa con una sensación de calma renovada, lista para enfrentar lo desconocido.

Pilar llegó a casa en su carro, con las chanclas puestas para proteger el pedicure recién hecho. Estacionó el vehículo frente a su apartamento y se dirigió hacia la entrada. Con las llaves en la mano, subió las escaleras hasta llegar a su puerta.

Al abrir la puerta, se encontró con Ana, quien estaba sentada en el sofá, absorta en su teléfono. Al ver a su madre entrar, Ana levantó la vista y le dedicó una sonrisa.

«¡Hola, mamá! ¿Cómo te fue en el spa?» preguntó Ana, levantándose para saludar a Pilar.

Pilar cerró la puerta detrás de ella y se acercó a Ana con una sonrisa. «Hola, cariño. Fue maravilloso, gracias por preguntar. Me hice un pedicure y ahora me siento como nueva».

Ana asintió con aprobación. «Qué bien, mamá. Te lo mereces».

Pilar se quitó las chanclas y las dejó cerca de la puerta antes de unirse a Ana en el sofá. «¿Cómo estuvo tu día, cariño? ¿Te pasó algo interesante?»

Ana sacudió la cabeza. «No mucho, solo estuve en casa estudiando y haciendo algunas tareas. Pero estoy emocionada por ti, mamá. Me alegra que te hayas tomado un tiempo para cuidarte».

Pilar sonrió, agradecida por el apoyo de su hija. «Gracias, cariño. Realmente necesitaba ese momento de relajación».

Las dos mujeres pasaron el resto de la tarde juntas, compartiendo historias sobre sus días y disfrutando de la compañía mutua. A medida que el sol se ponía y la noche caía sobre la ciudad, Pilar se preparó mentalmente para el desafío que le esperaba al día siguiente, con el amor y el apoyo de su hija a su lado.

Después de un rato de charla, Ana levantó la mirada hacia su madre con una chispa traviesa en los ojos. «Mamá, ¿crees que deberíamos hacer una prueba para verificar si tus pies quedaron más sensibles a las cosquillas después del pedicure?»

Pilar la miró con una mezcla de incredulidad y diversión. «¡Ana, no puedo creer que estés sugiriendo eso!»

Ana se encogió de hombros, sonriendo traviesamente. «Bueno, ¿qué mejor momento para comprobarlo que ahora que acabas de salir del spa?»

Pilar se rió, sacudiendo la cabeza ante la ocurrencia de su hija. «Bueno, supongo que no podemos saberlo a menos que lo intentemos, ¿verdad?»

Con una sonrisa cómplice, madre e hija se pusieron de pie y se dirigieron al sofá. Pilar se quitó las chanclas y colocó los pies sobre las piernas de Ana, preparándose para lo que vendría a continuación.

Con un dedo tembloroso, Ana comenzó a hacer cosquillas en la planta de los pies de su madre. Pilar se retorció y rió, sintiendo una sensación de cosquilleo más intensa de lo habitual. A medida que Ana continuaba, Pilar se dio cuenta de que su hija tenía razón: su pedicure había dejado sus pies más sensibles que nunca.

Después de unos minutos de risas y cosquillas, madre e hija se detuvieron, recuperando el aliento. Pilar miró a Ana con gratitud en los ojos. «Gracias, cariño. Eso fue… interesante».

Ana le devolvió la mirada con una sonrisa traviesa. «De nada, mamá. Siempre es divertido probar cosas nuevas».

Con un suspiro de satisfacción, madre e hija se abrazaron, compartiendo un momento de complicidad antes de retirarse a descansar para el día siguiente.

Mientras madre e hija terminaban su pequeña sesión de cosquillas, el teléfono de Pilar emitió un suave sonido de notificación. Al revisar su correo electrónico, encontró un mensaje de Priscila, la líder del proyecto de cosquillas.

Con curiosidad, Pilar abrió el mensaje y leyó atentamente. En el correo, Priscila le solicitaba que, si ya se había hecho el pedicure, se colocara unos calcetines mojados en sus pies y los forrara con una especie de plástico hasta la altura de los tobillos. Según Priscila, esto incrementaría la sensibilidad en sus pies y ayudaría en el proceso del experimento.

Pilar frunció el ceño ante la extraña solicitud, pero recordó que estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario por el bien de su hija. Además, ya había llegado tan lejos en este extraño viaje que una solicitud más no haría ninguna diferencia.

«¿Qué pasa, mamá?» preguntó Ana, notando la expresión de concentración en el rostro de su madre.

Pilar levantó la vista del teléfono y le explicó la solicitud de Priscila. «Parece que quieren que me ponga unos calcetines mojados en los pies y los forre con plástico. Dice que eso incrementará la sensibilidad en mis pies».

Ana frunció el ceño, evidentemente sorprendida por la extraña petición. «Suena un poco extraño, ¿no crees, mamá?»

Pilar asintió, pero una determinación firme brillaba en sus ojos. «Sí, lo sé. Pero si eso es lo que necesitan para que el experimento funcione, entonces lo haré».

Sin más dilación, Pilar se puso de pie y se dirigió hacia la cocina, decidida a seguir las instrucciones al pie de la letra. Mientras preparaba los calcetines mojados y el plástico, Ana la observaba con una mezcla de asombro y admiración.

Una vez que estuvo lista, Pilar se recostó en el sofá con los pies cubiertos según las indicaciones de Priscila, lista para lo que vendría a continuación en este extraño y desconcertante experimento de cosquillas intensas.

Amaneció el día martes y Pilar se despertó con una sensación de nerviosismo en el estómago. Con los pies envueltos en los calcetines mojados y el plástico, se levantó de la cama y se dirigió al baño, con la intención de ducharse y quitarse los calcetines para sentirse fresca y lista para el día que le esperaba.

Sin embargo, antes de que pudiera entrar en la ducha, su teléfono volvió a sonar con otro mensaje de correo electrónico. Con una sensación de anticipación, Pilar abrió el mensaje y leyó las nuevas instrucciones con sorpresa y preocupación creciente.

El correo indicaba que no podía quitarse los calcetines y el plástico mientras se duchaba, ya que eso interferiría con el proceso de sensibilización de los pies. Además, habían decidido adelantar la sesión para las 11 am, lo que significaba que Pilar tenía menos tiempo del que esperaba para prepararse.

Mirando el reloj que marcaba las 8:30 am, Pilar se sintió abrumada por la repentina urgencia de la situación. Se dio cuenta de que tendría que ajustar sus planes y encontrar una manera de adaptarse a las nuevas instrucciones lo más rápido posible.

Con determinación, Pilar decidió posponer su ducha y seguir las instrucciones al pie de la letra. Se apresuró a prepararse para el día, consciente de que cada minuto contaba. Mientras se movía con rapidez por su apartamento, una sensación de ansiedad se apoderaba lentamente de ella, pero se obligó a mantener la calma y centrarse en lo que tenía por delante.

Con los pies aún envueltos en los calcetines mojados y el plástico, Pilar se preparó mentalmente para la sesión de cosquillas intensas que le esperaba, consciente de que el tiempo se agotaba rápidamente y que el desafío que enfrentaría sería más grande de lo que había anticipado.

Con el tiempo corriendo en su contra, Pilar se apresuró a alistarse para la sesión de cosquillas intensas. Su hija ya se había ido para sus clases y ella se encontraba sola en su apartamento, concentrándose en los preparativos finales.

Se puso una camiseta cómoda, un par de jeans y unas botas lo suficientemente amplias como para que cupieran sus pies envueltos en plástico. En su bolso, metió un par de calcetines secos, anticipando que los necesitaría después de la sesión.

Tomó sus llaves, sus lentes oscuros y se dirigió hacia su vehículo BMW en el parqueadero del edificio. El reloj marcaba las 10:45 am y el tiempo se agotaba rápidamente. Con cada paso, sentía la tensión aumentar en su interior, pero se forzó a mantener la calma y concentrarse en llegar a tiempo.

Al abrir la puerta de su BMW, Pilar se deslizó en el asiento del conductor y encendió el motor. Las manos le temblaban ligeramente mientras ajustaba los espejos retrovisores y se preparaba mentalmente para lo que vendría a continuación.

Con determinación en su mirada, Pilar puso el coche en marcha y salió del estacionamiento, rumbo a la ubicación de la sesión. El camino por delante se extendía como un desafío desconocido, pero estaba decidida a enfrentarlo con valentía y determinación.

Con el tiempo corriendo en su contra y el destino a la vista, Pilar se encaminó hacia lo desconocido, lista para enfrentar el desafío de la sesión de cosquillas intensas que le esperaba.

Pilar llegó a la dirección del sitio acordado y estacionó su vehículo en el pequeño estacionamiento adjunto. Miró a su alrededor y notó que la zona estaba sorprendentemente tranquila, con poca actividad en las calles cercanas.

Después de asegurarse de que tenía todo lo necesario en su bolso, Pilar salió del coche y se dirigió hacia la puerta de la oficina. El sol de la mañana se reflejaba en el pavimento, creando un brillo cálido que iluminaba su camino.

A medida que se acercaba a la entrada, Pilar se sintió nerviosa pero decidida. Estaba lista para enfrentar lo que fuera necesario con tal de asegurar el futuro de su hija.

Al llegar a la puerta, Pilar respiró hondo y entró en el edificio. El interior estaba tranquilo y sereno, con una atmósfera de anticipación flotando en el aire. Se dirigió hacia la recepción, donde fue recibida por una recepcionista amable que le indicó el camino hacia la sala donde tendría lugar la sesión.

Pilar avanzó con determinación, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. Estaba lista para enfrentar lo que fuera necesario en su búsqueda desesperada por asegurar el futuro de su familia.

La oficina

Al ingresar a la oficina, Pilar fue recibida por una mujer pelirroja de mirada penetrante y una sonrisa intrigante. Priscila, la líder del proyecto de cosquillas, se destacaba por su cabello rojo intenso que caía en rizos perfectamente definidos sobre sus hombros. Tenía una figura esbelta y una elegancia natural que irradiaba confianza y autoridad.

A su lado, Pilar notó a Ling Ling, una investigadora de origen japonés con un aura de misterio a su alrededor. Ling Ling tenía una piel impecable y unos ojos oscuros que parecían leer los pensamientos de quienes la rodeaban. Su presencia tranquila y serena transmitía una sensación de calma en el ambiente.

Junto a Ling Ling estaba Joyce, una investigadora de tez morena con una energía vibrante y contagiosa. Joyce irradiaba alegría y entusiasmo en cada gesto, y su sonrisa brillaba con una luz propia. Su cabello rizado enmarcaba su rostro con un aire de vitalidad y juventud.

Finalmente, Pilar notó a Marilyn, la recepcionista rubia de ojos claros que había conocido al entrar. Marilyn tenía un aire de dulzura y amabilidad que la hacía sentir bienvenida. Su apariencia angelical contrastaba con la energía más intensa de las otras mujeres en la habitación.

Sin embargo, lo que Pilar no sabía era que las verdaderas intenciones de estas cuatro mujeres iban mucho más allá de un simple experimento científico. Ellas eran fetichistas de los pies de otras mujeres y disfrutaban haciendo cosquillas a mujeres cosquillosas e indefensas como ella.

Inocente y ajena a las verdaderas motivaciones de las mujeres que la rodeaban, Pilar se preparó para lo que pensaba que sería una sesión de experimentación científica ordinaria, sin saber que estaba a punto de adentrarse en un mundo de placer y tormento que nunca antes había imaginado.

Priscila se adelantó con elegancia y se presentó a Pilar con un apretón de manos firme y una sonrisa cálida. «Hola, Pilar. Soy Priscila, la líder de este proyecto. Es un placer conocerte».

Pilar devolvió el saludo con cortesía, sintiéndose un poco abrumada por la presencia imponente de Priscila. «Mucho gusto, Priscila. El placer es mío».

Priscila luego procedió a presentar a las otras mujeres en la habitación. «Permíteme presentarte a Ling Ling, Joyce y Marilyn. Son parte de nuestro equipo de investigación».

Pilar asintió con cortesía mientras las otras mujeres la saludaban con una sonrisa. Se sintió un poco más relajada al ver que todas parecían amigables y profesionales.

A medida que la conversación fluía, cubrieron una variedad de temas, desde el clima hasta las noticias del día. Priscila, con su habilidad para dirigir la conversación, logró que todos se sintieran cómodos y participativos.

Finalmente, Priscila dirigió la conversación hacia el motivo de la participación de Pilar en el experimento. «Pilar, me gustaría saber qué te motivó a participar en este experimento. ¿Qué te llevó a aceptar nuestra propuesta?»

Pilar reflexionó por un momento antes de responder. «Bueno, la verdad es que necesito el dinero para pagar la universidad de mi hija. Estoy dispuesta a hacer lo que sea necesario para asegurar su futuro».

Priscila asintió con comprensión. «Entiendo. El amor por nuestros seres queridos puede llevarnos a hacer cosas extraordinarias. Estoy segura de que estás haciendo lo correcto para tu hija».

Pilar sonrió, agradecida por la comprensión de Priscila. «Sí, eso espero».

Sin embargo, lo que Pilar no sabía era que detrás de la amabilidad y el interés aparente de Priscila, se escondía un deseo más oscuro y perturbador. Priscila y las otras mujeres estaban ansiosas por satisfacer su fetiche relacionado con las cosquillas, y Pilar era la pieza clave en su plan retorcido.

Priscila observó con atención mientras Pilar respondía a su pregunta. Satisfecha con la respuesta, se volvió hacia Marilyn y le hizo un gesto con la cabeza. «Marilyn, ¿podrías acompañar a Pilar al vestier y ayudarla a prepararse para el experimento?»

Marilyn asintió con una sonrisa y se acercó a Pilar. «Por supuesto, síganme por aquí, por favor».

Pilar siguió a Marilyn hacia el vestier, sintiéndose un poco nerviosa por lo que vendría a continuación. Mientras caminaban, Marilyn le explicó las instrucciones. «Debes colocarte la bata que te proporcionaremos, pero no te quites ni el plástico ni los calcetines mojados de tus pies, ¿entendido?»

Pilar asintió, comprendiendo la instrucción. «Entendido».

Mientras tanto, Priscila, Jocelyn y Ling Ling se dirigieron hacia la mesa preparada para el experimento. La mesa estaba equipada con correas en los extremos y en la parte media de la cintura, diseñadas para inmovilizar a la «víctima» de las cosquillas.

Priscila y las otras dos mujeres trabajaron rápidamente para asegurar las correas en su lugar y preparar la mesa para la sesión que se avecinaba. Cada detalle fue cuidadosamente planeado, con el objetivo de garantizar que Pilar estuviera completamente inmovilizada durante el experimento.

Con la mesa lista y las correas aseguradas, Priscila y las otras dos mujeres intercambiaron miradas de anticipación. Estaban listas para llevar a cabo su oscuro y retorcido deseo de hacer cosquillas a una mujer cosquillosa e indefensa como Pilar.

Mientras tanto, en el vestier, Pilar se preparaba para lo que vendría a continuación, sin saber que estaba a punto de enfrentarse a una experiencia que cambiaría su vida para siempre.

Con la ayuda de Marilyn, Pilar regresó a la oficina con la bata puesta sobre su ropa interior. Bajo la bata, podía sentir la humedad persistente de los calcetines mojados y el plástico que aún envolvían sus pies, causando una sensación incómoda y desconocida.

A medida que caminaba hacia la mesa preparada para el experimento, Pilar trató de ignorar la sensación húmeda y pegajosa que rodeaba sus pies. La incertidumbre sobre cómo reaccionarían sus pies dentro de esa humedad y el plástico la mantenía nerviosa, pero se esforzó por mantener la compostura ante las otras mujeres presentes.

Priscila la recibió con una sonrisa tensa. «Bienvenida de nuevo, Pilar. ¿Estás lista para comenzar?»

Pilar asintió con determinación, aunque en su interior la incertidumbre crecía con cada segundo que pasaba. «Sí, estoy lista».

Priscila le indicó que se acercara a la mesa y se recostara sobre ella. Pilar obedeció, sintiendo cómo las correas comenzaban a sujetarla, inmovilizándola por completo. La sensación de estar completamente sujeta y expuesta la llenó de un nerviosismo creciente, pero se recordó a sí misma por qué había aceptado este experimento en primer lugar.

Mientras Priscila y las otras mujeres se preparaban para comenzar, Pilar se esforzó por mantener la calma y concentrarse en su objetivo: asegurar el futuro de su hija, sin importar lo que tuviera que enfrentar en el camino.

Mientras Pilar estaba siendo atada de pies y manos con correas en la mesa de tortura, cada una de las cuatro mujeres trabajaba con precisión para asegurar que estuviera completamente inmovilizada. Los movimientos eran suaves pero firmes, dejando a Pilar sin ninguna posibilidad de escape.

Priscila se acercó a Pilar, manteniendo una expresión calmada y amistosa. «Tranquila, Pilar. Estamos aquí para ayudarte a relajarte. ¿Cómo te sientes?»

A pesar de la situación angustiante en la que se encontraba, Pilar trató de mantener la compostura. «Estoy bien, solo un poco nerviosa».

Priscila asintió con comprensión. «Es natural sentirse así en una situación como esta. Pero estamos aquí para hacerte sentir cómoda y segura. ¿Hay algo en particular que te preocupa?»

Pilar se tomó un momento para reflexionar antes de responder. «Bueno, no estoy segura de cómo reaccionarán mis pies dentro de ese plástico y la humedad de los calcetines. Es una sensación bastante desconocida para mí».

Priscila sonrió tranquilizadora. «Entiendo. Pero te prometo que todo estará bien. Estamos aquí para guiarte en cada paso del camino y asegurarnos de que estés cómoda en todo momento».

Mientras tanto, las otras tres mujeres continuaban asegurando las correas, dejando a Pilar completamente inmovilizada y vulnerable ante lo que vendría a continuación.

Priscila aprovechó la conversación para hacer preguntas relacionadas con las cosquillas, tratando de distraer a Pilar y ayudarla a relajarse antes del inicio del experimento. Pilar respondió lo mejor que pudo, tratando de mantener la calma a pesar de la creciente ansiedad que sentía en su interior.

Priscila continuó con su estrategia, haciéndole preguntas a Pilar mientras intentaba ayudarla a relajarse antes del experimento, aunque en realidad buscaba obtener información sobre sus puntos más sensibles a las cosquillas.

«¿Alguna vez has tenido una experiencia particularmente cosquillosa, Pilar?», preguntó Priscila con tono casual.

Pilar se esforzó por recordar. «Bueno, sí. Recuerdo que mi hija solía hacerme cosquillas cuando era pequeña. ¡No podía parar de reír!»

Priscila asintió con interés, tomando nota mental de la información. «Interesante. ¿Y tienes alguna otra parte del cuerpo que sea especialmente sensible a las cosquillas?»

Pilar reflexionó por un momento. «Diría que las plantas de mis pies son bastante sensibles. No puedo soportar que me hagan cosquillas en esa área».

Priscila sonrió con satisfacción, obteniendo la información que buscaba. «Entiendo. Bueno, no te preocupes, Pilar. Nos aseguraremos de tenerlo en cuenta durante el experimento. Queremos que te sientas cómoda en todo momento».

A pesar de las palabras tranquilizadoras de Priscila, Pilar no podía evitar sentir una ligera sensación de inquietud. Sabía que estaba a punto de enfrentarse a una experiencia completamente nueva y desconocida, y no estaba segura de qué esperar.

Mientras tanto, las otras mujeres continuaban preparando la mesa y verificando que todo estuviera en su lugar para el inicio del experimento. El ambiente en la habitación estaba cargado de anticipación y expectación, con un toque de tensión palpable en el aire.

Priscila observó a Pilar con atención, evaluando su expresión y postura antes de hablar. «Pilar, ¿te sientes lista para comenzar?»

Pilar inhaló profundamente, tratando de encontrar la determinación dentro de sí misma. A pesar de sus nervios, sabía que había llegado demasiado lejos para retroceder ahora. «Sí, estoy lista», respondió con determinación.

Priscila le sonrió con satisfacción. «Perfecto. Entonces, comenzaremos en breve. Recuerda que estamos aquí para ti en todo momento. Si en algún momento sientes que necesitas detener el experimento, solo háznoslo saber».

Pilar asintió, agradecida por el apoyo de Priscila. Aunque seguía sintiendo una mezcla de nerviosismo y anticipación, se preparó mentalmente para lo que vendría a continuación.

Mientras tanto, las otras mujeres se movían alrededor de la mesa, verificando los equipos y ajustando los detalles finales para garantizar que todo estuviera listo.

Con la sala lista y Pilar preparada, el experimento estaba a punto de comenzar. El ambiente estaba cargado de tensión y expectación, y Pilar se preparó para enfrentar lo que sea que le esperara.

A pesar de las palabras tranquilizadoras de Priscila, en lo más profundo de su ser, sabía que una vez que comenzara la sesión, no habría vuelta atrás. La determinación de llevar a Pilar al límite y, quién sabe, romper esa barrera estaba arraigada en la mente de Priscila y las otras mujeres.

Aunque Pilar había expresado su disposición a participar, Priscila y su equipo estaban decididas a llevar el experimento hasta el final. Sabían que las cosquillas intensas y desesperantes que estaban a punto de infligir a Pilar eran solo el comienzo de lo que les esperaba.

Con la sala lista y todas las preparaciones completadas, Priscila asintió con decisión. «Bien entonces, comencemos».

Las otras mujeres se movieron en silencio hacia sus posiciones, cada una lista para desempeñar su papel en el experimento. La expectativa en la habitación era palpable, y Pilar se preparó mentalmente para lo que vendría a continuación.

Con un gesto de Priscila, la sesión comenzó, y Pilar se vio envuelta en una tormenta de cosquillas intensas y desesperantes que pronto la llevarían al límite de su resistencia.

Con una coordinación impecable, las cuatro mujeres se colocaron a cada lado de Pilar, preparadas para comenzar la sesión de cosquillas intensas. Ling Ling y Jocelyn se posicionaron a su izquierda, mientras que Priscila y Marilyn se ubicaron a su derecha.

Sin darle tiempo para prepararse, comenzaron el tormento. Dedos ágiles se deslizaron por las costillas de Pilar, provocando una explosión de risas descontroladas. Las axilas de Pilar no escaparon, y las cosquillas implacables la hicieron retorcerse en la mesa de tortura.

Priscila y Marilyn se concentraron en la cintura y el cuello de Pilar, encontrando cada punto sensible y explotándolo sin piedad. Mientras tanto, Ling Ling y Jocelyn se centraron en sus muslos y rodillas, causando que Pilar se retorciera aún más bajo las carcajadas y súplicas desesperadas.

La habitación resonaba con el sonido de las risas de Pilar, cada vez más fuertes y frenéticas a medida que las cosquillas continuaban sin descanso. Sus intentos de suplicar por misericordia fueron ahogados por el caos de la tortura cómica que estaba experimentando.

Pilar se sentía atrapada en un torbellino de sensaciones, su mente abrumada por la agonía de las cosquillas y el deseo desesperado de que todo terminara. Sin embargo, las cuatro mujeres estaban decididas a llevarla al límite y más allá, sin mostrar signos de detenerse.

El tiempo parecía distorsionarse mientras Pilar luchaba por mantener la cordura en medio del frenesí de cosquillas. Cada segundo se sentía como una eternidad, y no había escapatoria de la tortura que estaba experimentando.

Con una sonrisa satisfecha, Priscila se inclinó sobre Pilar mientras las cosquillas continuaban sin tregua. «Vaya, Pilar, parece que tenías razón. Eres extremadamente cosquillosa».

Las otras tres mujeres asintieron en acuerdo, compartiendo expresiones de complicidad mientras continuaban con su tarea implacable. «Sí, es increíblemente cosquillosa», murmuró Jocelyn, mientras sus dedos danzaban sobre la piel de Pilar.

«Definitivamente la más cosquillosa hasta ahora», agregó Ling Ling con una risa maliciosa, disfrutando del tormento que estaban infligiendo.

Marilyn se unió a la conversación con una sonrisa traviesa. «Parece que tenemos una campeona de las cosquillas aquí. No te preocupes, Pilar, estamos aquí para asegurarnos de que aproveches al máximo esta experiencia».

Pilar apenas podía articular palabras entre las risas y los sollozos, pero entendió claramente el mensaje. Estaba siendo sometida a un tormento diseñado específicamente para explotar su sensibilidad a las cosquillas, y las mujeres a cargo estaban determinadas a llevarla al límite.

Mientras el experimento continuaba, Pilar se encontró sumergida en un mundo de cosquillas desenfrenadas, luchando por mantener la cordura mientras las risas se convertían en un susurro constante en su mente.

Las carcajadas de Pilar llenaban la habitación, resonando en un crescendo frenético. «¡JAJAJAJAJAJAA! ¡AAAAAAAAAAHAHHHHAHAHAHAHA!» gritaba entre risas, su voz mezclada con súplicas desesperadas. «¡PAREEEENNNN! ¡AJAJAJAJAJAJJAA! ¡NO SOPORTOOOOOO!» Las lágrimas brotaban de sus ojos entre risas incontrolables. «¡JAJAJAJAJAJAJAJA! ¡NO MAAAASSSS!»

Apenas habían transcurrido unos 35 minutos desde el inicio de la sesión de tortura de cosquillas cuando Priscila decidió informar a Pilar sobre el tiempo transcurrido.

«¿Sabes, Pilar?», dijo Priscila, interrumpiendo por un momento la vorágine de cosquilleo. «Apenas han pasado 35 minutos desde que comenzamos».

Pilar se sorprendió al escuchar esto. Para ella, cada segundo había sido una eternidad en medio del caos de cosquillas, y no tenía noción del tiempo transcurrido. La revelación de Priscila solo intensificó su sensación de desesperación, haciéndola preguntarse cuánto más tendría que soportar antes de que terminara este tormento.

La habitación resonaba con el sonido de las risas y los gritos, creando un ambiente surrealista de tortura cómica que envolvía a Pilar en una pesadilla interminable.

Lo peor llegó justo cuando, aparentemente, Jocelyn desabrochó la bata de Pilar, dejando al descubierto su vientre y parte de su ropa interior. Con un movimiento ágil, Jocelyn deslizó sus largas uñas sobre la piel sensible de la cadera de Pilar, desencadenando una reacción explosiva.

Las carcajadas y risas de Pilar se convirtieron de repente en alaridos de agonía cuando las cosquillas en esa zona particular alcanzaron un nivel insoportable. Parecía como si hubieran encontrado un punto hipercosquilloso en su cuerpo, y Jocelyn aprovechó esa revelación para intensificar el tormento.

«¡Oh, parece que hemos descubierto un punto hipercosquilloso aquí!», exclamó Jocelyn con malicia, disfrutando del sufrimiento que estaba infligiendo.

Pilar se retorcía y contorsionaba en la mesa de tortura, luchando por liberarse de la sensación abrasadora que recorría su cuerpo. Cada cosquilleo era como un golpe directo a su cordura, llevándola al borde del colapso emocional.

La habitación resonaba con los gritos y las risas descontroladas de Pilar, creando un ambiente de caos absoluto mientras el experimento continuaba su curso implacable.

Pronto, en lugar de tener apenas 10 uñas largas moviéndose en la cadera del lado izquierdo, Pilar sintió como si fueran cuarenta uñas igual de largas recorriendo toda su cadera y el bajo vientre, justo debajo del ombligo. La sensación era abrumadora, y los alaridos de Pilar llenaban la habitación mientras se retorcía como loca en sus ataduras.

Cada roce de las uñas desencadenaba una cascada de cosquillas intensas que parecían perforar su piel y penetrar hasta lo más profundo de su ser. Pilar se sentía atrapada en una pesadilla sin fin, incapaz de escapar del tormento que la consumía por completo.

Mientras tanto, las cuatro mujeres observaban con satisfacción el efecto de sus acciones, disfrutando del espectáculo de sufrimiento que estaban presenciando. La sala resonaba con el sonido de los alaridos de Pilar, creando un ambiente de caos y desesperación.

Pero a pesar del tormento implacable, Pilar se aferraba a un hilo de esperanza, rezando por el momento en que este calvario finalmente llegaría a su fin.

Mientras Ling Ling y Jocelyn trabajaban en las caderas de Pilar, Priscila y Marilyn decidieron terminar de retirar la bata quirúrgica de Pilar, dejándola totalmente vulnerable. Con un movimiento fluido, arrancaron la prenda, exponiendo las axilas desnudas y vulnerables de Pilar al aire.

La reacción de Pilar fue extremadamente explosiva cuando sintió los dedos expertos de Priscila y Marilyn hurgando en sus axilas. Los alaridos que emanaban de su boca se volvieron aún más ensordecedores, mientras sus extremidades se agitaban en un frenesí descontrolado.

Las cosquillas en sus axilas eran como una tortura insoportable, haciendo que todo su cuerpo se sacudiera con cada carcajada desesperada. Pilar se sentía completamente expuesta y a merced de sus torturadoras, incapaz de hacer nada más que rendirse ante el tormento que la envolvía.

Mientras tanto, en las caderas, Ling Ling y Jocelyn continuaban con su implacable asalto, multiplicando la agonía de Pilar con cada cosquilleo.

La habitación estaba llena del sonido de los alaridos de Pilar, creando un ambiente de caos y desesperación que envolvía a todos los presentes en una atmósfera de tortura cómica implacable.

Los alaridos explosivos de Pilar llenaban la habitación: AAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!

Después de una hora y treinta minutos de tortura implacable, las cuatro mujeres finalmente detuvieron la sesión de cosquillas y se dirigieron a Pilar, quien continuaba tomando aire, agitada y jadeante por el esfuerzo.

Mientras Pilar luchaba por recuperar el aliento, Priscila y las otras mujeres le preguntaron cómo había encontrado la sesión hasta el momento. Priscila, en particular, observó las expresiones en los rostros de sus cómplices, notando la excitación en sus ojos y la ansiedad en sus movimientos. Estaban ansiosas por satisfacer su fetiche y deseaban con fervor pasar a torturar los pies de Pilar.

Pilar, aún recuperándose del tormento que acababa de experimentar, apenas podía articular palabras. Entre jadeos, balbuceó algo sobre lo extremadamente intenso que había sido, pero también sobre la sensación de alivio al saber que había terminado, al menos por ahora.

Las cuatro mujeres intercambiaron miradas cómplices, sabiendo que aún tenían planes para Pilar. Mientras tanto, Pilar se preguntaba qué nuevas torturas le esperaban, sintiendo un escalofrío recorrer su espina dorsal ante la anticipación de lo que aún estaba por venir.

Priscila se acercó a Pilar con una sonrisa maliciosa en el rostro. «Pilar, creo que ya es hora de que descubramos cómo están tus pies después de tanto tiempo envueltos en esos calcetines mojados y el plástico.»

Pilar sintió un escalofrío recorrer su espalda ante la mera idea de liberar sus pies de su húmeda prisión. Sin embargo, sabía que no tenía más opción que obedecer.

Con manos temblorosas, Priscila comenzó a desenrollar el plástico y a quitar los calcetines empapados de los pies de Pilar. A medida que la tela húmeda se despegaba de su piel, una sensación de alivio y anticipación se apoderaba de ella.

A medida que los pies de Pilar quedaban al descubierto, un olor peculiar comenzó a llenar la habitación. Era una mezcla entre humedad y el desagradable aroma que se forma cuando los pies están envueltos en calcetines húmedos durante mucho tiempo.

Priscila y las otras mujeres, que eran fetichistas de pies, no pudieron evitar sentir una excitación repentina al percibir ese aroma particular. Para ellas, era como el aroma de la tentación, despertando deseos profundos y oscuros.

Sus ojos brillaban con una lujuria contenida mientras observaban los pies de Pilar, disfrutando de la visión y el aroma que emanaban. La excitación en la habitación era palpable, creando un ambiente cargado de tensión y anticipación.

Mientras tanto, Pilar se sentía incómoda y avergonzada por la situación. Sabía que su condición no era la más favorable después de haber estado tanto tiempo envuelta en plástico y calcetines húmedos. Sin embargo, se resignó a la situación, preparándose mentalmente para lo que viniera a continuación.

Los pies de Pilar, una vez descubiertos, se mostraban fríos y húmedos, con la piel completamente arrugada en todos los rincones. La exposición prolongada al plástico y los calcetines mojados habían dejado su huella en la piel de Pilar, dejándola con una sensación incómoda y desagradable.

Priscila y las otras mujeres observaron con atención los pies de Pilar, notando cada detalle de su aspecto. Para ellas, la visión de los pies desnudos y arrugados de Pilar era una invitación tentadora, alimentando sus deseos fetichistas y aumentando su excitación.

Pilar, por otro lado, se sentía vulnerable y expuesta, consciente de la mirada escrutadora de las mujeres que la rodeaban. A pesar de su incomodidad, se mantuvo firme, preparándose para lo que fuera que las mujeres tuvieran planeado para ella a continuación.

Priscila y las otras mujeres observaron con atención mientras los dedos de Pilar se movían ligeramente, aún recuperándose de la experiencia traumática que habían sufrido.

Priscila, como líder del grupo, se acercó lentamente a uno de los pies de Pilar. Con una sonrisa traviesa en el rostro, deslizó una uña por la vulnerable, arrugada e hipercosquillosa planta de Pilar.

El contacto fue instantáneamente desgarrador para Pilar, quien soltó un grito desesperado acompañado de un «OH MIERDAAAA». La sensación era tan intensa que sus dedos se contrajeron involuntariamente, intentando alejar la fuente de su tormento.

Las otras mujeres observaron con atención, intrigadas por la reacción de Pilar ante el cosquilleo en sus pies. Una de ellas no pudo evitar comentar: «Parece que realmente es hipercosquillosa en los pies».

Priscila continuó acariciando la planta del pie de Pilar, explorando cada rincón con sus uñas afiladas. Cada caricia provocaba una reacción explosiva de Pilar, cuyos gritos y risas llenaban la habitación una vez más.

Las carcajadas desesperadas, las súplicas y los gritos y alaridos llenaron la habitación mientras Pilar luchaba contra las caricias implacables en sus pies. Sus dedos se contrajeron involuntariamente, intentando alejar la fuente de su tormento, pero las correas que la mantenían sujeta a la mesa le impedían moverse con libertad.

Cada movimiento en sus pies parecía aumentar la intensidad de las cosquillas, haciendo que Pilar se retorciera y contorsionara en un intento desesperado por escapar de la sensación abrumadora. Sus ojos se llenaron de lágrimas por la combinación de dolor y placer que experimentaba, mientras rogaba entre risas entrecortadas que detuvieran la tortura.

Priscila y las otras mujeres observaban con una mezcla de fascinación y excitación, disfrutando del espectáculo que se desarrollaba ante sus ojos. Para ellas, cada carcajada y cada súplica eran como música para sus oídos, alimentando sus deseos fetichistas y avivando el fuego de su lujuria.

Priscila continuaba moviendo las uñas en las plantas de Pilar, mientras las otras tres mujeres observaban con avidez, ansiosas por sumarse a la tortura. Pilar, por su parte, se retorcía en la mesa, moviendo frenéticamente sus pies, apretando y abriendo los dedos en un intento desesperado por aliviar la sensación de cosquilleo.

Con cada movimiento, las arrugadas plantas de los pies de Pilar se estiraban y contraían, aumentando la intensidad de las cosquillas. Cada arruga y pliegue de su piel parecía convertirse en un punto de sensibilidad extrema, provocando nuevas oleadas de risas y gritos por parte de Pilar.

Las otras mujeres apenas podían contener su excitación al ver la lucha de Pilar contra las cosquillas. Estaban ansiosas por unirse a la acción, pero por el momento se limitaban a observar con una mezcla de deseo y anticipación, esperando su turno para sumergirse en la tortura.

Priscila, notando la excitación palpable en las otras tres mujeres, decidió darles luz verde para unirse a la tortura. Con una sonrisa maliciosa, les indicó que se acercaran y se unieran a ella en el tormento de los hipercosquillosos pies de Pilar.

Las otras mujeres no necesitaron más invitación. Con expresiones llenas de anticipación, se apresuraron hacia la mesa donde Pilar estaba atada y se colocaron a cada lado de ella. Pronto, sus manos ávidas comenzaron a acariciar las plantas de los pies de Pilar, explorando cada pliegue y arruga con una determinación cruel.

Pilar, atrapada en la tortura de las cuatro mujeres, se vio envuelta en una avalancha de cosquillas intensas y despiadadas. Los gritos y las risas se intensificaron mientras las cuatro mujeres trabajaban en conjunto para llevarla al límite de su resistencia.

Cuarenta uñas filosas se movían sin piedad alguna sobre las hipercosquillosas plantas de Pilar, sumiéndola en un caos de intensidad y desesperación. Cada centímetro de sus pies era explorado y atacado con una ferocidad implacable, provocando una cascada interminable de risas histéricas y súplicas desesperadas por parte de Pilar.

La sensación de cosquilleo era tan abrumadora que Pilar se sentía completamente abrumada, incapaz de concentrarse en otra cosa que no fuera el tormento que sentía en sus pies. Sus movimientos se volvieron cada vez más frenéticos, sus gritos más agudos, mientras luchaba por liberarse de las correas que la mantenían sujeta a la mesa.

Mientras tanto, las cuatro mujeres, completamente entregadas a su fetiche por las cosquillas, no mostraban signos de detenerse. Por el contrario, parecían cada vez más excitadas por la reacción de Pilar, encontrando un placer perverso en su sufrimiento.

«¡POR FAVOR, DETÉNGANSE! ¡NO PUEDO MÁS! ¡AYUDA! ¡ME DUELE TODO DE TANTO REÍR! ¡JAJAJAJA! ¡NO, POR FAVOR, NO MÁS! ¡AAAAHHHH! ¡ME VOY A MAREAR! ¡JAJAJAJAJAJA! ¡PARÉN, PARÉN, PARÉN! ¡AYÚDENME, POR FAVOR! ¡NO RESPIRO, ME DUELE EL ESTÓMAGO! ¡JAJAJAJA! ¡YA NO PUEDO MÁS, POR FAVOR! ¡AYUDA, AYUDA, AYUDA! ¡JAJAJAJAJA! ¡NO MÁS, POR FAVOR! ¡HAHAHAHAHA! ¡PARÉN, POR FAVOR, PARÉN! ¡ME DUELEN LOS MÚSCULOS, NO PUEDO MÁS! ¡JAJAJAJA! ¡YA BASTA, NO AGUANTO MÁS! ¡AYÚDENME, POR FAVOR! ¡AAAAHHHHH!» – eran los gritos y alaridos desesperados en medio de sus carcajadas.

Las cuatro mujeres, completamente absortas en su propio placer y excitación, no mostraban ninguna intención de detenerse. Sus manos seguían danzando sobre los pies de Pilar con una ferocidad incesante, provocando una tormenta de risas y gritos que llenaba la habitación.

Priscila, con una sonrisa maliciosa en el rostro, alentaba a las otras mujeres a continuar, excitada por la respuesta de Pilar. Ling Ling, Jocelyn y Marilyn, igualmente inmersas en el éxtasis de la tortura de cosquillas, se entregaban por completo al placer de hacer sufrir a Pilar.

La mesa de tortura se convirtió en un escenario de caos y descontrol, donde las risas de las mujeres resonaban junto con los gritos desesperados de Pilar, quien se encontraba totalmente indefensa ante el ataque implacable de sus torturadoras.

La «tortura de cosquillas» ya había completado dos horas y media de intensidad incesante. A pesar del tiempo transcurrido, las mujeres no mostraban señales de fatiga ni de querer detenerse. Por el contrario, parecían cada vez más envalentonadas por el efecto devastador que tenían sobre Pilar.

Sus risas se mezclaban con los alaridos de Pilar, creando una cacofonía de sonidos que llenaba la habitación. Cada vez que Pilar creía que no podía soportar más, las mujeres redoblaban sus esfuerzos, encontrando nuevas formas de hacerla retorcerse de risa.

Priscila, con una mirada de satisfacción en el rostro, observaba el caos que había desatado, disfrutando del control absoluto que tenía sobre la situación. Las otras mujeres, igualmente complacidas, se entregaban por completo a la tarea de hacer sufrir a Pilar, encontrando un placer perverso en su vulnerabilidad.

Mientras tanto, en el apartamento de Pilar

Mientras Pilar era sometida a la tortura de cosquillas en la oficina donde había sido citada, su hija, Ana, llegó a su apartamento y encontró una nota en la nevera. Con una sensación de alivio al saber que su madre estaba ocupada en su nuevo trabajo, Ana miró el reloj y se dio cuenta de que casi eran las 3 pm. Pensó que tal vez su madre ya estaría a punto de terminar y se preparó para recibirla en casa.

Ana suspiró, sintiéndose agradecida por el trabajo que su madre había conseguido, aunque desconocía los detalles exactos de sus responsabilidades. Mientras esperaba, decidió ocupar su tiempo con algunas tareas domésticas y preparar la cena, anticipando la llegada de su madre.

Mientras Pilar era sometida a la tortura de cosquillas en la oficina donde había sido citada, su hija, Ana, llegó a su apartamento y encontró una nota en la nevera. Al leer las palabras escritas por su madre, un escalofrío recorrió su espalda. Sabía exactamente en qué tipo de situación se encontraba Pilar, recordando la conversación que tuvieron sobre el experimento de cosquillas antes de que su madre partiera hacia el trabajo.

Ana se mordió el labio inferior, sintiendo una mezcla de preocupación y angustia por su madre. A pesar de comprender la necesidad de Pilar de trabajar para asegurar su futuro, no podía evitar sentirse incómoda por la forma en que estaba siendo explotada en ese experimento. Deseaba con todo su ser poder estar allí para apoyar a su madre, pero se sentía impotente ante la situación.

Mientras preparaba la cena, los pensamientos de Ana seguían regresando a la imagen de su madre siendo sometida a esas cosquillas despiadadas. Se preguntaba cómo estaría soportando el tormento y si estaba arrepentida de haber aceptado esa oferta. Sin embargo, también sabía que Pilar haría cualquier cosa por ella y por su futuro, lo que le generaba un conflicto interno.

Con el corazón apretado por la preocupación, Ana continuó con las tareas domésticas, deseando que el tiempo pasara rápido para que su madre regresara a casa sana y salva.

Mientras Ana continuaba con las tareas domésticas, su mente no podía evitar volver una y otra vez a la situación de su madre. Se imaginaba a sí misma en el lugar de Pilar, siendo sometida a esas cosquillas despiadadas. Un escalofrío recorrió su espalda al pensar en la sensación de las uñas deslizándose sobre su piel hipersensible.

«Yo no habría aceptado», se dijo a sí misma en voz baja, apretando los puños con frustración. «Sabiendo que soy hipercosquillosa. Me volvería loca si me hicieran cosquillas en mis pies».

La idea de estar en una situación tan vulnerable y desesperada como la de su madre la llenaba de ansiedad. Aunque entendía la razón detrás de la decisión de Pilar, no podía evitar cuestionar si valía la pena el sacrificio. Ana se prometió a sí misma estar más atenta en el futuro y proteger a su madre de situaciones tan arriesgadas.

Con determinación, Ana continuó con sus quehaceres, esperando ansiosamente el regreso de su madre y rezando para que estuviera bien después de la difícil experiencia que estaba enfrentando.

De vuelta a la oficina de la tortura

Pilar, en medio de la sala de tortura, continuaba riendo a carcajadas mientras sus suplicas llenaban el aire. El constante asalto de cosquillas la estaba llevando al borde de la cordura. Jamás en su vida había experimentado una tortura tan intensa y despiadada. Recordaba vagamente las veces que su hija le había hecho cosquillas durante unos minutos como juego, pero esta experiencia era incomparable. Cada segundo se sentía como una eternidad de agonía, sus sentidos abrumados por la avalancha de sensaciones.

A pesar de sus intentos por contenerse, Pilar sentía que estaba al borde de perder el control. Cada risa se mezclaba con suplicas de clemencia, mientras sus músculos se tensaban en un esfuerzo desesperado por liberarse de las ataduras. La sensación de vulnerabilidad y desamparo la envolvía, sumiéndola en un estado de caos mental.

Mientras las cosquillas continuaban sin piedad, Pilar anhelaba desesperadamente que la tortura llegara a su fin. Cada segundo parecía interminable, y temía que su cordura cediera ante la intensidad de la experiencia.

Priscila, en un acto de liderazgo, levantó la mirada hacia las otras tres mujeres que la acompañaban. Con una determinación fría en sus ojos, les indicó que continuaran con la tortura en otras partes del cuerpo de Pilar, mientras ella se concentraba exclusivamente en los hipercosquillosos pies de la mujer atada frente a ellas.

«Jocelyn, Ling Ling, Joyce, mantenganla ocupada», ordenó Priscila, su voz resonando con autoridad en la sala. «Yo me encargaré de sus pies».

Las otras mujeres asintieron con entusiasmo, complacidas de tener la oportunidad de participar más activamente en la tortura. Entre risas y susurros conspirativos, se dispusieron a atacar las zonas más sensibles del cuerpo de Pilar, multiplicando su sufrimiento.

Mientras tanto, Priscila se centró en los pies desprotegidos de Pilar, sus ojos brillando con anticipación por el placer que estaba por venir. Con manos expertas, comenzó a deslizar sus uñas sobre las plantas arrugadas y vulnerables, desencadenando una nueva oleada de risas y carcajadas desesperadas por parte de Pilar.

JAJAJAJAJAJA ¡Por favor, deténganse! AHHAHAHAH ¡No puedo más! ¡Por favor! -gritaba Pilar entre risas, sus palabras interrumpidas por estallidos de carcajadas mientras sus pies recibían una atención implacable.

El sonido de las risas se mezclaba con el eco de las conversaciones entre las mujeres, creando una cacofonía de caos y tormento en la pequeña habitación. El tiempo parecía detenerse mientras Pilar luchaba por mantener la cordura en medio de la implacable tormenta de cosquillas.

Pilar se retorcía como loca en la mesa, sus movimientos frenéticos reflejaban su desesperación por escapar de las despiadadas cosquillas que la asaltaban desde todas direcciones. Sus risas y gritos llenaban la habitación, mezclándose con el sonido de sus ataduras chirriantes mientras luchaba por liberarse.

La mesa se tornaba resbaladiza bajo el sudor de Pilar, aumentando la sensación de vulnerabilidad y desamparo. Cada intento de escapar era en vano, y sus esfuerzos solo parecían avivar el fuego de su tormento. Priscila, impasible ante el sufrimiento de Pilar, continuaba con su cruel tortura, sus uñas afiladas explorando cada rincón de los pies de la mujer con una precisión implacable.

Los hipercosquillosos pies de Pilar se movían frenéticamente, como si tuvieran vida propia, en un intento desesperado por escapar de las caricias tortuosas de Priscila. Se arrugaban, se estiraban, se apretaban, pero nada podía aliviar la agonía que la consumía. Estaba atrapada en un torbellino de sensaciones, al borde de la locura, con la certeza de que no habría piedad ni descanso hasta que Priscila y sus cómplices estuvieran satisfechas.

La habitación resonaba con el sonido de la tortura, un sinfín de risas malévolas y carcajadas desesperadas que llenaban el aire. Pilar se sentía como si estuviera en un sueño oscuro y retorcido, incapaz de distinguir la realidad de la pesadilla en la que estaba atrapada. La línea entre la cordura y la locura se desvanecía lentamente mientras luchaba por mantenerse a flote en un mar de desesperación.

Pilar se retorcía en la camilla, cada fibra de su ser implorando clemencia, pero las cosquillas implacables continuaban sin piedad. Las lágrimas se mezclaban con las risas mientras luchaba por contener la avalancha de sensaciones abrumadoras que la envolvían. La habitación se cerraba sobre ella, el aire pesado y cargado con la electricidad de su angustia.

Las mujeres a su alrededor no mostraban signos de detenerse. Priscila lideraba la carga, su rostro iluminado por una sonrisa maliciosa mientras torturaba los pies de Pilar con una determinación casi sádica. Ling Ling, Joyce y Marilyn se unieron, sus manos expertas encontrando cada punto sensible en el cuerpo de Pilar, aumentando la intensidad del tormento.

Pilar, atrapada en un torbellino de carcajadas y suplicas, se aferraba a la delgada línea entre la cordura y la locura. Cada cosquilla era como un golpe directo a su cordura, desgastando su resistencia hasta el límite. En su mente, una voz le imploraba que se rindiera, que permitiera que el agotamiento la consumiera por completo, pero su determinación se aferraba a un hilo de esperanza.

La delgada línea entre la cordura y la locura se desvanecía lentamente para Pilar, como si estuviera atrapada en una espiral descendente hacia la oscuridad. Cada cosquilla era como un golpe directo a su mente, erosionando su resistencia con cada carcajada y suplica desesperada.

Sus pensamientos se volvían confusos, mezclándose con las sensaciones abrumadoras que la envolvían. La habitación parecía girar a su alrededor, distorsionando la realidad y sumiéndola en un estado de confusión y desesperación. Intentaba aferrarse a algún destello de lucidez, pero la marea de cosquillas la arrastraba cada vez más hacia la oscuridad.

A pesar de su lucha, Pilar sentía cómo su mente se deslizaba hacia el abismo de la locura. Cada carcajada la llevaba más cerca del borde, donde la cordura y la desesperación se fundían en una amalgama turbia y perturbadora. Era como si estuviera atrapada en un laberinto sin salida, incapaz de encontrar una salida ante el torbellino de sensaciones que la consumían.

La piel de Pilar se volvía cada vez más roja, marcada por el leve «maltrato» que le provocaba el constante roce de las uñas y las apretadas que le daban sus torturadoras mientras le hacían cosquillas sin piedad. Cada rincón de su cuerpo ardía con una intensidad abrasadora, pero las mujeres que la rodeaban parecían ignorar su sufrimiento, centradas únicamente en llevar a Pilar al límite extremo de su resistencia.

Los dedos de Pilar se contraían en espasmos, intentando liberarse de las ataduras que la mantenían inmovilizada en la mesa de tortura. Cada carcajada y cada súplica se perdían en el aire, ahogadas por el tumulto de risas malévolas que llenaban la habitación. La desesperación la consumía, envolviéndola en una neblina de agonía y confusión.

Mientras tanto, las torturadoras observaban con ojos ávidos el espectáculo que se desarrollaba frente a ellas. Para ellas, Pilar no era más que un juguete en manos de su retorcido placer, un medio para satisfacer sus oscuros deseos fetichistas. La piel enrojecida de Pilar y sus alaridos desesperados solo alimentaban su ansia de llevarla aún más lejos, hasta el límite de su resistencia física y mental.

La risa de Pilar empezaba a tornarse ronca, un síntoma claro de que su resistencia estaba llegando al límite. Priscila, como líder del grupo, comenzó a notar este cambio y decidió intervenir. Con gestos sutiles, indicó a las otras tres mujeres que debían ir disminuyendo gradualmente la intensidad de la tortura de cosquillas sobre Pilar.

Una a una, las torturadoras obedecieron las indicaciones de Priscila, reduciendo la ferocidad de sus caricias cosquillosas. Las risas y los alaridos de Pilar se desvanecieron lentamente, reemplazados por jadeos agotados y sollozos entrecortados. El alivio inundó el ambiente cargado de tensión mientras Pilar luchaba por recuperar el aliento y encontrar un respiro en medio de la tormenta de sensaciones.

Priscila observaba con atención cada pequeño cambio en la expresión de Pilar, consciente de que su papel como líder no solo implicaba dirigir la tortura, sino también asegurarse de no llevar a la víctima más allá de sus límites. Sin embargo, sabía que la sesión aún no había terminado y que debían proceder con cautela para evitar causar daños irreparables a su indefensa presa.

Priscila, decidida a llevar la tortura al límite, convocó a las otras tres mujeres para un último acto de crueldad. Juntas, se abalanzaron sobre los pies de Pilar, dispuestas a hacerla estallar en una explosión final de cosquillas despiadadas. No se conformaron con atacar solo las plantas de los pies; exploraron cada rincón de su piel hipercosquillosa con sus uñas afiladas, provocando que Pilar estallara en carcajadas y alaridos desesperantes.

Los últimos 15 minutos de la sesión fueron un frenesí de sensaciones, con Pilar retorciéndose y contorsionándose en la mesa de tortura mientras las cuatro mujeres descargaban todo su arsenal cosquilloso sobre ella. Cada carcajada resonaba en la habitación, mezclada con súplicas de clemencia y gritos de agonía. El tiempo parecía detenerse en medio de la tormenta de sensaciones, y Pilar se sumergió en un estado de pura agonía mientras luchaba por sobrevivir a la prueba final de resistencia.

Priscila observaba con satisfacción el efecto de su táctica final, consciente de que habían llevado a Pilar al límite de su resistencia. Sin embargo, sabía que debían detenerse antes de que causaran un daño irreparable a su indefensa víctima. Con un gesto decidido, indicó a las otras mujeres que era hora de poner fin a la tortura y liberar a Pilar de su tormento.

Con un gesto de Priscila, las cuatro mujeres finalmente se detuvieron, dejando a Pilar jadeante y convulsionándose en la mesa. El silencio llenó la habitación, interrumpido solo por el sonido de la respiración agitada de Pilar y el eco de sus gemidos de alivio. Su cuerpo estaba cubierto de sudor, su piel enrojecida y sensible por la tortura que acababa de soportar.

Las torturadoras se retiraron lentamente, observando a su víctima con una mezcla de satisfacción y curiosidad por el efecto de su experimento. Priscila se acercó a Pilar, su expresión mostrando una mezcla de triunfo y compasión. Reconociendo el límite al que habían llevado a Pilar, extendió una mano para liberarla de las correas que la mantenían inmovilizada.

Pilar, por su parte, apenas podía moverse, su cuerpo exhausto después de la experiencia extenuante. Cerró los ojos con fuerza, tratando de calmar su respiración y recuperar un poco de compostura. La habitación giraba a su alrededor, y sentía que su mente se tambaleaba al borde de la locura.

La sesión había llegado a su fin, pero el impacto de lo que acababa de experimentar seguiría resonando en la mente de Pilar durante mucho tiempo después.

Priscila se acercó a Pilar con un semblante serio, sosteniendo un sobre blanco en sus manos. Sus ojos se encontraron con los de Pilar, transmitiendo una mezcla de complicidad y tal vez algo de arrepentimiento. Con manos temblorosas, Pilar recibió el sobre, sintiendo el peso del dinero en su interior.

Sin una palabra, Priscila le entregó el sobre y luego retrocedió unos pasos, como si estuviera dudando si decir algo más. Pilar observó su expresión, tratando de descifrar qué pasaba por la mente de la mujer que la había sometido a esa tortura cómica. Hubo un breve momento de silencio tenso entre ellas antes de que Priscila rompiera el contacto visual y se retirara discretamente hacia su escritorio.

Pilar se quedó de pie en medio de la oficina, sintiéndose un poco desorientada por la intensidad del momento. El sonido de las risas y las carcajadas se desvaneció gradualmente mientras se centraba en el sobre en sus manos. Sabía que dentro había una suma considerable de dinero, la compensación por lo que había soportado.

Con manos temblorosas, Pilar guardó el sobre en su bolso y se preparó para salir de la oficina. Una sensación de alivio la invadió cuando finalmente salió por la puerta, aunque también se sentía un poco desconcertada por todo lo que acababa de suceder.

Con cada paso, el dolor parecía intensificarse, pero Pilar se aferró a su determinación de llegar a casa. Sabía que necesitaba tiempo para procesar lo que acababa de experimentar, para encontrar una forma de lidiar con las secuelas físicas y emocionales de la sesión de tortura de cosquillas.

Al llegar a su BMW, se deslizó detrás del volante y suspiró profundamente. Encendió el motor y se encaminó hacia su apartamento, el silencio del interior del automóvil envolviéndola en un reconfortante abrazo. La mente de Pilar estaba llena de pensamientos turbios y confusos, pero también de un sentido renovado de determinación.

De vuelta a casa

Al llegar a casa, se sentó en su sofá con el sobre en la mano, sintiendo el peso del dinero y la nota en su regazo. Con manos temblorosas, abrió el sobre y sacó la nota, con la promesa de leerla y enfrentar lo que sea que Priscila tuviera que decirle.

Pilar leyó la nota con una mezcla de sorpresa y confusión. ¿Priscila quería que su hija también fuera parte de ese experimento? La idea la dejó perpleja, preguntándose si alguna vez expondría a su hija a algo así.

Aunque la experiencia había sido desafiante, parte de ella reconocía una extraña excitación por la posibilidad de que su hija pudiera compartir una parte de su vida de esa manera inusual. Sin embargo, la seguridad y el bienestar de Ana eran su máxima prioridad.

Guardó la nota con cuidado, aún reflexionando sobre lo que respondería. Por ahora, solo quería procesar lo que había vivido y estar lista para enfrentar cualquier conversación que tuviera con su hija sobre el asunto.

Ana entró por la puerta, cargando algunas bolsas del supermercado, y encontró a su madre recostada en el sofá. «¡Hola, mamá!», saludó con una sonrisa mientras dejaba las bolsas en la cocina. «¿Cómo estás? ¿Qué te fue en la sesión de cosquillas?»

Pilar se enderezó un poco, sintiendo aún el cosquilleo en su cuerpo. «Oh, Ana, fue… fue algo bastante intenso», respondió, tratando de ocultar el agotamiento en su voz. «Realmente no esperaba… tanta intensidad».

Ana arqueó una ceja con curiosidad. «¿Dónde te hicieron cosquillas? ¿En la clínica o en algún otro lugar?»

Pilar se tomó un momento para considerar su respuesta, pensando en cómo explicar lo que realmente había sucedido. «Fue en una especie de… oficina», dijo finalmente, evitando entrar en demasiados detalles. «Me sometí a un experimento sobre la sensibilidad a las cosquillas».

Ana frunció el ceño, intrigada. «¿En qué parte del cuerpo te enfocaron las cosquillas? ¿Fue en los pies?»

Pilar asintió con cansancio. «Sí, en los pies. Fue… intensivo», respondió, tratando de ocultar el agotamiento en su voz.

Pilar vaciló un momento antes de hablar. «Ana, hubo algo extraño… Después de la sesión, recibí una nota de Priscila, la líder del experimento. Básicamente, me preguntaba si tú también eras cosquillosa como yo y si estarías dispuesta a participar la próxima vez», explicó, sintiéndose un poco incómoda por la solicitud

Ana frunció el ceño, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda ante la idea de ser sometida a la misma experiencia que su madre. «¡Oh, vaya!», respondió, tratando de ocultar su incomodidad. «Bueno, mamá, creo que tendría que pensarlo. No sabía que estaban tan interesadas en nuestras cosquillas», dijo con una risa nerviosa. Luego, con un tono más serio, agregó: «Sabes que soy hipercosquillosa en todos lados, y al igual que tú, las plantas de mis pies son lo peor. No sé si podría soportar una experiencia como la tuya».

Pilar reflexionó por un momento antes de responder. «Bueno, Ana, también te pagarían por participar», mencionó, intentando suavizar la situación. «Pero entiendo si te sientes incómoda. No quiero presionarte para que hagas algo que no quieras».

«Lo voy a pensar», respondió Ana con una sonrisa forzada. «Quién sabe, tal vez me anime para la próxima sesión. Pero definitivamente necesitaré algo de tiempo para decidirlo».

Continuará…

Original de Tickling Stories

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