abril 29, 2024

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Historias de Cosquillas. Somos parte de la comunidad en español en Telegram – LTC.

Pesadilla – Parte 5

Tiempo de lectura aprox: 9 minutos, 21 segundos

Capítulo 5: Caminos Separados – Parte 3

Martina y Fabiana, luego de ser liberadas por el policía, se encontraban en casa, reflexionando sobre el extraño incidente de las cosquillas. A pesar del desconcierto y la incomodidad, se sentían aliviadas de haber sobrevivido a la experiencia.

Mientras tanto, Daniela, aún ajena a lo que había ocurrido con Martina y su madre, estaba en su habitación, tratando de conciliar el sueño después de una noche de inquietud. El recuerdo de su encuentro con Alex y Sofía seguía fresco en su mente, y se preguntaba qué vendría después.

En otro lugar de la ciudad, Alex y Sofía, luego de la divertida sesión de cosquillas entre ellos, continuaban con su investigación sobre los extraños sucesos en el bosque. Estaban determinados a descubrir la verdad detrás de las desapariciones y poner fin a la locura que había afectado a tantas personas.

Mientras cada uno de ellos seguía su camino, el destino estaba a punto de unirlos de nuevo en una serie de eventos que cambiarían sus vidas para siempre.

Una noche, unas semanas después del incidente de las cosquillas en la casa de Martina y Fabiana, Daniela y su madre Teresa estaban en casa, ajenas al peligro que se cernía sobre ellas. La oscuridad de la noche envolvía su hogar mientras se preparaban para descansar después de un día agotador.

De repente, un sonido sutil pero inquietante rompió el silencio de la noche. Un escalofrío recorrió la espalda de Daniela mientras se preguntaba qué podría ser ese ruido. Teresa, notando la expresión de preocupación en el rostro de su hija, se acercó para preguntarle qué sucedía.

Sin embargo, antes de que Daniela pudiera responder, la puerta principal se abrió de golpe, revelando la figura oscura de «Sombra» y sus secuaces. El corazón de Daniela se aceleró mientras reconocía a la mujer que había sido responsable de su tormento en el bosque.

«Sombra» avanzó hacia ellas con determinación, acompañada por sus compinches. Daniela y Teresa retrocedieron instintivamente, temiendo lo peor. «Sombra» miró fijamente a Daniela con una sonrisa siniestra, mientras sus secuaces se preparaban para someterlas.

Con el miedo corriendo por sus venas, Daniela y Teresa se encontraron atrapadas en una pesadilla que parecía no tener fin.

El reloj marcaba las 11 pm cuando la voz de «Sombra» resonó en la oscuridad de la casa. Daniela y Teresa se miraron con horror mientras la figura oscura se materializaba frente a ellas.

«Hola, Daniela», dijo «Sombra» con una sonrisa maliciosa, enviando escalofríos por la espalda de Daniela. El miedo se apoderó de ellas mientras se preparaban para lo que vendría a continuación.

Teresa, con voz temblorosa, intentó mantener la calma mientras enfrentaban a su atacante. «¿Quién eres tú y qué quieres de nosotras?», preguntó con valentía, aunque su voz revelaba su ansiedad.

«Sombra» solo se rió, disfrutando del miedo palpable que llenaba la habitación. «Todo a su debido tiempo, queridas. Pero primero, tenemos asuntos pendientes que resolver», respondió en tono misterioso, mientras sus secuaces se acercaban lentamente hacia Daniela y Teresa.

La tensión en la habitación era palpable mientras esperaban el siguiente movimiento de «Sombra» y sus cómplices.

Teresa intentó desesperadamente escapar, pero las secuaces de «Sombra» fueron más rápidas y la detuvieron antes de que pudiera alcanzar la puerta. Con brusquedad, la llevaron junto a Daniela a la habitación principal, donde las arrojaron sobre la cama doble.

Las dos mujeres, ahora indefensas, fueron atadas de pies y manos, estirando sus cuerpos sobre la cama. Sus corazones latían con fuerza mientras miraban con temor a sus captores, sin saber qué les esperaba.

«Sombra» se acercó lentamente, disfrutando del miedo palpable que emanaba de sus víctimas. Una sonrisa siniestra se dibujó en su rostro mientras observaba a Daniela y Teresa atadas y temblando de miedo.

«¿Qué es lo que quieres de nosotras?», preguntó Daniela, luchando por mantener la calma a pesar de su angustia.

«Sombra» se rió con malicia. «Oh, querida Daniela, pronto lo descubrirás», respondió enigmáticamente, antes de dar una señal a sus secuaces para que comenzaran su macabra tarea.

Las mujeres se retorcieron en vano, incapaces de escapar de sus ataduras mientras «Sombra» y sus secuaces se preparaban para llevar a cabo su siniestro plan.

«Sombra» se acercó sigilosamente a las plantas de los pies de Teresa y, con un movimiento rápido, deslizó sus afiladas uñas sobre la piel vulnerable. Teresa soltó una carcajada descontrolada, mezclada con súplicas de piedad.

«¡HAHAHAJAJAJA! ¡JAAJAJAHAHAHJAJA! ¡COSQUILLAS EN LOS PIES NOOOO!» exclamó Teresa entre risas, mientras sus pies eran cosquilleados sin piedad bajo el tormento de «Sombra».

La habitación se llenó con el sonido de las carcajadas de Teresa, quien luchaba por liberarse de sus ataduras mientras las cosquillas la mantenían indefensa.

«Sombra» observaba con satisfacción el efecto de sus cosquillas sobre su víctima, disfrutando del poder que tenía sobre ella. Sin embargo, sabía que aún quedaba mucho por hacer para completar su retorcido plan.

«Parece que tenemos una ganadora», declaró «Sombra» con voz burlona, disfrutando del control que tenía sobre la situación. Sus ojos brillaban con malicia mientras observaba a Teresa retorcerse de risa bajo el ataque implacable de las cosquillas.

Las secuaces asintieron en acuerdo, compartiendo la diversión perversa de su líder. Juntas, formaban un equipo formidable, dispuesto a llevar a cabo cualquier plan por más retorcido que fuera.

La habitación resonaba con las risas siniestras de «Sombra» y sus secuaces, mientras continuaban con su cruel juego de cosquillas sobre sus cautivas, sumiéndolas en un tormento interminable.

«Chicas, liberen a Daniela», ordenó «Sombra» a sus secuaces, quienes se miraron con asombro, preguntándose el motivo. Sin embargo, obedecieron sin cuestionar las órdenes de su líder.

Una vez liberada, Daniela se quedó quieta en la cama, con la mirada llena de confusión y temor. No sabía qué esperar de «Sombra» y sus secuaces, pero estaba aliviada de no estar atada y vulnerable como su madre.

«Sombra» se acercó a Daniela con una sonrisa siniestra en el rostro. «Tengo una idea», anunció, mientras las secuaces la miraban con curiosidad y anticipación.

Las cosquillas se extendieron por todo el cuerpo cosquilloso de Teresa, haciéndola reír sin control. Sus carcajadas resonaban en la habitación mientras las manos expertas de «Sombra» y sus secuaces exploraban cada rincón sensible de su piel.

«¡Por favor, deténganse!», gritaba Teresa entre risas, pero sus súplicas caían en oídos sordos. «Sombra» y sus secuaces estaban decididas a disfrutar de su tormento, sin mostrar piedad alguna.

El tiempo parecía detenerse mientras Teresa se retorcía de risa, completamente indefensa ante el cruel ataque de cosquillas. Cada carcajada era un recordatorio doloroso de su vulnerabilidad y del terror que sentía en ese momento.

Daniela, presa del remordimiento y la impotencia, observaba la escena con lágrimas en los ojos. Sabía que era culpable de haber llevado a su madre a esa situación, pero se sentía paralizada, incapaz de detener el tormento que estaba presenciando.

La risa de Teresa resonaba en la habitación, un eco desgarrador de su sufrimiento mientras «Sombra» y sus secuaces continuaban con su cruel juego de cosquillas.

Daniela, con el corazón lleno de angustia y pesar, se arrodilló junto a «Sombra», sabiendo que no tenía otra opción más que seguir sus órdenes. Con las manos temblorosas, comenzó a deslizar sus dedos sobre las vulnerables plantas de los pies de su propia madre, sintiendo el suave cosquilleo que provocaba cada roce.

Mientras tanto, las secuaces de «Sombra» se dedicaron a torturar a Teresa en otras zonas sensibles de su cuerpo. Sus risas se mezclaban con los sonidos de la tortura, creando una cacofonía de desesperación en la habitación.

Daniela luchaba por contener sus propias lágrimas mientras veía el sufrimiento de su madre. Cada risa de Teresa resonaba en su alma, recordándole el dolor que había causado al permitir que «Sombra» y sus secuaces entraran en sus vidas.

A medida que la tortura continuaba, Daniela se sentía cada vez más impotente. Sabía que había cometido un error al involucrarse con «Sombra», pero ya era demasiado tarde para rectificarlo. Ahora solo podía esperar que todo terminara pronto y que su madre pudiera recuperarse del terrible tormento al que estaban siendo sometidas.

«Sombra» observó las lágrimas que corrían por el rostro de Daniela y con una sonrisa maliciosa, le dijo: «No llores, querida. Simplemente disfruta del momento. Después de todo, esto es solo el comienzo de algo mucho más emocionante».

Daniela sintió un escalofrío recorrer su espalda al escuchar las palabras de «Sombra». La crueldad en su tono dejaba en claro que no había compasión en su corazón. Se sintió aún más culpable por haber permitido que su madre y ella cayeran en manos de esta sádica mujer y sus secuaces.

Trató de contener sus emociones y se concentró en seguir las órdenes de «Sombra». Aunque por dentro ardía de rabia y desesperación, sabía que debía mantener la compostura si quería sobrevivir a esta pesadilla.

Mientras tanto, la tortura continuaba sin cesar, y el sonido de las risas descontroladas llenaba la habitación, creando una atmósfera de caos y sufrimiento.

Daniela sintió cómo los pies de su madre, tremendamente cosquillosos, se retorcían bajo el implacable ataque de las uñas de ella y de «Sombra». Cada roce parecía enviar oleadas de risas descontroladas por todo su cuerpo, mientras Teresa luchaba por liberarse de las cuerdas que la mantenían inmovilizada en la cama.

El corazón de Daniela latía con fuerza, lleno de impotencia y angustia al ver a su madre en aquel estado. Quería correr hacia ella, liberarla de sus ataduras y protegerla de cualquier daño más. Sin embargo, sabía que cualquier movimiento imprudente podría poner en peligro sus vidas aún más.

Mientras tanto, «Sombra» observaba con satisfacción la escena, disfrutando del sufrimiento ajeno como si fuera un espectáculo para su entretenimiento personal. Su risa resonaba en la habitación, acompañada del sonido de las carcajadas desgarradoras de Teresa y las súplicas de Daniela.

En medio de aquel caos de cosquillas y desesperación, Daniela se prometió a sí misma que haría todo lo posible para liberar a su madre y poner fin a esta pesadilla, sin importar cuán desafiante pudiera resultar el camino por delante.

«Sombra» se acercó a Daniela y le susurró con una voz fría pero cautivadora: «Continúa cosquilleando los pies de tu madre, querida. Nunca sabes cuándo podrías ser tú quien esté en esa posición».

Las palabras de «Sombra» resonaron en la mente de Daniela, recordándole la fragilidad de su situación y la importancia de mantener la calma. A pesar de sentirse abrumada por la angustia, Daniela se obligó a concentrarse en las cosquillas, deslizando sus dedos sobre las plantas sensibles de los pies de Teresa.

Mientras tanto, el corazón de Daniela latía con fuerza, lleno de temor y determinación. Sabía que debía encontrar una manera de cambiar el curso de los acontecimientos y proteger a su madre de aquel tormento. Con cada movimiento de sus dedos, se prometió a sí misma que haría todo lo posible para poner fin a esta pesadilla y liberarlas a ambas de las garras de «Sombra» y sus secuaces.

Después de una hora y treinta minutos de tortura implacable, «Sombra» finalmente dio la orden de detener el tormento de las cosquillas. Las secuaces obedecieron de inmediato, retirando sus manos de los cuerpos cosquillosos de Daniela y Teresa. El silencio llenó la habitación, interrumpido solo por las respiraciones agitadas y los suspiros de alivio de madre e hija.

«Sombra» se acercó lentamente a Daniela y Teresa, sus ojos brillaban con una mezcla de satisfacción y malicia. «Ahora que han tenido un pequeño adelanto de lo que les espera si no cooperan, espero que tomen las decisiones correctas», advirtió en un tono gélido.

Daniela y Teresa intercambiaron miradas llenas de determinación, fortalecidas por la adversidad que acababan de enfrentar juntas. Sabían que debían permanecer unidas y encontrar una manera de superar este desafío.

Sombra ordenó a sus secuaces que inmovilizaran a Daniela de la misma manera que habían atado a su madre. Con rapidez y precisión, las secuaces sujetaron las extremidades de Daniela, dejándola completamente vulnerable y sin posibilidad de movimiento.

Una vez que Daniela estuvo firmemente atada de pies y manos, Sombra ordenó a sus secuaces que liberaran a Teresa. Con cautela, las secuaces desataron a Teresa, dejándola libre de su confinamiento.

«Bueno, mi estimada, ¿podrías decirme tu nombre?», preguntó Sombra con una sonrisa siniestra, observando fijamente a Teresa.

«Teresa», respondió con voz temblorosa la madre de Daniela, aún recuperándose de la experiencia angustiante de las cosquillas.

«¿Sabes hacer cosquillas?», preguntó Sombra a Teresa con una sonrisa maliciosa, mientras sus ojos brillaban con una mezcla de curiosidad y malicia.

«Sí, sé hacer cosquillas», respondió Teresa con cautela, recordando las carcajadas descontroladas que había experimentado durante el tormento al que fue sometid

Sombra, con una mirada penetrante, se acercó más a Teresa y le preguntó con una voz suave pero amenazante: «¿Conoces los puntos débiles de las cosquillas de tu hija Daniela?»

Teresa sintió un escalofrío recorrer su espalda al escuchar la pregunta. Tragó saliva antes de responder, tratando de mantener la calma. «Sí, los conozco», murmuró con cautela, consciente de que cada palabra podía ser crucial en esa situación tensa.

Sombra sonrió siniestramente, sus ojos brillaban con malicia. «Perfecto», susurró. «Entonces, ¿por qué no nos ayudas a recordarle a Daniela lo que se siente ser sometida a las cosquillas?»

Teresa se estremeció ante la sugerencia de Sombra, pero sabía que no podía desobedecer. Asintió con resignación, sintiendo un nudo en el estómago por lo que estaba a punto de suceder.

Dicho todo esto, sombra le pregunta a Teresa si sabe cuál es el punto más cosquilloso de Daniela.

Teresa asintió, con una expresión sombría. «Sí, lo sé», respondió con cautela, consciente de lo que estaba por venir.

Sombra sonrió con malicia. «Entonces, será mejor que nos lo muestres», instó, con una mirada desafiante en sus ojos oscuros.

Teresa inhaló profundamente, preparándose para lo que tenía que hacer a pesar de su angustia. Señaló hacia el arco de los pies de Daniela con mano temblorosa. «Aquí… aquí es donde es más sensible», admitió en voz baja, esperando que eso fuera suficiente para proteger a su hija de una mayor tormenta de cosquillas.

Con una sonrisa siniestra, Sombra asintió hacia las secuaces y Teresa, indicando que comenzaran la tortura. Sin perder tiempo, las uñas afiladas de las secuaces se deslizaron sobre las vulnerables plantas de los pies de Daniela, desencadenando una tormenta de carcajadas incontrolables. Daniela retorcía su cuerpo atado mientras las cosquillas la consumían, inundando la habitación con el sonido de sus risas desesperadas. «¡HAHAHAHAHA! ¡No puedo más! ¡Por favor, deténganse!» clamaba entre risas.

El contacto de los cuarenta dedos con uñas largas sobre las hipercosquillosas plantas de Daniela la llevó al borde de la locura. Su risa se intensificaba a medida que las cosquillas invadían cada rincón de su cuerpo, convirtiendo la habitación en un caos de carcajadas descontroladas. Con lágrimas en los ojos y sin poder respirar entre risas, Daniela suplicaba misericordia mientras las secuaces de Sombra continuaban con su implacable ataque.

Los cuarenta dedos con uñas largas se movían sin piedad sobre los hipercosquillosos pies de Daniela, especialmente en sus arcos, punto revelado por su madre Teresa. Daniela se retorcía y sacudía desesperadamente, pero las ataduras la mantenían inmovilizada, dejándola a merced de la tortura implacable. Sus risas resonaban en la habitación, mezcladas con súplicas desesperadas mientras luchaba por soportar la sensación abrumadora de las cosquillas.

Sombra observaba la reacción de Teresa mientras esta torturaba sin piedad a su hija con cosquillas. Teresa parecía disfrutar de la escena, con una mirada de complicidad y satisfacción en su rostro mientras las risas de Daniela llenaban la habitación. Sombra podía ver cómo el vínculo entre madre e hija se veía puesto a prueba en medio de la cruel tortura, preguntándose qué más serían capaces de soportar.

Sombra notaba cómo Teresa parecía disfrutar haciéndole cosquillas sin piedad a Daniela. Había una expresión de deleite en su rostro mientras observaba las reacciones de su hija, como si la tortura fuera una forma retorcida de conexión entre ambas. Mientras las risas de Daniela llenaban la habitación, Sombra se preguntaba sobre la verdadera naturaleza de la relación entre madre e hija, y hasta dónde estarían dispuestas a llegar en esta situación extrema.

Finalmente Sombra dio la orden de liberar a Daniela, y con voz de mando le pidio a sus secuaces huir del lugar. Nuevamente a lo lejos se escuchaba el sonido de una patrulla de policía.

Teresa y Daniela cayeron exhaustas, sudando y cansadas por la situación a la cual habían sido sometidas.

Continuará…

Original de Tickling Stories

 

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