abril 28, 2024

Tickling Stories

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En busca de empleo – Parte 14

Tiempo de lectura aprox: 14 minutos, 40 segundos

Emily, una mujer de 37 años, tenía una apariencia delicada y atractiva. Con una estatura de 1,55 metros, su figura esbelta de 55 kg de peso se complementaba con su tez blanca y su cabello negro largo que enmarcaba unos ojos negros penetrantes. Aunque su apariencia era serena, Emily guardaba un secreto: era extremadamente cosquillosa en todo su cuerpo, pero especialmente en las plantas de sus pies.

Como administradora de empresas de profesión, Emily había luchado durante años para encontrar un empleo estable que coincidiera con sus habilidades y experiencia. Sin embargo, la falta de oportunidades laborales la había dejado en una situación desesperada. Soltera y sin compromisos, se encontraba en un momento de incertidumbre en su vida, buscando desesperadamente una salida a sus problemas financieros.

Después de meses de búsqueda de empleo sin éxito y con las facturas acumulándose, Emily se encontraba cada vez más desesperada por encontrar una solución. Un día, mientras navegaba por internet en busca de nuevas oportunidades laborales, tropezó con un artículo sobre personas que ofrecían sesiones de cosquillas remuneradas. Al principio, la idea le pareció un tanto extraña y poco convencional, pero conforme lo pensaba más detenidamente, comenzó a verlo como una posible solución a sus problemas financieros.

Emily reflexionó sobre sus propias circunstancias: era una mujer soltera de 37 años, con una carrera en administración de empresas pero sin empleo actualmente. Era consciente de que tenía una personalidad extrovertida y un sentido del humor peculiar, y sabía que era muy cosquillosa, especialmente en las plantas de los pies. Esta combinación de factores la llevó a considerar seriamente la idea de ofrecer sus servicios como modelo para sesiones de cosquillas.

Después de investigar un poco más y asegurarse de que era una opción legítima y segura, Emily finalmente tomó la decisión de colocar el anuncio en un portal de anuncios clasificados. Aunque sentía cierta aprensión al principio, también experimentaba una sensación de emoción y anticipación por lo que el futuro podría depararle.

Con el anuncio publicado, Emily se preparaba para embarcarse en una aventura completamente nueva y desconocida. Sabía que había riesgos involucrados, pero también veía la oportunidad de ganar dinero rápidamente y tal vez incluso descubrir aspectos inesperados de sí misma en el proceso. Con un poco de esperanza y determinación, estaba lista para enfrentar lo que viniera a su manera.

Llegó el primer «cliente»

Emily se sorprendió gratamente cuando recibió la primera respuesta a su anuncio. La persona que la contactó resultó ser un joven de 22 años que estaba lidiando con problemas de depresión. Explicó que había leído sobre los beneficios terapéuticos de las cosquillas y estaba interesado en probarlo como un método para aliviar su estado de ánimo.

Al principio, Emily asumió que sería ella quien le haría cosquillas al chico, pero quedó desconcertada cuando él le preguntó si estaría dispuesta a dejar que él le hiciera cosquillas a ella. La idea la tomó por sorpresa, pero después de reflexionar un momento, decidió que no había nada de malo en probar algo nuevo y diferente.

«¿Cosquillas? Eso es algo inesperado», pensó Emily. «Pero, ¿por qué no? Tal vez pueda ayudarlo de alguna manera».

Con un poco de nerviosismo pero también curiosidad, Emily aceptó la propuesta del joven y acordaron encontrarse en un lugar público y seguro para su primera sesión de cosquillas. Se sentía intrigada por la idea de experimentar el proceso desde el otro lado y estaba dispuesta a mantener la mente abierta sobre lo que podría surgir de esta experiencia inusual.

Mientras tanto, el joven, llamado Marcos, también se preparaba para la sesión. «Espero que esto funcione», pensó para sí mismo mientras revisaba nerviosamente su teléfono. «La terapia convencional no ha dado resultado, así que ¿por qué no probar algo diferente?».

Después de intercambiar algunos mensajes de texto para coordinar los detalles, ambos estaban listos para embarcarse en esta peculiar aventura en busca de alivio emocional y conexión humana.

Emily y Marcos se encontraron en un parque concurrido en el centro de la ciudad, un lugar neutral y seguro para su primera sesión. Después de saludarse con una sonrisa nerviosa, Emily sugirió la idea de ir a un lugar más privado para la sesión.

«Creo que estaríamos más cómodos en mi departamento», propuso Emily, señalando en dirección a su hogar. «Es tranquilo y podemos tener más privacidad allí».

Marcos asintió, agradecido por la sugerencia. «Sí, suena bien. Además, podríamos sentirnos más relajados sin tanta gente alrededor».

Mientras caminaban hacia el departamento de Emily, la conversación se centró en las cosquillas y su efecto en el bienestar emocional.

«¿Alguna vez has oído hablar de las cosquillas terapéuticas?», preguntó Marcos, curioso. «Leí que pueden ayudar a liberar endorfinas y reducir el estrés».

«¡Sí, exactamente!», respondió Emily con entusiasmo. «He investigado un poco sobre eso. Parece que hay mucha gente que encuentra alivio emocional a través de las cosquillas. ¡Es fascinante!».

A medida que se adentraban en la conversación, tanto Emily como Marcos se sentían más relajados y entusiasmados por la experiencia que estaban a punto de compartir.

A medida que se acercaban al departamento de Emily, esta decidió aclarar algunos detalles.

«Por cierto, Marcos», comenzó Emily con una sonrisa, «antes de que lleguemos, ¿dónde te gustaría que te haga las cosquillas?»

Marcos se detuvo por un momento, pareciendo contemplar la pregunta. «Oh, creo que hubo un malentendido», admitió con una risa nerviosa. «En realidad, no seré yo quien las reciba, sino quien las haga».

Emily se detuvo en seco, sorprendida por la revelación. «Oh», fue lo único que pudo decir mientras procesaba la información. No había considerado esa posibilidad cuando publicó su anuncio.

Después de un momento de reflexión, Emily decidió mantener una mente abierta. «Bueno, supongo que puedo intentarlo», respondió con cautela. «Aunque admito que me tomó por sorpresa, estoy dispuesta a probar algo nuevo si eso es lo que estás buscando».

A pesar de su sorpresa inicial, Emily estaba decidida a seguir adelante con la experiencia y ver a dónde la llevaría.

«Mmm, entiendo», murmuró Marcos con una sonrisa traviesa. «Entonces, ¿realmente tienes cosquillas, Emily? ¿En qué partes del cuerpo te sientes más sensible?»

Emily se sintió un poco incómoda con la pregunta, pero decidió responder con honestidad. «Bueno, sí, tengo cosquillas», admitió con una risa nerviosa. «Principalmente en todo el cuerpo, pero creo que soy especialmente sensible en las plantas de los pies», confesó, sintiendo cómo el rubor subía por sus mejillas ante la revelación.

Marcos arqueó una ceja con interés. «Interesante», comentó. «Supongo que eso es útil saberlo», agregó con una sonrisa pícara.

Emily se sintió un poco inquieta ante la idea de que Marcos conociera sus puntos débiles, pero decidió no darle más importancia. Estaba decidida a mantener una actitud abierta y ver a dónde la llevaría esta inusual experiencia.

Emily observó la expresión en el rostro de Marcos, notando la mezcla de ansiedad, depresión y estrés que parecían dominarlo. Le preocupaba un poco la idea de que estuviera pasando por un momento difícil, pero al mismo tiempo, se sentía decidida a hacer lo posible por ayudarlo.

«Marcos, ¿estás bien?» preguntó Emily con preocupación, deteniéndose en su camino hacia su departamento. «Pareces un poco tenso.»

Marcos suspiró y miró al suelo por un momento antes de responder. «No es nada, solo estoy lidiando con algunas cosas en mi vida en este momento», admitió con sinceridad. «Pero estoy esperanzado de que esto de las cosquillas pueda ayudarme a relajarme un poco», agregó con una leve sonrisa forzada.

Emily sintió compasión por él y decidió ser comprensiva. «Bueno, espero que esta experiencia pueda brindarte un poco de alivio», dijo amablemente. «Estoy aquí para ayudarte en lo que necesites», agregó con una sonrisa tranquilizadora.

Con un gesto de aprobación, Marcos asintió y continuaron caminando hacia el departamento de Emily, ambos esperando que esta sesión de cosquillas fuera el comienzo de un nuevo camino hacia la tranquilidad y el bienestar.

Emily notó la tensión en el rostro de Marcos mientras continuaban su camino hacia su departamento. Decidió romper el silencio con una pregunta más ligera para aliviar un poco la atmósfera.

«¿Alguna vez en tu vida le has hecho cosquillas a alguien más?» preguntó Emily con curiosidad, buscando algo de conversación.

Marcos titubeó por un momento antes de responder, su mirada evitando la de Emily. «Bueno, en realidad no», admitió. «He visto algunos videos en Internet, pero nunca lo he intentado yo mismo», agregó con timidez.

Emily asintió, comprendiendo su respuesta. «Bueno, no te preocupes», dijo tratando de animarlo. «Hoy será una nueva experiencia para ambos, así que simplemente relájate y disfruta del momento», añadió con una sonrisa tranquilizadora.

Con esas palabras de aliento, continuaron su camino hacia el departamento de Emily, ambos nerviosos pero también intrigados por lo que les esperaba.

Mientras subían las escaleras del edificio hacia el apartamento de Emily, Marcos parecía más nervioso que nunca. En un intento de romper el silencio incómodo, decidió plantear una pregunta que había estado rondando en su mente.

«¿Te molestaría si te amarro de pies y manos?» preguntó Marcos, su voz temblorosa denotando su ansiedad.

Emily se detuvo por un momento, sorprendida por la sugerencia. «¿Por qué tendría que estar amarrada?» preguntó, frunciendo el ceño con confusión.

Marcos intentó explicarse rápidamente. «Es solo por seguridad», respondió apresuradamente. «No quiero que te caigas de la cama o del sofá mientras estás recibiendo las cosquillas», explicó, tratando de sonar convincente.

Emily no estaba del todo convencida. «¿Estás planeando torturarme o algo así?» preguntó con una mezcla de incredulidad y diversión en su tono. A pesar de sus palabras, se podía ver una chispa de emoción en sus ojos mientras anticipaba lo que estaba por venir.

Marcos asintió, tratando de apaciguar los nervios de Emily. «Exactamente», respondió, buscando las palabras adecuadas para tranquilizarla. «Si eres tan cosquillosa como dices, no quiero correr el riesgo de que te caigas y te lastimes», agregó con sinceridad.

Emily reflexionó sobre sus palabras por un momento, reconociendo la lógica en su argumento. Aunque aún se sentía un poco incómoda con la idea de estar atada, entendía la preocupación de Marcos por su seguridad. Con un suspiro resignado, asintió con la cabeza. «Supongo que tienes razón», admitió, resignándose a la idea de que la precaución era necesaria dadas las circunstancias.

Con ese acuerdo, continuaron su ascenso por las escaleras hacia el apartamento de Emily, donde se embarcarían en una aventura de cosquillas que cambiaría sus vidas para siempre.

Emily y Marcos avanzaban por las escaleras hacia el apartamento de Emily. El ambiente estaba cargado de una tensión palpable, ya que ambos estaban nerviosos por lo que estaba por suceder.

Mientras subían los escalones, Emily buscó algo para romper el silencio incómodo. «Así que… ¿Qué te llevó a interesarte en las sesiones de cosquillas?» preguntó, tratando de iniciar una conversación.

Marcos miró a Emily con una mezcla de ansiedad y determinación en sus ojos. «He estado lidiando con mucha ansiedad últimamente», admitió con franqueza. «Leí que las cosquillas pueden ser terapéuticas y quería probarlo».

Emily asintió, comprendiendo mejor la situación de Marcos. «Entiendo. Es un enfoque poco convencional, pero si puede ayudarte, entonces vale la pena intentarlo», respondió, tratando de infundir un poco de confianza en la situación.

La conversación se desvaneció mientras continuaban subiendo las escaleras, cada uno inmerso en sus propios pensamientos sobre lo que estaba por venir.

Al llegar al apartamento, Emily abrió la puerta y dejó pasar a Marcos. El lugar estaba iluminado por la luz tenue que se filtraba por las cortinas entreabiertas, creando un ambiente acogedor pero íntimo.

Emily se dirigió al sofá y se sentó, dejando espacio para que Marcos se acomodara también. «Por favor, siéntate», lo invitó, intentando aliviar un poco la tensión en el aire.

Marcos asintió y se dejó caer en el sofá, soltando un suspiro tenso mientras dejaba la maleta a un lado. Observó a su alrededor, sintiéndose un poco fuera de lugar en ese entorno desconocido.

Emily se levantó y se dirigió a la cocina para buscar algo de agua. «¿Quieres beber algo? Tengo agua, jugo…» ofreció, tratando de romper el hielo.

Marcos agradeció el gesto con un leve asentimiento. «Agua está bien, gracias», respondió, intentando mantener la calma a pesar de sus nervios.

Mientras Emily regresaba con dos vasos de agua, la ansiedad de Marcos seguía aumentando. Sabía que pronto comenzaría la sesión de cosquillas y no podía evitar sentirse un poco intimidado por lo que estaba por venir.

Marcos miró a su alrededor, indeciso sobre dónde deberían llevar a cabo la sesión de cosquillas. «¿Qué te parece si lo hacemos aquí en la sala?» sugirió, señalando el espacio abierto frente al sofá.

Emily consideró la idea por un momento antes de responder. «Podríamos hacerlo aquí», dijo, pensativa. «Pero tal vez sería mejor en mi habitación. Tengo una cama grande y más espacio para que estés cómodo», sugirió, tratando de ser considerada con Marcos.

Marcos asintió, agradecido por la sugerencia. «Sí, suena bien. No quiero sentirme atrapado o incómodo», admitió con franqueza.

Emily le ofreció una sonrisa tranquilizadora. «No te preocupes, estarás bien. Solo relájate y disfruta», le aseguró, esperando poder hacer que Marcos se sintiera más cómodo antes de comenzar la sesión de cosquillas.

«Entonces, ¿qué debo hacer yo?» preguntó Emily, buscando orientación antes de comenzar la sesión de cosquillas.

Marcos consideró la pregunta por un momento antes de responder. «Bueno, primero, deberías quitarte los zapatos y las medias. Quiero tener acceso completo a tus pies», sugirió, con una mezcla de nerviosismo y emoción en su voz.

Emily asintió y se quitó los zapatos y las medias, dejando sus pies desnudos sobre el suelo. «¿Algo más?» preguntó, preparándose para lo que vendría a continuación.

«Después, simplemente siéntate o recuéstate en la cama y relájate. Quiero que estés cómoda para que podamos comenzar», explicó Marcos, tratando de transmitir calma a Emily.

Con un ligero nerviosismo pero también con curiosidad, Emily se dirigió a su habitación y se sentó en el borde de la cama, preparándose para lo que sería una experiencia completamente nueva para ambos.

Mientras Emily se sentaba en el borde de la cama, con los pies descalzos y las uñas pintadas de rojo oscuro, sintió una mezcla de emoción y nerviosismo por lo que estaba por venir. La habitación estaba tranquila, solo interrumpida por el suave zumbido de la luz del sol que se filtraba por las cortinas.

Marcos observó atentamente, notando los detalles de las uñas pintadas y los pies desnudos de Emily. «Me gusta el color», comentó con una sonrisa, tratando de romper el hielo antes de comenzar la sesión.

Emily sonrió tímidamente, agradecida por el gesto de aprecio. «Gracias», respondió, sintiéndose un poco más relajada con el comentario de Marcos.

Con un gesto de determinación, Marcos se acercó a Emily, listo para comenzar la sesión de cosquillas. «¿Estás lista?» preguntó, con un brillo de anticipación en sus ojos.

Emily asintió con determinación, preparándose para lo que estaba por venir. «Sí, estoy lista», respondió, deseando descubrir qué le depararía esta experiencia inusual.

Emily se preparaba para lo desconocido, sintiendo una mezcla de emoción y aprensión ante la idea de ser sometida a cosquillas por primera vez. Aunque había sido ella quien había ofrecido sus servicios, ahora se encontraba en el lado receptivo de la experiencia, sin saber realmente cómo reaccionaría su cuerpo ante la sensación de cosquilleo.

Marcos, con una expresión de determinación en el rostro, indicó a Emily que se acostara en la cama y abriera los brazos y las piernas en forma de X para atarla a los extremos de la cama. Emily obedeció, sintiendo una combinación de nerviosismo y anticipación mientras se entregaba al control de Marcos.

Una vez que Emily estuvo asegurada en la cama, Marcos se preparó para comenzar la sesión, observando a Emily con atención mientras se aseguraba de que estuviera cómoda y lista para continuar. La habitación estaba llena de expectación mientras ambos se preparaban para sumergirse en una experiencia que cambiaría sus perspectivas sobre la terapia de cosquillas y el poder de la conexión humana.

Marcos se acomodó frente a los pies de Emily, sus manos listas para desatar una tormenta de cosquillas. Con habilidad, deslizó sus dedos sobre las plantas de Emily, provocando una reacción inmediata. Emily estalló en carcajadas, soltando un «¡CARAJOOOO!» seguido de un desesperado «¡NOOOOO!»

La sensación de cosquilleo se intensificó, envolviendo a Emily en una mezcla de risas y súplicas mientras luchaba por mantener la compostura. Marcos continuó con su ataque, aprovechando cada rincón sensible de las plantas de Emily, determinado a sacarle cada risa posible.

Marcos no mostraba señales de detenerse. Sus dedos se deslizaban con una destreza precisa sobre las plantas de Emily, explorando cada rincón sensible. Emily, atrapada en sus ataduras, se retorcía y revolcaba como loca, incapaz de contener las carcajadas que brotaban de ella.

Cada roce desencadenaba una nueva oleada de risas descontroladas, mientras Emily luchaba por mantener la cordura en medio de la tortura de cosquillas. A pesar de su desesperación, no podía evitar la sensación de cosquilleo que la envolvía por completo.

Marcos continuaba con su ataque implacable de cosquillas, utilizando un lenguaje lleno de travesuras para intensificar la experiencia. Entre risas descontroladas, Emily escuchaba las palabras juguetonas de Marcos, que solo alimentaban su agonía.

«Coochie coochie coochie», repetía Marcos con voz burlona, mientras sus dedos continuaban su danza traviesa sobre las plantas de los pies de Emily. Sus carcajadas resonaban en la habitación, acompañadas de gritos de suplica y desesperación mientras se revolcaba sin control en la cama.

«¡JAJAJAJAJAJA! ¡AAAAAAHHHHHH!», reía Emily entre lágrimas, mientras sus extremidades atadas luchaban por liberarse en vano, sometidas al implacable tormento de las cosquillas.

Marcos se levantó de la silla con determinación, colocándose frente a Emily, quien tenía los brazos abiertos debido a las ataduras. Con una sonrisa traviesa en el rostro, Marcos anunció su próximo objetivo.

«Me cansé de tus pies, Emily. Vamos a ver si arriba también tienes cosquillas», dijo, y sin darle tiempo a responder, comenzó a hacerle cosquillas en las axilas y las costillas. Emily apenas pudo soltar un grito de protesta.

«¡NOOOOOOOOOO!», exclamó entre carcajadas histéricas mientras se retorcía en la cama, incapaz de defenderse del ataque sorpresa de Marcos. Sus risas resonaban en la habitación, mezcladas con súplicas de piedad mientras sus cosquillas eran explotadas sin misericordia.

El sonido de las risas de Emily llenaba la habitación y se extendía por todo el apartamento, mientras Marcos continuaba disfrutando de su «tortura» silenciosa. Sin pronunciar una sola palabra, se concentró en explorar cada rincón sensible de su cuerpo, provocando estallidos de carcajadas y súplicas de piedad por parte de Emily.

Las cosquillas se convirtieron en una danza juguetona entre ellos, con Marcos llevando a Emily al límite de su resistencia una y otra vez. Aunque ella intentaba resistirse, cada toque de sus dedos la hacía reír aún más, sumergiéndola en un mar de cosquillas y risas incontrolables.

Marcos, aprovechando el momento, comenzó a hacerle cosquillas en la cintura a Emily, lo que desencadenó una serie de saltos descontrolados en medio de las ataduras. Emily se sacudía como si estuviera convulsionando, incapaz de contener las risas que brotaban de lo más profundo de su ser.

Entre carcajadas y gritos de «AAAAAAHHHHHH», Emily intentaba en vano escapar de las cosquillas de Marcos. Su tickle-talk resonaba en la habitación con frases juguetonas como «coochie coochie coochie», mientras los dedos ágiles de Marcos exploraban cada rincón vulnerable de su cuerpo, provocando una oleada interminable de risas y súplicas de misericordia por parte de Emily.

El tiempo parecía detenerse mientras Marcos continuaba con su implacable tormento de cosquillas sobre Emily. Ahora, apretaba las rodillas de Emily mientras sus dedos se movían sin piedad sobre su cuerpo, desencadenando una mezcla de carcajadas y súplicas de misericordia por parte de Emily.

A pesar del agotamiento y la sensación abrumadora de cosquilleo, Emily no podía contener la risa que brotaba sin control. Cada roce de los dedos de Marcos sobre su piel la sumergía más profundamente en un estado de éxtasis cosquilloso, donde el tiempo parecía perder todo sentido y solo quedaba el sonido de sus risas resonando en la habitación.

El reloj avanzaba inexorablemente, marcando el tiempo transcurrido de la sesión contratada por Marcos con Emily. Con cada minuto que pasaba, la intensidad de las cosquillas no disminuía, y el cronómetro ya indicaba que habían pasado 45 minutos sin pausa.

A pesar de que el final de la sesión se acercaba, Marcos seguía dedicado a su tarea de hacer reír a Emily sin descanso. Cada risa, cada súplica, cada carcajada prolongaba la experiencia, sumergiéndolos más profundamente en un mundo de cosquillas y diversión desenfrenada.

El repentino movimiento de Marcos tomó por sorpresa a Emily, quien se vio indefensa ante el ataque inesperado. Sin mediar palabra, Marcos se arrojó sobre las piernas de Emily, aprovechando la posición en X en la que estaba atada, y sin titubear comenzó a rascar frenéticamente las hipercosquillosas plantas de sus pies.

Emily estalló en una cascada de carcajadas y alaridos, incapaz de contener la risa que la invadía por completo. Los sonidos de sus risas resonaban en la habitación, mezclándose con los desesperados gritos de suplica mientras sus pies sufrían el implacable ataque de las cosquillas.

Cada caricia, cada roce, era una nueva oleada de cosquillas que la sumergía aún más en un estado de delirio y desesperación, mientras Marcos se deleitaba en el poder que tenía sobre ella en ese momento.

La habitación resonaba con el sonido de las carcajadas, los alaridos y los gritos desesperados de Emily, quien luchaba por liberarse de las implacables cosquillas que la hacían retorcerse de risa. Marcos, sin mostrar compasión alguna, continuaba rascando las hipercosquillosas plantas de sus pies, disfrutando del caos que había desatado.

Los pies de Emily se movían frenéticamente en todas direcciones, como si tuvieran vida propia, mientras ella intentaba en vano escapar de las cosquillas que la tenían a merced de Marcos. Arrugaba las plantas, apretaba los dedos, estiraba los pies, todo en un intento desesperado por detener la tortura que la estaba sometiendo.

Entre risas, alaridos y carcajadas, Emily se encontraba atrapada en un torbellino de sensaciones, incapaz de controlar su reacción ante la intensidad de las cosquillas. A pesar de sus súplicas, Marcos parecía determinado a continuar hasta el final, llevándola al límite de su resistencia con cada roce de sus dedos sobre sus vulnerables plantas.

Al escuchar la alerta del cronómetro, Marcos detuvo su ataque de cosquillas en las plantas de Emily. La habitación quedó sumida en un silencio tenso, interrumpido únicamente por la respiración entrecortada de Emily, quien recuperaba el aliento después de la tormenta de risas y carcajadas.

Marcos se incorporó lentamente, observando a Emily con una sonrisa de satisfacción en el rostro. Aunque aún estaba agitada por la experiencia, Emily no pudo evitar sentir un atisbo de diversión ante la intensidad de las cosquillas.

«¿Te encuentras bien?», preguntó Marcos, con una mezcla de preocupación y satisfacción en su voz.

Emily asintió, todavía tratando de recuperarse del frenesí de emociones que acababa de experimentar. A pesar de la intensidad del momento, se sentía viva y llena de energía, lista para enfrentar lo que viniera a continuación.

Con una sonrisa de complicidad, Marcos se levantó y extendió una mano hacia Emily, ayudándola a incorporarse. Aunque su sesión de cosquillas había llegado a su fin, ambos sabían que la experiencia había sido única y memorable, dejando una impresión duradera en ambos.

Mientras se incorporaban en la cama, Marcos miró a Emily con curiosidad, esperando su opinión sobre la sesión de cosquillas.

«¿Qué te pareció la sesión?» preguntó, con una chispa de intriga en sus ojos.

Emily se tomó un momento para recuperar el aliento antes de responder. «Fue… fue algo muy loco», admitió entre risas nerviosas. «Nunca pensé que tendría tantas cosquillas», agregó, sorprendida por la intensidad de la experiencia.

Marcos asintió, entendiendo su perspectiva. «Bueno, supongo que las sorpresas son parte de lo que hace que la vida sea interesante», comentó con una sonrisa. «Pero me alegra que hayas disfrutado de la sesión».

Emily escuchó las palabras de Marcos con atención, sintiéndose un poco incómoda con la situación. «Para ser honesta, no puedo decir que realmente haya disfrutado la sesión», admitió con sinceridad. «Lo hice principalmente porque necesitaba el dinero».

Marcos asintió comprensivamente. «Entiendo», respondió con empatía. «Pero si alguna vez necesitas más dinero, tal vez podríamos repetir la experiencia. Parece que tienes un gran potencial como modelo de cosquillas».

Emily reflexionó por un momento, sintiéndose indecisa. «Tendría que pensarlo», respondió finalmente. «Descubrí que soy terriblemente cosquillosa, especialmente en las plantas de los pies».

Emily apenas tuvo tiempo de procesar sus propias palabras cuando Marcos se lanzó sobre ella, comenzando una segunda ronda de cosquillas sin piedad en las plantas de sus pies. La sorpresa y la sensación abrumadora de cosquilleo la hicieron estallar en carcajadas una vez más, mientras luchaba por liberarse de las ataduras y detener la implacable tortura.

Por diez minutos más, Emily se retorció en la cama, riendo histéricamente mientras Marcos continuaba con su ataque de cosquillas. Cada caricia era como una descarga eléctrica de risa, haciendo que sus músculos se tensaran y su respiración se entrecortara entre carcajadas.

A los 10 minutos exactos, Marcos se detuvo y le pidió disculpas a Emily – «Lo siento pero no pude contenerme al escucharte decir lo hipercosquillosa que eres en las plantas de tus pies»

Emily, jadeante y agotada por las risas, apenas podía recuperar el aliento cuando Marcos finalmente se detuvo. Su disculpa resonó en la habitación, y Emily levantó la mirada para encontrarse con los ojos de Marcos, ahora llenos de complicidad y disculpa.

«No te preocupes», respondió Emily entre risas entrecortadas.

Marcos sonrió, un destello travieso en sus ojos. «Bueno, si alguna vez necesitas otra sesión para recordarlo, aquí estaré».

Emily rió, sacudiendo la cabeza mientras se liberaba de las ataduras. «Lo pensaré», dijo, con una sonrisa juguetona. Aunque aún sentía cosquillas en todo su cuerpo, una sensación de ligereza y diversión llenaba la habitación mientras se despedían.

Original de Tickling Stories

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