abril 29, 2024

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Pesadilla – Parte 4

Tiempo de lectura aprox: 13 minutos, 29 segundos

Capítulo 4: Caminos Separados – Parte 2

A pesar del tiempo que había pasado desde su encuentro en la oficina de Alex y Sofía, Martina y Daniela seguían sin hablar entre ellas. La traumática experiencia en el bosque había dejado cicatrices profundas en su amistad, y ninguna de las dos estaba lista para enfrentarse a la otra.

Martina se encontraba atormentada por la culpa y el remordimiento. Sentía que había fallado como amiga al no proteger a Daniela de las terribles experiencias que habían vivido juntas. Cada vez que intentaba acercarse a ella para disculparse, se encontraba con un muro de silencio y resentimiento.

Por otro lado, Daniela estaba lidiando con sus propios demonios internos. Se sentía traicionada y abandonada por Martina, cuestionando si su amistad era verdadera después de todo. A pesar de querer perdonarla y reconstruir su relación, no podía evitar sentirse herida y desconfiada.

Mientras tanto, Alex y Sofía continuaban explorando su nueva dinámica como pareja tanto en el trabajo como en su vida personal. A medida que su relación se profundizaba, también se encontraban enfrentando nuevos desafíos y obstáculos que ponían a prueba su vínculo.

Determinados a superar cualquier obstáculo que se interpusiera en su camino, Alex y Sofía se apoyaban mutuamente mientras navegaban por las complejidades de su relación. Aunque sabían que no sería fácil, estaban dispuestos a enfrentar cualquier desafío juntos.

Mientras tanto, en algún lugar de la ciudad, Martina y Daniela continuaban su lucha interna por encontrar una manera de sanar las heridas de su amistad fragmentada. Aunque el camino hacia la reconciliación parecía largo y difícil, ambas estaban decididas a no rendirse y luchar por lo que una vez habían tenido.

Con el tiempo, Martina y Daniela se dieron cuenta de que para sanar su amistad rota, necesitaban enfrentarse a sus miedos y resentimientos juntas. Con valentía y determinación, se embarcaron en un viaje de perdón y reconciliación, sabiendo que el camino hacia la sanación sería largo pero que valdría la pena.

Y así, mientras cada pareja continuaba su propio viaje, sus destinos permanecían entrelazados de una manera que solo el tiempo podría revelar.

La casa estaba envuelta en una atmósfera de quietud mientras Martina y su madre, Fabiana, descansaban en sus habitaciones. Sin embargo, la tranquilidad fue interrumpida por un leve ruido que resonaba en la penumbra de la noche.

Fabiana se sobresaltó al escuchar el sonido y se sentó de golpe en la cama, alerta. Se preguntó si había sido solo su imaginación o si realmente había algo fuera de lo común sucediendo en su hogar. Decidió levantarse y verificar lo que estaba sucediendo.

Con pasos cautelosos, Fabiana salió de su habitación y avanzó por el pasillo, siguiendo el sonido. Cuando llegó al salón, vio una figura oscura moviéndose en la penumbra. Su corazón empezó a latir con fuerza y se aferró a la esperanza de que fuera solo un error.

Sin embargo, cuando la figura se acercó más, Fabiana sintió un escalofrío recorrer su espalda. Instintivamente, dio un paso hacia atrás, tratando de controlar el miedo que amenazaba con abrumarla. «¿Quién está ahí?» preguntó con voz temblorosa, esperando una respuesta que nunca llegó.

La figura se detuvo frente a ella, apenas visible en la oscuridad. Fabiana contuvo el aliento, sin saber qué esperar. En un instante de valentía, encendió la luz, revelando la identidad de la misteriosa intrusa.

Para su sorpresa y alivio, la figura resultó ser Martina, quien estaba de pie frente a ella con una expresión de angustia en el rostro. Fabiana corrió hacia ella y la abrazó con fuerza, aliviada de que su hija estuviera a salvo.

«Martina, ¿qué estás haciendo aquí en medio de la noche?» preguntó Fabiana, preocupada por su hija.

Martina se apartó de su madre y miró al suelo, incapaz de sostener su mirada. «Lo siento, mamá. No pude dormir. Necesitaba… necesitaba hablar contigo», dijo con voz temblorosa.

Fabiana tomó la mano de su hija y la condujo hacia el sofá, donde ambas se sentaron juntas. Martina derramó lágrimas mientras le contaba a su madre sobre la situación con Daniela y cómo se sentía perdida y desesperada por encontrar una solución.

Con paciencia y comprensión, Fabiana escuchó a su hija, consolándola y ofreciéndole palabras de aliento. Juntas, madre e hija se enfrentaron a la noche, encontrando consuelo y apoyo mutuo en medio de la oscuridad.

Mientras estaban sentadas en el sofá, 3 figuras femenias ingrsaron a su casa y las abordaron por detrás, eran «Sombra» y sus secuaces.

El corazón de Martina se detuvo cuando sintió las manos de «Sombra» y sus secuaces sobre ellas. Un escalofrío recorrió su espalda mientras las tres figuras femeninas se abalanzaban sobre ellas desde atrás. La voz de «Sombra» resonó en la habitación, helando la sangre de Martina.

«Con que aquí vives, Martina», dijo «Sombra» con una voz fría y amenazante, su presencia llenando la habitación con una sensación de peligro inminente.

La madre de Martina se giró hacia las figuras desconocidas, confundida y preocupada por la repentina intrusión en su hogar. «¿Las conoces, Martina?» preguntó, buscando respuestas en la expresión de su hija.

Martina tragó saliva, luchando por mantener la compostura ante la presencia intimidante de «Sombra». «No… no las conozco, mamá», respondió con voz temblorosa, sin apartar la mirada de la figura misteriosa que la había atormentado en el bosque.

«Sombra» se acercó lentamente a Martina, sus ojos brillando con malicia mientras la observaba con atención. «Parece que has estado hablando demasiado, Martina. Creí que habíamos llegado a un acuerdo», dijo con un tono que enviaba escalofríos por la espalda de Martina.

La madre de Martina se levantó del sofá, dispuesta a proteger a su hija de cualquier peligro. «¿Qué quieren de ella? ¿Por qué están aquí?» preguntó, su voz llena de determinación y valentía.

«Sombra» esbozó una sonrisa siniestra mientras se acercaba aún más a Martina, su presencia imponente llenando la habitación. «Oh, tenemos asuntos pendientes que resolver, ¿no es así, Martina?» dijo con una risa oscura, enviando un escalofrío por la espalda de todos en la habitación.

Martina sintió el miedo retorcerse en su interior mientras se enfrentaba a su peor pesadilla. Con «Sombra» y sus secuaces acechando en su propia casa, se dio cuenta de que la batalla estaba lejos de terminar.

Con determinación, «Sombra» dio un paso adelante y señaló a sus secuaces, quienes rápidamente se abalanzaron sobre Martina y su madre, Fabiana, atándolas de pies y manos en el sofá con cuerdas que habían traído consigo. Las mujeres luchaban contra las ataduras, pero era inútil; estaban completamente indefensas ante la fuerza de sus captores.

Martina miró a su madre con angustia, sintiendo la impotencia y el miedo retorcerse en su interior mientras se enfrentaban a la cruel realidad de su situación. «Mamá, ¿estás bien?» preguntó, su voz temblorosa pero llena de preocupación.

Fabiana asintió con determinación, tratando de mantener la calma para tranquilizar a su hija. «Estoy bien, Martina. No te preocupes por mí. Solo mantente fuerte», respondió, su voz firme a pesar de la tensión en el aire.

«Sombra» observaba la escena con satisfacción, disfrutando del control que tenía sobre sus víctimas. «Ahora sí estamos listas para hablar», dijo con una sonrisa siniestra, su presencia llenando la habitación con una sensación de opresión.

Martina se estremeció al escuchar las palabras de «Sombra», sabiendo que se avecinaban momentos difíciles. Con la certeza de que no tenía otra opción, decidió enfrentarse a su captora con valentía y determinación.

«Sombra», por favor, déjanos en paz. No tenemos nada que decirte», dijo Martina, su voz temblorosa pero firme.

«Sombra» soltó una risa burlona y se acercó a Martina, su mirada llena de malicia. «Oh, pero sí tienen mucho que decirme, querida Martina. Y no me iré hasta que me lo digan todo», respondió, su tono amenazante resonando en la habitación.

Mientras tanto, Fabiana buscaba desesperadamente una manera de liberarse y proteger a su hija de cualquier daño. Con determinación, buscaba una oportunidad para escapar y buscar ayuda, sabiendo que el tiempo corría en su contra.

En medio de la oscuridad de la noche, Martina y su madre se encontraban atrapadas en una pesadilla de la que no podían escapar. Con «Sombra» y sus secuaces acechando en su propia casa, se enfrentaban a un peligro que pondría a prueba su valentía y determinación como nunca antes.

«Sombra» se acercó a Fabiana con una sonrisa siniestra, sus ojos brillaban con malicia mientras contemplaba a su presa atada. Con movimientos deliberados, colocó sus manos sobre las vulnerables plantas de los pies de Fabiana y comenzó a mover sus uñas afiladas con precisión.

Fabiana soltó un chillido agudo, una mezcla de sorpresa y risa, mientras las cosquillas invadían su cuerpo. «¡JAJAJAJAJAJAJA! ¡HAHAHAHA! ¡AJAJJAJA!» rió, incapaz de contener la reacción provocada por las cosquillas implacables de «Sombra».

«Sombra» observó con satisfacción la reacción de Fabiana, su sonrisa ampliándose al verla retorcerse bajo sus manos. «Con que muy cosquillosa», murmuró con una risa burlona, disfrutando del control que tenía sobre su presa.

Las secuaces de «Sombra» observaban con diversión la escena, complacidas por el tormento que infligían a sus prisioneras. Con una crueldad calculada, continuaron sujetando a Martina y Fabiana, asegurándose de que no pudieran escapar de su agarre.

Fabiana luchaba por controlar sus risas, sintiendo cómo las cosquillas la abrumaban por completo. A pesar de la angustia de la situación, no pudo evitar una sensación de alivio al ver que su hija, Martina, estaba a salvo por el momento.

Mientras tanto, Martina observaba con impotencia la tortura a la que estaba siendo sometida su madre, sintiendo una mezcla de rabia y miedo. Con determinación, prometió a sí misma encontrar una manera de escapar y proteger a su madre de cualquier daño.

Las secuaces de «Sombra» siguieron el ejemplo de su líder y comenzaron a explorar cada rincón del cuerpo de Fabiana, buscando provocar las cosquillas más intensas posibles. Con habilidad experta, deslizaron sus dedos y uñas por su piel, encontrando puntos de vulnerabilidad que hacían que Fabiana estallara en risas descontroladas.

Martina, atada de pies y manos, observaba con impotencia cómo torturaban a su madre con cosquillas, sintiendo una mezcla de angustia y rabia por no poder hacer nada para detenerlo. Las lágrimas se acumulaban en sus ojos mientras veía a Fabiana revolcarse en el sofá, incapaz de controlar las risas que brotaban de ella.

«¡JAJAJAJAJAJAJAJAJA! ¡JAJAJAJA! ¡HAHAHAHAHAHA! ¡JAJAJAJA!» Fabiana reía a carcajadas, su risa resonando en la habitación como un eco de desesperación y agonía. Cada carcajada era un recordatorio del tormento al que estaban siendo sometidas, alimentando aún más la sed de diversión retorcida de «Sombra» y sus secuaces.

«Sombra» observaba con satisfacción el caos que había creado, disfrutando del sufrimiento de sus prisioneras. «Eso, chicas, divirtámonos con ella», dijo con una sonrisa malévola, alentando a sus secuaces a continuar con su tormento. «Ahora vamos por la hija», agregó, su voz llena de anticipación por el siguiente paso en su juego retorcido.

Martina apretó los dientes con determinación, preparándose para enfrentar lo que sea que «Sombra» y sus secuaces tuvieran planeado para ella. A pesar del miedo que sentía en su corazón, se negaba a rendirse ante la oscuridad que las rodeaba, decidida a luchar por su libertad y la de su madre hasta el final.

«Sombra» se acercó a Martina con una sonrisa maliciosa, sus ojos brillaban con una intensidad siniestra mientras se preparaba para su siguiente víctima. Sin dudarlo ni un segundo, se abalanzó sobre Martina y comenzó a hacerle cosquillas sin piedad alguna.

Martina estalló en carcajadas descontroladas, incapaz de contener la risa que brotaba de ella. «¡JAJAJAJAJAJA! ¡HAHAHAHAHA! ¡AJJAJAHAHAJA!» rió, sintiendo cómo las cosquillas la invadían por completo, convirtiendo su cuerpo en un mar de risas y agonía.

Mientras tanto, las secuaces de «Sombra» continuaron su tormento contra Fabiana, explorando cada centímetro de su piel en busca de sus puntos más sensibles. Las risas de Fabiana se mezclaron con las de Martina, creando un coro de carcajadas que llenaba la habitación con un caos de sonidos alegres y desesperados.

La casa de Martina se convirtió en el escenario de un tormento incesante, donde madre e hija eran sometidas a la tortura de las cosquillas en su propio hogar. A pesar del sufrimiento que enfrentaban, se aferraban a la esperanza de que algún día lograrían escapar de las garras de «Sombra» y sus secuaces.

El tiempo pasaba lentamente mientras el tormento continuaba, con «Sombra» y sus secuaces disfrutando del control absoluto que tenían sobre sus prisioneras. Martina y Fabiana luchaban por mantenerse fuertes frente a la adversidad, decididas a resistir hasta que llegara la oportunidad de recuperar su libertad.

A unos kilómetros de la casa de Martina y Fabiana…

Daniela, con el corazón agitado por la inquietud y sin sospechar lo que ocurría en la casa de Martina y su madre, decidió levantarse de la cama y dirigirse hacia la habitación de su madre, Teresa. Con pasos silenciosos, atravesó el pasillo oscuro, iluminado solo por la tenue luz de la luna que se filtraba por las ventanas.

Al llegar a la puerta de la habitación de su madre, Daniela dudó por un momento antes de tocar suavemente la puerta. «¿Mamá?», llamó en un susurro, esperando no despertarla bruscamente. Sin recibir respuesta, giró lentamente el pomo de la puerta y entró en la habitación.

El cuarto estaba envuelto en la oscuridad, solo iluminado por la luz débil de una lámpara de noche. Daniela se acercó a la cama donde su madre dormía pacíficamente, su respiración tranquila y regular indicaba que estaba profundamente dormida.

Teresa, ajena a los eventos que ocurrían en la casa de Martina, yacía plácidamente en su cama, ajena al peligro que acechaba a su hija y su amiga. Daniela observó a su madre por un momento, sintiendo un alivio momentáneo al verla allí, a salvo y tranquila en su sueño.

Sin embargo, una sensación de inquietud persistía en el fondo de su mente, recordándole las extrañas desapariciones que habían ocurrido en el bosque y las preguntas sin respuesta que aún rondaban en su cabeza. Daniela decidió permanecer un momento más en la habitación de su madre, buscando consuelo en su presencia antes de regresar a su propia habitación y enfrentar las incertidumbres que la esperaban en el día siguiente.

Teresa, sintiendo una leve presencia en la habitación, comenzó a despertarse lentamente. Abrió los ojos y se encontró con la figura de Daniela de pie junto a su cama. Con una voz suave y somnolienta, preguntó: «¿Daniela, cariño? ¿Qué sucede?»

Daniela, con una mirada preocupada, se acercó más a la cama de su madre. «Lo siento por despertarte, mamá», comenzó diciendo. «Pero he estado pensando mucho en lo que sucedió en el bosque.»

Teresa frunció el ceño ligeramente, preocupada por la expresión de su hija. «¿Qué pasó en el bosque? ¿Estás bien?» preguntó con una mezcla de confusión y alarma.

Daniela respiró hondo, tratando de encontrar las palabras adecuadas para explicar lo sucedido. «Es solo que… Martina y yo tuvimos una experiencia muy extraña mientras estábamos acampando», comenzó a explicar, su voz temblorosa. «Fuimos abordadas por unas mujeres misteriosas que nos… nos sometieron a una especie de… interrogatorio con cosquillas.»

Teresa se quedó sin palabras por un momento, procesando la información. «¿Interrogatorio con cosquillas?» repitió, sin poder ocultar su sorpresa. «Eso suena… inusual, cariño. ¿Estás segura de que estás bien?»

Daniela asintió con la cabeza, aunque aún se sentía inquieta por lo sucedido. «Sí, mamá, estoy bien», aseguró. «Pero no puedo evitar preocuparme por lo que podría estar pasando en el bosque. Creo que deberíamos hacer algo al respecto.»

Teresa tomó la mano de su hija con ternura, mostrando su apoyo. «Entiendo, cariño», dijo con calma. «Hablaremos más sobre esto mañana, ¿de acuerdo? Por ahora, intenta descansar. Todo estará bien.»

Daniela asintió, agradecida por el apoyo de su madre. Sabía que juntas encontrarían una manera de enfrentar los desafíos que les esperaban en el bosque.

De vuelta en casa de Martina y Fabiana…

Mientras Martina y su madre, Fabiana, estaban atadas en el sofá, las secuaces de «Sombra» continuaban con su cruel tortura de cosquillas sin mostrar ni pizca de compasión.

Fabiana, con lágrimas en los ojos y risas descontroladas, intentaba en vano suplicar por piedad entre carcajadas entrecortadas. Las secuaces, impasibles ante sus súplicas, se deleitaban en su vulnerabilidad y continuaban explorando cada rincón de su cuerpo con sus afiladas uñas.

Mientras tanto, «Sombra» se había dirigido a Martina y, con una sonrisa siniestra en el rostro, se abalanzó sobre ella para iniciar su propia sesión de tortura de cosquillas. Martina, completamente inmovilizada, se retorcía en el sofá entre risas y lágrimas, incapaz de escapar del tormento al que estaba siendo sometida.

La casa resonaba con el sonido de las carcajadas y los chillidos de las dos mujeres, quienes estaban siendo sometidas a una tortura tan cruel como absurda. «Sombra» y sus secuaces se regodeaban en su poder sobre las indefensas víctimas, disfrutando cada momento de su sufrimiento.

En medio de la oscuridad y el caos, Martina y Fabiana se aferraban a la esperanza de que alguien acudiera en su rescate, sin saber que Daniela, a pocos kilómetros de distancia, también estaba enfrentando su propia lucha contra las fuerzas oscuras que acechaban en el bosque.

En medio del caos de risas y gritos, «Sombra» y sus secuaces intensificaron su cruel tortura de cosquillas sobre Martina y Fabiana. Las afiladas uñas de las secuaces rascaban sin piedad las hipercosquillosas plantas de los pies de Fabiana, quien se retorcía en el sofá entre carcajadas y gritos desesperados.

Mientras tanto, «Sombra» se deleitaba con las reacciones de Martina, quien estaba completamente indefensa y a merced de su captora. «Sombra» exploraba cada centímetro de las vulnerables plantas de Martina, provocando estallidos de risa incontrolable que llenaban la habitación.

El sonido de las carcajadas y los gritos resonaba en la casa, creando una atmósfera de terror y desesperación. Martina y Fabiana luchaban por mantener la cordura mientras eran sometidas a una tortura tan cruel como absurda.

En medio de la oscuridad y el tormento, Martina y Fabiana anhelaban desesperadamente que alguien acudiera en su rescate, sin saber si alguna vez podrían escapar de las garras de «Sombra» y sus secuaces.

«Sombra» observaba con satisfacción el caos que había desatado en la casa de Martina y Fabiana. Con una sonrisa siniestra en el rostro, se deleitaba con el espectáculo de las dos mujeres sumidas en un frenesí de carcajadas y gritos.

«¿Quién pensaría que madre e hija son terriblemente cosquillosas en las plantas de sus pies?» exclamó «Sombra» con malicia, disfrutando cada momento de su cruel venganza. «Vamos a divertirnos un largo tiempo en esto.»

Las secuaces de «Sombra» asintieron con malicia y continuaron con su implacable tortura de cosquillas sobre Martina y Fabiana. Las dos mujeres, incapaces de contener la risa, se retorcían en el sofá entre lágrimas y risas desesperadas, sintiendo cada cosquilleo como un tormento interminable.

El tiempo parecía detenerse en la casa, donde reinaba el caos y la desesperación. Martina y Fabiana anhelaban desesperadamente que alguien acudiera en su rescate, mientras «Sombra» y sus secuaces se regodeaban en su poder sobre las indefensas víctimas.

En medio de la oscuridad y el sufrimiento, Martina y Fabiana se aferraban a la esperanza de que algún día podrían escapar de las garras de «Sombra» y encontrar la libertad que tanto ansiaban.

A las 3:45 am, el sonido distante de una sirena de patrulla de policía rompió el silencio de la noche en la casa de Martina y Fabiana. Instantáneamente, «Sombra» y sus secuaces se sobresaltaron, reconociendo el peligro inminente que se acercaba.

Sin vacilar, suspendieron la tortura a Martina y Fabiana y, en un frenesí de pánico, abandonaron la casa sin mirar atrás. Las luces parpadeantes de la patrulla de policía se acercaban rápidamente, y «Sombra» y sus secuaces sabían que no podían permitirse ser atrapadas.

Dejaron a Martina y Fabiana exhaustas y atadas de pies y manos en el sofá de la sala, sumidas en la oscuridad y el desconcierto. Mientras tanto, en las calles cercanas, las patrullas de policía se desplegaban en busca de los responsables de aquel acto de violencia y crueldad.

Dentro de la casa, el tiempo parecía detenerse mientras Martina y Fabiana intentaban asimilar lo que acababa de suceder. El sonido de las sirenas se desvanecía lentamente a medida que la realidad de su situación se hacía más clara.

Con manos temblorosas, Martina luchó por liberarse de las ataduras, mientras Fabiana la observaba con ojos llenos de gratitud y alivio. Juntas, se abrazaron con fuerza, encontrando consuelo en el calor de su mutuo amor y apoyo.

Pronto, el sonido de pasos resonó en el porche, y Martina y Fabiana se prepararon para enfrentar a las autoridades y contar su historia. Aunque el camino hacia la justicia y la sanación sería largo y difícil, sabían que no estaban solas, y que juntas podrían superar cualquier desafío que se interpusiera en su camino.

Un policía se acercó cautelosamente a la ventana y, con una linterna en mano, iluminó el interior de la casa. Su mirada se posó en Martina y Fabiana, quienes yacían en el sofá en pijama, atadas de pies y manos.

Con paso firme, el policía al ver a las mujeres atadas de pies y manos y en pijama, ingresó a la casa con cautela. Antes de desatarlas, decidió romper el hielo preguntando: «¿Qué ha pasado aquí?». Fabiana, con una mezcla de alivio y agotamiento, respondió entre risas nerviosas: «Oh, solo un pequeño inconveniente con unas invitadas no deseadas que decidieron hacer una fiesta de cosquillas en nuestra sala de estar».

El policía, asombrado por la respuesta de Fabiana, frunció el ceño y preguntó: «¿Cosquillas? ¿Cómo es eso?». Martina y Fabiana intercambiaron una mirada cómplice antes de explicarle al policía cómo habían sido sometidas a una peculiar forma de «fiesta de cosquillas» por parte de unas visitantes no invitadas.

Con una mezcla de incredulidad y curiosidad, el policía escuchó atentamente mientras Martina y Fabiana relataban los detalles del extraño incidente. Al comprender la situación, el policía no pudo evitar soltar una risa incrédula y comentar: «Vaya, eso es algo nuevo para mí. Nunca había escuchado nada parecido en mis años de servicio».

El policía, intrigado por la historia de las cosquillas, continuó con el interrogatorio mientras Martina y Fabiana permanecían atadas de pies y manos en el sofá. Con una expresión de curiosidad, el policía preguntó más detalles sobre cómo habían sido sometidas a esta peculiar forma de tortura.

Martina y Fabiana compartieron más detalles, explicando cómo unas desconocidas habían irrumpido en su casa y las habían atado antes de comenzar con las cosquillas. El policía escuchaba atentamente, haciendo preguntas adicionales para comprender mejor lo ocurrido.

A medida que la conversación avanzaba, Martina y Fabiana describieron la sensación de estar completamente a merced de las cosquillas, incapaces de detener las carcajadas y los espasmos causados por las expertas manos de sus captores.

El policía, con una expresión de curiosidad mezclada con diversión, decidió experimentar por sí mismo. Se sentó frente a Martina y Fabiana y, con sutileza, movió sus dedos sobre las vulnerables plantas de los pies de ambas mujeres. Al instante, Martina y Fabiana estallaron en risas descontroladas, suplicando piedad al policía entre carcajadas.

Entre risas, el policía comentó: «Vaya, parece que son muy cosquillosas. Ahora entiendo por qué sus captoras se divirtieron tanto con ustedes». Aunque la situación era inusual, todos compartieron una risa cómplice mientras el policía continuaba con su «interrogatorio» peculiar.

Después de unos minutos de diversión, el policía finalmente decidió liberar a Martina y Fabiana de sus ataduras. Con una sonrisa, les deseó suerte y se comprometió a investigar el incidente a fondo para asegurarse de que los responsables fueran llevados ante la justicia.

Con un suspiro de alivio, Martina y Fabiana agradecieron al policía por su ayuda y se prometieron mantenerse en contacto para cualquier desarrollo adicional. Aunque la noche había sido extraña y desconcertante, al menos tenían un poco de paz y la promesa de que se haría justicia.

Continuará…

Original de Tickling Stories

 

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