abril 27, 2024

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Cosquillas en las Sombras – Parte 3

Tiempo de lectura aprox: 7 minutos, 6 segundos

Capítulo 3: La novicia

Teresa, una joven novicia de unos 22 años, salía de la capilla después de sus oraciones nocturnas. La luz tenue de las farolas apenas iluminaba el camino hacia el convento. La tranquilidad de la noche era interrumpida solo por los leves susurros del viento.

Mientras caminaba hacia el convento, Teresa notó la presencia de un hombre que parecía haber salido de las sombras. Samuel, con una sonrisa amable, se acercó y la saludó con respeto.

—»Buenas noches, hermana. ¿Puedo caminar a su lado para asegurarme de que llegue a salvo al convento?» —ofreció Samuel con voz suave.

Teresa, acostumbrada a la bondad de las personas en su comunidad, asintió agradecida. La conversación comenzó de manera inocente, tocando temas relacionados con la fe y las responsabilidades en el convento.

—»¿Cómo llegó a dedicarse a la vida religiosa?» —preguntó Samuel con interés genuino.

—»Fue una llamada divina. Desde joven sentí la necesidad de servir a Dios y a los demás. La vida monástica me brinda paz y propósito» —respondió Teresa con serenidad.

Samuel, astuto en su aproximación, continuó la charla, destacando la importancia de encontrar alegría y placer incluso en la vida monástica. Teresa, confiada en la protección divina, no sospechaba las verdaderas intenciones de su acompañante.

La conversación se desenvolvía mientras se acercaban al convento. Samuel, hábilmente, lograba dirigir la charla hacia la importancia de la felicidad y el bienestar personal. Teresa, aunque cautelosa, encontraba las palabras de Samuel reconfortantes.

Mientras Samuel y Teresa se acercaban al convento, la atmósfera de confianza seguía creciendo. Samuel continuaba su hábil manipulación de la conversación, llevando la charla hacia las experiencias personales y la conexión espiritual.

—»Hermana, ¿alguna vez ha sentido la necesidad de liberarse un poco de las restricciones monásticas y disfrutar de los placeres mundanos?» —preguntó Samuel con una sonrisa sutil.

Teresa, sorprendida por la pregunta, titubeó antes de responder.

—»Si bien nuestra vida está dedicada a la devoción, creo que todos enfrentamos luchas internas. Pero la fe y la disciplina nos guían en todo momento» —respondió Teresa con prudencia.

Samuel, sutil pero persistente, continuó explorando la idea de la liberación personal. Sus palabras estaban cuidadosamente diseñadas para sembrar la semilla de la curiosidad en la mente de Teresa.

El callejón oscuro y poco iluminado se extendía ante ellos. Teresa, la joven novicia, caminaba con pasos ligeros mientras Samuel seguía a prudente distancia. La atmósfera estaba cargada de un silencio denso que solo era interrumpido por el eco lejano de las campanadas de la ciudad.

—»Hermana, es un placer encontrar a alguien en la noche que aprecie la serenidad del silencio y la oscuridad» —comentó Samuel, acercándose a Teresa.

Teresa, sorprendida por la presencia de un desconocido en aquel lugar solitario, se mantuvo alerta pero no mostró temor.

—»A veces la oscuridad nos revela aspectos de nosotros mismos que la luz no puede alcanzar» —añadió Samuel, eligiendo sus palabras con cuidado.

Teresa asintió, sintiendo que aquel hombre tenía una perspectiva inusual de la espiritualidad. La conversación continuó mientras caminaban por el callejón. Samuel evitaba preguntas directas sobre la vida en el convento, pero su habilidad para tejer comentarios sugestivos mantenía a Teresa intrigada.

—»Hermana, hay algo en usted que me dice que tiene una comprensión única de la conexión espiritual. ¿Alguna vez ha experimentado una sensación de liberación que va más allá de las restricciones habituales?» —preguntó Samuel, manteniendo su voz suave.

Teresa, aunque ligeramente incómoda, se abrió a la idea de la liberación espiritual, sin darse cuenta de las intenciones ocultas de Samuel.

La joven novicia, envuelta en la atmósfera intensa y cargada del callejón, no notaba la verdadera naturaleza de las palabras de Samuel. El manto oscuro de la noche parecía amplificar las insinuaciones del misterioso hombre.

—»Hermana, ¿ha experimentado alguna vez la sensación de cosquilleo?» —preguntó Samuel, desviando la conversación hacia terrenos más personales.

Teresa, sorprendida por la pregunta, titubeó antes de responder:

— Bueno, no creo entender a qué se refiere con cosquilleo. Mi devoción siempre ha sido un camino de serenidad y reflexión.

Samuel, sin mostrar su verdadero interés, continuó con su juego de palabras.

—»Claro, hermana. Pero me refiero a las cosquillas en el alma, esas sensaciones que nos despiertan de la monotonía y nos recuerdan nuestra humanidad. ¿No ha sentido cosquillas espirituales que la hagan cuestionar su propósito aquí?» —preguntó con astucia.

Teresa, influenciada por la atmósfera cargada y las palabras sugestivas, comenzó a considerar sus propias experiencias de una manera diferente.

—»A veces, las cosquillas más sutiles nos llevan a descubrir aspectos desconocidos de nosotros mismos. ¿No cree que podríamos explorar esos rincones ocultos de su alma juntos, hermana Teresa?» —añadió Samuel, acercándose un poco más a la novicia.

Teresa, atrapada en la mezcla de la noche y las palabras persuasivas, empezaba a experimentar una incomodidad creciente. Los ojos de Samuel, ocultos bajo la penumbra, observaban cada gesto de la joven novicia, anticipando el momento en que su plan comenzaría a materializarse.

—»Hermana, en ocasiones, la liberación espiritual viene de la mano de experiencias fuera de lo común. ¿Ha considerado que las cosquillas podrían ser una vía para alcanzar un estado más elevado de conciencia?» —insistió Samuel, acercándose aún más.

Teresa, consciente de que las enseñanzas convencionales no abordaban tales conceptos, se encontraba en un territorio desconocido. La duda se dibujaba en su rostro, y sus manos, aferradas al hábito, revelaban su creciente inquietud.

—»Las cosquillas en el alma, hermana, son un camino hacia la verdadera comprensión de uno mismo. ¿Permitiría que le muestre este camino, guiándola con cuidado y respeto?» —agregó Samuel, enmascarando sus verdaderas intenciones bajo palabras suaves.

Teresa, dividida entre la curiosidad y la reticencia, no sabía cómo responder. La oscuridad del callejón parecía cerrarse a su alrededor, creando una sensación de claustrofobia espiritual.

—»No se preocupe, hermana. Será una experiencia reveladora, un regalo en esta noche silenciosa. Solo necesita confiar en mí y permitirme guiarla hacia un entendimiento más profundo de su ser» —insistió Samuel, con una sonrisa que ocultaba su verdadera naturaleza.

Samuel, con su rostro aún oculto por la oscuridad, mantuvo la insistencia de sus palabras.

—»Hermana, las cosquillas pueden ser un camino espiritual revelador. ¿Le importaría compartir en qué partes de su cuerpo experimenta sensaciones más sutiles?» —preguntó Samuel, tratando de sonar convincente.

Teresa, aunque intrigada, no podía ignorar la creciente incomodidad que le producía aquella conversación. La idea de hablar sobre las zonas más sensibles de su cuerpo con un desconocido iba en contra de sus principios monásticos.

—»Hermana, considero que es una oportunidad única para explorar la espiritualidad de una manera diferente. Piense en ello como un acto de fe, una entrega a la divina experiencia de las cosquillas» —añadió Samuel, utilizando su persuasión disfrazada de espiritualidad.

La joven novicia, entre la incertidumbre y la curiosidad, balbuceó tímidamente:

—»Bueno, supongo que siento cosquillas en los pies, pero nunca he pensado en ello como algo espiritual.»

—»Ah, hermana, los pies son la base de nuestro ser. ¿No cree que explorar esa sensibilidad podría revelarle un vínculo más profundo con la divinidad?» —respondió Samuel, intensificando su juego de manipulación.

Teresa, sin saber cómo escapar de la situación, se encontraba en un dilema entre sus creencias y la insistencia de aquel extraño. Mientras tanto, la oscuridad del callejón continuaba su danza silenciosa, envolviendo los secretos y las sombras de Devoción Nocturna.

Samuel, maestro en el arte de la persuasión, continuó su juego sutil sin revelar su identidad.

—»Hermana, su disposición a explorar esta senda espiritual habla de su profunda conexión con lo divino. Ahora, ¿puede decirme en qué parte de sus pies siente más cosquillas? ¿Son las plantas de sus pies, acaso?» —inquirió Samuel, manteniendo un tono aparentemente reverente.

Teresa, aún dubitativa y cautelosa, asintió tímidamente.

—»Sí, supongo que sí. Pero, ¿cómo puede esto ser parte de un camino espiritual?» —preguntó, revelando su confusión.

—»Hermana, las cosquillas son una manifestación de la ligereza del alma. Al liberarnos de nuestras inhibiciones, nos acercamos más a la verdad espiritual. Permítame demostrarle la conexión entre lo divino y las cosquillas en los pies» —respondió Samuel, ocultando su verdadero propósito detrás de las palabras cuidadosamente elegidas.

Mientras tanto, en la penumbra del callejón, la joven novicia estaba atrapada entre la extrañeza de la situación y la sensación de vulnerabilidad.

En el aire denso del callejón, Teresa, aún indecisa, permitió que Samuel avanzara con su extraña explicación sobre la conexión espiritual y las cosquillas. Samuel, con manos aparentemente piadosas, se acercó a los pies de Teresa, que estaban envueltos en las sandalias monásticas.

—»Hermana, la divinidad se encuentra en la ligereza del ser. Las cosquillas, cuando se abrazan con devoción, pueden ser una puerta a la espiritualidad. Permítame mostrarle el camino» —dijo Samuel, mientras con destreza acariciaba las plantas de los pies de Teresa.

A pesar de su formación religiosa y su compromiso con la vida monástica, la joven novicia no pudo evitar sentir una extraña mezcla de desconcierto y cosquillas. Samuel, hábil en su juego, continuó su «ritual espiritual», explorando las zonas más vulnerables de los pies de Teresa.

La incertidumbre de la novicia se fundía con el cosquilleo, creando una experiencia única y desconcertante. En medio de la penumbra, la historia de Devoción Nocturna avanzaba hacia territorios insospechados, donde los oscuros deseos de Samuel encontraban un curioso refugio en las inquietudes espirituales de la joven monja.

La noche, testigo silencioso de este extraño encuentro, se convertía en cómplice de una conexión inusual entre lo terrenal y lo divino.

El tono aparentemente espiritual de Samuel comenzó a desvanecerse, revelando su verdadera naturaleza. Notando la creciente incomodidad en los gestos de la novicia, Samuel decidió tomar un giro más drástico. Con un movimiento rápido, casi brusco, la hizo caer al suelo del callejón.

—»Hermana, la conexión divina a veces requiere una entrega total» —susurró Samuel con un tono oscuro.

Sin darle oportunidad a Teresa de resistirse, Samuel se posicionó sobre ella y, con manos implacables, comenzó a hacerle cosquillas sin piedad alguna en las plantas de los pies descalzos. Las carcajadas de Teresa resonaban en la noche, mezclándose con sus súplicas y risas nerviosas.

—»¡Por favor, deténgase! ¡JAJAJAJAJAAJAJAJAJAJAJAJA! No puedo soportarlo más» —suplicó la joven monja entre risas descontroladas.

Samuel, ajeno a las súplicas, continuó con su ataque implacable. La conexión espiritual que él proclamaba había dado paso a una situación completamente distinta. La noche guardaba secretos inesperados, y en ese oscuro callejón, la devoción tomaba la forma de risas forzadas y cosquillas intensas.

Mientras tanto, las sombras se cerraban sobre la escena, convirtiéndose en cómplices mudas de esta extraña y perturbadora conexión entre el devoto y el oscuro.

Los pies de la joven novicia se movían como locos de un lado a otro, mientras el hábil Samuel continuaba moviendo sus dedos rápidamente sobre las vulnerables e hipercosquillosas plantas de la Hermana Teresa.

A pesar de las risas nerviosas y las súplicas de la Hermana Teresa, Samuel no mostraba signos de detenerse. Sus dedos expertos exploraban cada recoveco de las plantas de los pies de la joven novicia, provocando carcajadas descontroladas y lágrimas en sus ojos. Las sombras del callejón se cerraban sobre ellos, siendo testigos silenciosos de este extraño encuentro.

—»¡Por favor, deténgase! No puedo soportarlo más» —rogó Teresa, sintiendo que la incomodidad se convertía en desesperación.

Samuel, sin inmutarse, continuaba su implacable ataque de cosquillas. La joven monja, atrapada entre la risa y la tortura, se debatía en el suelo mientras intentaba resistirse a las cosquillas que la mantenían completamente vulnerable.

La extraña conexión entre el devoto y el oscuro seguía tejiendo su relato en aquel callejón. Las risas resonaban en la noche, creando una melodía discordante que solo ellos dos compartían. Las sombras, cómplices mudas, guardaban el secreto de este encuentro peculiar.

Finalmente, con un gesto brusco, Samuel se apartó de la Hermana Teresa, dejándola respirar con dificultad en el suelo. El silencio descendió sobre ellos, roto solo por la respiración agitada de la joven monja y el eco persistente de sus risas apagadas.

—»Recuerda, Hermana, la devoción puede adoptar muchas formas» —susurró Samuel, desapareciendo en las sombras antes de que Teresa pudiera recuperarse por completo.

La Hermana Teresa se quedó allí, en el oscuro callejón, con el corazón aún latiendo con fuerza. No sabía que decir. Estaba sentada, recostada a la pared, sin zapatos y las medias veladas rotas con los pies desnudos y completamente vulnerable. Con sus ojos ojos húmedos por las lágrimas derramadas mientras reía a carcajadas y suplicaba clemencia a su captor. El «diablo», la había visitado de una forma misterios esta noche.

Continuará…

Original de Tickling Stories

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