abril 26, 2024

Tickling Stories

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Cosquillas en las Sombras – Parte 6

Tiempo de lectura aprox: 4 minutos, 53 segundos

Capítulo 6: La violinista

En las afueras de la ciudad, en una pequeña casa rodeada de árboles y sombras nocturnas, vivía Olivia, una violinista apasionada de 30 años. La penumbra del desván de su hogar se convirtió en el escenario para el próximo encuentro con Samuel.

Olivia, una mujer de estatura media, cabello castaño ondulado que caía suavemente sobre sus hombros, ojos avellana y piel pálida, disfrutaba de la tranquilidad de su casa después de una intensa jornada de práctica musical. Sus pies, cansados pero descalzos, se movían con gracia sobre el suelo de madera del desván.

Samuel, siempre astuto y al acecho, había seguido a Olivia desde su última víctima. Conocía la debilidad de la violinista por la música clásica y decidió introducirse en su mundo.

Un susurro suave se deslizó por el desván, mezclándose con las notas melódicas que aún resonaban en el aire. Samuel, oculto entre las sombras, dejó que el misterio de la melodía envolviera a Olivia antes de hacer su entrada.

—¿Te gusta la música? —susurró Samuel desde la oscuridad.

Olivia, sobresaltada, se giró buscando la fuente de la voz. Sin decir palabra, Samuel se reveló, mostrando una sonrisa intrigante.

—No temas, solo quiero divertirme un poco. ¿Te consideras cosquillosa? —preguntó Samuel, dejando en el aire la promesa de una experiencia inusual.

Olivia, sorprendida por la inesperada intrusión, intentó mantener la compostura. Sin embargo, Samuel, con su habilidad para percibir la vulnerabilidad, notó la tensión en su postura.

—Veo que disfrutas de la música. ¿Pero qué hay de tus pies? ¿Has explorado la conexión entre la música y las cosquillas? —insinuó Samuel, dejando en el aire la promesa de un juego diferente.

Olivia, aún sin comprender completamente las intenciones del intruso que hablaba desde la oscuridad, respondió con cautela: «No estoy segura de a qué se refiere, pero no soy cosquillosa».

Samuel, con su característica mirada intensa, se acercó lentamente, desviando la atención de Olivia hacia el rincón oscuro del desván. El suave murmullo de una melodía en el violín acompañaba la atmósfera cargada de expectación.

—Déjame mostrarte —murmuró Samuel mientras se acercaba, saliendo de la oscuridad y acariciaba suavemente las plantas de los pies de Olivia.

Las cosquillas, suaves al principio, fueron intensificándose gradualmente. Olivia, entre risas nerviosas, intentó resistirse, pero la habilidad de Samuel para encontrar sus puntos más sensibles la sumió en una lucha entre el placer y la incomodidad.

La música y las risas se entrelazaron en una danza peculiar, creando una experiencia única en el desván de Olivia. Mientras tanto, Samuel, con su destreza para explorar nuevas formas de placer, dejaba su marca en la vida de otra mujer atrapada en su juego retorcido.

Samuel, al notar reacciones mínimas por parte de Olivia, decide aplicar técnicas más sádicas. Viendo que la joven mostraba resistencia, Samuel la hizo girar prácticamente sobre su eje, quedando boca abajo.

Con habilidad, Samuel se sentó sobre los muslos de Olivia y dobló sus piernas, exponiendo las plantas de sus pies hacia arriba. Tomando el arco del violín, comenzó a deslizarlo por las plantas de los pies y entre los dedos de Olivia. La reacción de Olivia fue inmediata: estalló en carcajadas, incapaz de contenerse frente a la sensación tortuosa y novedosa que le imponía Samuel.

Olivia, ahora en una posición más vulnerable, sintió cómo el arco del violín exploraba cada rincón sensible de sus plantas de los pies. Las cosquillas se intensificaron, provocando que sus risas pasaran de nerviosas a descontroladas.

—¿Qué tal esto? La música de las cosquillas es un arte que pocos entienden, pero estoy seguro de que te encantará —musitó Samuel, disfrutando del control que ejercía sobre su nueva víctima.

Cada movimiento calculado del arco sobre las plantas de Olivia provocaba reacciones más intensas. Ella, entre risas y súplicas, se retorcía tratando de escapar de las cosquillas que la tenían completamente a merced de Samuel. La mezcla de la música y las carcajadas creaba una sinfonía peculiar en aquel desván oculto.

—¡Por favor, detente! ¡JAJAJAJAJAJAJAAJAJAJAJAJA! —exclamó Olivia entre risas y jadeos, mientras Samuel continuaba su tortuosa serenata en las plantas de sus pies.

El arco del violín se convirtió en una herramienta para intensificar las cosquillas, llevando a Olivia a un estado de risas descontroladas. Samuel, maestro de esta peculiar combinación de arte y sadismo, disfrutaba del control total sobre su víctima en aquel desván oculto.

Olivia, atrapada en una combinación de risas y tormento, se retorcía en el suelo del desván mientras Samuel continuaba su juego sádico.Cursiosamente el arco del violín producía un sonido interesante que resonaba en el silencioso desván, creando una extraña armonía entre la música y las risas de la joven.

Samuel, sintiendo que la diversión podía alcanzar nuevas alturas, cambió el ritmo de sus movimientos con el arco del violín. Alternaba entre trazos suaves y rápidos, explorando las zonas más sensibles de las plantas de los pies de Olivia. Sus dedos expertos manipulaban el arco con destreza, intensificando las cosquillas y llevando a la joven a nuevas oleadas de risas y suplicas.

—¿Te gusta mi pequeño concierto? —preguntó Samuel, con malicia en su voz, disfrutando de la expresión de desesperación en el rostro de la joven.

Olivia, entre risas entrecortadas, apenas logró articular unas palabras.

—¡Para, por favor! ¡No puedo más! —suplicó, sintiendo cómo las cosquillas se intensificaban con cada movimiento del arco.

Samuel, lejos de detenerse, continuó su peculiar sinfonía de tortura, aprovechando cada rincón de las plantas de los pies de Olivia. La oscuridad del desván ocultaba la perversa escena, donde las risas de la joven se entrelazaban con la música distorsionada del violín.

El tiempo pareció perder su sentido en aquel desván clandestino mientras Samuel persistía en su juego sádico. La historia de «Melodía Cosquillera» escribía un nuevo capítulo, donde las emociones de Olivia resonaban en un eco de risas y desesperación.

La intensidad del juego sádico de Samuel alcanzaba nuevos niveles en el desván oscuro. El violín seguía su danza sobre las plantas de los pies de Olivia, explorando cada centímetro de la piel hipersensible. La joven, completamente inmovilizada y sometida a las cosquillas, experimentaba una tortura que desafiaba cualquier límite de resistencia.

Samuel, con una sonrisa retorcida en el rostro, sabía que había encontrado la clave para desatar el caos en las víctimas. El sonido del violín resonaba como un instrumento de su control, mientras las risas de Olivia llenaban el desván.

—¿Cómo te sientes, Olivia? ¿Mis melodías cosquilleras te están llevando al límite? —preguntó Samuel, disfrutando del espectáculo que había creado.

Olivia, entre risas y lágrimas, apenas pudo responder.

—¡Por favor, para! ¡JAJAJAJAJAJAJAAJAJAJAJAJA! ¡JAJAJAJAJAJAJAAJAJAJAJAJA! ¡No más! ¡JAJAJAJAJAJAJAAJAJAJAJAJA! ¡JAJAJAJAJAJAJAAJAJAJAJAJA! —suplicó, agotada y rendida ante la implacable tortura.

Samuel, sin mostrar signos de clemencia, continuó su peculiar concierto, variando la presión y velocidad del arco para mantener a Olivia en un estado constante de excitación cosquillosa.

—Quizás deberíamos probar otro movimiento en esta sinfonía. —Samuel dejó caer la amenaza en sus palabras, mientras su mente maquinaba nuevas formas de tortura.

El desván, impregnado de risas y sufrimiento, se convirtió en el escenario de una oscura representación donde Samuel dirigía la melodía de la desesperación. La historia de «Melodía Cosquillera» continuaba tejiendo su trama, llevando a Olivia por caminos impredecibles en esa noche de tortura interminable.

Samuel, con un gesto calculado, finalmente detuvo su peculiar concierto de cosquillas en el desván oscuro. La risa agotada de Olivia resonaba en el silencio, mientras las cuerdas del violín dejaban de danzar sobre la piel de sus pies.

—Hasta aquí llegamos. Ha sido un placer, pero todo buen juego tiene su fin —dijo Samuel, guardando el arco y el violín y liberando las ataduras que mantenían a la joven inmovilizada.

Olivia, temblando y agotada, se quedó tendida en la cama, tratando de recuperar el aliento. Samuel, con su sonrisa retorcida, se desvaneció en las sombras del desván, dejando atrás a una víctima exhausta y conmocionada.

La historia de «Melodía Cosquillera» había alcanzado un clímax de intensidad, marcando otra página en el perturbador repertorio de Samuel. La oscuridad del desván, testigo silencioso de las risas y el sufrimiento, guardaba sus secretos mientras la ciudad dormía ajena a las experiencias aterradoras que se desplegaban en sus rincones más ocultos.

Olivia, aunque liberada físicamente, quedaba atrapada en el eco de las cosquillas, llevando consigo las cicatrices invisibles de una noche que desafió los límites de la resistencia humana.

La saga de Samuel continuaba su marcha siniestra, listo para buscar nuevas víctimas y tejer historias retorcidas en la penumbra de la ciudad.

Continuará…

Original de Tickling Stories

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