abril 26, 2024

Tickling Stories

Historias de Cosquillas. Somos parte de la comunidad en español en Telegram – LTC.

Declaración de Impuestos

Tiempo de lectura aprox: 29 minutos, 50 segundos

Cris, una mujer de 37 años, de 1,55 metros de estatura, calza 37, posee una piel blanca y tiene el cabello negro con unos ojos miel cautivadores. A pesar de su ocupada vida laboral en el extranjero, sigue recibiendo su sueldo consignado en una cuenta local en su país de origen. Aunque ha llevado una vida normal, un pequeño detalle la ha inquietado: desde el año 2022, dejó de presentar sus declaraciones de impuestos debido a un olvido.

Para poner al día sus asuntos fiscales, decide contratar los servicios de un contador local. Es en este momento que comienza nuestra historia, sin que Cris sospeche las inusuales intenciones fetichistas de cosquillas que este contador tiene preparadas para ella. La trama se desenvolverá a medida que Cris se enfrenta a esta situación insólita mientras trata de cumplir con sus responsabilidades tributarias. ¿Cómo navegará Cris entre los números de su declaración y las inesperadas cosquillas del contador?

Cris, consciente de su descuido fiscal, decidió ponerle fin a esa situación. Después de preguntar a amigos y familiares, recibió la recomendación de un contador local muy elogiado por su eficiencia y profesionalismo. Sin dudarlo, se puso en contacto con él para fijar una reunión en su oficina.

El contador, de nombre Alex, respondió con amabilidad y le ofreció una cita para la próxima semana. Sin embargo, lo que Cris no sabía era que Alex, además de sus habilidades contables, tenía un peculiar fetiche por las cosquillas. Desde la primera vez que vio la foto de Cris, se sintió atraído por sus pies y no podía dejar pasar la oportunidad de mezclar sus inclinaciones personales con su trabajo.

La cita llegó, y Cris entró en la oficina del contador sin sospechar nada fuera de lo común. Alex, un hombre de aspecto ordinario, comenzó a revisar los documentos fiscales de Cris mientras disimuladamente evaluaba sus pies. La conversación sobre impuestos y finanzas avanzaba normalmente, pero Alex estaba esperando el momento adecuado para llevar la situación a su terreno.

Cuando llegó el momento de revisar los gastos deducibles, Alex propuso analizar más a fondo algunos documentos en su sala de reuniones privada. Cris, confiada en la profesionalidad de Alex, aceptó la propuesta sin imaginar lo que le esperaba.

Una vez en la sala, Alex inició su peculiar estrategia. Comenzó a deslizar preguntas más personales entre los temas fiscales. Mientras Cris respondía, Alex se inclinaba hacia sus pies, intentando disimular su verdadera intención. La tensión creció en la sala, y Cris, ajena a las intenciones de Alex, continuó hablando sobre sus gastos personales.

Alex, finalmente, se lanzó al ataque y, con una sonrisa, mencionó casualmente lo relajante que puede ser un masaje de pies. La expresión de Cris cambió a sorpresa y confusión, pero antes de que pudiera reaccionar, Alex comenzó a acariciar sutilmente sus pies. La estrategia del contador fetichista estaba en marcha.

Cris, sentada frente a Alex en la sala de reuniones, continuaba la conversación sobre sus gastos personales. Alex, hábilmente, intercalaba preguntas sobre sus hábitos de vida, sin levantar sospechas sobre sus intenciones fetichistas.

— Entonces, Cris, ¿suele practicar algún deporte o actividad que le genere gastos deducibles? —preguntó Alex, manteniendo una expresión profesional.

— Bueno, de vez en cuando voy al gimnasio, pero no creo que eso tenga mucha relevancia en mis impuestos, ¿verdad? —respondió Cris, sin notar nada inusual.

Alex asintió y continuó explorando temas personales mientras revisaba documentos. La conversación fluyó hacia los hobbies de Cris y, finalmente, hacia sus preferencias de calzado.

— ¿Tiene algún par de zapatos en particular que utilice con frecuencia? —preguntó Alex, intentando obtener más información sobre los pies de Cris sin levantar sospechas.

— Bueno, por lo general, suelo usar zapatos cómodos para caminar, especialmente aquí en la ciudad, donde todo queda relativamente cerca. No soy fanática de los tacones altos ni nada por el estilo —respondió Cris, sin notar el interés particular de Alex en sus elecciones de calzado.

Mientras Alex continuaba con su estrategia, Cris se sumía en la conversación, creyendo que todo era parte de la revisión fiscal. Sin embargo, Alex estaba ansioso por llevar la situación al terreno de sus fetiches, esperando el momento adecuado para revelar sus verdaderas intenciones.

La conversación continuó, y Alex seguía hábilmente dirigiéndola hacia terrenos más personales sin levantar sospechas. Hablaron sobre los destinos de vacaciones preferidos de Cris, sus actividades de fin de semana y otros detalles aparentemente triviales pero valiosos para el contador fetichista.

— Cris, he notado que no has presentado tus declaraciones de impuestos desde el año 2022. ¿Hay alguna razón en particular para eso? —preguntó Alex, pasando al tema crucial.

— Oh, sí, fue simplemente por olvido. Estaba tan concentrada en mi trabajo en el extranjero que dejé de lado ese detalle. ¿Crees que eso pueda causarme algún problema? —respondió Cris, un tanto preocupada.

— No te preocupes, Cris, es más común de lo que piensas. Pero es importante regularizar tu situación fiscal para evitar complicaciones futuras —aseguró Alex, intentando tranquilizarla.

La charla continuó, y Alex aprovechó para obtener más información sobre la rutina diaria de Cris. Mientras revisaban algunos documentos, Alex mencionó sutilmente:

— Cris, es fundamental tener todos los detalles para presentar una declaración precisa. Incluso cosas como tus gastos en calzado podrían ser deducibles si están relacionados con tu trabajo. ¿Tienes algún par de zapatos que uses específicamente para actividades laborales?

Cris, sin sospechar las intenciones ocultas, respondió:

— Bueno, como te mencioné, suelo usar zapatos cómodos para caminar por la ciudad, pero no tengo un par específico para el trabajo.

Alex, evaluando sus opciones, decidió llevar la conversación hacia un terreno más personal sin revelar completamente sus intenciones.

— Entiendo, Cris. Es solo que a veces, en temas fiscales, cada detalle puede marcar la diferencia. Por ejemplo, si tuvieras un par de zapatos específicos para el trabajo, podrías considerarlos como parte de tus gastos deducibles. Son pequeñas cosas que a menudo pasan desapercibidas, pero pueden beneficiarte.

Cris asintió, agradecida por los consejos del contador. Sin embargo, Alex no perdía de vista su objetivo y continuaba tejiendo la red de la conversación.

— ¿Y qué me dices de tus actividades de fin de semana? ¿Participas en algún deporte o hobby que pueda tener implicaciones fiscales? —preguntó Alex, sabiendo que cada respuesta lo acercaba un poco más a su verdadero interés.

Cris compartió detalles sobre sus pasatiempos, pero nada que sugiriera las inclinaciones fetichistas del contador. Alex, paciente y calculador, seguía guiando la conversación hacia la información que necesitaba sin levantar sospechas.

— Cris, entiendo que estos temas pueden ser un tanto abrumadores, pero estoy aquí para ayudarte a navegar por ellos. La clave está en ser transparente y documentar todo de manera adecuada. Así garantizamos que obtengas los beneficios fiscales que te corresponden —concluyó Alex, llevando la conversación a un cierre momentáneo.

Cris, confiada en la experiencia del contador, continuó colaborando con la información que consideraba relevante para su situación fiscal, sin percatarse de las verdaderas intenciones que yacían detrás de las preguntas aparentemente inocentes de Alex. La trama se desarrollaba, y el contador fetichista tejía hábilmente su estrategia para acercarse cada vez más a su peculiar deseo.

Días después, Cris recibió una llamada de Alex, informándole que ya tenía toda la información necesaria para preparar su declaración de impuestos. Acordaron encontrarse en la oficina del contador para revisar los detalles y firmar la documentación.

Al llegar, Cris fue recibida por Alex, quien la condujo a su despacho. La oficina, aparentemente profesional, estaba decorada con discretos detalles que sugerían un gusto peculiar por los pies y las cosquillas, aunque Cris no prestó mucha atención a esos detalles.

— Cris, me alegra que hayas venido. Estoy seguro de que podemos resolver cualquier inconveniente fiscal que puedas tener —dijo Alex, invitándola a tomar asiento.

La conversación inició de manera formal, repasando los datos y números relevantes para la declaración. Sin embargo, Alex aprovechó hábilmente momentos oportunos para deslizar comentarios aparentemente inocentes sobre temas no relacionados con impuestos.

— ¿Has considerado alguna vez cómo ciertos elementos de tu vida cotidiana podrían tener un impacto en tu bienestar? —preguntó Alex, desviando la charla hacia terrenos más personales.

Cris, confiando en la experiencia del contador, respondió con sinceridad. Sin embargo, Alex estaba calculando cada palabra para mantener la ilusión de una conversación común mientras avanzaba hacia sus verdaderos intereses.

— A veces, Cris, las personas no se dan cuenta de cómo pequeños placeres pueden mejorar nuestra calidad de vida. ¿Has pensado en la importancia de, digamos, cuidar bien de tus pies? —planteó Alex, sutilmente introduciendo su fetiche en la conversación.

Cris, aún ajena a las intenciones del contador, le siguió el juego, sin notar la verdadera naturaleza de esos comentarios aparentemente inocentes. La estrategia del contador fetichista continuaba su curso, y la trama se desarrollaba entre números fiscales y deseos ocultos.

A medida que avanzaban en la revisión de los documentos fiscales, Alex encontró una oportunidad para llevar la conversación hacia su verdadero interés. Notó que Cris, al hablar de sus hábitos diarios, mencionó algo que despertó su curiosidad.

— Cris, me llamó la atención cuando hablabas sobre la importancia de cuidar bien de tus pies. ¿Alguna razón en particular para destacarlo? —preguntó Alex, esbozando una sonrisa sugerente.

Cris, sin sospechar las intenciones detrás de la pregunta, respondió con naturalidad.

— Bueno, trabajo largas horas de pie y he aprendido a apreciar la importancia del cuidado de mis pies. ¿Tiene algún impacto en mis impuestos? —preguntó Cris, buscando la conexión con el motivo de su visita.

Alex, manteniendo la compostura profesional, le explicó que, aunque el cuidado personal no afectaba directamente los impuestos, era vital para el bienestar general de una persona.

— Cris, permíteme ser directo. Tengo una perspectiva única sobre el cuidado de los pies. No solo como contador, sino también como alguien que cree en el poder de las cosquillas para aliviar el estrés y mejorar el estado de ánimo. ¿Has considerado alguna vez cómo las cosquillas podrían ser una forma divertida de cuidar tus pies? —propuso Alex, revelando finalmente sus intenciones fetichistas.

Cris, sorprendida por la dirección que tomó la conversación, no sabía cómo reaccionar. Se encontraba en una situación inusual y debía decidir cómo manejar la peculiar propuesta de Alex.

Cris, sorprendida por la dirección que tomó la conversación, no sabía cómo reaccionar. Se encontraba en una situación inusual y debía decidir cómo manejar la peculiar propuesta de Alex. Con una mezcla de asombro y confusión, respondió:

— Eh, nunca había considerado las cosquillas como parte del cuidado de mis pies. Si bien aprecio la originalidad, ¿eso tiene alguna relación con la declaración de impuestos?

Alex, manteniendo su tono serio, continuó explorando la reacción de Cris.

— Cris, estoy convencido de que las cosquillas no solo son una forma única de cuidar los pies, sino que también pueden ser una excelente manera de liberar tensiones y reducir el estrés. Imagina un servicio de asesoramiento fiscal acompañado de sesiones relajantes de cosquillas. ¿No suena tentador?

Cris, todavía procesando la extraña propuesta, intentó mantener la compostura.

— Alex, aprecio tu creatividad, pero estoy aquí por cuestiones fiscales. ¿No deberíamos concentrarnos en eso?

Alex, sin perder la determinación, respondió con una sonrisa juguetona:

— Por supuesto, Cris. Pero quién dice que no podemos hacer de este proceso algo más… personal. Además, podríamos considerar esta «terapia de cosquillas» como parte de un paquete especial de servicios.

La situación tomaba un giro inesperado, y Cris se encontraba en un dilema sobre cómo manejar la sugerencia del contador fetichista.

Cris, aún perpleja por la inusual propuesta de Alex, intentó redirigir la conversación hacia lo profesional.

— Alex, entiendo que tengas métodos poco convencionales, pero realmente necesito que nos enfoquemos en la declaración de impuestos. ¿Puedes garantizar que esto no afectará la calidad de tus servicios como contador?

Alex, con una mirada pícara, respondió:

— Por supuesto, Cris. Mi enfoque en las cosquillas es solo una adición divertida y relajante. Mi compromiso con tu declaración de impuestos sigue siendo serio y profesional. Además, quién sabe, podrías descubrir que esta «terapia» ayuda a aliviar la tensión asociada con temas fiscales.

Cris, aún indecisa, decidió continuar con el contador fetichista, dándole la oportunidad de demostrar su competencia profesional. Sin embargo, la extraña dualidad de la situación la dejó con una sensación de intriga y cautela mientras avanzaban en la gestión de sus asuntos fiscales.

A medida que avanzaban en la gestión de los asuntos fiscales, Alex comenzó a abordar sutilmente el tema de las cosquillas. Mientras revisaba algunos documentos, lanzó una pregunta aparentemente inocente:

— Cris, ¿alguna vez has experimentado la relajación que proviene de unas buenas cosquillas? Digo, es sorprendente cómo pueden aliviar el estrés.

Cris, sorprendida por la pregunta inesperada, respondió con cautela:

— Bueno, sí, supongo que las cosquillas pueden ser divertidas, pero estamos aquí por razones profesionales, ¿verdad?

Alex, con una sonrisa juguetona, continuó:

— Claro, Cris. Solo pensé que, ya sabes, podríamos hacer que este proceso sea más… entretenido. A veces, la relajación puede ayudar a que todo fluya mejor. ¿Te gustaría probar? Sin ningún compromiso, por supuesto.

La propuesta dejó a Cris en una situación incómoda y curiosa, sin estar segura de cómo responder ante las inusuales sugerencias del contador fetichista.

Alex, con astucia, cambió sutilmente el enfoque de la conversación:

— Cris, en el ámbito de las cosquillas, ¿alguna vez te has preguntado en qué partes del cuerpo eres más sensible? Es fascinante cómo cada persona tiene sus zonas más cosquillosas. ¿Tú tienes cosquillas, Cris?

Cris, aún intrigada por el cambio de tema, respondió con cierta reserva:

— Supongo que sí, como cualquiera. ¿Por qué lo preguntas?

Alex, manteniendo su tono ligero, continuó:

— Es solo curiosidad, Cris. Algunas personas tienen cosquillas en los pies, otras en las axilas, y hay quienes son muy sensibles en el cuello. ¿Tienes alguna zona especialmente cosquillosa?

Alex, con una sonrisa juguetona, amplió la conversación:

— Cris, estoy desarrollando una especie de encuesta informal sobre la sensibilidad a las cosquillas. No te preocupes, es algo bastante común y totalmente anónimo. ¿Te gustaría participar?

Cris, intrigada por la propuesta, respondió con una mezcla de interés y precaución:

— Bueno, suena interesante. ¿En qué consiste?

Alex, manteniendo la intriga, le explicó:

— Simplemente responderás algunas preguntas sobre tu sensibilidad a las cosquillas. Es para un estudio personal que estoy realizando. Nada invasivo, ¡lo prometo!

Cris, asintiendo con curiosidad, aceptó participar en la encuesta de Alex. Sin embargo, aún no sospechaba las verdaderas intenciones detrás de este peculiar cuestionario.

Alex prosiguió con su estrategia, haciendo preguntas aparentemente inocentes mientras evaluaba la reacción de Cris.

— Perfecto, Cris. Comencemos con algo sencillo. ¿Considerarías que eres una persona cosquillosa en general?

Cris, riendo un poco, respondió:

— Bueno, supongo que sí. Como a cualquier persona, supongo.

Alex sonrió, satisfecho con la respuesta. Luego, llevó la conversación hacia terreno más específico:

— Interesante. ¿Hay alguna parte específica de tu cuerpo donde sientas cosquillas con más facilidad?

Cris, sin pensar demasiado, mencionó:

— Creo que la planta de los pies y, bueno, la zona de las axilas también.

Alex, con disimulo, continuó profundizando:

— Fascinante. ¿Dirías que hay alguna parte en particular que te resulte más… insoportablemente cosquillosa?

Cris, sin percatarse de las intenciones ocultas, respondió entre risas:

— Hmm, definitivamente las plantas de los pies. Son súper sensibles.

Alex mantenía la compostura, disfrutando del desarrollo de su estrategia. La siguiente pregunta estaba cuidadosamente planeada:

— ¿Y qué opinas de las cosquillas en la barriga?

Cris, sin pensar demasiado, respondió:

— Ah, en la barriga también son bastante cosquillosas. Supongo que depende de la intensidad.

Alex, interiormente emocionado, sabía que la siguiente pregunta podría revelar aún más:

— Última pregunta, Cris. ¿Hay alguna situación o lugar específico donde sientas que las cosquillas te afectan más?

Cris, pensando en voz alta, dijo:

— Pues, si estoy atrapada o amarrada, supongo que sería mucho más intenso. Pero, por suerte, nunca me ha pasado.

Alex, guardando su entusiasmo, respondió:

— ¡Entendido! Bueno, eso es todo para la encuesta. ¡Gracias por participar, Cris!

Sin embargo, la mente de Alex ya estaba maquinando cómo llevar adelante su plan de explorar las cosquillas de Cris de una manera mucho más íntima y personal.

Después de un par de reuniones más sobre cuestiones contables, Alex notó que Cris estaba más relajada y confiada. Decidió llevar la conversación hacia terrenos más íntimos.

— Cris, disculpa si la pregunta suena un poco inusual, pero ¿alguna vez has experimentado cosquillas de manera inesperada? A algunas personas les resulta sorprendentemente agradable.

Cris, algo sorprendida por la pregunta, titubeó antes de responder:

— Bueno, sí, supongo que a todos nos ha pasado en algún momento, ¿verdad?

Alex, con una sonrisa amistosa, continuó:

— Es cierto, todos hemos experimentado algo así. ¿Hay alguna parte específica de tu cuerpo que te resulte más reactiva a las cosquillas?

Cris respondió con naturalidad, mencionando algunas zonas comunes como las plantas de los pies y las axilas. Alex, aparentando sorpresa amistosa, continuó la charla de manera casual mientras seguía tejiendo su estrategia. Ambos continuaron la conversación, Cris sin percatarse de las intenciones ocultas de Alex y este último manteniendo su plan en secreto. La interacción seguía siendo aparentemente inocente, pero el subtexto intrigante flotaba en el aire, creando un ambiente de anticipación.

Alex, con una sonrisa sutil, cambió hábilmente el enfoque de la conversación hacia experiencias inusuales.

— ¿Alguna vez te han hecho cosquillas de forma inesperada? —preguntó Alex con tono casual, ocultando sus verdaderas intenciones.

Cris, sin sospechar nada, rió suavemente antes de responder.

— Bueno, sí, supongo que a todos nos ha pasado alguna vez. ¿Por qué lo preguntas?

Alex, con astucia, continuó la estrategia.

— Me parece curioso cómo las cosquillas pueden ser tan impredecibles. ¿Te han hecho cosquillas en alguna parte que no esperabas?

Cris, sin pensar demasiado, compartió algunas anécdotas ligeras. Mencionó las ocasiones en las que alguien le hizo cosquillas en situaciones inesperadas, sin darse cuenta de que cada palabra alimentaba el interés de Alex por sus zonas más sensibles. La conversación fluía con naturalidad, pero bajo la superficie, los planes del fetichista se desarrollaban.

Alex, manteniendo su fachada de curiosidad inocente, continuó la conversación.

— ¿Te consideras cosquillosa, Cris? Por ejemplo, ¿qué tal en las plantas de los pies?

Cris rió, sin sospechar las verdaderas intenciones de Alex.

— Bueno, sí, como cualquier persona, supongo. Las plantas de los pies son bastante sensibles, ¿no?

Alex asintió, con una mirada que ocultaba sus motivaciones detrás de una aparente curiosidad.

— Sí, son áreas muy sensibles. A algunas personas les gusta recibir cosquillas en los pies, mientras que a otras no tanto. ¿Tú qué opinas al respecto?

La conversación continuaba su curso, pero cada pregunta de Alex era cuidadosamente seleccionada para obtener información valiosa sobre las preferencias de cosquillas de Cris.

La conversación entre Alex y Cris seguía aparentemente normal, pero Alex estaba tejiendo una red de información sobre las sensibilidades de Cris. Decidió cambiar sutilmente el tono de la charla.

— ¿Alguna vez has experimentado cosquillas inesperadas, Cris? ¿Te han tomado por sorpresa?

Cris reflexionó antes de responder, ajena a las verdaderas intenciones de Alex.

— Hmm, no lo sé, supongo que sí, como a cualquiera le ha pasado. Es algo normal, ¿no?

Alex asintió con una sonrisa disimulada.

— Claro, es normal. A veces, esas cosquillas inesperadas pueden ser bastante divertidas, ¿no crees?

Cris rió, sin darse cuenta de que estaba cayendo en la trampa sutil de Alex.

— Sí, definitivamente. Pero bueno, uno nunca sabe cuándo van a suceder esas cosas.

Alex continuaba con su estrategia, aprovechando cada respuesta de Cris para perfeccionar sus planes. La conversación aparentemente casual estaba construyendo un puente hacia un territorio más intrigante y peligroso.

La charla entre Alex y Cris avanzaba, y Alex decidió cambiar de enfoque.

— ¿Alguna vez te han hecho cosquillas en las plantas de los pies, Cris? Dicen que es una zona bastante cosquillosa para algunas personas. ¿Qué opinas?

Cris, despreocupada, respondió:

— Sí, claro. A veces, durante juegos o bromas, alguien intenta hacer cosquillas en los pies. Supongo que sí soy un poco cosquillosa en esa zona, como la mayoría.

Alex sonrió internamente, sabiendo que estaba obteniendo información valiosa. Continuaron charlando, pero bajo la superficie de las palabras cotidianas, la estrategia de Alex avanzaba silenciosamente, creando un ambiente de intriga que Cris no percibía.

A medida que avanzaba la conversación, Alex quería profundizar más en el terreno de las cosquillas, sabiendo que esa información podría ser clave para sus planes fetichistas.

— Cris, ¿y las axilas? ¿Esa es otra zona que considerarías bastante cosquillosa? —preguntó Alex, manteniendo su tono casual.

Cris rió ligeramente y respondió:

— Bueno, sí, supongo que sí. Aunque no es algo de lo que hable frecuentemente. ¿Por qué preguntas eso?

Alex disimuló su interés y respondió con naturalidad:

— Solo curiosidad, Cris. Me gusta conocer a mis clientes de manera más personal. Ayuda a construir una relación de confianza.

Cris, sin sospechar las verdaderas intenciones de Alex, continuó compartiendo detalles sobre sus preferencias y aversiones, ajena a la estrategia que se estaba desplegando en esa aparentemente inocente conversación.

A medida que la charla continuaba, Alex se esforzaba por llevar la conversación hacia un territorio más íntimo. Después de algunas preguntas aparentemente inocentes, Alex se aventuró sutilmente hacia el tema de las cosquillas.

— Cris, he escuchado que hay personas que disfrutan de sensaciones diferentes, como cosquillas en situaciones específicas. ¿Alguna vez te has preguntado cómo sería experimentar algo así? —preguntó Alex, tratando de sonar intrigante pero respetuoso.

Cris, curiosa pero aún sin sospechas, respondió:

— No lo había considerado, pero suena interesante. ¿A qué te refieres con «situaciones específicas»?

— Algo como, por ejemplo, estar amarrada de pies y manos. Puede agregar un elemento emocionante a la experiencia de las cosquillas, ¿no crees? —dijo Alex, con una sonrisa sugerente.

Cris, aunque inicialmente sorprendida por la sugerencia, no lo descartó de inmediato y manifestó su disposición a explorar nuevas sensaciones.

— Nunca lo he hecho, pero podría ser interesante probarlo de forma segura y cómoda. ¿Qué tienes en mente? —preguntó Cris, aún sin comprender las verdaderas intenciones de Alex.

Alex, con habilidad para conducir la conversación hacia sus oscuros deseos, continuó describiendo escenarios que despertaran la curiosidad de Cris sin revelar por completo sus intenciones fetichistas. La intriga crecía mientras Alex tejía su red de manipulación sutil, guiando a Cris hacia un terreno donde las cosquillas y la sumisión se entrelazaban de manera tentadora.

Cris, notando la sutilidad pero aún sin comprender las verdaderas intenciones de Alex, decidió indagar un poco más.

— Alex, esto suena intrigante, pero no puedo evitar preguntarme: ¿cómo se relaciona esto con mi declaración de impuestos? —inquirió Cris, mostrando su confusión.

Alex, hábil en mantener el equilibrio entre la evasión y la revelación, respondió con una sonrisa astuta:

— Cris, la verdad es que mi método para ayudarte con la declaración de impuestos es único. Quiero crear un ambiente cómodo y relajado para que puedas concentrarte y recordar cualquier detalle importante. La experiencia de las cosquillas puede desbloquear recuerdos y hacerte sentir más liberada durante el proceso.

Cris, aunque inicialmente escéptica, consideró la propuesta de Alex desde la perspectiva de encontrar una nueva forma de alivio para el estrés asociado con la declaración de impuestos. Sin embargo, desconocía que estaba a punto de sumergirse en un juego manipulador donde las intenciones del contador eran mucho más personales y fetichistas de lo que podía imaginar. La historia continuaba deslizándose por los terrenos peligrosos de los deseos ocultos y la explotación disfrazada de servicio profesional.

Cris, en ese día en particular, vestía un atuendo casual pero cómodo para la reunión con el contador. Llevaba unos jeans ajustados que resaltaban sus curvas, una blusa de manga corta con un estampado sutil y unos tenis blancos. En cuanto a los calcetines, optó por unos calcetines cortos que apenas asomaban por encima de sus tenis, sin saber que este detalle podría cobrar relevancia en el desarrollo de la historia. La combinación de su vestimenta casual y su aparente relajación contrastaba con la inusual situación que se estaba gestando en la conversación con Alex.

Cris, aún con dudas, decidió seguir las indicaciones de Alex. Se acostó en la mesa, boca arriba, mientras él procedía a amarrar sus pies y manos en forma de X. Aunque inicialmente se sentía nerviosa, la habilidad de Alex para combinar lo profesional con lo sugestivo la mantenía intrigada.

— ¿Estás seguro de que esto tiene relación con mis impuestos? —preguntó Cris, intentando descifrar la conexión entre la declaración de impuestos y su posición vulnerable en la mesa.

Alex, con una sonrisa enigmática, respondió:

— Cris, en el mundo de las finanzas, a veces es necesario adoptar enfoques poco convencionales para liberar tensiones y encontrar soluciones creativas. Verás, este método te ayudará a recordar detalles importantes sobre tus impuestos mientras experimentas una sensación única de relajación.

Cris, aun con incertidumbre, decidió confiar en la experiencia de Alex. Mientras él continuaba con la sesión, la atmósfera se cargaba de una energía peculiar, tejiendo una historia donde los límites entre lo profesional y lo personal se volvían cada vez más difusos.

Mientras Cris se acomodaba, Alex, con profesionalismo aparente, le indicó que se quitara los tenis para mayor comodidad.

— Cris, para que te sientas más cómoda, sería ideal que te quitaras los tenis y las medias —le sugirió Alex con una sonrisa amable.

Cris, aún con cierta cautela, accedió y se despojó de sus tenis y medias, quedando con los pies descalzos sobre la mesa. Este pequeño gesto marcó un giro sutil en la situación, y Alex continuaba tejiendo su red de intrigas.

Cris, ahora descalza, se recostó en la mesa, sintiendo la suavidad de la superficie bajo su espalda. Mientras tanto, Alex procedía a asegurar sus tobillos y muñecas a la mesa con correas ajustables, formando una X con las extremidades de Cris. Aunque la atmósfera parecía profesional, las intenciones fetichistas de Alex permanecían ocultas.

— Muy bien, Cris. Esto facilitará nuestro proceso. Ahora, concéntrate en tus recuerdos fiscales. Permíteme guiar tu mente mientras revisamos tu historial —comentó Alex con voz calmada.

Cris, a pesar de la inusual situación, empezó a relajarse. Las manos expertas de Alex mantenían un tono profesional mientras llevaba a cabo su peculiar método. Sin embargo, las verdaderas intenciones del contador fetichista se ocultaban tras su actitud aparentemente seria.

— Recuerda, Cris, este proceso puede revelar aspectos que quizás olvidaste. Estamos aquí para liberar cualquier tensión asociada con tus impuestos —añadió Alex, deslizando sus dedos suavemente por las plantas de los pies de Cris.

Cris, ajena a las verdaderas intenciones de Alex, continuaba sumergiéndose en la experiencia, sin notar cómo el contador fetichista aprovechaba la situación para satisfacer sus oscuros deseos.

Cris, aunque inicialmente desconcertada, no pudo evitar reírse cuando los dedos de Alex empezaron a deslizarse por las plantas de sus pies. La sensación de cosquilleo la hizo retorcerse involuntariamente, sus risas llenando la habitación.

— ¿Qué es esto? —preguntó Cris entre risas, sin sospechar las verdaderas intenciones de Alex.

— Relájate, Cris. Esto es parte del proceso. La risa puede liberar tensiones y facilitar la reflexión —respondió Alex, manteniendo su tono profesional mientras continuaba acariciando las plantas de los pies de Cris.

Aunque Cris aún no comprendía del todo la situación, la combinación de cosquillas y risas empezaba a generar una extraña conexión entre ella y el fetichista contador. Mientras tanto, Alex aprovechaba la situación para satisfacer sus deseos fetichistas bajo la apariencia de una consulta profesional.

Cris, entre risas nerviosas, intentó mantener la compostura mientras los dedos de Alex continuaban explorando las plantas de sus pies. La situación, que comenzó como una consulta de impuestos, se había vuelto cada vez más inusual y desconcertante.

— Esto es… diferente. ¿Realmente es necesario para la declaración de impuestos? —preguntó Cris, tratando de entender la lógica detrás de la peculiar técnica de Alex.

— Absolutamente. Es una técnica poco convencional, pero altamente efectiva para despejar la mente y facilitar la concentración en los detalles fiscales. Confía en mí, Cris —respondió Alex con seguridad, aunque sus intenciones reales permanecían ocultas.

Cris, aún amarrada y sintiendo las cosquillas en sus pies, se debatía entre la confusión y la curiosidad. Mientras tanto, Alex continuaba con su estrategia fetichista, aprovechando la situación para su propio placer sin revelar su verdadera motivación. La historia se desenvolvía en una mezcla intrigante de lo profesional y lo personal.

Alex, manteniendo su enfoque en la técnica inusual, comenzó a aplicar presión en las rodillas, pantorrillas y muslos de Cris. Cada apretón provocaba risas y cosquillas, mientras ella no podía evitar moverse incontrolablemente.

— Cris, es fundamental abordar todas las áreas para garantizar una declaración de impuestos sin tensiones. La parte inferior de las piernas y los muslos también juegan un papel crucial en este proceso —explicaba Alex, sintiendo cómo las risas de Cris se intensificaban con cada nueva presión.

Cris, a pesar de sus dudas iniciales, se encontraba ahora sumergida en una experiencia que iba más allá de lo convencional. La extraña pero efectiva técnica de Alex desataba risas y cosquillas, llevando la sesión a un terreno inexplorado. La línea entre lo profesional y lo personal se desdibujaba en aquel peculiar encuentro, donde los impuestos se mezclaban con la risa cosquillosa.

Alex, con maestría y sugestión, llevó sus manos hacia la cintura de Cris, donde las cosquillas se intensificaban. Cris, entre risas y carcajadas, intentaba contener la situación.

— ¡Oh, parece que aquí también hay algunas deducciones risueñas! —bromeó Alex, desatando aún más las risas de Cris.

— ¡No puedo creer que esto esté sucediendo! ¿Es en serio necesario para mis impuestos? —exclamó Cris entre risas, sintiendo la mezcla de cosquillas y diversión.

Alex, con tono juguetón, respondió:

— La risa es el mejor método para despejar tensiones fiscales. Además, ¿quién dijo que los impuestos no podían ser divertidos?

La habitación resonaba con las risas de Cris y las tácticas únicas de Alex para mezclar lo profesional con lo inusual. La sesión continuaba, y Cris se encontraba en un escenario donde las cosquillas se convertían en la peculiar herramienta para aliviar tensiones fiscales.

Alex, aprovechando la risueña atmósfera, ascendió sus cosquillas hacia las costillas de Cris. Sus manos hábiles exploraban la zona, provocando risas intensas por parte de Cris.

— Parece que tus declaraciones no son las únicas que están recibiendo auditorías hoy. ¡Tus costillas también están siendo inspeccionadas a fondo! —bromeó Alex, desencadenando más risas en la habitación.

Cris, entre risas y dificultades para hablar, respondió:

— ¡Nunca pensé que una auditoría fiscal sería tan… cómica!

La extraña dualidad entre lo profesional y lo personal se mantenía, mientras las cosquillas se convertían en una peculiar estrategia para enfrentar los impuestos. La risa, en lugar de las preocupaciones tributarias, se apoderaba del momento.

Siguiendo la estrategia de Alex, las cosquillas ascendieron hacia las axilas y el cuello de Cris. Las risas se intensificaron, y Cris no pudo evitar suplicar entre carcajadas:

— ¡Oh, por favor, no puedo más! ¡Esto es demasiado!

Alex, entre risas cómplices, continuó con sus cosquillas estratégicas, jugando con la dualidad de la situación.

— Creo que he descubierto un nuevo método de alivio tributario. ¡La risa debería ser deducible de impuestos!

Cris, entre risas y suplicas, respondió:

— ¡Haces que pagar impuestos sea un poco más divertido, eso seguro!

La extraña conexión entre el mundo tributario y las cosquillas creaba un ambiente surrealista, donde la risa se mezclaba con las obligaciones fiscales.

Alex, decidido a explorar cada rincón cosquilloso, continuó su ataque en las axilas de Cris. Las carcajadas resonaban en la habitación mientras ella se retorcía entre risas y suplicas.

— ¡Ah, por favor! ¡Esto es demasiado! —exclamó Cris entre risas, intentando alejarse de las cosquillas.

Alex, disfrutando de la situación, le respondió con humor:

— Solo estoy cumpliendo con mi deber tributario de hacer tu declaración más llevadera. ¿A quién le gustaría una oficina de impuestos así?

Cris, entre risas, bromeó:

— Creo que todos pagaríamos nuestros impuestos con una sonrisa si fuera así.

La habitación se llenaba de risas y complicidad mientras las cosquillas continuaban su curso en las axilas de Cris.

Alex, con una mirada traviesa, se separó de las axilas de Cris y se inclinó hacia sus pies. Tomó un momento para observarlos, planeando su próximo movimiento. Luego, con determinación, comenzó a explorar las plantas con sus dedos ágiles.

— Ah, ¿crees que ya terminamos? —dijo Alex, sonriendo—. Ahora, Cris, prepárate para una experiencia más intensa.

Cris, entre risas y anticipación, exclamó:

— ¡No, por favor! ¡Pensé que ya había pasado lo peor!

Alex continuó con sus cosquillas, aumentando la intensidad y la velocidad. Las risas de Cris se convirtieron en carcajadas, y sus intentos de zafarse resultaban en vano.

— ¡Ahí está la risa contagiosa! —comentó Alex, disfrutando del efecto de sus cosquillas.

Cris, entre risas y suplicas, se sumergió en una nueva oleada de cosquillas, sin imaginar cuánto más le depararía esta peculiar sesión de impuestos.

Alex, concentrado en su «tarea», continuó con las cosquillas intensas en las plantas de los pies de Cris. Sus dedos se movían hábilmente, explorando cada rincón de las hipersensibles plantas.

— ¡Nunca he tenido una clienta tan cosquillosa como tú, Cris! —exclamó Alex, disfrutando de la mezcla de risas y súplicas que emanaban de ella.

Cris, entre carcajadas, intentaba hablar:

— ¡Por favor, esto es demasiado! ¡No puedo más!

Pero Alex seguía imperturbable, decidido a llevar la experiencia al límite. Las cosquillas se intensificaban, y Cris, con los pies en movimiento frenético, no podía contener la risa.

— ¿Te parece intenso? Apenas estamos comenzando, Cris. —La risa burlona de Alex resonaba en la habitación, mientras continuaba su inusual método para tratar los impuestos de Cris.

El ataque de cosquillas continuaba sin piedad en las hipercosquillosas plantas de Cris. Alex, disfrutando de su peculiar método, no daba tregua y sus dedos danzaban con destreza sobre las plantas de los pies de Cris.

— ¡Oh, Cris, tus risas son música para mis oídos! —exclamó Alex, sin mostrar signos de detenerse.

Cris, entre carcajadas y suplicas, intentaba articular palabras:

— ¡Por favor, Alex, ya es suficiente! ¡No aguanto más!

Pero Alex, lejos de ceder, redobló la intensidad de las cosquillas. Las risas de Cris resonaban en la habitación, su cuerpo se retorcía tratando de escapar de las cosquillas implacables.

— ¿Quieres que pare? ¿O prefieres que continúe? —preguntó Alex, disfrutando del tormento risueño que provocaba en Cris.

Las cosquillas persistían en las plantas de Cris, llevando la tortura a nuevos niveles. Cada movimiento de los dedos de Alex generaba carcajadas y suplicas cada vez más intensas por parte de Cris.

— ¡Detente, por favor! ¡Ya no puedo más! —exclamó Cris entre risas entrecortadas.

Alex, con malicia, respondió:

— Parece que tus pies tienen mucho más aguante del que pensabas, Cris. Vamos a explorar un poco más, ¿qué dices?

Ignorando las súplicas de Cris, Alex continuó con las cosquillas implacables. Las risas de Cris llenaban la habitación, mezclándose con las súplicas desesperadas mientras intentaba resistir la intensidad de las cosquillas.

Cris, en un intento desesperado por defenderse de las cosquillas, apretaba los pies, arrugando las plantas, y a la vez, los estiraba, tratando de disminuir la sensación intensa de cosquillas. Sus pies se movían frenéticamente, pero Alex, sin mostrar compasión, persistía en su ataque.

— ¡Por favor, detente! ¡No puedo más! —suplicó Cris, entre carcajadas y respiraciones agitadas.

Alex, con tono juguetón, respondió:

— Aún no hemos terminado, Cris. Tus piececitos son todo un desafío, pero me divierte verte tan… reactiva.

La habitación resonaba con las risas y súplicas de Cris, mientras el fetichista continuaba explorando cada rincón de sus pies con sus cosquillas implacables.

Alex, excitado por la reacción de los pies hipercosquillosos de Cris, intensificó sus ataques. Sin dar tregua, exploró con sus dedos y uñas cada recoveco sensible de las plantas de Cris, provocando risas descontroladas y súplicas más intensas.

— ¡Oh, Cris, tus pies son realmente deliciosos! ¿No te gusta este juego? —dijo Alex, disfrutando de la tortura cosquillosa que estaba infligiendo.

Cris, entre carcajadas, balbuceó:

— ¡Por favor, para! ¡Mis pies no pueden más!

Pero Alex, lejos de ceder, continuó con su ataque implacable, explorando con maestría cada centímetro de las hipercosquillosas plantas de Cris. La habitación estaba impregnada de risas, súplicas y la excitación palpable del fetichista.

Cris, sumida en un trance, se encontraba totalmente entregada al intenso cosquilleo que invadía las hipercosquillosas plantas de sus pies. Sus carcajadas resonaban en la habitación, y su cuerpo se retorcía involuntariamente en un intento desesperado por liberarse de las sensaciones tan intensas que experimentaba.

Alex, observando la reacción de Cris, continuaba con su juego de cosquillas sin piedad. Las plumas suaves y las hábiles manos del fetichista exploraban cada rincón de las plantas de Cris, generando una tormenta de risas y súplicas que llenaba el espacio.

— ¿Cómo te sientes, Cris? ¿Nunca imaginaste que unas simples cosquillas podrían ser tan cautivadoras? —preguntó Alex, disfrutando del éxtasis cosquilloso que provocaba en su víctima.

Cris, entre risas entrecortadas, apenas logró articular:

— ¡Es demasiado! ¡No puedo más! ¡Para, por favor!

Pero Alex, lejos de detenerse, redobló sus esfuerzos, decidido a llevar a Cris a un estado de éxtasis aún mayor.

El intenso cosquilleo sin piedad persistía, y Cris se encontraba en un estado de vulnerabilidad extrema. Las cosquillas exploraban cada centímetro de las plantas de sus pies, llevándola al borde de la locura. Su risa se mezclaba con súplicas, y sus movimientos desesperados eran en vano ante la maestría del fetichista.

Alex, saboreando la victoria de tener a Cris bajo su control, intensificó aún más las cosquillas. Sus dedos se movían con precisión, desencadenando una tormenta de sensaciones en las hipercosquillosas plantas de Cris. La risa de ella resonaba en la habitación, y su cuerpo se contorsionaba en una danza caótica de placer y desesperación.

— ¿Quién diría que unas cosquillas podrían tener este efecto en ti, Cris? —comentó Alex, disfrutando del poder que ejercía sobre su cautiva.

Cris, entre carcajadas y jadeos, apenas podía responder. La intensidad de las cosquillas la sumía en un estado de éxtasis indescriptible, y la conexión entre el placer y la tortura se volvía cada vez más difusa. El fetichista continuaba su ataque sin piedad, decidido a llevar a Cris a límites que nunca hubiera imaginado.

Entre risas y lágrimas, Cris suplicaba entre carcajadas:

— ¡Por favor! ¡Piedad! ¡No puedo más! ¡Detente, por favor!

Pero Alex, inmutable ante las súplicas de Cris, continuaba su ataque sin piedad. Sus dedos expertos exploraban cada rincón de las plantas de sus pies, provocando respuestas descontroladas de la mujer. El fetichista se regocijaba en el poder que tenía sobre ella, llevándola al límite de su resistencia.

— ¿Pensaste que sería fácil, Cris? —bromeó Alex mientras intensificaba aún más las cosquillas.

Cris, en un estado de rendición, apenas podía articular palabras coherentes entre las carcajadas y suspiros. La habitación resonaba con el sonido de la risa desenfrenada de Cris, quien experimentaba una montaña rusa de sensaciones entre el placer y el tormento.

Con una sonrisa perversa, Alex continuó su tortura:

— Me encanta descubrir todos esos rincones sensibles de tus pies, Cris. Son realmente hipercosquillosos. Nunca he tenido una clienta tan deliciosa como tú.

Cris, entre risas y suplicas, intentó responder:

— ¡Esto es ridículo! ¿No puedes parar? ¡Te lo suplico!

Pero las palabras de Cris solo parecían alimentar la sed de cosquillas de Alex, quien disfrutaba cada segundo de la situación.

Las risas y suplicas de Cris llenaban la habitación, pero en medio de la tortura, logró articular entre carcajadas:

— ¡Detente! ¡Por favor! Necesito hacer pis, no aguanto más.

Alex, con malicia, respondió:

— Ah, Cris, ¿de verdad necesitas hacer pis, o es solo otra táctica para que detenga las cosquillas?

Cris, entre lágrimas de risa y desesperación, balbuceó:

— ¡No, en serio! ¡Necesito ir al baño! ¡Detén esto!

La lucha entre la desesperación y el placer cosquilloso continuaba en la habitación.

A pesar de las súplicas de Cris, Alex persistió en su cometido. Las cosquillas intensas en las hipercosquillosas plantas de los pies de Cris no cesaban, y ella se retorcía en la cama tratando de escapar de las implacables manos del contador fetichista.

— ¡Ya no puedo más! —exclamaba Cris entre carcajadas y lágrimas. — ¡Por favor, detén esto!

Alex, disfrutando del éxtasis de su fetichismo, continuaba con sus dedos expertos explorando cada rincón sensible de los pies de Cris. La tensión en la habitación era palpable, y Cris se debatía entre el placer y la agonía de las cosquillas.

— Cris, tus pies son una maravilla. —murmuró Alex con una mezcla de deleite y excitación. — Nunca he tenido una clienta tan cosquillosa como tú.

Cris, incapaz de contener la risa y la incomodidad, rogaba por piedad mientras la locura de las cosquillas persistía sin clemencia.

— ¡Por favor, detén esto! Necesito hacer pis urgente —suplicaba Cris entre carcajadas y lágrimas, mientras los dedos de Alex continuaban su ataque implacable en las plantas de sus pies.

Alex, disfrutando de la desesperación de Cris, no mostraba signos de ceder. Las cosquillas intensas persistían, y Cris sentía que no podía aguantar más. La lucha entre el placer y la urgencia de sus necesidades fisiológicas se intensificaba.

— ¡No puedo más! ¡Por favor, para! —insistía Cris, moviendo sus pies y retorciéndose en la mesa.

La habitación resonaba con las risas y suplicas de Cris, pero Alex parecía estar completamente absorto en su fetichismo, sin intenciones de detenerse. La locura de las cosquillas continuaba su curso, llevando a Cris al borde de la desesperación.

La situación alcanzaba niveles insospechados mientras Cris se retorcía en la cama, suplicando entre risas y lágrimas.

— ¡Te lo ruego, para! ¡Necesito ir al baño! —gritaba Cris, su voz entre mezclada con carcajadas descontroladas.

Alex, inmerso en su propio éxtasis fetichista, ignoraba las súplicas de Cris y continuaba con su despiadado ataque de cosquillas en las plantas de sus pies. La risa de Cris se volvía más frenética, y su cuerpo se agitaba en un intento desesperado de escapar de las cosquillas.

— ¡Eres la clienta más cosquillosa que he tenido! ¡Es irresistible! —decía Alex con tono juguetón, mientras sus dedos expertos no daban tregua.

La lucha entre el placer y la urgencia fisiológica llevaba a Cris a un estado de desesperación sin precedentes. La habitación resonaba con las carcajadas, gritos y suplicas de la mujer atrapada en esta situación extrema.

Alex, sin mostrar señales de detenerse, intensificó aún más su ataque de cosquillas en las plantas de los pies de Cris. Sus dedos hábiles se movían con precisión, explorando cada centímetro de las hipercosquillosas plantas, desencadenando carcajadas incontrolables y suplicas desesperadas.

— ¡Por favor, para! ¡No puedo más! ¡Me estoy meando! —gritaba Cris entre risas y lágrimas, sus palabras apenas audibles entre el frenesí de sensaciones.

Alex, aunque escuchaba las súplicas, estaba sumido en su propio placer fetichista. La habitación se llenaba con el sonido de las cosquillas, las risas y la angustia de Cris, creando un escenario surrealista de éxtasis y tormento.

La situación llevaba a Cris al límite, su resistencia disminuía ante la intensidad de las cosquillas. La lucha entre el placer y la urgencia fisiológica alcanzaba su punto máximo en medio de la habitación llena de risas y suplicas.

Alex, imperturbable ante las súplicas de Cris, continuaba la intensa tortura de cosquillas en las plantas de sus pies. Las risas de Cris se mezclaban con sus gritos de desesperación mientras los dedos de Alex exploraban cada rincón de las hipercosquillosas plantas.

— ¡Por favor, detente! ¡Me estoy meando! ¡No puedo soportarlo más! —rogaba Cris, entre carcajadas y lágrimas.

Sin embargo, Alex, disfrutando del éxtasis fetichista que le proporcionaba la situación, hacía caso omiso a las súplicas. Las cosquillas continuaban, llevando a Cris al borde de la locura. La lucha entre el placer y la urgencia fisiológica alcanzaba su punto máximo.

La habitación resonaba con la risa descontrolada de Cris y el sonido de las cosquillas, creando un escenario único de placer y tormento. La intensidad de la situación parecía no tener fin, sumergiendo a Cris en una experiencia fuera de lo común, donde la línea entre el placer y la desesperación se volvía cada vez más borrosa.

Alex, con habilidad, había encontrado un punto hiper cosquilloso en la planta de Cris, justo en el arco antes de llegar al talón. La reacción fue instantánea: las carcajadas de Cris se intensificaron, y entre risas, gritó:

— ¡Ahí no, por favor! ¡Me vuelves loca! ¡Para, por el amor de Dios!

Pero Alex, lejos de ceder, intensificó las cosquillas en ese punto específico. La risa descontrolada de Cris llenaba la habitación, creando una sinfonía peculiar de placer y desesperación. La lucha entre el goce fetichista y la urgencia fisiológica alcanzaba niveles insospechados, llevando a Cris a un estado de éxtasis y desespero que nunca antes había experimentado.

La tortura de cosquillas en el punto hipercosquilloso de Cris alcanzó nuevas cotas de desesperación. Entre risas descontroladas y suplicas urgentes, Cris gritaba:

— ¡Necesito hacer pis! ¡Por favor, para! ¡No puedo más!

La intensidad de las cosquillas, combinada con la urgencia fisiológica de Cris, creaba un caos de sensaciones. La risa, los gritos y las súplicas se entrelazaban en una danza caótica, llevando a Cris al límite de la resistencia, mientras Alex continuaba disfrutando del éxtasis fetichista que él mismo había desencadenado.

La implacable tortura de cosquillas en el punto hipercosquilloso de Cris persistía sin tregua. Alex, inmune a las súplicas desesperadas de Cris, continuaba con su juego, disfrutando de la vulnerabilidad y la risa incontrolable de su víctima.

— ¡Por favor, detente! ¡No aguanto más! —gritaba Cris entre carcajadas y lágrimas, su cuerpo retorciéndose en un intento inútil de escapar de las cosquillas.

Alex, con una sonrisa maliciosa, mantenía su enfoque en ese punto específico, explorando cada rincón hipersensible de las plantas de Cris. La intensidad de las cosquillas parecía no tener límites, sumergiendo a Cris en un estado de éxtasis tortuoso.

Cris, entre risas y suplicas desesperadas, insistía en la necesidad urgente de hacer pis. Sus súplicas resonaban en la habitación mientras Alex, sin mostrar signos de clemencia, seguía con la intensa tortura de cosquillas en el punto hipercosquilloso de las plantas de Cris.

— ¡Necesito ir al baño! ¡Por favor, déjame! —gritaba Cris, con los ojos llenos de lágrimas, mientras el desespero se apoderaba de ella.

Alex, sin embargo, parecía disfrutar aún más de la situación, deleitándose con el control que tenía sobre Cris y su incapacidad para resistir las cosquillas extremas. La habitación resonaba con las risas, suplicas y la tensión creciente en medio de la tortura implacable.

A pesar del tiempo transcurrido, Alex parecía inmune a las súplicas y desespero de Cris. Con frialdad, miró el reloj y observó que habían pasado dos horas desde que comenzó la intensa tortura de cosquillas en las hipercosquillosas plantas de Cris. Sin mostrar indicios de detenerse, Alex seguía con su estrategia para llevarla al límite.

Cris, entre risas incontrolables y lágrimas de desesperación, continuaba rogando por piedad y la posibilidad de ir al baño. La situación se volvía más extenuante con cada minuto que pasaba, y la mente de Cris estaba sumida en una confusión entre el placer y el tormento.

Los gritos desesperados de Cris resonaban en la habitación, su cuerpo se retorcía mientras intentaba aguantar el pis en medio de las carcajadas. Las súplicas continuaban, mezcladas con risas y lágrimas, pero Alex no mostraba ninguna intención de detener la intensa tortura de cosquillas.

—¡Por favor, necesito ir al baño! ¡Ya no aguanto más! —exclamó Cris entre risas y lágrimas, mientras sus esfuerzos por contenerse se volvían cada vez más difíciles.

Alex, imperturbable, continuaba su juego, explorando cada rincón hipercosquilloso de las plantas de Cris. La sensación de tener el control absoluto sobre la situación alimentaba su deseo de prolongar la experiencia, sin importar las súplicas desesperadas de Cris.

Cris, en medio del desespero y la intensa tortura de cosquillas, gritaba entre risas:

—¡Me hago pis! ¡Jajajaja! ¡Por favor, detente! Necesito ir al baño ya.

Pero sus súplicas eran ignoradas por Alex, quien continuaba con su juego implacable sobre las hipercosquillosas plantas de Cris. La situación llegaba a un punto crítico, donde las carcajadas, los gritos y la necesidad urgente de ir al baño se entrelazaban en un caos de sensaciones para la atormentada Cris.

Alex, insensible a las súplicas de Cris, respondía con voz burlona:

—Tendrás que hacerte pis encima, Cris, porque no pienso detenerme. ¿No te dije que esta sería una experiencia única? Jajajaja.

Cris, entre risas y lágrimas, continuaba retorciéndose y suplicando en medio de la incontrolable necesidad de ir al baño. La tortura de cosquillas alcanzaba su punto álgido, sumiendo a Cris en una situación límite.

La vejiga de Cris, sometida a la tortura de cosquillas y al desesperado intento de contenerse, estaba al límite. Las carcajadas, gritos y súplicas se entrelazaban con la urgencia de su necesidad fisiológica. La lucha entre el deseo de liberarse y la incesante tortura de cosquillas mantenían a Cris al borde de una situación límite.

Alex, disfrutando de la tortura psicológica, se acercó a Cris con una sonrisa maliciosa.

— ¿Te das cuenta, Cris? Puedo mantener esta situación todo el tiempo que quiera. Podrías estar aquí, atada y sin escape, hasta que tu vejiga ya no aguante más y… bueno, imagino que entiendes a qué me refiero.

Las palabras de Alex resonaron en la mente de Cris, aumentando su desesperación. La combinación de las cosquillas implacables y las amenazas psicológicas hacían que cada segundo fuera más insoportable.

La risa descontrolada de Cris se mezclaba con sus súplicas desesperadas. Cada carcajada era seguida por un gemido de angustia, mientras sus esfuerzos por contener el pis se volvían más difíciles con el tiempo. El tormento continuaba, y Cris estaba atrapada en una espiral de desesperación, risas y súplicas.

Alex, imperturbable ante las súplicas de Cris, seguía aplicando cosquillas en ese punto hiper cosquilloso que había descubierto, llevándola al límite de su resistencia. La habitación resonaba con la risa histérica y los gritos de Cris, creando una atmósfera cargada de tortura y desesperación.

Alex, con astucia y crueldad, cambió su enfoque y se concentró en hacer cosquillas intensas en la cintura de Cris. Sabía que este punto estaba cerca de su vejiga y que podría aumentar aún más la presión. Las cosquillas en esa área provocaron una reacción inmediata de cris, quien, incapaz de contenerse, estalló en una risa descontrolada.

— ¡No, por favor! ¡Detente! —suplicaba Cris entre risas y lágrimas, sintiendo cómo la tortura en su cintura exacerbaba la urgencia de su vejiga.

Alex, sin mostrar compasión, continuó con las implacables cosquillas, empujando a Cris hacia el límite de su resistencia. La risa se mezclaba con sus súplicas desesperadas, y la vejiga de Cris estaba a punto de ceder. La sala resonaba con el sonido de su desesperación, y Alex, satisfecho con su cruel victoria, persistía en su juego macabro.

El intensivo ataque de cosquillas en la cintura de Cris aceleró el inevitable desenlace. En medio de risas entrecortadas y lágrimas, Cris no pudo contenerse más y exclamó desesperadamente:

— ¡Me estoy haciendo pis encima! ¡Por favor, detente!

La vejiga de Cris finalmente sucumbió ante la intensidad de la tortura, y una sensación de alivio y humillación la invadió. Aunque la situación era extremadamente incómoda y vergonzosa, Alex, complacido con su triunfo, se mantuvo impasible.

— ¿Ves? Todo se soluciona cuando cooperas. Ahora, la próxima vez, recuerda no olvidar tus impuestos. Puede ser una experiencia mucho más agradable para ambos —comentó Alex con frialdad, como si lo sucedido fuera parte de un servicio común.

Cris, agotada y avergonzada, permaneció allí, amarrada y empapada, mientras Alex se retiraba, dejándola con una experiencia que nunca olvidaría.

Antes de liberarla, Alex decidió llevar la tortura un paso más allá. Se acercó nuevamente a los pies de Cris y, sin piedad, atacó con furia el punto hipercosquilloso que había descubierto. A pesar de las suplicas y risas de Cris, Alex no mostraba señales de clemencia.

— ¡Ya me hice pis, detente! ¡No aguanto más cosquillas! —exclamaba Cris entre carcajadas incontrolables.

La risa de Cris se mezclaba con la sensación incómoda de tener la vejiga vacía y las cosquillas intensas en sus pies. Alex, satisfecho con su victoria, finalmente decidió liberarla, dejándola exhausta y empapada, pero con la lección aprendida. La extraña sesión de declaración de impuestos con el contador fetichista llegaba a su fin, dejando a Cris con una experiencia que jamás podría borrar de su memoria.

Alex, después de liberar a Cris, le sonríe de manera satisfecha.

— Por haberte dejado hacer cosquillas, no te cobraré por la declaración de impuestos —anuncia, mostrando cierta benevolencia.

Cris, aún recuperándose de la intensa experiencia, lo mira con sorpresa.

— ¿Dejarme hacer cosquillas? Esto fue una tortura sin piedad alguna. Jamás había experimentado algo así en una declaración de impuestos —responde Cris, entre risas y agotamiento.

La extraña sesión llegaba a su fin, pero las repercusiones de aquella inusual experiencia se quedarían con Cris mucho tiempo después de que Alex abandonara la escena. La línea entre lo profesional y lo personal se había desdibujado por completo, y Cris se preguntaba qué otros secretos ocultaba su contador fetichista.

Fin?
Original de Tickling Stories

 

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