mayo 2, 2024

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La Psicóloga: Entre Risas y Misterios – Parte 2

Tiempo de lectura aprox: 4 minutos, 45 segundos

Capítulo 2: Entre Risas y Temores

Las semanas pasaron desde la extraña visita del hombre misterioso. Nury continuó con sus consultas, sumergida en los secretos más profundos de quienes buscaban su ayuda. Sin embargo, una sombra de intriga persistía en su mente.

Una tarde, mientras revisaba sus notas, recibió una nueva solicitud de consulta. El remitente era un nombre desconocido, pero el mensaje era claro: «Tengo un fetiche peculiar que solo tú puedes comprender». Intrigada, Nury aceptó la cita.

Al llegar el día señalado, la puerta del consultorio se abrió para revelar a un hombre con aspecto común. Sin embargo, su mirada sugería algo más. Nury, vestida con tacones, medias veladas negras y una falda elegante, lo recibió con profesionalismo.

—»Bienvenido. Soy Nury, psicóloga.» —saludó, invitándolo a tomar asiento.

El hombre misterioso, con la caja en mano, deslizó la tapa revelando la pluma rígida y el cepillo de peinar con cerdas redondas. Nury, con una mirada curiosa y un leve nerviosismo, se preguntaba qué dirección tomaría esa sesión tan intrigante.

—»¿Has explorado alguna vez tus propias debilidades, Nury?» —preguntó el hombre mientras jugueteaba con la pluma.

—»Como psicóloga, he aprendido a entender mis propias complejidades, pero siempre hay nuevos territorios por descubrir.» —respondió Nury, tratando de mantener su semblante profesional.

El hombre, con una sonrisa pícara, se acercó a Nury. —»La mente es un vasto universo. A veces, descubrimos placer en las experiencias más inesperadas.»

Mientras decía esto, comenzó a acariciar las manos de Nury con la pluma rígida. La sensación cosquilleante se extendió por sus palmas, haciendo que Nury soltara una risita involuntaria.

—»La risa puede ser una liberación, Nury. ¿No crees que sería beneficioso explorar esos rincones inexplorados de tu mente?» —sugirió el hombre, cambiando al cepillo de peinar.

—»La terapia es un proceso delicado. No estoy segura de cómo estas herramientas pueden contribuir a mi propia exploración.» —Nury trató de expresar sus reservas.

El hombre, sin embargo, continuó con la danza de las cosquillas, deslizando el cepillo por las manos y brazos de Nury. La cosquilla se volvía más intensa, y Nury, a pesar de su formación psicológica, no pudo evitar soltar risas más frecuentes.

El misterioso hombre, con una mirada traviesa, sugirió: —»Quizás necesitamos ir más profundo.»

Antes de que Nury pudiera comprender sus intenciones, el hombre le quitó suavemente los zapatos y acarició las plantas de los pies de Nury con el cepillo. Una sensación intensa la hizo soltar una carcajada sorprendida.

—»¡Ah, por favor, no en las plantas de los pies!» —Nury intentó retirarlos entre risas y suplicas—. «Soy extremadamente cosquillosa en esa parte.»

El hombre, sin embargo, continuó su exploración, desafiando los límites de la terapia convencional. La danza de las cosquillas continuó, y Nury, entre risas, carcajadas y suplicas, comenzó a cuestionar los límites de su propia resistencia. ¿Hasta dónde llegaría en este intrigante viaje psicológico?

El hombre, con destreza, continuó su inusual terapia. El cepillo de peinar exploró cada rincón sensible de las manos, brazos y, especialmente, las plantas de los pies de Nury. Las risas y carcajadas llenaban la habitación, creando una atmósfera de liberación y tensión al mismo tiempo.

—»Creo que estamos alcanzando algo profundo, Nury. ¿No sientes que cada risa es un paso más cerca de tu propia verdad?» —comentó el hombre mientras observaba las reacciones de su paciente.

Nury, entre risas y suplicas, intentó articular una respuesta. —»Es inusual, pero… hay algo en esto que despierta algo nuevo en mi mente.»

—»La mente es como un vasto océano, y las cosquillas son olas que despiertan sus profundidades. Permíteme explorar más allá de la superficie.» —dijo el hombre, cambiando nuevamente a la pluma rígida.

Nury, con cierta aprehensión pero también con curiosidad, asintió. La pluma trazó caminos desconocidos en sus brazos y piernas, desencadenando risas más intensas. En medio de la peculiar terapia, comenzaron a surgir diálogos más personales.

—»Nury, ¿alguna vez te han explorado de esta manera?» —preguntó el hombre con una mirada profunda.

—»Es la primera vez. Como psicóloga, suelo estar en el lado que guía, no en el que es guiado.» —respondió Nury entre risas.

—»A veces, aquellos que guían también necesitan ser guiados. ¿No crees que es hora de liberar las restricciones de tu propio control?» —propuso el hombre mientras continuaba su exploración.

El misterioso paciente, con una mirada juguetona, cambió el tono de la sesión. Sin previo aviso, agarró las piernas de Nury y comenzó a hacerle cosquillas en las plantas de los pies con una intensidad que desencadenó risas incontrolables.

—»¡Espera, por favor!» —Nury, entre risas y suplicas, intentaba soltarse de la llave en la que se encontraba, pero el paciente mantenía un firme control.

—»Nury, ¿no crees que es hora de dejarte llevar? Permíteme explorar esos rincones ocultos de tu mente mientras tus pies exploran nuevos niveles de cosquilleo.» —el paciente respondió con una mezcla de diversión y determinación.

Las carcajadas resonaban en la habitación mientras el paciente persistía en su ataque cosquilloso. Nury, aunque inicialmente intentaba resistirse, comenzó a sumergirse en la peculiar experiencia. Entre risas y súplicas, se debatía entre la resistencia y la entrega.

—»¡No puedo más! ¡Por favor, detente!» —Nury, entre lágrimas de risa, intentaba comunicarse entre las carcajadas.

El paciente, sin embargo, parecía disfrutar cada vez más de la sesión. La pluma y el cepillo seguían su danza, explorando las reacciones de Nury mientras continuaban las cosquillas en las plantas de los pies.

—»Nury, las cosquillas son puertas a dimensiones desconocidas. Deja que esta experiencia te guíe hacia nuevos territorios de tu propia mente.» —el paciente, entre risas, continuaba su peculiar terapia.

El paciente, con una mirada llena de complicidad, decidió dejar las herramientas a un lado. Con sus dedos expertos, comenzó a hacerle cosquillas en las plantas de los pies de Nury, que aún estaban envueltas en medias veladas negras. Las carcajadas de Nury llenaban la habitación, mezclándose con las risas juguetonas del paciente.

—»¿Te parece divertido?» —Nury, entre risas, intentó hacerle frente al paciente, pero sus cosquillas la mantenían en un estado de vulnerabilidad.

—»La mente es un laberinto fascinante, Nury. Las cosquillas son solo una forma de explorar sus recovecos más profundos.» —el paciente, con una sonrisa enigmática, continuaba su juego cosquilloso.

Nury, entre risas incontrolables, intentaba mover sus pies, pero las cosquillas intensas la mantenían atrapada en un torbellino de sensaciones. Las suplicas se mezclaban con risas, creando una sinfonía peculiar en el consultorio.

—»¡Ah, por favor! ¡Basta!» —Nury, entre carcajadas, suplicaba al paciente que detuviera su ataque cosquilloso.

Pero el paciente continuaba, explorando cada rincón de las plantas de los pies de Nury. Las cosquillas, intensas y persistentes, llevaban la sesión a un territorio desconocido. Nury, atrapada entre la resistencia y el deleite, se debatía en la dualidad de la experiencia.

—»Nury, las risas liberan tensiones, ¿no crees?» —el paciente, mientras hacía una pausa en su juego, observaba la reacción de Nury con una curiosidad intrigante.

El paciente, mientras observaba la reacción de Nury entre risas y súplicas, decidió hacer una pausa en su juego cosquilloso. La habitación quedó en un silencio momentáneo, solo interrumpido por las respiraciones entrecortadas de Nury, que intentaba recuperar el aliento después de la intensa sesión de cosquillas.

—»Creo que hemos explorado lo suficiente por hoy, Nury. Pero recuerda, en este consultorio, las puertas están siempre abiertas para descubrimientos más profundos.» —el paciente, con una expresión enigmática, se levantó y se dirigió hacia la puerta.

Nury, entre risas nerviosas, se enderezó en la silla mientras el paciente se despedía con un enigmático «hasta la próxima». La psicóloga, a pesar de la sorpresiva experiencia, se sintió intrigada por el giro inesperado que había tomado la sesión.

A medida que el paciente abandonaba el consultorio, Nury reflexionaba sobre cómo aquella sesión había desafiado sus propios límites. La relación entre el placer y la vulnerabilidad se manifestaba de maneras inesperadas, y la curiosidad profesional de Nury se mezclaba con una excitante incertidumbre.

En los siguientes días, mientras continuaba atendiendo a sus pacientes habituales, Nury no podía dejar de pensar en la peculiar sesión con aquel hombre misterioso. Las cosquillas, que solían ser simplemente una peculiaridad personal, se convirtieron en un elemento intrigante en su práctica profesional.

Con el tiempo, otros pacientes comenzaron a explorar sus propias parafilias y fetiches, algunos de los cuales incluían las cosquillas. Nury, guiada por su experiencia única, se adentraba en el mundo de lo inexplorado, donde la mente y el cuerpo se entrelazaban en una danza fascinante.

Continuará…

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