abril 27, 2024

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La Psicóloga: Entre Risas y Misterios – Parte 6

Tiempo de lectura aprox: 24 minutos, 40 segundos

Capítulo 6: «Sombras del Pasado»

La vida de Nury continuaba en su cotidianidad, entre sesiones de terapia y momentos de relajación con Leo y Bella. Sin embargo, un nuevo misterio estaba a punto de revelarse.

Una mañana, al llegar a su consultorio, Nury notó un sobre en su escritorio. Curiosa, lo abrió y encontró una fotografía antigua. En la imagen, una joven que se parecía sorprendentemente a ella, pero algo en los ojos y la sonrisa sugería una conexión más profunda.

La psicóloga sintió un escalofrío recorriendo su espalda. La nota adjunta simplemente decía: «Las sombras del pasado pueden esconder más de lo que imaginas».

Intrigada y preocupada, Nury comenzó a investigar su propio pasado. Pronto descubrió que la joven en la fotografía era su madre, quien había fallecido cuando ella era solo una niña. ¿Cómo había llegado esa foto a su consultorio y quién estaba detrás de esta inquietante revelación?

A medida que Nury se adentraba en su propio pasado, los misterios se multiplicaban. Su madre, aparentemente, estaba vinculada a un antiguo caso no resuelto en la ciudad. La psicóloga se encontró en una encrucijada entre su vida actual y los oscuros secretos que su madre dejó atrás.

Mientras Nury intenta descifrar el enigma detrás de la misteriosa fotografía, se da cuenta de que su habilidad para explorar las mentes de los demás podría ser clave para desentrañar la verdad oculta en las sombras del pasado.

Y así comienza un nuevo capítulo en la vida de «La Psicóloga», donde el misterio, la intriga y las sorpresas se entrelazan con la terapia y las cosquillas de Leo y Bella. ¿Qué secretos ocultos descubrirá Nury y cómo afectarán a su vida y a sus leales compañeros caninos? Solo el tiempo lo revelará.

Con la fotografía en mano y la intriga latente en su corazón, Nury decidió comenzar su investigación desde la fuente más cercana: su familia. Entrevistó a parientes, revisó viejos álbumes de fotos y desenterró recuerdos sepultados en el pasado. A medida que lo hacía, la figura de su madre adquiría nuevas dimensiones, y cada respuesta encontrada generaba más preguntas.

Descubrió que su madre, a pesar de su prematuro fallecimiento, había sido una mujer fuerte y misteriosa. Había trabajado como investigadora privada, involucrándose en casos que iban más allá de los límites convencionales. En su búsqueda de la verdad, había dejado un rastro de misterios sin resolver, incluido un caso que había obsesionado a la ciudad durante décadas.

Con la ayuda de sus amigos caninos, Leo y Bella, Nury decidió sumergirse en la investigación del caso sin resolver. A medida que revisaba archivos polvorientos y hablaba con personas relacionadas con el antiguo caso, notaba que las sombras del pasado se volvían más densas y enigmáticas.

En uno de los viejos expedientes, encontró menciones a un individuo conocido como «El Sombrío», un apodo que parecía resonar en los recuerdos colectivos de la ciudad. Se decía que El Sombrío estaba vinculado a diversos crímenes sin resolver, pero su identidad seguía siendo un enigma.

Nury, decidida a desentrañar el misterio y entender la conexión entre su madre y El Sombrío, se sumergió en una serie de encuentros oscuros y encuentros inesperados. Las pistas la llevaron a callejones sombríos, antiguas librerías y lugares abandonados que parecían contener secretos enterrados en el tiempo.

Mientras tanto, su conexión con Leo y Bella se fortalecía, ya que los fieles amigos demostraban ser no solo compañeros leales sino también aliados astutos en la búsqueda de la verdad.

La psicóloga se encontraba en una encrucijada, enfrentando no solo las sombras del pasado sino también desafíos que pondrían a prueba su valentía y determinación. La ciudad, impregnada de misterio y secretos, aguardaba nuevas revelaciones que podrían cambiar el curso de la vida de «La Psicóloga».

A medida que Nury profundizaba en la investigación, descubría que las sombras del pasado arrojaban destellos de luz sobre un elemento inesperado: las cosquillas. Extrañas referencias a la risa y la incomodidad surgían en los testimonios de testigos y antiguos archivos. Un patrón curioso se revelaba, vinculando a El Sombrío con la peculiar práctica de provocar cosquillas como parte de su modus operandi.

La conexión entre las cosquillas y el misterioso criminal intrigó a Nury, y decidió explorar este elemento en su investigación. Mientras hablaba con testigos y víctimas, notó que muchos de los crímenes involucraban momentos de risas forzadas y cosquilleo inesperado.

En su búsqueda de respuestas, Nury se encontró con un antiguo informante de su madre, un hombre conocido como «Risas», quien reveló detalles cruciales sobre El Sombrío y su inclinación por la tortura psicológica a través de las cosquillas. Risas, aunque temeroso, compartió historias de encuentros oscuros con El Sombrío, donde la risa se convertía en un arma perturbadora.

—Es como si disfrutara de la vulnerabilidad de la gente, de hacerles cosquillas hasta que no puedan soportarlo más. Pero lo extraño es que no busca la información tradicional, solo la risa y el sufrimiento —explicó Risas, recordando momentos de angustia.

Nury, intrigada y preocupada por la extraña conexión, decidió explorar esta faceta única del criminal. Con la ayuda de Leo y Bella, que demostraron ser sensibles a los cambios emocionales, se embarcó en una serie de encuentros con antiguas víctimas de El Sombrío, buscando patrones y pistas que la acercaran a la identidad de este enigmático delincuente.

En cada testimonio, las cosquillas se destacaban como una herramienta de tortura emocional única, llevando a las víctimas al límite de su resistencia. Nury, determinada a enfrentar el misterio de frente, se adentró en una trama de risas forzadas, cosquilleo malicioso y secretos enterrados en la historia de la ciudad.

La psicóloga se encontraba ahora en un terreno peligroso, enfrentando no solo a un criminal esquivo sino también a una peculiaridad que marcaba sus crímenes. Mientras desentrañaba las sombras del pasado, la conexión entre El Sombrío y las cosquillas se volvía más intensa, revelando un aspecto desconcertante.

Mientras Nury profundizaba en su investigación, descubrió la existencia de «La Castigadora», una mujer fuerte y decidida que había cruzado su camino con El Sombrío en el pasado. La castigadora, cuyo nombre real era Elena, compartió con Nury una historia de dolor y perseverancia.

Elena había sido una aliada valiente en la lucha contra El Sombrío. Recordó cómo, junto a la madre de Nury, habían tratado de capturar al esquivo criminal. Sin embargo, la astucia de El Sombrío resultó ser superior, y en un giro sorprendente, logró capturar a la madre de Nury y llevarla a su escondite.

—No sabía que mi madre estaba involucrada en algo tan peligroso. ¿Cómo conociste a mi madre? —preguntó Nury con curiosidad, mientras miraba fijamente a Elena.

La Castigadora, con mirada reflexiva, respondió: —Tu madre y yo compartimos la misma determinación para atrapar a El Sombrío. Nos conocimos en el camino de la justicia, y juntas intentamos poner fin a sus crímenes. Sin embargo, fuimos emboscadas, y lamentablemente, El Sombrío fue más astuto.

Elena detalló cómo El Sombrío la había superado, llevándose a la madre de Nury a su guarida secreta. El criminal, conocedor de la debilidad de su prisionera, utilizó las cosquillas como un método de tortura psicológica, especialmente en las plantas de los pies.

—Tu madre mostró una resistencia increíble, pero todos tenemos nuestras debilidades. Las cosquillas, al parecer, eran su punto más vulnerable —mencionó Elena con seriedad.

Nury, asombrada y desconcertada, apenas podía procesar la información. —No sabía que mi madre era tan… cosquillosa. ¿Cómo puede eso ser una debilidad?

Elena respondió con un tono serio: —La tortura psicológica puede manifestarse de diversas formas. A veces, lo que más tememos es precisamente lo que nos debilita. El Sombrío entendía eso muy bien.

Nury, determinada a seguir con la búsqueda de respuestas, se dio cuenta de que debía enfrentar no solo al escurridizo El Sombrío sino también a los secretos y debilidades ocultos de su propia madre.

Con la historia de «La Castigadora» revelando detalles inquietantes, Nury se encontró absorta en el oscuro relato de las experiencias de su madre a manos de El Sombrío. La figura de este criminal se volvía más siniestra con cada palabra pronunciada por Elena, la Castigadora.

Elena continuó su relato, detallando cómo El Sombrío llevó a la madre de Nury a su guarida secreta, donde desató una tortura psicológica inimaginable. Con astucia maestra, El Sombrío explotó la debilidad oculta de la prisionera, sus pies sumamente cosquillosos. Las plantas de los pies se convirtieron en el blanco de una tortura que buscaba quebrar no solo el cuerpo, sino también el espíritu de la madre de Nury.

—Tus pies, Nury, son una zona extremadamente vulnerable. No hay escapatoria cuando alguien conoce tu punto débil. El Sombrío entendía cómo usar las cosquillas para desarmar a sus víctimas psicológicamente —explicó Elena, mirando fijamente a Nury, quien se sentía cada vez más intrigada y a la vez horrorizada por la revelación.

Nury, con la mente llena de preguntas y emociones encontradas, se sumergió más profundo en el relato. Elena describió cómo las risas y suplicas llenaban la guarida oscura, mientras El Sombrío jugaba con la vulnerabilidad de la madre de Nury, aplicando cosquillas implacables en las plantas de sus pies.

—Fue una táctica brutal. Los pies de tu madre, se volvieron su instrumento de tortura. Pero ella resistió admirablemente, a pesar de la angustia. A veces, nuestras debilidades son la clave de nuestra fortaleza —comentó Elena, dejando a Nury con una mezcla de conmoción y determinación.

Nury, sintiendo una responsabilidad más profunda y personal en su misión, se propuso enfrentar a El Sombrío no solo por justicia, sino también para liberar a su madre de las sombras de su pasado. La búsqueda de respuestas se volvía más intensa, y Nury sabía que la verdad detrás de las cosquillas abriría una puerta a un abismo de misterios aún más oscuros.

Determinada a descifrar los enigmas que rodeaban la tortura de su madre, Nury buscó más detalles sobre cómo El Sombrío había usado las cosquillas como arma. Elena, la Castigadora, compartió recuerdos impactantes que aún resonaban en su memoria.

—Tu madre no cedió fácilmente ante El Sombrío. Aunque las cosquillas eran su debilidad, mostró una fortaleza increíble. Pero él era astuto, encontró formas de intensificar la tortura, explorando cada rincón sensible de sus pies con precisión —mencionó Elena, reflejando la seriedad de esos momentos oscuros.

Nury, con ojos llenos de determinación, se preparó para enfrentar las revelaciones que vendrían. La Castigadora continuó su relato, describiendo cómo El Sombrío usó plumas, dedos hábiles y hasta objetos improvisados para provocar las cosquillas más intensas en las plantas de los pies de la madre de Nury.

—Era como un juego retorcido. Él conocía los puntos exactos que hacían que tus pies y los de tu madre se retorcieran de risa. A veces usaba plumas, otras veces sus propias manos frías. No había límite para la crueldad que desataba —añadió Elena, con una expresión grave.

Nury, a pesar del horror que sentía, se dio cuenta de que entender las tácticas de El Sombrío era esencial para desarmarlo. Quería enfrentar al criminal no solo con justicia, sino con la astucia necesaria para superar sus maquinaciones retorcidas.

—Nury, enfrentarás a un enemigo despiadado, pero ya no estarás sola. Juntas podemos vencer a El Sombrío y liberar a tu madre de las sombras que la atormentan —declaró Elena, ofreciendo su apoyo a la decidida psicóloga.

Decidida a liberar a su madre de las sombras del pasado, Nury se sumergió aún más en la investigación. Elena, la Castigadora, se convirtió en una aliada fundamental, compartiendo sus conocimientos sobre las tácticas de El Sombrío y proporcionando herramientas cruciales para enfrentar al esquivo criminal.

La psicóloga se adentró en un mundo oscuro y retorcido, explorando los recovecos de la mente de El Sombrío y descubriendo sus maquinaciones. Entre las páginas de sus archivos, Nury encontró pistas que revelaban la obsesión del criminal con las cosquillas y cómo utilizaba esta debilidad aparente como un arma psicológica.

—El Sombrío disfrutaba del sufrimiento psicológico tanto como del físico. Las cosquillas eran su método para desestabilizar a sus víctimas, llevándolas al límite de la cordura —explicó Elena, mientras ambas revisaban detalladamente los documentos.

La madre de Nury, sometida a la tortura cruel de El Sombrío, se convirtió en un símbolo de resistencia. Aunque las cosquillas eran su punto vulnerable, su fuerza interior había dejado una impresión imborrable en la mente de la Castigadora.

—Tu madre enfrentó la tortura con coraje. Cada risa, cada carcajada era una muestra de su determinación. Pero El Sombrío, astuto como era, encontraba maneras de hacer que la tortura fuera aún más intensa, llevándola al borde de la desesperación —agregó Elena, recordando los momentos críticos.

Nury, aunque afectada por la dureza de la verdad, se comprometió a seguir adelante. La conexión entre madre e hija se fortalecía a medida que la psicóloga se sumergía en el doloroso pasado para dar paso a un futuro sin sombras.

—Tenemos que encontrar a El Sombrío antes de que cause más daño. Juntas, podemos desentrañar sus oscuros secretos y poner fin a esta pesadilla —declaró Nury, mirando a Elena con determinación.

La determinación de Nury la llevó a explorar cada rincón de la mente de El Sombrío. Mientras se sumergía en archivos y pistas, descubrió patrones perturbadores que señalaban hacia la obsesión del criminal con las cosquillas. La madre de Nury, víctima de esa cruel fascinación, se convirtió en un símbolo de resistencia.

Elena, la Castigadora, compartió más detalles sobre la tortura que había sufrido la madre de Nury. El Sombrío había llevado la artillería de las cosquillas a un nivel sádico, explorando cada rincón de las plantas de los pies, el punto más vulnerable y cosquilloso. Cada risa, cada súplica resonaba en la memoria de la Castigadora.

—Tu madre enfrentó la tortura con coraje. Cada risa, cada carcajada era una muestra de su determinación. Pero El Sombrío, astuto como era, encontraba maneras de hacer que la tortura fuera aún más intensa, llevándola al borde de la desesperación —agregó Elena, recordando los momentos críticos.

Nury, aunque afectada por la dureza de la verdad, se comprometió a seguir adelante. La conexión entre madre e hija se fortalecía a medida que la psicóloga se sumergía en el doloroso pasado para dar paso a un futuro sin sombras.

—Tenemos que encontrar a El Sombrío antes de que cause más daño. Juntas, podemos desentrañar sus oscuros secretos y poner fin a esta pesadilla —declaró Nury, mirando a Elena con determinación.

En medio de la oscura trama de misterios y risas tortuosas, Nury se preparaba para enfrentar la siguiente etapa de su desafío, decidida a confrontar al escurridizo criminal y liberar a su madre de las garras de las risas que habían marcado su pasado. Con la Castigadora a su lado, ambas mujeres emprendieron la búsqueda de El Sombrío, adentrándose en un juego de sombras donde la verdad se escondía entre carcajadas y secretos.

Mientras Nury y Elena avanzaban en su búsqueda, una pregunta persistente rondaba en la mente de la psicóloga: ¿Por qué la Castigadora hablaba con tanto detalle sobre la tortura que había sufrido la madre de Nury? La precisión con la que Elena describía cada risa, cada súplica y cada táctica sádica del Sombrío suscitaba la curiosidad de Nury.

—Elena, no puedo evitar preguntarme, ¿cómo sabes con tanto detalle lo que sucedió? ¿Estuviste presente durante la tortura? —inquirió Nury, buscando respuestas en los ojos de la Castigadora.

Elena, con una mirada reflexiva, reveló un secreto que hasta ese momento se había mantenido oculto. —Sí, estuve presente. Fui capturada junto a tu madre, y ambos fuimos testigos de la depravación del Sombrío. Aunque logré escapar antes de que mi resistencia se desmoronara, supe lo suficiente como para comprender el tormento al que tu madre fue sometida.

Nury, sorprendida por la revelación, se sumió en un breve silencio. La conexión entre ambas mujeres se volvía más compleja, entrelazada por la experiencia compartida de enfrentar al Sombrío. La determinación de Nury, alimentada por el conocimiento adquirido, se transformó en una chispa que encendió la llama de la venganza.

—Elena, estamos unidas por más que nuestras historias coincidan en este oscuro capítulo. Ahora, más que nunca, necesitamos encontrar a El Sombrío y poner fin a su reinado de risas sádicas —declaró Nury, renovando su compromiso con la causa.

Juntas, Nury y la Castigadora continuaron su travesía en busca de respuestas y venganza. La oscuridad del pasado proyectaba sombras sobre el presente, pero ambas mujeres estaban decididas a desentrañar los misterios que las unían en esta intrincada trama.

La Castigadora, con una mirada decidida, rompió el silencio que se cernía entre ellas. —Nury, he estado recopilando información durante años. Sé dónde se esconde El Sombrío. Tengo la clave para llevarnos directo a su guarida.

Nury, con los ojos brillantes de determinación, la miró con ansias de más detalles. —¿De verdad sabes dónde está? ¿Cómo conseguiste esa información?

Elena, con una sonrisa intrigante, explicó: —Mis contactos son extensos, y he seguido la pista de El Sombrío desde hace tiempo. Sabía que tarde o temprano, la historia nos llevaría de vuelta a él. Prepárate, Nury, porque nos dirigimos hacia lo más profundo de la oscuridad.

Juntas, Nury y La Castigadora se embarcaron en una peligrosa misión hacia la guarida de El Sombrío, un lugar donde las risas sádicas y los misterios convergían en una danza macabra.

Nury, llena de determinación, siguió a La Castigadora hacia la supuesta guarida de El Sombrío. En el camino, sus perros, fieles compañeros en esta oscura travesía, avanzaban con agilidad, alertas ante cualquier amenaza.

Al llegar al lugar indicado, la Castigadora tomó la iniciativa. —Nury, necesito que atemos a tus perros antes de entrar. No sabemos qué nos espera adentro, y necesitamos estar preparadas.

Nury, confiando en la experiencia de su acompañante, asintió. Juntas, amarraron a los perros con cuidado y se adentraron en la guarida, un lugar envuelto en sombras y secretos.

Sin previo aviso, La Castigadora, con movimientos rápidos y precisos, dejó inconsciente a Nury. La oscuridad de la guarida se cerró sobre ellas mientras la psicóloga caía en un profundo sueño, ajena al destino que le aguardaba.

La historia tomaba un giro inesperado, sumiendo a Nury en un misterio más oscuro de lo que jamás hubiera imaginado. ¿Cuáles eran los verdaderos motivos de La Castigadora? ¿Qué secretos ocultaba la guarida de El Sombrío? En la penumbra de lo desconocido, la próxima revelación aguardaba, y la psicóloga se encontraba en el corazón mismo de la intriga y el peligro.

Nury despertó en una realidad desconcertante. Se encontraba atada, vestida solo en ropa interior, con los brazos extendidos y sujetos por correas en el techo. Sus pies estaban aprisionados en los orificios de un cepo, manteniéndola sentada en una silla.

—¿Dónde estoy? ¿Qué está pasando? —se preguntó Nury, mirando a su alrededor con confusión.

Frente a ella, La Castigadora emergió de las sombras, observándola con una expresión imperturbable. —Bienvenida, Nury. Lamento la necesidad de estos métodos, pero necesito respuestas.

Nury, aún aturdida, intentó comprender la situación. —¿Respuestas? ¿A qué te refieres?

La Castigadora, con tono serio, reveló una verdad desconcertante. —Necesito saber si eres digna de confianza. No todos son lo que parecen ser. Tu conexión con El Sombrío es más profunda de lo que crees.

La psicóloga, entre nerviosa y enfadada, exigió más claridad. —¡Explícate! ¿Por qué estoy aquí?

—Tu madre y yo buscábamos la verdad sobre El Sombrío. Pero ahora, estoy segura de que él te eligió a ti por una razón. Quiero saber cuál es esa razón y si puedes ser aliada o enemiga.

Nury, confundida y angustiada, se esforzaba por entender su papel en esta oscura trama. ¿Qué secretos ocultaba su conexión con El Sombrío? ¿Y por qué La Castigadora la sometía a este cuestionamiento intenso?

La Castigadora se acercó a Nury, sosteniendo un álbum de fotografías en sus manos. Las imágenes mostraban a la madre de Nury, sonriendo mientras entrenaban en lo que parecía ser una sesión de autodefensa.

—Antes de ser capturadas por El Sombrío, tu madre y yo hicimos un pacto. Entrenamos juntas, nos enfrentamos a nuestros miedos y debilidades. Una de las pruebas era resistir la tortura de cosquillas en los pies. —La Castigadora explicó, señalando las imágenes donde ambas mujeres compartían risas y complicidad.

Nury, sorprendida por la revelación, intentó procesar la información. —¿Cosquillas en los pies?

—Sí, y lamento decirte que tu madre era excepcionalmente cosquillosa, especialmente en las plantas de los pies. Perdió nuestra apuesta, pero ganamos una conexión más fuerte. —La Castigadora mostró una mezcla de nostalgia y determinación en su rostro.

Nury, aún atada y confundida, preguntó: —Pero, ¿por qué todo esto ahora?

—Porque El Sombrío ha vuelto, y esta vez te ha elegido a ti. Quiero saber si puedes enfrentar las sombras de tu pasado y ser la aliada que necesitamos. —La Castigadora cerró el álbum y miró a Nury con seriedad.

La psicóloga se encontraba en medio de una encrucijada, atrapada entre los misterios de su conexión con El Sombrío y la verdad de su madre. La historia tomaba giros inesperados, y Nury estaba a punto de descubrir que su papel en esta oscura trama era mucho más complejo de lo que había imaginado.

La Castigadora se acercó a Nury, deslizando su dedo por la axila descubierta de la psicóloga. Un cosquilleo nervioso recorrió el cuerpo de Nury, quien intentó contener la risa mientras se movía ligeramente a un lado.

—¿Eres tan cosquillosa como tu madre? —preguntó la Castigadora con una sonrisa traviesa, manteniendo su dedo en posición amenazante.

Nury, entre risas nerviosas, preguntó con una mezcla de nerviosismo y curiosidad: —¿Qué estás haciendo?

La Castigadora, aún con una expresión juguetona, respondió: —Solo estoy comprobando algo que tu madre y yo practicamos mucho. Las cosquillas pueden ser una herramienta poderosa, ¿no crees?

Nury, mientras trataba de evitar reír, se dio cuenta de que su conexión con El Sombrío iba más allá de lo que había imaginado. La Castigadora, con su conocimiento sobre la madre de Nury y la complicidad en ese peculiar entrenamiento, dejaba en evidencia que las sombras del pasado estaban entrelazadas en un juego más complejo de lo que Nury había anticipado.

La Castigadora, convencida de que Nury compartía la misma debilidad que su madre, se preparó para poner a prueba la resistencia de la psicóloga. Con una sonrisa pícara, comenzó a deslizar sus dedos expertos por las axilas de Nury, explorando los puntos más vulnerables.

Nury, entre risas y suplicas, intentaba retener la compostura, pero la cosquilleo en sus axilas resultaba irresistible. La Castigadora, sin mostrar piedad, continuó su tortura cosquillosa, deslizando sus dedos por las costillas y la cintura de Nury.

—Creo que tu madre tenía razón. Eres tan cosquillosa como ella. ¿Cómo te sientes, Nury? —preguntó la Castigadora, disfrutando de la reacción de la psicóloga.

Nury, entre carcajadas, apenas pudo articular palabras: —¡Para, por favor! ¡Jajaja! No sabía que esto… jajaja… sería parte del trato.

La risa se mezclaba con la sorpresa mientras Nury se debatía entre la incomodidad y la complicidad en ese juego inesperado de cosquillas. La Castigadora, con su habilidad para encontrar los puntos más sensibles.

La Castigadora, con una mirada desafiante, se inclinó hacia las plantas de los pies de Nury, notando la evidente preocupación en la expresión de la psicóloga.

—Veamos si las plantas de tus pies son igual de cosquillosas que las de tu madre —dijo la Castigadora con malicia.

Nury, consciente de su punto débil, comenzó a suplicar con desesperación: —¡No, por favor! ¡Mis pies son muy cosquillosos, no puedo soportarlo!

La Castigadora, sin mostrar clemencia, deslizó sus dedos por las plantas de los pies de Nury, desatando una explosión de risas y súplicas. La psicóloga, atada y vulnerable, se veía sometida a la tortura cosquillosa que, de alguna manera, conectaba su destino con el de su madre.

La habitación resonaba con las risas de Nury, mientras la Castigadora continuaba explorando las áreas más sensibles.

La Castigadora, con habilidad experta, deslizó las uñas sobre las hipercosquillosas plantas de los pies de Nury. La psicóloga se retorcía entre risas, súplicas y carcajadas, completamente indefensa ante la experticia de su captora.

—¡Ah, por favor, para! ¡Mis pies son súper cosquillosos! —suplicaba Nury, entre risas descontroladas.

La Castigadora, sin mostrar compasión, continuó su tormento, disfrutando de la reacción intensa de Nury.

—Parece que heredaste la cosquillita de tu madre. —La Castigadora bromeó, intensificando la tortura cosquillosa.

Nury, incapaz de contenerse, respondió entre risas nerviosas: —¡No lo puedo negar! ¡Por favor, suéltame!

La habitación resonaba con las carcajadas y súplicas de Nury, sumida en un juego de cosquillas que exploraba los límites de su resistencia. La Castigadora, decidida a desentrañar los secretos ocultos, continuaba su peculiar interrogatorio cosquillero en la historia.

Entre risas y súplicas, Nury escuchó las sorprendentes confesiones de La Castigadora.

—Debes saber, Nury, que El Sombrío nunca existió. Fue un personaje inventado por tu madre y yo para protegerte, para que creyeras que tus padres estaban involucrados en algo peligroso y no buscaras respuestas. —La Castigadora reveló la verdad, mientras continuaba deslizando sus uñas sobre las plantas de los pies de Nury.

La risa de Nury se detuvo por un instante, reemplazada por la incredulidad y la confusión.

—¿Qué? ¡Esto no puede ser verdad! ¿Por qué inventar algo así? —Nury, en medio de la confusión, intentaba procesar la impactante revelación.

La Castigadora, con malicia, respondió: —Hicimos lo que creíamos necesario para protegerte. Pero ahora, llegó el momento de que enfrentes la verdad, incluso si duele.

Nury, entre risas nerviosas y la sorpresa de descubrir una verdad oculta, se vio confrontada con una realidad que desafiaba todo lo que creía saber. La historia tomaba giros inesperados, llevando a Nury a explorar las profundidades de su pasado y enfrentarse a las sombras que habían marcado su vida.

Con sádica determinación, La Castigadora intensificó la tortura sobre las hipercosquillosas plantas de Nury, quien, entre risas descontroladas y súplicas, intentaba procesar la verdad recién revelada.

—Ahora, pequeña psicóloga, enfrentemos juntas las consecuencias de nuestras elecciones. —La Castigadora, con una mirada penetrante, deslizaba hábilmente las uñas por las plantas de los pies de Nury, provocando carcajadas y movimientos desesperados.

Nury, atrapada en una mezcla de dolor y desconcierto, no podía contener las risas que resonaban en la habitación. Entre risas y lágrimas, intentó formular una pregunta.

—¡Jajaja! ¿Por qué? ¡Hicieron todo esto por mi bien? —Nury, con la voz entre cortada por la risa, buscaba respuestas en medio de la tortura.

La Castigadora, imperturbable, respondió: —A veces, las mentiras son necesarias para proteger a quienes amamos. Pero ahora es hora de que enfrentes las consecuencias.

Mientras Nury se debatía entre las cosquillas intensas y la revelación de la verdad, la oscuridad del lugar se llenaba con el sonido de risas y suplicas.

La Castigadora, con malicia, propuso una idea aún más retorcida: —¿Qué te parece si ponemos a tus queridos perros a que te hagan cosquillas en los pies? Quizás podríamos untar algo en tus plantas para que la experiencia sea más… interesante.

Nury, entre risas y súplicas, miró a la Castigadora con incredulidad. —¡No puedes hacer eso! Ellos no entienden estas cosas, ¡ja-jaja!

Nury, entre risas y súplicas, rogó a la Castigadora que no continuara con su retorcido plan. La Castigadora, sin mostrar compasión, humedeció los calcetines de Nury en una sustancia viscosa y se los colocó a los perros, convirtiéndolos en frenéticas criaturas ansiosas por atacar.

—¡Por favor, no! —exclamó Nury, mientras la Castigadora, impasible, también untaba las plantas de los pies de la psicóloga con la misma sustancia.

La Castigadora, indiferente a las súplicas de Nury, continuó untando las plantas de sus pies con la sustancia viscosa. Nury, viendo a sus propios perros transformados en bestias ansiosas por atacar, rogaba con desesperación piedad.

—¡Por favor, detente! No hagas esto con mis pies, por favor —suplicó Nury, mientras la Castigadora ignoraba sus ruegos y permitía que la situación escalara hacia lo inimaginable.

La psicóloga se debatía entre las carcajadas provocadas por las cosquillas y la angustia de ver a sus leales compañeros peludos convertidos en instrumentos involuntarios de tortura.

Los perros de Nury, liberados por la Castigadora, corrieron hacia ella con voracidad, centrando su atención en los pies de la psicóloga. Los mordiscos y lametones no eran suaves ni amigables; eran la expresión de bestias ansiosas atacando a su presa. Las mandíbulas de los caninos se cerraban sin piedad, especialmente en las plantas de los pies de Nury, provocándole cosquillas intensas.

Nury, entre risas descontroladas y súplicas de piedad, veía cómo sus leales compañeros peludos se convertían en instrumentos de tortura en manos de la implacable Castigadora. La escena, marcada por la ironía y la crueldad, llevaba a Nury a un límite entre el sufrimiento y la risa, donde las fronteras entre el juego y la realidad se desdibujaban.

Nury, entre carcajadas y súplicas de piedad, miraba con desesperación cómo sus perros se convertían en una fuente de cosquillas intensas en sus pies. La Castigadora, impasible ante las súplicas, se acercó a Nury y comentó con una sonrisa burlona:

—¿Cómo te sientes, Nury? Tus adorables perros parecen tener un apetito voraz por las cosquillas. ¿No es divertido?

Nury, entre risas descontroladas, respondió con voz entrecortada: —¡Por favor, detén esto! No puedo más, ¡ja, ja, ja! ¡No sabía que mis perros eran tan… cosquillosos!

La Castigadora, con malicia, añadió: —Interesante, ¿verdad? Pero imagina esto en tus propios pies. Yo, por ejemplo, no habría soportado lo que estás experimentando ahora. Soy increíblemente cosquillosa en las plantas de mis pies.

Nury, entre risas y suplicas, preguntó: —¿En serio? ¡Ja, ja, ja! ¡Detén esto, por favor!

La Castigadora, sin mostrar signos de clemencia, disfrutaba de la situación y continuó observando cómo los perros persistían en su peculiar ataque cosquillero.

Nury, en medio de las carcajadas y las cosquillas desenfrenadas, experimentaba una sensación única y tortuosa. Los dientes de sus perros mordían vorazmente cada rincón de sus pies, explorando los talones, los lados, los dedos, pero sobre todo, las plantas que estaban impregnadas con la sustancia viscosa. La textura de los mordiscos, acompañada por la viscosidad del líquido, creaba una mezcla de sensaciones intensas y desconcertantes.

Los perros, con una ferocidad cosquillera, no mostraban piedad ante la situación. Nury, entre risas incontrolables y súplicas de piedad, sentía cómo cada mordisco se clavaba en la piel de sus plantas vulnerables e hipercosquillosas. La combinación de risas, cosquillas y el ataque incesante de sus leales compañeros caninos formaba un cuadro caótico e inolvidable.

La Castigadora, observando la escena con frialdad, comentó con sarcasmo: —Parece que tus adorables perros han descubierto tu punto más débil, Nury. ¿No es fascinante?

Nury, entre risas y gemidos, apenas pudo articular palabras: —¡Sí, sí! ¡Basta, por favor! ¡Ja, ja, ja! ¿Cómo… cómo se te ocurrió esto?

La Castigadora, sin perder su expresión burlona, respondió: —La creatividad es clave en mi trabajo. Además, tus perros parecen disfrutarlo tanto como yo.

Nury, en un intento desesperado de escapar de los mordiscos cosquilleros de sus perros, movía sus pies en todas direcciones. Cada vez que intentaba esquivar las mandíbulas juguetonas de sus leales compañeros, estos respondían con un aumento en la intensidad de los mordiscos, concentrándose especialmente en las vulnerables e hipercosquillosas plantas de Nury.

La escena se volvía cada vez más frenética y descontrolada. Los ladridos emocionados de los perros, las risas desenfrenadas de Nury y las súplicas de piedad se entrelazaban en un caos sonoro. La Castigadora, con una sonrisa sádica, observaba la situación, disfrutando del espectáculo que ella misma había orquestado.

Nury, entre carcajadas y movimientos frenéticos, apenas podía articular palabras: —¡Basta, por favor! ¡Mis pies no pueden más! ¡Ja, ja, ja! ¡Paren!

Sin embargo, los perros, impulsados por la diversión y el estímulo de las cosquillas, continuaban con su ataque implacable. La Castigadora, con indiferencia, comentó: —Tus pequeños amigos tienen un sentido del juego bastante agudo, ¿no crees?

La tortura cosquillera en las plantas de Nury alcanzaba un punto culminante, y la situación parecía no tener fin.

La Castigadora, con una expresión de indiferencia, se acercó a Nury mientras esta aún estaba atada y sometida a los mordiscos juguetones de sus perros. Sin mediar palabra, comenzó a deslizar hábilmente sus dedos por las axilas, costillas y cintura de Nury. La combinación de las cosquillas de la Castigadora y los mordiscos de los perros sumió a Nury en un estado de risa descontrolada y súplicas frenéticas.

—¡Ah, ja, ja, por favor! ¡No puedo más! ¡Para, para! —gritaba Nury entre carcajadas, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas por la mezcla de dolor y placer cosquillero.

La Castigadora, imperturbable, continuaba su ataque cosquillero, disfrutando del efecto que tenía sobre Nury. —¿Quién diría que la gran psicóloga tendría cosquillas tan… accesibles? —comentó con ironía, intensificando las cosquillas en las áreas más sensibles de Nury.

Nury, entre risas y suplicas, apenas lograba articular palabras coherentes: —¡Lo siento, lo siento tanto! ¡Ja, ja, por favor! ¡Hagan lo que quieran, pero paren con las cosquillas!

El caos de risas, ladridos y súplicas llenaba la habitación, mientras la Castigadora continuaba su peculiar sesión de tortura cosquillera.

Los perros, con voracidad, habían consumido la sustancia viscosa que cubría los pies de Nury, dejándolos expuestos y vulnerables a los mordiscos y lamidas. La sensación pasó de ser una mezcla de placer y dolor a una tortura intensa y desesperante. Nury, entre carcajadas y lágrimas, sentía cada mordida como una descarga eléctrica que recorría sus plantas hipercosquillosas.

—¡Ay, ay, ay! ¡Por favor, basta! ¡Mis pies no pueden más! —suplicaba Nury, cuyas risas se entrelazaban con gemidos de dolor.

La Castigadora, observando la escena con satisfacción, se unió a la fiesta cosquillera. Sus dedos recorrieron las áreas más sensibles de Nury, intensificando la tormenta cosquillera.

—Veo que tus perros no tienen piedad. ¿Y tú, Nury? ¿Cómo resistes ante la deliciosa tortura que te están proporcionando? —preguntó la Castigadora, disfrutando de la mezcla de risas y suplicas de Nury.

Nury, incapaz de contenerse, continuaba su frenético espectáculo de risas y desesperación. La combinación de cosquillas y mordiscos creaba una experiencia abrumadora y extenuante.

Dos horas de implacable tortura en los pies de Nury se extendieron como una eternidad. Sus perros, sin mostrar intenciones de detenerse, continuaban mordiendo y lamiendo las plantas hipercosquillosas de Nury. La Castigadora, observando la escena con deleite, decidió detenerse por un momento y disfrutar del espectáculo.

—Parece que tus adorables amigos peludos no tienen intenciones de parar. ¿Cómo te sientes, Nury? ¿Lista para más o necesitas un respiro? —preguntó la Castigadora, con una sonrisa burlona en el rostro.

Nury, entre risas descontroladas y lágrimas, apenas pudo articular palabras.

—¡Por favor! ¡No más! ¡Mis pies no pueden soportarlo! —suplicaba, mientras los perros continuaban su festín en sus plantas sensibles.

La Castigadora, satisfecha por el agotamiento evidente de Nury, contempló la escena con una expresión de satisfacción.

—Parece que tus pies han tenido suficiente por ahora. ¿Qué te parece si liberamos a tus amigos peludos? —propuso, disfrutando del sufrimiento de Nury.

Nury, entre sollozos y risas entrecortadas, asintió débilmente, incapaz de soportar más la tortura que le proporcionaban sus propios perros. La Castigadora liberó a los caninos, quienes, aunque agitados, mostraban signos de satisfacción por la tarea cumplida.

Nury, entre sollozos y risas sofocadas, observaba atentamente a la Castigadora mientras esta llevaba a sus perros de regreso a donde estaban inicialmente atados. En medio de la penumbra, bajo los tobillos descalzos de la Castigadora, Nury notó una marca peculiar, una que conocía muy bien y que estaba grabada en su memoria: era idéntica a la de su madre.

El corazón de Nury latía con fuerza al reconocer esa marca distintiva. La conexión entre la Castigadora y su madre tomó un giro inesperado, y Nury se preguntó qué secretos se escondían detrás de esa conexión.

—¿Cómo conociste a mi madre? —preguntó Nury con voz temblorosa, mientras la Castigadora regresaba hacia ella.

La Castigadora, mirándola con una expresión enigmática, decidió revelar una parte de la verdad.

—Tu madre y yo compartimos un pasado complicado. Nos unió la búsqueda de la verdad y la justicia, pero también hubo momentos difíciles. Tú y yo, Nury, estamos conectadas de maneras que ni imaginas.

Nury, aún atada y vulnerable, absorbía la revelación con incredulidad. La historia de «La Psicóloga: Entre Risas y Misterios» tomaba un giro más oscuro y complejo, desvelando la intrincada red de conexiones entre los personajes.

La Castigadora observó a Nury con atención, intrigada por la revelación que acababa de hacer. Nury, entre lágrimas y risas ahogadas, decidió confrontarla.

—Quiero saberlo porque mi madre tenía una marca justo debajo de sus tobillos, antes de llegar a los talones. Pero el cuerpo de la mujer que sepulté hace muchos años no tenía esa marca —dijo Nury, fijando su mirada en la Castigadora con determinación.

La Castigadora, por un momento, guardó silencio. Luego, con una mezcla de seriedad y pesar en sus ojos, decidió compartir más detalles.

—La verdad es compleja, Nury. Tu madre y yo compartíamos una conexión especial, una que involucraba secretos y sacrificios. Aquella marca no es casualidad; es un símbolo de nuestro compromiso y del precio que pagamos en la lucha contra El Sombrío.

Nury, desconcertada, procesó la información. La historia de su madre, la Castigadora y El Sombrío adquiría dimensiones que iban más allá de lo que ella había imaginado.

—¿Por qué todo esto? ¿Por qué mi madre y tú? —preguntó Nury, buscando respuestas en la mirada de la Castigadora.

La Castigadora respiró profundamente antes de responder, dando inicio a un relato que arrojaría luz sobre los vínculos que conectaban sus vidas y la trama más amplia que rodeaba a El Sombrío

La Castigadora observó a Nury con una mirada firme, consciente del poder que tenía sobre ella en ese momento.

—Si deseas ser liberada, tendrás que hacerme algunas promesas, Nury. No será tan sencillo como soltar unas cuantas palabras.

Nury, sintiéndose vulnerable y desesperada, asintió con la cabeza, dispuesta a escuchar las condiciones impuestas por la Castigadora.

—Primero, prométeme que continuarás la búsqueda de El Sombrío. No podemos permitir que siga causando estragos.

Nury, a pesar de las dificultades, aceptó la primera condición. La Castigadora prosiguió.

—Segundo, quiero que te comprometas a ayudarme a conseguir nuevas víctimas para mis sesiones de cosquillas. Personas que merezcan un castigo por sus acciones.

Nury se estremeció ante la solicitud de la Castigadora. La idea de ser cómplice en actos tan sádicos no le resultaba fácil de aceptar, pero su deseo de ser libre la impulsaba a ceder.

—Y por último —continuó la Castigadora, mirando fijamente a Nury—, quiero que guardes el secreto de mi identidad. Nadie debe conocer quién soy realmente ni la conexión que compartimos.

Nury, sintiendo el peso de las condiciones impuestas, tomó una decisión que le permitiría recuperar su libertad.

—Lo prometo. Haré lo que sea necesario para conseguir mi libertad y continuar la búsqueda de El Sombrío —aseguró Nury, aceptando las condiciones de la Castigadora.

La Castigadora, satisfecha con las promesas de Nury, comenzó a liberar las ataduras que la mantenían prisionera. Sin embargo, ambas eran conscientes de que este acuerdo las uniría de una manera inesperada, tejiendo un vínculo que podría desencadenar consecuencias impredecibles.

Nury, con determinación, empuja a la Castigadora y la coloca en una posición vulnerable.

La Castigadora, sorprendida por la rápida reacción de Nury, se encontró boca abajo con las piernas dobladas y las plantas de los pies expuestas hacia arriba. Nury, decidida a confirmar sus sospechas, no dudó en actuar.

—Mis disculpas, pero necesito saber la verdad. Mi madre tenía una marca única en el centro de las plantas de los pies, y solo puedo confirmar si tú también la tienes —dijo Nury con firmeza, mientras se preparaba para rascar las plantas de la Castigadora.

La Castigadora, en una posición vulnerable, no pudo evitar sentir cierta tensión. Aunque estaba acostumbrada a ser quien infligía el dolor, ahora se encontraba del otro lado de la situación.

—No tienes que hacer esto, Nury. Hay otras maneras de confirmar la verdad —dijo la Castigadora, intentando mantener la compostura.

Nury, sin ceder ante la súplica, comenzó a rascar suavemente las plantas de los pies de la Castigadora. En medio de la incertidumbre, ambas mujeres aguardaban el resultado que podría revelar un vínculo inesperado entre ellas.

—¿Qué piensas que descubrirás, Nury? —preguntó la Castigadora, con una mezcla de intriga y aprehensión.

Nury, sin detenerse en su búsqueda, respondió: —La verdad. Quiero saber quién eres realmente y cuál es tu conexión con mi madre.

Las plantas de la Castigadora, expuestas a las caricias de Nury, se convirtieron en el punto focal de una revelación que podría cambiar el rumbo de sus destinos entrelazados.

La Castigadora, ahora en una posición inusual y vulnerable, no pudo contener las risas cuando Nury comenzó a rascar sus plantas de los pies.

—¡Espera, por favor! —suplicó la Castigadora entre risas descontroladas—. Soy increíblemente cosquillosa en las plantas de los pies. ¡No puedo soportarlo!

Nury, determinada a encontrar respuestas, insistió en su búsqueda, ignorando las súplicas de la Castigadora.

—Lo siento, pero necesito saber la verdad. Mi madre tenía una marca distintiva. Si realmente eres quien dices ser, esto lo confirmará —dijo Nury, sin detenerse en su tarea.

Las risas de la Castigadora resonaban en el lugar, mezclándose con las suplicas desesperadas. Nury, sin embargo, estaba decidida a obtener la respuesta que buscaba.

—¡Ah, por favor, detente! ¡No puedo más! —exclamó la Castigadora entre carcajadas.

Nury, persistente, continuó con su búsqueda, enfocándose en el centro de las plantas de los pies de la Castigadora. La tensión en la habitación aumentaba mientras la verdad parecía estar al alcance.

—¿Crees que esta verdad cambiará algo entre nosotras? —preguntó la Castigadora, intentando desviar la atención.

Nury, sin detenerse, respondió: —Solo quiero saber quién eres y cuál es tu conexión con mi madre.

Las risas, las súplicas y la tensión llenaban la habitación, creando un ambiente cargado de misterio y revelaciones.

Justo cuando parecía que la esperanza se desvanecía, la marca apareció en medio de las cosquillosas plantas de la Castigadora. Nury, asombrada, soltó los pies de su madre y la miró fijamente.

—¿Tienes la marca? ¿Eres mi madre? ¿Por qué me ocultaste la información todo este tiempo? —preguntó Nury con una mezcla de asombro y desconcierto.

La Castigadora, ahora revelada como la madre de Nury, se encontraba en la silla, recuperándose de la intensa sesión de cosquillas.

—Lo siento, Nury. Tenía que protegerte. El Sombrío amenazaba con hacerte daño si descubría nuestra conexión. No podía permitir que te lastimaran —explicó la Castigadora con sinceridad.

Nury, aún procesando la revelación, dejó escapar un suspiro y miró a su madre con una mezcla de emociones.

—Entiendo que quisieras protegerme, pero merecía saber la verdad —respondió Nury, con una nota de tristeza en su voz.

La Castigadora se acercó con cuidado a Nury, buscando su comprensión. —Estamos juntas en esto. Ahora más que nunca, necesitamos enfrentar a El Sombrío y resolver esta oscura trama.

Las dos mujeres, unidas por lazo de sangre, compartieron un momento de complicidad y determinación. La historia de «La Psicóloga: Entre Risas y Misterios» tomaba un giro inesperado, sumergiéndose aún más en las sombras del pasado y del presente.

Continuará…

Original de Tickling Stories

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