mayo 1, 2024

Tickling Stories

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Paraíso Infernal Parte 1 (Fanfiction)

Tiempo de lectura aprox: 9 minutos, 56 segundos

La siguiente historia es aportación de un fan. Le dimos algo de corrección de estilo para hacerla más fluida pero no modificamos en ningún aspecto la trama de la historia.
¡Esperamos la disfruten!

Por muy increíble que parezca, debo contarles esto, necesito que me hablen de ella. Fue en una renta de internet donde comenzó todo, cobraban algo caro la hora , pero el lugar valía la pena. Ubicado en una de las mejores zonas de la ciudad el café internet estaba casi vacío ese día.
Después de revisar mi correo y descubrir que los únicos que me saludaban eran los encargados de siempre decidí hacer una de mis búsquedas favoritas en Google ya que detestaba la idea de regresar a ese solitario y lúgubre lugar que llamaba hogar. Tipee la palabra “tickling” y di Enter sin saber que al oprimir ese botón habría sellado mi destino para siempre. La pagina web me mostró fotos y vídeos de chicas hermosas siendo torturadas con deliciosas cosquillas y mirar la expresión de suplicio en sus rostros simplemente me embriagaba de placer. Mi corazón se estremecía al ver sus ataduras impidiéndoles huir de su diabólico verdugo. Las imaginaba suplicándoles que les dejaran de hacer. Sin duda las imágenes me hechizaban, olvidaba a todos y a todo. Incluso olvidaba que estaba en un café internet con otros clientes muy cerca de mi.
Para mi martirio pude darme cuenta que alguien me observaba desde la computadora vecina, a mi y a mi pagina web favorita. Trate de cerrar la pagina pero sus ojos de sorpresa afirmaban mis sospechas, lo había visto todo. La que me vio era una mujer, una fascinante mujer. Era del tipo intelectual, los lentes delante de sus fascinantes ojos verdes lo confirmaban, su fino rostro estaba enmarcado por un largo cabello rojizo que brillaba como si fuera de fuego y el rojo de su cabello combinaba a la perfección con lo pálido de su rostro, blanco como la nieve.
Me hubiera enamorado, pero estaba demasiado ocupado avergonzándome y odiando mi idiotez.
Inmediatamente después de descubrir mis gustos tan singulares, la intelectual mujer fue a pagar la cuenta, luego casi corriendo salió del café internet, como si hubiera descubierto en el lugar al mismísimo demonio. No pude evitar repudiarme por ser un completo imbécil, me puse de pie para pagar la cuenta y salí del lugar acompañado de mi voz recordándome todas mis estupideces.
Pensaba en lo rutinaria que se había vuelto mi vida mientras sacaba las llaves para entrar a casa, cuando inesperadamente, de reojo la vi. Estaba a lo lejos hablando por celular mientras me miraba muy seria con ese rostro angelical. ¿Qué hacia ahí?, ¿Quién era ella?, ¿Vivía cerca de mi casa o me habría seguido? Quise pensar lo segundo. Desee perseguirla cuando vi que se marchaba, pero me detuve.
-Tonto soñador.- Me dije.
Abrí la puerta y entre a casa. La soledad me recibió como siempre, por lo que me apresure a prender la televisión para evitar pensar en mi vida y muy pronto me quedé dormido.
Otro amanecer… me esperaba otro interminable día en el banco, contando cientos de miles de billetes que no eran míos. Al final del día, al salir del trabajo la volví a ver. Estaba estacionada frente a mi casa, en un auto de esos que no podría comprar ni juntando el sueldo de toda mi vida.
-Quería hablarle, ¿puedo?- Comento con fría voz.
Realmente no sabia que pensar, ¿A caso venia a darme un sermón sobre la pornografía en internet?, ¿O es que a esa muñeca le gustaba también aquello que me sorprendió mirando? Tan solo de pensar lo segundo casi me desmayo de la excitación.
-Dime preciosa, para chicas como tu tengo todo el tiempo del mundo.- Le dije tratando de ser un Don Juan, pero sabiendo que si llegaba tarde al trabajo el jefe me tendría lavando los baños.
-¿Le gustan las cosquillas?- Su pregunta fue tajante y hasta cierto punto tan brusca y repentina que me quede impávido tratando de pensar en que responder.
-Si… y… ¿a ti?- Respondí sin poder ocultar mi nerviosismo. Estaba a punto de arrodillarme y rogarle a todos los dioses que me contestara positivamente.
-Este Viernes a las 10:00 pm iremos fuera de la ciudad, a un lugar que seguramente le encantará, le aseguro que su vida no será la misma después de este viaje. Luego, el domingo en la noche le devolveremos a casa para que duerma y llegue a tiempo a sus labores diarias, ¿Acepta la invitación?-
-Espera, exactamente a dónde me llevaran?- Pregunté.
-Tengo órdenes específicas de no dar la ubicación exacta, pero puedo decirle que las instalaciones que visitará tienen todo para complacer a un fetichista de las cosquillas como lo es usted, ventajas que comprobará aceptando nuestra invitación. Le anticipo que otros como usted han sido invitados y podrá conocerlos.- Respondió la hermosa mujer.
Pensé que en cualquier momento me despertaría deseando seguir soñando pero, aunque les cueste creerlo, todo era real. Me imaginé conociendo personas como yo, especialmente a las chicas, haciendo amistades duraderas que compartieran mis gustos. Sólo pude atinar a decir sin pensarlo, sin meditarlo si quiera, por instinto y automáticamente -Si. Claro que si acepto.- Y aún a veces en mis noches mas solitarias, me arrepiento.
El Viernes llegó, el día pasó muy rápido ya que sólo pensaba en que dieran las 10:00 de la noche, hora en que vería a mi amada pelirroja que me prometía cumplir todas mis fantasías más ocultas. Llegó puntual, como siempre tan seria condujo su auto hasta el aeropuerto y caminamos juntos hacia una avioneta donde nos esperaba un piloto con el motor encendido.
En ese momento dude, pero ya no había marcha atrás. Debo decirles que no era cualquier avioneta, a simple vista se notaba que había costado mucho dinero. Me apresuré a acomodarme en los asientos de atrás y al mirar por la ventana noté que no podría ver el panorama pues todas las ventanas estaban polarizadas.
La pelirroja se sentó junto a mi. Trate de hacerle platica, pero ella no colaboraba. Amigos, creerán que soy un idiota por haber subido a ese avión, pero, analicen esto: odiaba mi vida, tenia un trabajo mediocre y recibía el sueldo justo por mi trabajo, o sea una miseria. Tenia muy poco que perder y mucho que ganar si todo esto era cierto. Y ¿saben? Yo quería creer que era real. Después de un par de horas de vuelo aterrizamos en un paraíso tropical, pude fijarme que otras tres avionetas acababan de aterrizar en la pista de lo que parecía ser un gran hotel de 5 estrellas en cuyo piso superior se encontraba escrito el nombre del hotel “Edén De Las Cosquillas”.
En aquel lugar escondido en la maleza de una selva, había piscinas de las mas variadas, pero… la descripción del lugar no importa. Lo que más me impactó fue la voz de la pelirroja al llegar a la entrada de un gran salón.
-Esta sala esta llena de personas como tu, que te diviertas.-
La puerta se abrió mostrándome una sala elegantísima en la que había 10 personas, 8 chicos y 2 chicas que conversaban alegremente como si fueran viejos amigos, de repente me vieron y todos sonrientes al unísono preguntaron si me gustaban las cosquillas, yo asentí tímidamente. Entonces, una de las chicas corrió a abrazarme mientras los otros exclamaban con alegría, fue entonces cuando me di cuenta que ellos no tenían mucho de haberse conocido y que habían llegado hace unos pocos minutos al lugar al igual que yo. Por momentos creí que había vencido a la soledad. Pusieron un vídeo de cosquillas en una pantalla gigante perfectamente plana, pero nadie le presto mucha atención, estábamos todos tan alegres contando de nuestras vidas, tratando de conocernos mejor.
Mas importante que nada, preguntándonos cada uno de nosotros, si sabían a quien pertenecía todo este lugar, a quien le debíamos el hecho de reunirnos a todos. En ese momento las puertas por las que entré se volvieron a abrir mostrándonos generosamente a nuestro benefactor.
-¡Mis estimados colegas fetichistas, sean mil veces bienvenidos a este lugar, mi edén de las cosquillas!- El hombre que paso por la puerta tenia el cabello blanco de canas, ojos azul fuerte rodeados por las arrugas de la edad, la sonrisa con la que hablaba inspiraba confianza, agitaba su bastón plateado para expresar su eufórico estado de animo y estaba metido en un traje seguramente mas caro que un automóvil.
-Pero permítanme presentarme, soy Lucio Drakoivitch.- Dijo aquel hombre sin dejar de sonreír ni por un instante. -No es necesario que ustedes se presenten, conozco los nombres de todos las personas que llegan aquí.- Nosotros nos miramos unos a otros confundidos, y el hombre continuó. –Pero queridos míos, no desesperen, ¿quieren saber porqué están aquí verdad? Pues no es sólo para que conozcan a otras personas con nuestros mismos gustos, yo estoy aquí para darles lo mejor. ¡Ahora síganme y disfruten de este pequeño paraíso que he preparado para ustedes!-
Salimos todos tras el señor Lucio, teníamos una expresión en el rostro que era una mezcla de confusión y alegría. Al salir de la habitación muchos se nos acercaban felicitándonos, otros solo nos veían desde lejos dándonos su mejor sonrisa, mientras otros más aventurados se acercaban para decirnos lo bien que la íbamos a pasar. Después de caminar por los pasillos de ese hotel paradisíaco llegamos a otra sala circular lujosamente adornada desde donde se divisaban al menos 10 puertas que conducirían, pensé yo, a otras habitaciones.
Una chica preciosa vestida con un uniforme igual a la pelirroja repartió a cada uno de los caballeros un libro, mientras otra persona le daba dos libros al par de señoritas que, al parecer, compartían nuestros gustos por las cosquillas.
Al ojear mi libro pude descubrir que estaba lleno de fotografías de mujeres con rostros angelicales, cuerpos esculturales y sonrisas perfectas. Estaba hojeándolo y casi se me cae de las manos cuando Lucio Drakovitch exclamó sonriente “¡La persona que escojan de ese libro será su víctima de cosquillas por toda esta noche!”
Sonaría a una exageración pero uno de los que estaba junto a mi cayo al piso desmayado de la emoción. Las risas de Lucio Drakovitch me hacían ver que era algo común entre los recién llegados. Debo admitir que mi corazón empezó a latir mas fuerte que de costumbre al imaginar haciéndole cosquillas a cualquiera de las chicas de las fotos. No se si fue su inocente rostro, o los ojos miel de la joven numero 27 lo que me conquistó.
-La veintisiete!- Exclamé a viva voz. Lucio sonreía con placer mientras mis compañeros y compañeras daban a conocer sus elecciones. En minutos las elegidas y elegidos por nosotros llegaron en fila escoltados por la pelirroja a quien le debía este maravilloso viaje. Nuestras víctimas estaban cabizbajas y temblando como gelatina, pues sabían lo que les esperaba. En fotos se veían magnificas, pero en persona eran bellezas que sobrepasaban toda medida y entonces, al final de la fila… la vi.
Aparentaba unos 21 años, su cabello castaño caía como cascada sobre sus descubiertos hombros canela y sus labios rojos mostraban un gesto de terror. Sus ojos miel se movían de un lado a otro mirando a la multitud tratando de adivinar quien sería su torturador. El miedo se adivinaba en su andar y en su expresión inocente y temblorosa. Estaba aterrada por las cosquillas que vendrían y yo, su verdugo, sentía que me ahogaba en la lujuria que me provocaba verla aterrorizada. Las futuras mártires de las cosquillas estaban frente a nosotros, todas esculturales jóvenes de exagerada belleza que nos mostraban generosamente su piel pues vestían tan solo un bikini negro de dos piezas que mostraban sus agradables figuras. Todas, por supuesto, estaban descalzas. Pasee mi mirada por aquellos dulces pies cayendo hechizado por tal visión.
Cabe mencionar que entre las víctimas había un joven que había sido escogido por una de mis compañeras, bastante apuesto ciertamente, la otra de mis compañeras curiosamente prefirió cosquillear a una de su mismo sexo. Cada víctima fue llevada a uno de los 10 cuartos que se veían desde la antesala. Cada una, de pie, fue apresada contra la pared. Grilletes sostenían sus muñecas por encima de su cabeza, para que al hacerles cosquillas en los costados no pudieran protegerse, lo que seguramente incrementaría la intensidad de su desesperación. Luego de que la pelirroja sometiera a cada víctima Lucio Drakovitch hizo estremecer nuestras mentes al decirnos en un alegre grito “son todas suyas”.
Al pasar por la puerta de esa celda no me importo nada, ni cual seria el precio por tal placer, ni quien era esa chica, ni mis problemas en casa, ni mi eterna soledad, en ese momento el mundo se redujo a ese pequeño calabozo, ella y yo, víctima y victimario… y en como iba a disfrutar eso. La chica 27 estaba aprisionada a la pared, como describí antes. A pesar de que cerraba sus ojos miel fuertemente las lagrimas se le escapaban, se mordía sus frescos labios, quizás para no suplicarme, seguía temblando como si estuviera en agua congelada. Pero todo su miedo me importaba muy poco, acerque mi dedo índice lenta y cruelmente hacia su axila indefensa y al hacer contacto la chica 27 dio un gran salto acompañado de un grito, fue como si mi dedo la hubiese quemado, pero yo sabia que sólo eran inocentes cosquillitas que ella no podía soportar.
Luego de observar su reacción, permanecí unos segundos en silencio mirándola. De un momento a otro gradualmente se hicieron sonoras las carcajadas de las otras infortunadas víctimas en las habitaciones contiguas, algunas suplicaban en otros idiomas, que seguramente sus verdugos desconocían. Mi víctima no soportó escuchar esto por lo que empezó a tratar de convencerme mediante deplorables suplicas antes de hacerle cosquillas, yo muy lejos de apiadarme sentía mas ganas de torturarla.
Por su voz pude darme cuenta que era extranjera, europea quizás. Yo estaba extasiado. -¡Ah corazón, no sientas celos, pronto haré que te unas al coro de risas!- Le dije con una maldad que desconocía en mi.
Ella gimoteaba sin parar. -¡No! ¡Cosquillas no!, No me hagas, haré cualquier otra cosa pero no lo hagas, por favor ¡Te lo ruego!- Suplicaba con desesperación, llorando, gritando que tuviera piedad, pero nada de eso sirvió pues de repente y sin previo aviso mis manos rascaban sus sensibles axilas, un chillido resonó por la habitación seguido de una musical carcajada de violentas risas que superaban en belleza y en volumen las de las otras habitaciones.
Mi víctima pugnaba ferozmente para poder cubrirse las cosquilludas axilas, pero sus muñecas estaban firmemente sujetas por encima de su cabeza. Sacudiendo su cabeza gritaba por libertad, pero yo se la negaba con placer. Observe que sus muñecas estaban rojas por tratar de zafarse de los grilletes. Incremente la velocidad de mis dedos en sus axilas lo que me hizo ganar mas súplicas acompañadas de risas delirantes. Contento con los resultados obtenidos con las axilas baje mis dedos hacia sus costillas, acariciándolas con mis dedos .
-¡Coochie coochie coo!- Exclamé. Y su reacción sobrepaso la obtenida con las cosquillas en las axilas, parecía una posesa contoneando su cuerpo y retorciéndose de la risa. Sus melodiosas carcajadas intercalaban pedidos de misericordia que jamás llegarían.
-¡No más!, ¡Basta!- Decía la 27 entre risas y balbuceos apenas comprensibles.
-¡Oh si! ¡Hay mucho más para ti! ¡Cosquillitas toda la noche!- Mis malvadas palabras salían sin pensar, impulsadas por mis instintos mas básicos, jamás le había hablado así a nadie, creo que en ese momento solo me importaba seguirla castigando con eternas cosquillas. Subía y bajaba mis dedos desde sus axilas hasta su cintura arrancándole desgarradoras risas, cada vez lo hacia mas rápido, una y otra vez, mas rápido, nuevamente atacaba sus axilas.
Sus risas se habían convertido en una mezcla de llanto y alegría no deseada. Y cuando su sufrir ante las cosquillas parecía que no podía llegar a más decidí hacerle cosquillas en los pies. Cuando me incliné para torturar sus pies mi mártir comenzó a prometerme miles de cosas, sin embargo, al ver que me burlaba de su predicamento soltó varios insultos que pararían de tajo al momento de pasar mis dedos por sus rosadas plantas.
-¡Ahí no!- Fue todo lo que alcanzó a decir. Luego su risa se ahogo, comenzó a reír silenciosamente incapaz de respirar, o suplicar. Su existencia en ese momento únicamente era reír hasta que yo quisiera detenerme. Jugué con sus pies por largo tiempo. El sudor de la chica de ojos miel escurría por su rostro y note que su entrepierna estaba sucia de orina por la larga sesión de cosquillas.
De un momento a otro sufrió un desmayo por tanta risa obligándome a detener mi diversión.
Me senté en el piso del calabozo mientras escuchaba que mis compañeros seguían divirtiéndose con sus víctimas. Comprobé además que habían pasado dos horas desde que puse mis manos sobre la 27, luego de ver mi reloj descubrí que en la pared a mi espalda había toda clase de parafernalia… plumas, cepillos de dientes eléctricos, tenedores, plumeros, aceites, vibradores, etc. Los cuales por cierto no había visto por estar tan ocupado en mis quehaceres.
Me odié por no haberlos usado antes en mi juguete de cosquillas que ahora descansaba, no obstante, para todo hay una solución. Cuando 27 abrió los ojos, seguramente pensó que estaba de vuelta en su habitación pero en lugar de eso me vio a mi acercando una pluma negra a sus indefensos pies.
Continuará…

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