abril 27, 2024

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Pesadilla – Parte 2

Tiempo de lectura aprox: 12 minutos, 8 segundos

Capítulo 2: «Traición»

Daniela y Martina, dos amigas de 20 años, decidieron pasar un fin de semana acampando en el bosque para disfrutar de la naturaleza y compartir buenos momentos juntas. Llenaron sus mochilas con lo esencial y se adentraron en el espeso follaje, buscando el lugar perfecto para armar su tienda de campaña.

Después de caminar un buen trecho, encontraron un claro soleado con una vista espectacular. Empezaron a instalar su campamento, asegurando bien la tienda y preparando un pequeño fuego para cocinar. La risa y las historias llenaron el aire mientras compartían anécdotas y disfrutaban de la compañía mutua.

La noche cayó lentamente sobre el bosque, y con ella, la temperatura bajó. Daniela y Martina se acurrucaron alrededor del fuego, compartiendo una cena sencilla y disfrutando de la paz del entorno. Sin embargo, la tranquilidad de la noche se vio interrumpida cuando tres sombras misteriosas emergieron de entre los árboles.

De repente, Daniela y Martina se encontraron siendo secuestradas por tres mujeres. La líder, apodada «Sombra», las amenazó y las obligó a caminar hacia lo más profundo del bosque. La situación se volvía cada vez más tensa, y la incertidumbre llenó el aire.

Las amigas fueron atadas y retenidas por sus captores. A pesar de la situación, Daniela y Martina mantenían la esperanza de encontrar una oportunidad para escapar. Sin embargo, las secuestradoras, por razones desconocidas, decidieron liberarlas.

La sorpresa invadió a las amigas cuando se dieron cuenta de que, en lugar de ser liberadas por completo, estaban siendo retenidas nuevamente en una situación inusual. Sombra y sus secuaces tenían otras intenciones, y ambas amigas se encontraron en una situación comprometedora.

El tono de la escena cambió cuando Sombra reveló un extraño fetiche por las cosquillas y decidió cosquillar a Daniela y Martina. El bosque, que antes estaba lleno de risas amistosas, se llenó ahora de risas nerviosas y susurros desesperados. Daniela y Martina se encontraron enfrentando no solo la incertidumbre de su situación, sino también la difícil decisión de compartir secretos personales para evitar las intensas cosquillas que se avecinaban.

Sombra y sus secuaces comenzaron a desatar a Daniela y Martina, pero no para liberarlas, sino para inmovilizarlas de manera que sus pies quedaran expuestos y vulnerables. Las dos amigas se encontraron ahora atadas a unos árboles, con sus pies descalzos al alcance de las secuestradoras.

Sombra, con una mirada desafiante, se acercó a Daniela, mientras sus secuaces se dirigían hacia Martina. Ambas amigas compartieron miradas nerviosas, conscientes de la difícil situación en la que se encontraban. La líder secuestradora comenzó a deslizar sus dedos por las plantas de Daniela, provocando risitas nerviosas.

— ¿Qué tal si comenzamos con un pequeño intercambio de secretos? —propuso Sombra, manteniendo una sonrisa siniestra.

Daniela, en medio de risas nerviosas, decidió abrir su corazón y contar un secreto personal a cambio de aliviar las cosquillas en sus pies. Mientras tanto, Martina estaba experimentando lo mismo con las secuaces de Sombra.

— ¿Estás dispuesta a compartir algo íntimo para evitar más cosquillas? —preguntó Sombra a Daniela.

Esta, titubeante pero deseando detener las cosquillas, reveló un secreto íntimo sobre sus temores más profundos. Sombra, complacida, disminuyó la intensidad de las cosquillas en los pies de Daniela.

Por otro lado, Martina, lidiando con las cosquillas en sus pies, también se vio obligada a compartir un secreto personal. La situación se volvía cada vez más intensa, y las risas y confesiones llenaban el bosque.

Sombra, disfrutando del control que tenía sobre las amigas, continuó alternando entre cosquillas intensas y momentos de alivio, todo basado en la información personal que las chicas compartían. Las risas, los secretos y la tensión crecían con cada minuto que pasaba.

La pregunta ahora era: ¿hasta dónde llegarían Daniela y Martina para evitar las cosquillas incesantes en sus pies, y en qué medida traicionarían la confianza de la otra en busca de alivio?

La situación en el bosque se volvía cada vez más intensa a medida que Sombra y sus secuaces mantenían a raya a Daniela y Martina con la amenaza constante de las cosquillas. Entre risas nerviosas y suspiros de alivio temporal, las dos amigas se veían atrapadas en un juego peligroso.

Sombra, con una maliciosa sonrisa, continuaba alternando entre cosquillas suaves y momentos de alivio. Daniela, tratando de resistirse, se veía obligada a compartir secretos más profundos y personales para evitar las cosquillas incesantes. Martina, en una situación similar, lidiaba con las secuaces de Sombra mientras trataba de mantener sus propios secretos a salvo.

— Veo que estás dispuesta a abrir tu corazón para evitar más cosquillas, Daniela. Eres muy sabia —comentó Sombra, disfrutando de su control sobre la situación.

Las secuaces de Sombra continuaban con su tarea, explorando cada rincón sensible de los pies de Martina. La risa y los suspiros llenaban el bosque, creando una atmósfera única de confesiones forzadas y cosquillas incontrolables.

— Martina, querida, ¿no tienes algún secreto que quieras compartir? Puede hacer que todo esto sea mucho más llevadero —sugería una de las secuaces.

Martina, entre risas y suspiros, se vio obligada a compartir detalles personales que nunca antes había revelado. La dinámica entre las amigas estaba cambiando, y la confianza estaba siendo puesta a prueba en medio de la vulnerabilidad.

Sombra, satisfecha con la información obtenida, decidió dar un breve respiro. Las risas y los secretos quedaron suspendidos por un momento, pero la tensión continuaba en el aire. Daniela y Martina, atadas y agotadas, se miraban entre sí con una mezcla de complicidad y preocupación por lo que aún podría revelarse.

La pregunta seguía en el aire: ¿hasta dónde llegarían estas amigas para evitar las cosquillas implacables, y cuánto de su confianza estaban dispuestas a sacrificar en el proceso? La noche en el bosque aún guardaba muchos secretos y risas por descubrir.

Las secuaces de Sombra se retiraron momentáneamente, dejando a Daniela y Martina exhaustas y con la incertidumbre de lo que vendría a continuación. En la penumbra del bosque, las dos amigas se miraron con una mezcla de complicidad y preocupación.

— Martina, ¿estás bien? —preguntó Daniela, sus ojos reflejando un atisbo de complicidad.

— No puedo creer que estemos en esta situación. ¿Quién iba a imaginar que un campamento se convertiría en algo así? —respondió Martina entre risas nerviosas.

Ambas compartieron una breve risa, pero la tensión persistía. Sabían que, en algún momento, la pesadilla de las cosquillas podría volver a comenzar.

En medio del silencio del bosque, Sombra emergió de las sombras con una sonrisa misteriosa.

— Veo que han tenido un pequeño respiro, pero aún hay mucho por descubrir. ¿Están listas para revelar más secretos o prefieren que la diversión continúe de inmediato? —preguntó Sombra, dejando claro que el control seguía en sus manos.

Martina y Daniela intercambiaron miradas indecisas. Ambas comprendían que, tarde o temprano, la elección entre revelar más secretos o soportar las cosquillas implacables se les impondría nuevamente. En ese momento, la confianza entre amigas estaba siendo puesta a prueba de una manera inimaginable.

— Estamos dispuestas a seguir —declaró Daniela con determinación.

Sombra asintió con aprobación, y la oscuridad del bosque volvió a llenarse con la risa y los secretos que fluían entre amigas. La noche aún guardaba muchos misterios, y Daniela y Martina se encontraban en una encrucijada donde la confianza, la risa y los secretos se entrelazaban de formas inesperadas.

Las secuaces de Sombra regresaron con cuerdas adicionales y un brillo malicioso en sus ojos. Daniela y Martina, atadas nuevamente, se prepararon para el próximo asalto de cosquillas. Sombra se acercó con una sonrisa siniestra, sosteniendo plumas especialmente diseñadas para intensificar la tortura.

— Veamos qué secretos más pueden revelar —dijo Sombra, deslizando las plumas sobre las plantas de los pies descalzos de Daniela y Martina.

El ataque de cosquillas comenzó de nuevo, y las risas incontrolables llenaron el bosque. Daniela y Martina, atrapadas en la sensación hipersensible, no pudieron evitar que algunos secretos escaparan en medio de sus carcajadas.

— ¡Paren, por favor! —exclamó Daniela entre risas, pero las secuaces de Sombra continuaron con su tarea.

Martina, por su parte, se retorcía y movía los pies en un intento desesperado de escapar de las plumas.

— ¡No puedo más! —gritó Martina, revelando inadvertidamente algunos detalles que solo Daniela conocía.

Sombra, astuta y aprovechando la situación, continuó con el interrogatorio encubierto.

— Interesante… parece que hay más secretos entre ustedes. ¿Qué otra sorpresa nos pueden contar? —preguntó Sombra mientras las risas y suplicas persistían.

La noche se volvía más intensa con la locura de cosquillas, y Daniela y Martina se encontraban atrapadas entre la risa, el dolor y la necesidad de proteger sus secretos. En el oscuro bosque, la confianza entre amigas se desvanecía mientras las plumas y las risas continuaban su danza cruel.

El interrogatorio de cosquillas continuaba, y las secuaces de Sombra persistían en su empeño de arrancar más secretos. Las risas y súplicas de las dos amigas resonaban en el bosque, creando una sinfonía peculiar en medio de la oscuridad.

Sombra, observando con detenimiento, decidió cambiar de táctica. Ordenó a sus secuaces que se concentraran en las zonas más sensibles de Daniela y Martina, buscando provocar respuestas más reveladoras.

— Vamos a ver qué tan fuertes son esos secretos —dijo Sombra, dirigiéndose directamente a los pies de Martina.

Las secuaces se dedicaron a explorar las plantas de Martina con las plumas, buscando esos puntos hiper cosquillosos que podrían desencadenar confesiones. Martina, entre risas y suplicas, no podía evitar que algunos detalles íntimos escaparan de sus labios.

Por otro lado, Daniela, aunque intentaba resistirse, se encontraba en una situación similar. Las secuaces se enfocaron en los lugares más vulnerables de sus pies, aumentando la intensidad de las cosquillas.

— ¡Por favor, paren! —exclamó Daniela, pero las secuaces seguían su cometido.

En medio de la tortura, ambas amigas se miraron, compartiendo una mezcla de complicidad y desesperación. La confianza que había existido entre ellas estaba siendo puesta a prueba de la manera más inusual y cruel.

— ¿Qué más están dispuestas a contar para detener esto? —preguntó Sombra, disfrutando del poder que ejercía sobre sus prisioneras.

Las revelaciones fluían junto con las risas y lágrimas. Daniela y Martina, atrapadas en un torbellino de cosquillas y secretos, se enfrentaban a una elección difícil: ¿hasta dónde estarían dispuestas a llegar para proteger sus más íntimos misterios? La noche en el bosque, ahora cargada de risas y complicaciones, prometía más revelaciones y desafíos.

La tormenta de cosquillas continuaba su intensidad, y las secuaces de Sombra no mostraban piedad alguna. Las plumas se deslizaban sin tregua sobre las hipercosquillosas plantas de Martina, provocando carcajadas incontrolables. A pesar de sus esfuerzos por contenerse, Martina se encontraba al borde del colapso.

— ¡Ya no puedo más! ¡Lo confesaré todo! —gritó Martina entre risas y lágrimas.

Las secuaces se detuvieron por un momento, dejando que Martina recobrara el aliento. La mirada de Sombra revelaba satisfacción, sabía que estaban cerca de desentrañar los secretos más íntimos de las amigas.

— Cuéntanos, Martina. ¿Qué es lo que tanto temes que salga a la luz? —inquirió Sombra, con un tono que denotaba anticipación.

Martina, aún recuperándose de la tortura de las cosquillas, respiró profundamente antes de comenzar a hablar. Sus palabras, mezcladas con risas nerviosas, revelaron un secreto que, hasta ese momento, solo ella conocía. A medida que la confesión avanzaba, las miradas se volvían más intensas, y Daniela, aunque preocupada por su amiga, sabía que pronto también se enfrentaría a un dilema similar.

La noche en el bosque se llenaba de confesiones, risas y la tensión palpable de secretos compartidos. Martina, con la guardia baja después de la tortura de las cosquillas, se preguntaba cómo reaccionaría Daniela ante sus revelaciones. La confianza entre las dos amigas, ahora comprometida, colgaba en el aire mientras la historia tomaba giros impredecibles.

El foco de atención cambió rápidamente hacia Daniela, quien se encontraba atada y a merced de las secuaces de Sombra. La líder, con una sonrisa maliciosa, miró a Martina, quien aún se recuperaba de la intensa sesión de cosquillas.

— Bien, Martina, tu amiga Daniela está a punto de experimentar lo mismo que tú. Cuéntanos más secretos, y tal vez consideraremos aliviar sus cosquillas. —Sombra incitaba a Martina a continuar su traición.

Martina, sintiendo una mezcla de culpabilidad y desesperación, no pudo evitar soltar más detalles sobre la vida de Daniela. Cada risa que escapaba de Daniela estaba acompañada de miradas acusadoras y una profunda decepción. La traición de su amiga la golpeaba de manera inesperada, y la tortura de las cosquillas solo exacerbaba su tormento.

— ¡Martina, no puedes hacer esto! —exclamó Daniela entre risas, mientras las secuaces intensificaban las cosquillas en sus plantas.

Sombra observaba la escena con deleite, disfrutando del caos que había sembrado entre las dos amigas. La lealtad se desvanecía con cada risa y revelación. Mientras tanto, las secuaces continuaban su tarea implacable, desatando cosquillas sobre las hipercosquillosas plantas de Daniela, quien se debatía entre la risa y la angustia.

La historia se enredaba en un conflicto emocional, donde la traición y la tortura convergían en una danza macabra. El bosque, testigo silencioso de las confesiones y risas, se convertía en el escenario de un drama que cambiaría para siempre la relación entre Daniela y Martina.

La risa de Daniela resonaba en el bosque mientras las secuaces de Sombra continuaban su tortura implacable en las plantas de sus pies. Martina, aún entre risas, seguía desvelando secretos que solo ella conocía sobre su amiga. Con cada confesión, las cosquillas en las plantas de Daniela se volvían más intensas, llevándola al límite de su resistencia.

— ¡Martina, por favor! ¡No puedes seguir contando esas cosas! —suplicaba Daniela entre carcajadas, con lágrimas brotando de sus ojos.

Sin embargo, Martina continuaba, consciente de que, aunque estaba traicionando la confianza de su amiga, también estaba prolongando su propia liberación de las cosquillas. La lealtad y la desesperación se mezclaban en el aire del bosque, creando una atmósfera tensa.

Sombra observaba con satisfacción el conflicto que se desataba entre las dos amigas. Sabía que el miedo a las cosquillas y la amenaza de más revelaciones secretas llevaban a Daniela a un estado de vulnerabilidad cada vez mayor.

— Parece que tu amiga Martina tiene mucho que decir, Daniela. ¿No te gustaría compartir algo también para aliviar sus cosquillas? —dijo Sombra, incitando a Daniela a revelar sus propios secretos.

La risa de Daniela se mezclaba con sollozos mientras se debatía entre proteger sus secretos y liberarse de la tortura de las cosquillas. El bosque guardaba los susurros de confesiones y risas, convirtiéndose en testigo de una amistad puesta a prueba en medio de la traición y la desesperación.

Las secuaces de Sombra no mostraban piedad, y las cosquillas continuaban su ataque incesante en las hipercosquillosas plantas de Daniela. Cada risa era un eco de su resistencia disminuyendo, y cada carcajada era un recordatorio de la frágil lealtad entre las dos amigas.

Martina, aunque se sentía culpable por traicionar a Daniela, no podía ignorar el alivio que experimentaba al ver que las cosquillas se desplazaban de sus propias plantas hacia las de su amiga. La rivalidad entre ellas se volvía más intensa, y el juego peligroso de secretos y risas continuaba.

— ¡Martina, por favor, detén esto! —imploró Daniela, con lágrimas en los ojos, mientras sus plantas eran objeto de una tortura implacable.

— Puedes poner fin a esto, Daniela. Solo tienes que decir algo que Sombra pueda encontrar útil. ¿O prefieres que las cosquillas continúen? —intervino Sombra, aprovechando la situación para obtener información.

Daniela, en medio de las carcajadas y el tormento, se debatía entre ceder a la presión o resistir hasta el final. El bosque guardaba los susurros de confesiones y risas, convirtiéndose en testigo de la lucha interna de Daniela mientras las cosquillas desencadenaban una tormenta de emociones.

Las cosquillas implacables en las hipercosquillosas plantas de Daniela continuaban, y cada risa resonaba en el bosque como una melodía discordante. Martina, liberada de la tortura, se encontraba examinando sus propias plantas, ahora enrojecidas por las intensas cosquillas. Aunque estaba aliviada de ser la primera en ser liberada, una sombra de culpa se posaba sobre ella.

Mientras observaba a Daniela luchando con las cosquillas, Martina sabía en lo más profundo de su ser que había traicionado la confianza de su amiga. La rivalidad y el deseo de liberarse de la tortura la habían llevado a revelar secretos íntimos sobre Daniela. A pesar de la victoria momentánea de escapar de las cosquillas, la culpa pesaba en el corazón de Martina.

Daniela, entre risas y lágrimas, se debatía en una lucha interna similar. La traición de Martina había aumentado la intensidad de las cosquillas, y cada instante de tortura forzaba a Daniela a enfrentar sus propios miedos y secretos. El bosque, testigo silencioso de esta drama, guardaba los susurros de amistad fracturada y la risa que había llevado a la traición.

La risa de Daniela resonaba en el bosque mientras las cosquillas en sus plantas continuaban sin piedad. Martina, aún mirando las marcas rojas en sus propias plantas, se sentía atrapada entre el alivio de su liberación y el peso de la traición hacia su amiga.

— ¡Por favor, para! —suplicaba Daniela entre risas, su voz mezclada con desesperación.

Martina, enfrentando sus propios dilemas, no podía evitar escuchar las súplicas de su amiga. La tormenta de cosquillas parecía no tener fin. Con cada segundo que pasaba, el bosque se llenaba de risas y secretos revelados.

— ¡Martina, por favor, no cuentes más cosas! —exclamaba Daniela, con lágrimas en los ojos.

Las cosquillas eran una tortura física y emocional. Martina, consciente de su papel en esta situación, luchaba con la culpa. Sabía que había cruzado una línea al revelar secretos personales de Daniela para salvarse a sí misma.

— ¿Cómo puedes ser tan despiadada, Martina? —preguntaba Daniela, con la voz quebrada por las risas y la angustia.

El bosque se llenaba con la discordante sinfonía de risas y lágrimas, secretos y traiciones. La amistad entre Daniela y Martina estaba en un punto crítico, mientras la tortura de cosquillas continuaba su despiadado curso.

La risa de Daniela se volvía cada vez más frenética. El tormento en sus plantas se intensificaba, y las lágrimas se mezclaban con las risas descontroladas.

— ¡Ya no aguanto más! ¡Detengan esto, por favor! —gritaba Daniela, con la voz entrecortada.

Martina, presenciando el sufrimiento de su amiga, se debatía internamente. Aunque sentía remordimientos por haber traicionado la confianza de Daniela, la amenaza constante de las cosquillas la mantenía cautiva en su propia lucha.

— Martina, por favor, detén esto. ¡Te suplico! —imploraba Daniela, con los ojos enrojecidos.

Las cosquillas parecían no tener compasión. Alexia, la líder del trío de secuestradoras apodada «Sombra», observaba la escena con satisfacción, disfrutando del caos que había desencadenado.

— Martina, tú tienes el poder de ponerle fin. Cuéntame algo más de Daniela y esto se detendrá —intervino Alexia, incitando a Martina a seguir revelando secretos.

Martina, entre lágrimas, se debilitaba ante la presión. La locura de las cosquillas y la tormenta emocional alcanzaban su punto álgido. En ese bosque, la confianza y la amistad estaban en juego, todo mientras las risas y los secretos se entrelazaban en una danza desgarradora.

Daniela, después de resistir la tortura de las cosquillas hasta su límite, se vio obligada a ceder. Entre risas y lágrimas, comenzó a revelar secretos confidenciales de Martina, cosas que solo ella conocía. Las palabras salían de su boca como un último recurso para detener la incesante tortura en sus plantas de los pies.

— ¡Lo siento, Martina! ¡Lo siento mucho! Pero no puedo soportar más esto. Martina… ella… ella… —expresó Daniela, entre sollozos y risas.

Martina, al escuchar los secretos de su amiga, sintió una mezcla de dolor y traición. Su rostro reflejaba la angustia de haber permitido que las cosquillas la llevaran a revelar cosas que nunca debieron salir a la luz.

— ¡Ya basta! ¡Por favor, detengan esto! —gritaba Daniela, mientras Martina luchaba con sus propias emociones.

Alexia, observando la situación, decidió poner fin al tormento. Ordenó a sus secuaces detener las cosquillas, permitiendo que Daniela y Martina recobraran momentáneamente la compostura.

El bosque quedó sumido en un silencio roto solo por la respiración entrecortada de las dos amigas. La confianza había sido fracturada, y la oscura experiencia dejó cicatrices en la relación entre Daniela y Martina, mientras las sombras del bosque guardaban los secretos revelados en medio de risas y lágrimas.

Con la liberación de las cosquillas, el bosque recuperó su calma, pero el vínculo entre Daniela y Martina estaba marcado por las grietas de la traición y la revelación de secretos. Ambas amigas, exhaustas y emocionalmente afectadas, se encontraban en un silencio incómodo.

Las risas y complicidades compartidas en su aventura de acampar se desvanecieron en la oscuridad del bosque. La traición, aunque forzada por las circunstancias, dejó una sombra sobre la amistad que alguna vez fue sólida.

— Lo siento, Daniela. No quería llegar a esto, pero no podía soportar más las cosquillas —se disculpó Martina, mirando al suelo.

Daniela, con la mirada perdida en el horizonte, asintió en silencio. La confianza se había roto, y aunque ambas amigas deseaban dejar atrás aquella pesadilla, la herida emocional perduraría mucho tiempo.

Alexia y sus secuaces, satisfechas con la información obtenida, se retiraron dejando a Daniela y Martina a solas. El bosque, testigo silencioso de su amistad fracturada, se extendía oscuro y misterioso a su alrededor.

Las dos amigas, ya no riendo, se levantaron lentamente y comenzaron a caminar en direcciones opuestas, cada una sumida en sus pensamientos. La noche, que alguna vez fue testigo de risas y complicidades, ahora presenciaba el silencioso final de una amistad marcada por la traición y las cosquillas.

Continuará…

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