abril 29, 2024

Tickling Stories

Historias de Cosquillas. Somos parte de la comunidad en español en Telegram – LTC.

Pesadilla – Parte 3

Tiempo de lectura aprox: 21 minutos

Capítulo 3: Caminos Separados

Daniela y Martina se encontraban distanciadas después de la horrible experiencia que vivieron en el bosque. La traición y la vergüenza las habían alejado, cada una luchando por procesar lo que había sucedido y cómo habían sido obligadas a revelar secretos personales bajo la presión de las cosquillas.

Mientras tanto, en otra parte de la ciudad, dos investigadores privados, Alex y Sofía, estaban inmersos en la investigación de los extraños sucesos que habían estado ocurriendo en el bosque. Conocido como «el bosque de las risas» debido a los misteriosos casos de cosquillas, habían sido contratados para desentrañar el enigma.

Alex, un hombre de 32 años con un fetiche por las cosquillas, y Sofía, de 30 años y extremadamente cosquillosa, formaban un equipo único. A pesar de su aversión a las cosquillas, Sofía estaba dispuesta a ayudar en la investigación, convencida por Alex de probar la silla de tortura y experimentar las sensaciones que podrían enfrentar las víctimas.

Sofía, una mujer de cabello rubio, ojos verdes, 1,75 de estatura y 55 kg, tenía cosquillas en todos los rincones de su cuerpo, pero especialmente en las plantas de los pies, su punto más hipercosquilloso. Odiaba que le hicieran cosquillas porque era extremadamente sensible a ellas.

Un día, mientras investigaban en su despacho, Alex propuso una idea audaz a Sofía. «Sofía, necesitamos entender mejor cómo se sienten las víctimas durante el interrogatorio. ¿Qué tal si tú te conviertes en nuestro ‘conejillo de indias’ y experimentas la silla de tortura por ti misma?»

Sofía frunció el ceño, sintiendo una mezcla de temor y curiosidad. «¿Estás seguro de esto, Alex? Sabes que odio las cosquillas y no me considero una ‘ticklee'».

Alex asintió con determinación. «Lo sé, Sofía, pero necesitamos saber qué se siente estar en el otro lado. Además, estaremos juntos y te prometo que no te haré daño».

Después de mucha persuasión por parte de Alex, Sofía finalmente aceptó. Con el corazón latiendo con fuerza, se preparó para enfrentar la silla de tortura y las cosquillas que vendrían, sin saber que su decisión la llevaría a un encuentro inesperado con su pasado y con dos antiguas amigas que también estaban a punto de enfrentarse a sus propios demonios.

Sofía se encontraba nerviosa mientras se preparaba para experimentar la silla de tortura de cosquillas. Su corazón latía con fuerza y podía sentir la tensión en el aire mientras Alex ajustaba los controles de la silla.

«¿Estás lista, Sofía?» preguntó Alex con una sonrisa traviesa.

Sofía asintió, tratando de mantener la compostura. «Sí, estoy lista. Hagámoslo».

Con un gesto decidido, Alex activó la silla y Sofía se acostó en ella, sintiendo cómo las correas aseguraban sus extremidades, dejándola expuesta y vulnerable.

Alex se acercó a ella con una sonrisa maliciosa. «Recuerda, Sofía, esto es solo por diversión. Y no te preocupes, estaré suave… al principio».

Sofía tragó saliva nerviosamente, sin estar del todo segura de lo que estaba por venir. Entonces, sintió el primer roce ligero de los dedos de Alex en su costado, y un estallido de cosquillas la recorrió de inmediato.

«Sofía, ¿estás bien?» preguntó Alex, disfrutando de la expresión de angustia en su rostro.

Sofía intentó hablar, pero solo pudo emitir risitas nerviosas mientras las cosquillas se intensificaban. Pronto, los dedos de Alex recorrían su cuerpo, encontrando todos sus puntos más sensibles.

Las risas de Sofía resonaban en la habitación, llenas de una mezcla de placer y desesperación. «¡Para, para por favor!», suplicaba entre risas y jadeos, sintiendo cómo la sensación de cosquillas la abrumaba.

Alex, divertido por la reacción de Sofía, decidió llevar las cosquillas al siguiente nivel. Sin previo aviso, sus dedos se deslizaron hacia las plantas de los pies descalzos de Sofía, su punto más hipercosquilloso.

El contacto con las plantas de los pies de Sofía desató una tormenta de risas descontroladas. Sofía retorció sus pies, tratando de escapar de los cosquilleos implacables de Alex, pero las correas de la silla la mantenían firmemente sujeta.

«¡Ahahahaha! ¡Para, por favor, me muero de risa!», gritaba Sofía entre carcajadas, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas de tanto reír.

Alex, disfrutando de la reacción de Sofía, continuó haciéndole cosquillas en las plantas de los pies, sabiendo que era su punto más débil.

Finalmente, después de lo que parecieron horas, Alex detuvo las cosquillas y desactivó la silla, liberando a Sofía de su prisión momentánea. Ella se sentó en el suelo, temblando y con el alivio palpable en su rostro.

«Lo siento, Sofía, no pude resistirme», dijo Alex entre risas, disfrutando del momento.

Sofía le lanzó una mirada entre divertida y exasperada. «Eres un verdadero demonio, Alex. Pero admito que fue… interesante».

Con un suspiro de alivio y una sonrisa en los labios, Sofía se puso de pie, deseando dejar atrás esa experiencia pero sabiendo que había sido una aventura que no olvidaría fácilmente.

Alex y Sofía continuaban con su investigación sobre los extraños sucesos en el bosque, y pronto identificaron a Daniela y Martina como posibles víctimas de lo que ahora llamaban «el bosque de las risas». Decidieron citarlas por separado a su despacho, sin que ellas sospecharan las verdaderas intenciones detrás de la reunión.

Daniela fue la primera en llegar, llena de nerviosismo y ansiedad por lo que podría revelarse durante la entrevista. Sin embargo, cuando Alex y Sofía comenzaron a hacerle preguntas sobre su experiencia en el bosque, se sorprendió al darse cuenta de que no sabían nada sobre las cosquillas que habían sido utilizadas como método de tortura.

Martina llegó más tarde, igualmente preocupada por lo que podría surgir durante la entrevista. Pero al escuchar las preguntas de Alex y Sofía, se dio cuenta de que tampoco sabían nada sobre las cosquillas.

Poco a poco, las piezas comenzaron a encajar en sus mentes. ¿Podría ser que Daniela y Martina no fueran las únicas víctimas de las cosquillas en el bosque? ¿Y quiénes eran estos nuevos investigadores que parecían tan intrigados por el misterio?

Mientras tanto, Alex y Sofía intercambiaron miradas de complicidad. Sabían que era el momento de actuar. Decidieron llevar a cabo un experimento para confirmar sus sospechas y obtener más información sobre lo que realmente sucedía en el bosque.

Citando a Daniela y Martina en fechas separadas, los dos investigadores prepararon la silla de tortura de cosquillas para su «prueba final». Sin embargo, Daniela y Martina no tenían idea de lo que les esperaba.

Martina llegó a la oficina de Alex y Sofía sin tener ni la más mínima sospecha de lo que le esperaba. Se sentía nerviosa por la cita, pero confiaba en que podría ayudar en la investigación de los extraños sucesos en el bosque.

Al entrar a la oficina, Martina se encontró con Alex y Sofía, quienes la recibieron con amabilidad. Sin embargo, había un brillo inusual en sus ojos que Martina no lograba identificar.

«Gracias por venir, Martina», dijo Alex con una sonrisa que no llegaba a los ojos. «Estamos muy interesados en escuchar tu experiencia en el bosque».

Martina asintió, sin sospechar las verdaderas intenciones detrás de la reunión. Se sentó en una silla frente a ellos, tratando de mantener la compostura mientras Alex y Sofía comenzaban a hacerle preguntas sobre lo que había vivido en el bosque.

Con el tiempo, la conversación empezó a desviarse hacia terrenos más oscuros. Martina comenzó a sentirse incómoda cuando Alex y Sofía parecían cada vez más interesados en detalles específicos de su experiencia.

De repente, Alex se levantó de su silla con una sonrisa maliciosa. «Martina, hemos estado investigando un aspecto muy particular de los sucesos en el bosque. Nos preguntábamos si estarías dispuesta a ayudarnos con un experimento».

Martina frunció el ceño, sintiendo un ligero escalofrío recorrer su espalda. «¿Qué tipo de experimento?» preguntó con cautela.

Sofía se acercó a Martina, con una mirada que dejaba claro que algo no estaba bien. «Es solo una prueba rápida, Martina. No te preocupes, no te haremos daño», dijo tratando de tranquilizarla.

Sin embargo, antes de que Martina pudiera reaccionar, Alex y Sofía la rodearon y la aseguraron en la silla de tortura de cosquillas que habían preparado para ella.

Martina sintió un escalofrío de terror recorrer su cuerpo mientras se daba cuenta de lo que estaba por venir. Intentó liberarse de las correas que la mantenían sujeta, pero era inútil.

«¿Qué están haciendo? ¡Suéltenme ahora mismo!», exclamó Martina, luchando contra el pánico que amenazaba con abrumarla.

Alex y Sofía intercambiaron una mirada de complicidad antes de comenzar el experimento, sabiendo que estaban a punto de descubrir la verdad detrás de los sucesos en el bosque, aunque a costa de la inocencia de Martina.

Una vez que Martina estuvo asegurada en la silla de tortura, Alex y Sofía procedieron a descalzarla y a quitarle los calcetines, exponiendo sus pies desnudos y extremadamente cosquillosos. Martina sintió un escalofrío recorrer su cuerpo al darse cuenta de lo que estaban a punto de hacerle.

«¿Qué están haciendo? ¡Suéltenme!» exclamó Martina, sintiendo el pánico apoderarse de ella mientras intentaba en vano liberarse de las correas que la mantenían sujeta.

Alex y Sofía intercambiaron una mirada antes de comenzar el interrogatorio. «Martina, necesitamos respuestas», dijo Alex con seriedad, mientras sus dedos se acercaban a los arcos de los pies de Martina.

«¿Qué fue lo que viste en el bosque? ¿Recuerdas algo inusual o sospechoso?» preguntó Sofía, mientras comenzaba a acariciar suavemente los dedos de Martina.

Martina luchó por concentrarse en las preguntas mientras los suaves roces de los dedos de Alex y Sofía le provocaban cosquillas intensas. «Yo… Yo no… vi nada…» tartamudeó, sintiendo que las cosquillas la hacían perder el control.

Pero Alex y Sofía no estaban dispuestos a rendirse tan fácilmente. Continuaron haciendo preguntas, alternando entre tocar suavemente sus pies desnudos y provocar cosquillas más intensas.

Las risas de Martina llenaron la habitación mientras luchaba por mantener la compostura. «¡Por favor, deténganse! ¡No puedo más!» suplicaba entre risas y jadeos, sintiendo cómo la sensación de cosquillas la abrumaba por completo.

Sin embargo, Alex y Sofía continuaron con su interrogatorio, decididos a obtener respuestas a cualquier costo. Martina se encontraba atrapada en una pesadilla de la que no podía escapar, mientras sus risas llenaban la habitación y sus pies desnudos se volvían cada vez más sensibles a cada cosquilleo.

A pesar de las súplicas de Martina, Alex y Sofía hicieron caso omiso y continuaron haciéndole cosquillas sin piedad alguna sobre las plantas vulnerables de sus pies. Cada caricia provocaba estallidos de risa y contorsiones desesperadas por parte de Martina, quien se sentía completamente vulnerable y desamparada.

Mientras tanto, las preguntas de Alex y Sofía continuaban, cada vez más insistentes y penetrantes. «Necesitamos saber qué viste en el bosque, Martina. ¿Hubo algo inusual? ¿Alguna figura extraña o sonido extraño?» preguntó Alex, mientras sus dedos seguían explorando las zonas más sensibles de los pies de Martina.

Martina luchaba por mantener la concentración entre las carcajadas y los cosquilleos implacables. «No… no vi… nada…» balbuceaba entre risas, sintiendo cómo las cosquillas la empujaban más allá de sus límites.

Sofía, por su parte, aumentaba la intensidad de las cosquillas, concentrándose en los puntos más hipersensibles de los pies de Martina. Cada vez que sus dedos rozaban los arcos y las almohadillas, Martina se retorcía con una mezcla de agonía y placer, incapaz de controlar sus reacciones.

El tiempo parecía detenerse mientras Martina era sometida a una tortura de cosquillas interminable. Las lágrimas brotaban de sus ojos, mezclándose con las risas descontroladas que llenaban la habitación.

Finalmente, exhausta y desesperada, Martina no pudo más. «¡Por favor, deténganse! ¡Lo diré todo, lo prometo!» gritó entre sollozos, sintiendo cómo la sensación de cosquillas la llevaba al borde de la locura.

Alex y Sofía intercambiaron una mirada triunfante, sabiendo que habían alcanzado su objetivo. Detuvieron las cosquillas y liberaron a Martina de la silla de tortura, dejándola temblando y exhausta en el suelo.

La joven de 20 años estaba destrozada por la tortura a la que había sido sometida y por estar distanciada de su amiga Daniela. No había podido contar con el apoyo de ella en ese momento tan difícil, lo que la dejaba aún más desamparada.

Mientras tanto, Alex y Sofía, triunfantes por haber obtenido información crucial, instaron a Martina a que contara todo lo que había experimentado en el bosque de la locura. Martina, aún temblando y exhausta por la tortura de las cosquillas, no tuvo más remedio que revelar la verdad.

«Fuimos atacadas por una mujer llamada ‘Sombra’ y sus dos secuaces», comenzó a relatar Martina con voz temblorosa. «Nos sometieron a un ataque de cosquillas en todo nuestro cuerpo… fue… fue una pesadilla».

Alex y Sofía escucharon atentamente mientras Martina describía los detalles del horrible incidente. Cada palabra pronunciada por Martina era como una pieza más del rompecabezas, ayudándoles a comprender la verdadera naturaleza de lo que estaba ocurriendo en el bosque.

Al terminar su relato, Martina se dejó caer en el suelo, agotada y emocionalmente desgastada. Alex y Sofía intercambiaron una mirada sombría, conscientes de la gravedad de la situación.

«Gracias por tu valentía, Martina», dijo Sofía con voz suave, extendiendo una mano para ayudarla a ponerse de pie. «Vamos a hacer todo lo posible por encontrar a ‘Sombra’ y poner fin a estas atrocidades».

Martina asintió débilmente, agradecida por el apoyo de Alex y Sofía en ese momento tan difícil. Aunque aún quedaba mucho por hacer, al menos ahora sabía que no estaba sola en esta lucha.

Martina se colocó lentamente sus calcetines y tenis, tratando de recuperar un poco de compostura después de la intensa experiencia que acababa de vivir en la oficina de Alex y Sofía. Aunque físicamente agotada, se sentía aliviada de haber compartido finalmente la verdad sobre lo que había ocurrido en el bosque.

Con un suspiro, se puso de pie y se preparó para salir de la oficina. Sin embargo, un nudo de preocupación se formó en su estómago al recordar a su ex amiga Daniela. Aunque habían estado distanciadas, Martina seguía preocupada por su bienestar y se preguntaba qué habría sido de ella después de lo que habían pasado juntas en el bosque.

Alex y Sofía notaron la expresión preocupada en el rostro de Martina y se acercaron a ella con gestos de apoyo. «¿Estás bien, Martina?» preguntó Sofía con gentileza.

Martina asintió, aunque no estaba del todo convencida. «Sí, estoy bien. Pero… ¿qué hay de Daniela? No he sabido nada de ella desde que nos separamos en el bosque», dijo con voz temblorosa.

Alex y Sofía intercambiaron una mirada significativa antes de responder. «Vamos a hacer todo lo posible por encontrarla, Martina. Te prometemos que no descansaremos hasta que sepamos qué le ha pasado», aseguró Alex con determinación.

Martina se sintió reconfortada por las palabras de Alex y Sofía, pero aún así no pudo evitar sentir una profunda preocupación por su amiga perdida. Con un último agradecimiento, se despidió de los investigadores y salió de la oficina, con la esperanza de que algún día volvería a ver a Daniela sana y salva.

Mientras tanto, Alex y Sofía se quedaron en la oficina, sumidos en sus propios pensamientos mientras planeaban su próximo paso en la búsqueda de respuestas sobre el misterioso bosque de las risas y el destino incierto de Daniela.

Después de varios días de intensa investigación, Alex y Sofía finalmente lograron dar con el paradero de Daniela, la otra chica de 20 años que había estado desaparecida desde su experiencia en el bosque. Con la esperanza de obtener más información sobre lo que realmente había sucedido, decidieron citarla a su oficina.

Daniela llegó a la oficina de Alex y Sofía con una mezcla de nerviosismo y curiosidad. Aunque estaba agradecida por haber sido encontrada, no podía evitar sentirse aprensiva ante la idea de enfrentarse a los investigadores y revivir los traumáticos eventos del bosque.

Al entrar a la oficina, Daniela fue recibida por Alex y Sofía, quienes la saludaron con amabilidad. Sin embargo, mientras conversaban, Daniela notó una mirada inusual en los ojos de los investigadores, lo que la hizo sentirse un poco incómoda.

«Gracias por venir, Daniela», comenzó Alex con una sonrisa que no llegaba del todo a los ojos. «Estamos muy interesados en escuchar tu versión de los eventos que ocurrieron en el bosque. Creemos que podrías tener información crucial para nuestra investigación».

Daniela asintió, sintiendo un ligero escalofrío recorrer su espalda. Sabía que tendría que revivir momentos dolorosos, pero estaba dispuesta a hacerlo si eso significaba ayudar a resolver el misterio.

Sin embargo, lo que Daniela no sabía era que Alex y Sofía tenían un plan mucho más siniestro en mente. Mientras hacían preguntas aparentemente inocentes sobre su experiencia en el bosque, los investigadores comenzaron a prepararse para su siguiente paso.

Una vez que terminaron de hacer preguntas, Alex y Sofía intercambiaron una mirada cómplice. Era hora de poner en marcha su plan. Con manos expertas, aseguraron a Daniela en la silla de tortura de cosquillas, sin que ella sospechara lo que les esperaba.

Sin embargo, lo que Alex y Sofía no sabían era que Daniela era incluso más hipercosquillosa que Martina. Mientras comenzaban a hacerle cosquillas, se dieron cuenta rápidamente de su error. Las risas de Daniela llenaron la habitación de manera ensordecedora, eclipsando incluso las de Martina.

Con cada cosquilleo, Daniela se retorcía y contorsionaba con una intensidad que dejaba a Alex y Sofía sorprendidos. La joven era increíblemente sensible a las cosquillas, y parecía que no había rincón de su cuerpo que no fuera susceptible a ellas.

Mientras tanto, Daniela se debatía entre el placer y el tormento de las cosquillas. A pesar de la intensidad del momento, no pudo evitar sentir una oleada de alivio al darse cuenta de que finalmente estaba cerca de descubrir la verdad detrás de su horrible experiencia en el bosque.

Alex y Sofía se dieron cuenta rápidamente de lo hipercosquillosa que era Daniela en todo su cuerpo. Cada roce, cada piquete de sus dedos en los diferentes rincones de su cuerpo, provocaba una explosión de carcajadas por parte de Daniela, quien se retorcía y se contorsionaba sin control en la silla de tortura.

A pesar de la intensidad de las cosquillas, Alex y Sofía continuaron con sus preguntas sobre el bosque, conscientes de que necesitaban obtener toda la información posible de Daniela. Mientras tanto, las risas de Daniela llenaban la habitación, eclipsando incluso las suyas propias.

«¿Recuerdas algún detalle específico del bosque? ¿Alguna figura extraña o sonido inusual?» preguntó Sofía, tratando de mantener la compostura mientras continuaba haciendo cosquillas en el cuerpo de Daniela.

Daniela luchaba por concentrarse entre las carcajadas y los cosquilleos implacables. «No… no puedo… pensar… con todas estas cosquillas…» balbuceó entre risas, sintiendo cómo la sensación de cosquillas la llevaba al borde de la locura.

Sin embargo, Alex y Sofía no estaban dispuestos a rendirse tan fácilmente. Continuaron con sus preguntas, alternando entre tocar suavemente el cuerpo de Daniela y provocar cosquillas más intensas. Cada vez que sus dedos rozaban un punto sensible, Daniela se retorcía con una mezcla de agonía y placer, incapaz de controlar sus reacciones.

El tiempo parecía detenerse mientras Alex y Sofía seguían con su interrogatorio. Las risas de Daniela llenaban la habitación, mezclándose con las de los investigadores y creando una atmósfera de caos y frenesí.

Finalmente, exhausta y desesperada, Daniela no pudo más. «¡Por favor, deténganse! ¡Lo diré todo, lo prometo!» gritó entre sollozos, sintiendo cómo la sensación de cosquillas la abrumaba por completo.

Al ver la mirada desesperada de Daniela, Alex y Sofía se miraron entre ellos, percibiendo que algo no estaba bien. Aunque Daniela prometía decirlo todo, su expresión denotaba un temor más profundo, como si estuviera tratando desesperadamente de evitar algo.

Sofía, instintivamente, decidió actuar. «Alex, creo que necesitamos probar algo», dijo con determinación. «Hazle cosquillas en la cintura, los costados y las axilas a Daniela. Quiero ver si en esos puntos es tan sensible como yo».

Alex asintió, comprendiendo el plan de Sofía. Con manos ágiles, comenzó a hacer cosquillas en los puntos designados, mientras Daniela se retorcía y reía descontroladamente bajo el ataque implacable.

Por otro lado, Sofía se acercó a las plantas de los pies de Daniela con una determinación calculada. Sabía que este era el momento de poner a prueba la hipersensibilidad de Daniela en ese punto particular de su cuerpo.

Con dedos expertos, Sofía comenzó a provocar cosquillas en las plantas de los pies de Daniela, observando atentamente su reacción. Para su sorpresa, las risas de Daniela se intensificaron aún más, revelando que, al igual que ella, era extraordinariamente sensible en ese punto.

La habitación se llenó con las carcajadas de Daniela mientras Alex y Sofía continuaban con su experimento. A pesar del caos y la confusión, ambos investigadores sabían que estaban más cerca que nunca de descubrir la verdad detrás de los misteriosos sucesos en el bosque.

Mientras Alex se detenía y se deleitaba con placer al observar la reacción de Daniela ante las cosquillas, Sofía continuó moviendo las uñas de sus manos sobre las hipercosquillosas y vulnerables plantas de los pies de Daniela. La joven reía a carcajadas y suplicaba piedad, atrapada en medio de la locura a la que estaba siendo sometida.

A pesar de las risas descontroladas y los sollozos de Daniela, Alex y Sofía continuaron con sus preguntas, decididos a obtener toda la información posible sobre lo que realmente había sucedido en el bosque.

«¿Recuerdas algo más, Daniela? Cualquier detalle podría ser útil para nuestra investigación», preguntó Sofía, manteniendo su tono de voz suave a pesar del caos que reinaba en la habitación.

Daniela luchaba por concentrarse entre las cosquillas y las preguntas implacables de los investigadores. «No… no sé… no puedo pensar…» balbuceó entre risas, sintiendo cómo la sensación de cosquillas la llevaba al borde del delirio.

Sin embargo, Alex y Sofía no estaban dispuestos a darse por vencidos. Continuaron con su interrogatorio, alternando entre hacer cosquillas y hacer preguntas, mientras observaban atentamente las reacciones de Daniela.

El tiempo parecía detenerse mientras la tortura de las cosquillas y el interrogatorio continuaban sin cesar. Las risas de Daniela llenaban la habitación, creando una atmósfera de caos y frenesí.

Finalmente, exhausta y desesperada, Daniela no pudo más. «¡Por favor, basta! ¡Lo diré todo, lo prometo!» gritó entre sollozos, sintiendo cómo la sensación de cosquillas la abrumaba por completo.

Alex y Sofía intercambiaron una mirada triunfante, sabiendo que habían alcanzado su objetivo. Detuvieron las cosquillas y liberaron a Daniela de la silla de tortura, dejándola temblando y exhausta en el suelo.

Después de una hora de tortura incesante de cosquillas, Daniela había perdido el control de su cuerpo. Exhausta y temblando, finalmente cedió y comenzó a contar todo lo que había experimentado en el bosque.

Con voz temblorosa y entrecortada por las risas que aún persistían en su garganta, Daniela relató cada detalle de su encuentro con «Sombra» y sus secuaces. Describió cómo habían sido sometidas a un ataque sorpresa, cómo las habían atado y retenido, y cómo las habían obligado a revelar información sensible bajo la amenaza constante de las cosquillas.

A medida que hablaba, las lágrimas brotaban de los ojos de Daniela, mezclándose con las risas que todavía resonaban en la habitación. Era evidente que el recuerdo de aquellos momentos traumáticos seguía atormentándola, incluso después de haber sido liberada de la silla de tortura.

Alex y Sofía escucharon atentamente cada palabra de Daniela, conscientes de la importancia de su testimonio para la investigación. Mientras tanto, una sensación de alivio y satisfacción se apoderaba de ellos al darse cuenta de que finalmente estaban más cerca que nunca de descubrir la verdad detrás de los misteriosos sucesos en el bosque.

Después de que Daniela terminó de contar su historia, Alex y Sofía la consolaron y la ayudaron a recuperarse del agotamiento físico y emocional que había experimentado. Aunque aún quedaban muchas preguntas sin respuesta, al menos ahora tenían una pieza crucial del rompecabezas que estaban intentando resolver.

Con un suspiro de alivio, Daniela se dio cuenta de que, a pesar del dolor y la angustia que había experimentado, finalmente estaba un paso más cerca de encontrar la paz y la justicia que tanto anhelaba.

Después de que Daniela terminó de contar su historia, un silencio tenso llenó la habitación. Alex y Sofía intercambiaron una mirada significativa, conscientes del peso de las revelaciones de Daniela y de la importancia de su testimonio para la investigación.

«Gracias, Daniela», dijo Sofía con voz suave, extendiendo una mano para reconfortarla. «Sabemos que no ha sido fácil para ti compartir todo esto con nosotros, pero tu valentía nos acerca cada vez más a descubrir la verdad».

Daniela asintió débilmente, sintiendo una mezcla de alivio y agotamiento. Aunque había sido una experiencia traumática, sabía que era necesario enfrentar su pasado para poder seguir adelante.

«¿Qué piensas que deberíamos hacer ahora?» preguntó Alex, rompiendo el silencio. «¿Seguimos investigando a ‘Sombra’ y sus secuaces, o hay algo más que debamos tener en cuenta?»

Sofía frunció el ceño, reflexionando sobre la pregunta de Alex. «Creo que deberíamos centrarnos en encontrar a ‘Sombra’ y detenerla antes de que pueda hacerle daño a más personas», sugirió. «Pero también necesitamos estar preparados para cualquier cosa. Quién sabe qué otros secretos oscuros podríamos descubrir en el camino».

Alex asintió, reconociendo la validez de las palabras de Sofía. «Estoy de acuerdo. Pero primero, necesitamos asegurarnos de que estés bien, Daniela. ¿Hay algo más que podamos hacer por ti en este momento?»

Daniela se estremeció ligeramente ante la pregunta, consciente de que aún quedaban cicatrices emocionales que sanar. «Solo quiero volver a casa y tratar de olvidar todo esto», murmuró con voz cansada.

Alex y Sofía asintieron comprensivamente, prometiendo apoyar a Daniela en todo lo que necesitara en el camino hacia la recuperación. Con un último gesto de solidaridad, se despidieron y dejaron que Daniela se fuera, sabiendo que su valiente testimonio había sido un paso crucial en la búsqueda de justicia.

Después de que Daniela se marchara, Alex y Sofía quedaron solos en la oficina, reflexionando sobre todo lo que habían descubierto. Sofía miró a Alex con una expresión pensativa y luego sugirió con una sonrisa irónica: «Deberías probar ahora tú la silla de la tortura».

Alex frunció el ceño, sorprendido por la propuesta de Sofía. «¿Yo? ¿Por qué debería hacer eso?» preguntó, desconcertado.

Sofía se encogió de hombros, jugando con un mechón de su cabello. «Bueno, después de todo, tú fuiste quien sugirió que Martina y Daniela probaran la silla de tortura», respondió con una sonrisa traviesa. «Además, sería interesante ver cómo reaccionas ante las cosquillas».

Aunque inicialmente dudoso, Alex finalmente aceptó la sugerencia de Sofía con una mezcla de curiosidad y aprensión. Se sentó en la silla de tortura, preparándose para lo que estaba por venir.

Sofía se acercó con una sonrisa maliciosa, lista para comenzar la sesión de cosquillas. «Prepárate, Alex», advirtió con una risa traviesa. «¡Es hora de que experimentes lo que se siente estar en el otro lado!»

Con eso, Sofía comenzó a hacer cosquillas en el cuerpo de Alex, provocando risas incontrolables por parte del investigador. A pesar de sus intentos de resistirse, pronto se vio completamente indefenso ante las cosquillas de Sofía, dejándose llevar por la sensación de placer y tormento que invadía su cuerpo.

La habitación se llenó con las risas de Alex mientras Sofía continuaba con su ataque implacable. Aunque era una situación completamente diferente a la que habían enfrentado Martina y Daniela, Alex se dio cuenta de que la experiencia de ser sometido a las cosquillas también era reveladora de cierta manera.

Sofía se detuvo por un momento, observando a Alex con una mirada traviesa mientras él intentaba recuperar el aliento después de su ataque de risa. «¿Quién diría que tú, el experto en hacer cosquillas, resultaría ser tan cosquilloso como las personas a las que sometes?» comentó Sofía con una sonrisa burlona.

Alex se rió entre dientes, sintiendo aún las cosquillas retorciéndose en su cuerpo. «Supongo que me tomaste por sorpresa», admitió con una sonrisa. «Pero tienes razón, no esperaba que fuera tan… sensible».

Sofía continuó con su ataque, moviendo sus dedos expertos sobre las áreas más vulnerables de Alex, aprovechando la oportunidad para hacer algunas preguntas más. «Entonces, ¿cuál es tu secreto, Alex? ¿Cómo te conviertes en un maestro de las cosquillas?» preguntó con curiosidad.

Alex rió, sintiendo las cosquillas intensificarse con cada movimiento de Sofía. «Bueno, supongo que es cuestión de práctica y habilidad», respondió entre risas. «Pero admito que nunca esperé estar del otro lado de la silla».

Sofía asintió con complicidad, disfrutando del momento de camaradería entre ellos. «Bueno, al menos ahora sabes cómo se siente», dijo con una sonrisa. «Y puedo decir que tienes un talento natural para ser un ticklee».

La habitación se llenó con las risas de ambos mientras Sofía continuaba con su ataque de cosquillas. Aunque la situación era absurda, Alex se dio cuenta de que había encontrado un nuevo nivel de conexión con su compañera de investigación, una conexión que solo podía fortalecer su vínculo en el futuro.

Sofía se detuvo por un momento, contemplando a Alex con una mirada traviesa. «Bueno, sé que tienes cosquillas en las axilas, las costillas y la cintura», dijo con una sonrisa juguetona. «Pero me pregunto si tus pies también serán cosquillosos».

La expresión de Alex se volvió un tanto nerviosa al darse cuenta de hacia dónde se dirigía la conversación. «¡Espera, Sofía! ¡No es necesario!» exclamó, retrocediendo un paso mientras Sofía se acercaba lentamente.

Sin embargo, Sofía no estaba dispuesta a detenerse. Con manos ágiles, desató los cordones de los zapatos de Alex y comenzó a quitarle los calcetines con determinación. Alex sintió un escalofrío de anticipación recorrer su espalda mientras las plantas de sus pies quedaban expuestas y vulnerables ante los dedos de Sofía.

«Sofía, por favor…» suplicó Alex, pero sus súplicas fueron ignoradas mientras Sofía comenzaba a deslizar las uñas de sus manos sobre las plantas desnudas de los pies de Alex.

Una oleada de cosquillas intensas recorrió el cuerpo de Alex, haciéndole retorcerse y reír descontroladamente. Aunque intentó resistirse, pronto se encontró completamente a merced de las habilidosas manos de Sofía, que exploraban cada rincón sensible de sus pies.

La habitación se llenó con las risas de Alex mientras Sofía continuaba con su ataque implacable. A pesar del tormento de las cosquillas, Alex no pudo evitar sentir una extraña sensación de conexión con Sofía, como si este momento compartido los uniera de una manera única y especial.

Sofía no podía contener su risa mientras continuaba su ataque implacable sobre las plantas de los pies de Alex. Cada cosquilleo parecía intensificar la conexión entre ellos, creando un vínculo especial que trascendía la simple investigación en la que estaban involucrados.

Entre risas y súplicas de piedad, Alex se debatía entre la tortura de las cosquillas y la extraña sensación de cercanía que experimentaba con Sofía. A pesar del tormento, no podía evitar sentir una especie de complicidad con ella, como si este momento compartido los uniera de una manera única y especial.

Sofía continuó con su ataque, sin mostrar signos de detenerse. Mientras sus dedos hábiles exploraban las zonas más sensibles de los pies de Alex, no pudo evitar hacer un comentario entre risas: «¿Quién pensaría que todo un tickler como tú, que ama torturar con cosquillas a mujeres cosquillosas como yo, terminaría siendo vulnerado con cosquillas en las plantas de sus pies?».

La ironía de la situación no pasó desapercibida para ninguno de los dos, y entre risas descontroladas, se dieron cuenta de lo absurdo y a la vez significativo de este momento. A pesar de la incomodidad y el tormento, ambos compartían una conexión única que solo podía surgir en medio de una situación tan inusual como esta.

Mientras Sofía continuaba con sus cosquilleos implacables, Alex no pudo evitar sentir una extraña sensación de gratitud hacia ella. Aunque estaba siendo sometido a una tortura inesperada, también estaba experimentando una conexión emocional que lo dejaba sin aliento.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, Sofía detuvo sus cosquilleos, dejando a Alex jadeando y agotado en el suelo. Ambos se miraron con complicidad, conscientes de que habían compartido un momento inolvidable que nunca olvidarían.

Sofía soltó a Alex, quien entre jadeos y risas se enderezó lentamente. Miró a Sofía con una sonrisa traviesa y dijo: «Ahora te toca a ti».

Sofía arqueó una ceja, con una mezcla de sorpresa y diversión. «¿Yo? ¿Hacerme cosquillas a mí misma?» preguntó con incredulidad.

«No, no», respondió Alex con una sonrisa juguetona. «Quiero decir que ahora es tu turno de probar la silla de tortura».

Sofía soltó una carcajada, pero asintió con entusiasmo. «¡De acuerdo! Pero no me juzgues si soy menos resistente de lo que parece», advirtió mientras se acercaba a la silla y se sentaba.

Alex se puso de pie frente a ella, con una mirada traviesa en los ojos. «No te preocupes, Sofía. Estoy seguro de que podré devolverte el favor», dijo con una sonrisa.

Con eso, comenzó a desatar los zapatos de Sofía y a quitarle los calcetines, revelando las plantas desnudas y vulnerables de sus pies. Sofía se estremeció ligeramente, anticipando lo que estaba por venir.

Alex no perdió el tiempo y comenzó a deslizar sus dedos sobre las plantas de los pies de Sofía, provocando risas incontrolables por parte de ella. A pesar de sus intentos de resistirse, pronto se encontró completamente a merced de las cosquillas de Alex.

Sofía se retorcía entre risas mientras Alex continuaba con su ataque implacable sobre las plantas de sus pies. Cada cosquilleo provocaba una oleada de risas incontrolables por parte de ella, quien se encontraba completamente a merced de las hábiles manos de Alex.

Entre risas, Alex aprovechaba para introducir el tickle-talk como medio de «tortura». «¿Quién iba a imaginar que la investigadora más intrépida terminaría siendo tan vulnerable a las cosquillas?» bromeaba Alex entre cosquilleos. «Parece que incluso los más valientes tienen sus puntos débiles».

Sofía no podía contener su risa, completamente entregada a la experiencia. Aunque la situación era absurda, no podía evitar sentir una extraña sensación de conexión con Alex, como si este momento compartido los uniera de una manera única y especial.

Sofía se retorcía en la silla, moviendo frenéticamente los pies en un intento desesperado por escapar de las cosquillas de Alex. Sus risas resonaban en la habitación mientras él continuaba con su ataque implacable sobre las plantas de sus pies, disfrutando cada segundo de las reacciones de su amiga y socia.

Entre risas, Sofía intentaba en vano proteger sus plantas, apretando los dedos, arrugando las plantas e incluso tratando de alejar los pies de Alex. Sin embargo, sus esfuerzos eran en vano, ya que él continuaba con su ataque sin piedad alguna.

«¡Detente, Alex, por favor!» suplicaba Sofía entre risas, pero sus súplicas solo parecían aumentar la determinación de él. Con una sonrisa traviesa, Alex intensificaba sus cosquilleos, explorando cada rincón sensible de las plantas de los pies de Sofía.

La habitación se llenaba con las risas contagiosas de ambos, creando un ambiente de complicidad y diversión a pesar del tormento de las cosquillas. Aunque la situación era absurda, Sofía no podía evitar sentir una extraña sensación de conexión con Alex, como si este momento compartido fortaleciera su vínculo de una manera única y especial.

Sofía jadeaba y se estremecía cuando Alex detuvo las cosquillas sobre sus pies y se acercó para comenzar a lamerlos y chupar cada uno de sus dedos. Cada pasada de su lengua sobre las plantas de sus pies le provocaba una sensación de cosquilleo y placer indescriptible, haciendo que se retorciera de manera involuntaria.

Las caricias húmedas de la lengua de Alex enviaban oleadas de placer a través del cuerpo de Sofía, quien estaba tan sensible que cada chupada de sus dedos le hacía cosquillas y la sumía en un estado de éxtasis. Sus risas se mezclaban con gemidos de placer mientras Alex exploraba cada rincón de sus pies con devoción y habilidad.

Para Sofía, esta experiencia era una mezcla embriagadora de cosquillas y placer, una sensación que nunca había experimentado antes. A pesar de la intensidad del momento, se sentía completamente entregada al cuidado y la atención de Alex, quien parecía entender perfectamente cómo llevarla al borde del éxtasis.

Después de un tiempo que pareció eterno, Alex finalmente se apartó, dejando a Sofía jadeante y completamente rendida en la silla de tortura. Ambos se miraron con complicidad, conscientes de que habían compartido un momento íntimo y especial que nunca olvidarían.

Con una sonrisa, se levantaron y se abrazaron, sabiendo que su vínculo como amigos y compañeros de investigación había sido fortalecido una vez más.

Continuará…

Original de Tickling Stories

 

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