abril 27, 2024

Tickling Stories

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The Serial Tickler – Capítulo 3 (M/F, Feet)

Tiempo de lectura aprox: 4 minutos, 48 segundos

Al día siguiente, Matthew, como había prometido, cogió su coche de empresa para investigar el famoso callejón. Cuando llegó, comprobó que no había ninguna furgoneta, ni tampoco un gato callejero. Sin embargo, a sus espaldas, en la avenida, una gran multitud animaba el centro comercial y los demás negocios de los alrededores. Es difícil de creer que nadie haya visto nada en pleno día. A continuación, recorrió a los comerciantes durante toda la mañana.

Al acercarse el mediodía, Matthew seguía sin pistas. Nadie había visto una sola furgoneta aparcada, como si fuera un simple espectro:

«¿Será que Angelique me ha mentido? No, no tiene ninguna razón, después de todo… »

La tarde transcurrió tan tranquila como la mañana, Matthew permaneció apostado a la vista del callejón mientras seguía interrogando a los que podía, sin éxito. A continuación, regresó a la comisaría al filo de las seis de la tarde y se sentó en su mesa para pensar en cómo proceder. Fue entonces cuando otro agente irrumpió en su despacho:

«¿Así que Mat? ¿Te ha ido bien el paseo por el centro comercial?
-…
-Bueno, no te preocupes. De todas formas, ¿qué buscabas?
-Una furgoneta.
-¿Una furgoneta? ¿Conseguiste la matrícula?
-No, no lo hice.
-¿Color? ¿Hacer? ¿Algo?
-No…
-Bueno, si lo es, puedo conseguirte mucho. Sinceramente, deberías intentar reducir un poco el campo de posibilidades.
-Sí, bueno… Probablemente sea un buen consejo. Gracias, Max.
-A su servicio. »

Maxime salió del despacho, Matthew aprovechó para dejar escapar un suspiro de alivio, antes de volver a su reflexión…

Mientras tanto, fuera de la ciudad, en un granero:

Dos encapuchados vuelven a calzar a una niña en coma. Uno de ellos dice:

«Joder, tenía cosquillas esa. La mordaza era casi inútil…
-Está claro, pero lo sabía antes de que lo quitaran. Ya había tenido la oportunidad de deslizar mis dedos bajo sus pies en el pasado.
-¿De verdad? Dímelo a mí.
-Bueno, es sencillo, habíamos quedado una tarde para discutir, ella estaba descalza en la hierba, yo aproveché. Le agarré los piececitos mientras tomaba el sol, no se lo esperaba, y empecé a meterle los dedos. Ya se estaba riendo a carcajadas, pero como estábamos en medio de la nada, estaba bien. Entonces cogí una flor con un tallo ligeramente grueso para probar. Se rompió en dos segundos. Lo peor fue cuando le pasé el vástago entre los dedos de los pies, se rió a carcajadas, pero me dio la impresión de que le gustaba de todas formas, no forzó demasiado los pies, así que continué durante unos 15 minutos.
-Oh sí, bonito. Y te detuviste…
-¿Estás bromeando? Dejé de sujetarla, sí, pero ella se dejaba los pies fuera, así que seguí hasta donde pude.
-Bueno, eso es algo bueno, porque ella también es muy linda. Bueno, tenemos que recuperarla.
-Sí, lo haremos rápido. »

Fue entonces cuando una furgoneta salió del granero, conducida por uno de los dos secuestradores, llegaron a las afueras del pueblo, en un lugar casi desierto a esas horas. En cuanto a Angelique, uno de los dos torturadores estuvo junto a su víctima hasta que ésta se despertó, mientras el otro permanecía al volante, con el motor encendido, listo para partir.

La joven víctima es una estudiante de 18 años, de raza mixta, con pelo negro y cara delgada. Mide 1m64, es delgada y usa zapatos de la talla 37. Lleva unas bonitas zapatillas blancas y calcetines del mismo color. Se llama Clara. Y cuando ella abre los ojos, su cosquillero salta rápidamente a la furgoneta y los dos se van. Tarda unos minutos en recobrar el sentido común:

«-¿Qué me está pasando? Estaba corriendo y… Me llevaron… Me llevaron no sé dónde… Me hacían cosquillas en los pies y los lamían… ¡Ya me acuerdo! Fue horrible… »

 

Jueves 5 de abril

 

Nos volvemos a encontrar en la comisaría, por la tarde, al filo de las 18:30, Mateo ha pasado otro día en el barrio comercial, sin ningún elemento nuevo, está en su despacho, y piensa, con un principio de desánimo en sus ojos:

«-Mierda… Me gusta el reto, pero ahora mismo no tengo absolutamente nada… Nadie vio nada, nadie escuchó nada. Quizá la furgoneta nunca aparca en el mismo sitio… ¡Probablemente sea eso! O están esperando un tiempo para encontrar una nueva víctima… ¿Cómo lo sé? No puedo conducir por la ciudad hasta que encuentre la furgoneta adecuada… »

Sus pensamientos se ven interrumpidos de repente por una conmoción procedente del despacho de al lado. Entonces sale a ver de qué se trata y ve a una Clara enfadada que camina rápidamente hacia la salida. Luego le pregunta al agente que la cuidaba:

«-¿Qué pasa?
-¿Qué pasa? – continuó, divertido- es que este alumno quiere hacerme tragar una porquería. Me dice que la han secuestrado para hacerle cosquillas en los pies, o lo que sea… »

Ante estas palabras, Matthew corrió hacia la puerta de salida de la comisaría para alcanzar al adolescente. Cuando por fin la alcanza, la agarra del brazo y le dice:

«-¡Señorita! ¡Espera!
-¡Suéltame, por favor!
-No, espera, ¡te creo!
-… – Tardó unos segundos en reaccionar realmente a esta frase, sus ojos se encontraron con los de Matthew, y vio toda la sinceridad en su rostro – ¿Es verdad?
-Sí, eres la segunda joven que viene a quejarse de las cosquillas bajo los pies, estoy seguro de que el culpable es el mismo.
-¿De verdad? – Rápidamente recuperó el sentido común y aprovechó para corregir al oficial – ¡Los culpables! Hay al menos dos.
-Entonces, ven y cuéntame lo que ha pasado, intentaremos llegar al fondo del asunto.
-Bien… »

Más tarde, se reúnen en el despacho de Matthew, Clara lleva unas sencillas bailarinas negras, y medias de color carne, con un vestido negro con rayas horizontales blancas. El joven policía inicia la discusión:

«-Entonces, empecemos con sus nombres y apellidos por favor, su profesión etc….
-Me llamo Clara Peltier, tengo 18 años, soy estudiante de primer año de Derecho en la Universidad François Rabelais.
-Muy bien. Ahora, dígame cuándo y dónde fue secuestrado.
-Miércoles por la tarde, nunca tengo clases entonces, así que salgo a correr fuera de la ciudad, en la salida norte. Siempre voy al mismo sitio. Pero esta vez me secuestraron antes de que pudiera empezar. Me agarraron, me pusieron un pañuelo empapado en cloroformo en la cara, y me desperté no sé dónde, tenía un pañuelo en la cabeza.
-Está bien, está bien, está bien. Sé lo que pasó después, te quitaron los zapatos, te hicieron cosquillas, te lamieron los pies, duró una tarde, y luego te dejaron ir después de volver a cloroformar…
-¡Eso es exactamente lo que pasó! Así que alguien más realmente fue secuestrado… ¿A dónde vamos, te pregunto?
-No te quejes, al fin y al cabo no es una violación -respondió Matthew con un guiño-.
-… Sí, supongo que es mejor tener guillotinas bajo los pies que ser violado. Pero aún así, ¡tengo demasiado miedo de que me hagan cosquillas!
-Te creo. ¿Entonces no viste nada especial?
-No, no lo hice.
-Bien, ¿y tienes alguna idea de quién puede haberte hecho esto?
-… Lo siento, oficial, no tengo idea de quién pudo haber hecho esto.
-De acuerdo, te daré mi tarjeta de todos modos si depende de ti. Sólo una pregunta más, ¿dónde fuiste al instituto?
-Voy al instituto Albert Einstein.
-Bien, también lo fue la otra víctima.
-Oh, ¿es eso cierto? ¿La conozco?
-Lo siento, no puedo revelarle esa información.
-¿Pero qué pasa si el secuestrador es un conocido mutuo?
-Sí… – Un poco sorprendido por la sensatez de este comentario, Matthew se dio un golpecito en la punta de la barbilla con los dos dedos índices unidos, mientras levantaba la vista – Efectivamente, eso podría ser una pista. Escucha, ¿aceptarías conocerla? Puedo pedirle que organice una reunión.
-De acuerdo -respondió Clara con entusiasmo-, avísame. Y gracias de nuevo, señor… – Miró la tarjeta que le habían dado: ¡Matthew Rousseau!
-Por favor, señorita, es mi trabajo, y será una oportunidad para avanzar en la investigación. Que tengan una buena noche.
-Gracias, igualmente. »

Clara salió de la oficina sonriendo. El agente que la había recibido primero se acercó entonces a Matthew y le dijo:

«-Así que Mat, ¿ahora tienes un fetiche con los pies?
-No, pero es la segunda adolescente que viene a quejarse de lo mismo, así que he decidido tomármelo muy en serio.
-¿No es una mierda? Mierda, lo habría sabido, no la habría dejado en ridículo.
-No podías saberlo -respondió Matthew, poniendo la mano en el hombro de su colega. »

Continuará…

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