abril 28, 2024

Tickling Stories

Historias de Cosquillas. Somos parte de la comunidad en español en Telegram – LTC.

Un antropólogo y sus oscuros secretos – Parte 1

Tiempo de lectura aprox: 31 minutos, 21 segundos

Juan, el respetado profesor universitario de 42 años de edad, era conocido por su brillantez en la cátedra de «Origen del Hombre» en la Facultad de Antropología. Siempre impecablemente vestido con traje, corbata y lentes, llevaba consigo un bolso de cuero repleto de libros y apuntes, símbolo de su dedicación a la enseñanza y la investigación.

Detrás de su apariencia seria y su reputación académica, Juan guardaba secretos oscuros y particulares fetiches. Entre ellos, destacaban el sado, las cosquillas y los pies de las mujeres, deseos que mantenía ocultos a la vista de todos.

En su vida privada, Juan exploraba estas pasiones con discreción, encontrando un equilibrio entre su vida profesional y sus oscuros deseos. En sus momentos de intimidad, se entregaba por completo a sus fetiches, satisfaciendo sus deseos más profundos mientras mantenía su reputación intachable en la universidad.

A pesar de su apariencia convencional y su exitosa carrera académica, Juan llevaba una vida secreta y emocionante fuera de las aulas universitarias. En su tiempo libre, se sumergía en el mundo de sus fetiches, encontrando formas de satisfacer sus deseos más oscuros de manera discreta pero intensa.

Una noche, mientras Juan navegaba por Internet en busca de recursos académicos, tropezó con un portal web que presentaba un enfoque inusual: el fetiche de las cosquillas. Curioso, comenzó a explorar el contenido del sitio y se sorprendió al descubrir que no solo ofrecía información sobre este tema, sino también sesiones personalizadas y privadas.

Mientras navegaba por las páginas del sitio, una sección en particular llamó su atención. Era una galería de fotos de las «tickle girls», las chicas que ofrecían las sesiones de cosquillas. Entre las imágenes, reconocía a varias estudiantes de la facultad de Antropología: Martina, Isabel, Sofía, Penélope, Natalia, Valentina, Lucía y Ana.

La sorpresa y el desconcierto se apoderaron de Juan al ver las fotos de las jóvenes, quienes parecían radiantes y cómodas frente a la cámara. Se preguntaba qué les había llevado a involucrarse en este mundo secreto del fetiche de las cosquillas y qué disfrutaban de esta experiencia.

Intrigado, Juan comenzó a hacer clic en cada una de las fotos y se encontró con una breve descripción de cada chica.

  1. Martina:
    • Edad: 22 años
    • Ocupación: Estudiante de Antropología
    • Aspecto físico: Cabello castaño, ojos avellana
    • Sensibilidades a las cosquillas: Muy sensible en los pies, especialmente en la planta y los dedos. También muy sensible en las axilas, lo que la hace reír incontrolablemente.
  2. Isabel:
    • Edad: 25 años
    • Ocupación: Estudiante de postgrado en Antropología
    • Aspecto físico: Cabello rubio, ojos azules
    • Sensibilidades a las cosquillas: Extremadamente cosquillosa en los pies, especialmente en los arcos y la parte superior. También sensible en el cuello y las costillas, lo que la hace estallar en risas con solo un roce ligero.
  3. Sofía:
    • Edad: 23 años
    • Ocupación: Estudiante de intercambio en Antropología
    • Aspecto físico: Cabello negro, ojos verdes
    • Sensibilidades a las cosquillas: Muy sensible en los pies, especialmente en los talones y los costados. Además, tiene cosquillas en la parte baja de la espalda y en las rodillas, lo que la hace reír con facilidad.
  4. Penélope:
    • Edad: 24 años
    • Ocupación: Estudiante de postgrado en Antropología Médica
    • Aspecto físico: Cabello castaño oscuro, ojos marrones
    • Sensibilidades a las cosquillas: Tiene cosquillas en los pies, especialmente en los dedos y la parte superior. Además, es muy sensible en las axilas y en la parte posterior de las rodillas, lo que la hace reír intensamente.
  5. Natalia:
    • Edad: 26 años
    • Ocupación: Estudiante de posgrado en Antropología Forense
    • Aspecto físico: Cabello rojizo, ojos marrones
    • Sensibilidades a las cosquillas: Sus pies son extremadamente cosquillosos, especialmente en la planta y los dedos. Además, es muy sensible en el cuello y las costillas, lo que la hace reaccionar con risas nerviosas.
  6. Valentina:
    • Edad: 21 años
    • Ocupación: Estudiante de Antropología
    • Aspecto físico: Cabello rubio, ojos verdes
    • Sensibilidades a las cosquillas: Tiene cosquillas en los pies, particularmente en los arcos y los costados. Además, es muy sensible en las axilas y en la parte baja de la espalda, lo que la hace estallar en carcajadas con solo un roce ligero.
  7. Lucía:
    • Edad: 24 años
    • Ocupación: Estudiante de posgrado en Antropología Social
    • Aspecto físico: Cabello negro azabache, ojos avellana
    • Sensibilidades a las cosquillas: Sus pies son muy sensibles, especialmente en los talones y los costados. Además, es muy sensible en las rodillas y en la parte posterior del cuello, lo que la hace reaccionar con risas incontrolables.
  8. Ana:
    • Edad: 22 años
    • Ocupación: Estudiante de Antropología
    • Aspecto físico: Cabello castaño claro, ojos azules
    • Sensibilidades a las cosquillas: Sus pies son extremadamente cosquillosos, especialmente en la parte superior y los dedos. Además, es muy sensible en las costillas y en la parte baja de la espalda, lo que la hace reaccionar con risas nerviosas y suplicar por piedad.

Con estas descripciones detalladas, Juan puede tener una mejor comprensión de cada una de las chicas y sus sensibilidades a las cosquillas antes de contactarlas para proponerles sesiones personalizadas.

Mientras Juan exploraba el portal web dedicado al fetiche de las cosquillas, una idea comenzó a tomar forma en su mente. La curiosidad y el interés se mezclaban en su interior mientras revisaba las fotos y las descripciones de las chicas que ofrecían sesiones personalizadas de cosquillas. Sabía que había encontrado algo único, algo que despertaba su curiosidad académica y su lado más aventurero.

Después de revisar cuidadosamente la información disponible sobre cada una de las chicas, Juan decidió que era hora de pasar a la acción. Tomó una libreta y un bolígrafo, y comenzó a trazar un plan detallado para contactar a cada una de ellas. Sabía que abordarlas de la manera correcta era crucial para ganarse su confianza y persuadirles para que participaran en sus sesiones personalizadas.

Con determinación y anticipación, Juan se sumergió en la tarea de elaborar estrategias únicas para cada una de las chicas. Estaba decidido a acercarse a ellas de manera respetuosa y comprensiva, reconociendo la sensibilidad del tema y mostrando un interés genuino en sus experiencias individuales. Con cada palabra escrita, Juan se acercaba un paso más a descubrir el potencial que este nuevo mundo tenía para ofrecerle.

Martina

Juan se encontraba frente a su computadora, redactando cuidadosamente un correo electrónico dirigido a Martina. La joven estudiante de Antropología había captado su atención desde el momento en que vio su foto en el portal web dedicado al fetiche de las cosquillas. Su disposición a explorar sensaciones nuevas y su apertura hacia lo desconocido despertaron la curiosidad de Juan, y decidió que ella sería su primera opción para iniciar esta nueva aventura.

Con dedos diligentes, Juan comenzó a redactar el mensaje. Expresó su interés en las sesiones de cosquillas personalizadas y compartió brevemente su fascinación por este tema desde una perspectiva académica. Le aseguró a Martina que su enfoque era completamente respetuoso y que estaba interesado en conocer más sobre su experiencia y perspectiva en este mundo único.

Después de revisar cuidadosamente cada palabra, Juan pulsó el botón de enviar con una mezcla de emoción y anticipación. Sabía que este correo electrónico era el primer paso hacia lo desconocido, y esperaba con ansias la respuesta de Martina.

Asunto: Exploración académica sobre las sesiones de cosquillas personalizadas

Estimada Martina,

Espero que este mensaje te encuentre bien. Mi nombre es Juan, soy profesor universitario en el departamento de Antropología y recientemente he estado investigando sobre un tema bastante intrigante que me gustaría discutir contigo.

Mientras exploraba recursos académicos en línea, me topé con un portal web dedicado al fetiche de las cosquillas, y me llamó la atención descubrir que varias estudiantes de nuestra facultad están involucradas en la oferta de sesiones personalizadas de cosquillas. Tu disposición a explorar sensaciones nuevas y diferentes en este campo específico me ha intrigado, y me gustaría tener la oportunidad de conversar contigo más a fondo al respecto.

Entiendo que este tema puede ser un tanto inusual y sensible, pero quiero asegurarte que mi interés es puramente académico. Estoy fascinado por las diversas formas en que las personas exploran y experimentan la intimidad y el placer, y creo que las sesiones de cosquillas personalizadas pueden ofrecer una ventana única a este aspecto de la experiencia humana.

Me encantaría poder discutir contigo tus experiencias y perspectivas en este tema, si estás dispuesta, por supuesto. No tengo ninguna expectativa más allá de una conversación abierta y honesta sobre este tema fascinante.

Por favor, házmelo saber si estarías interesada en encontrarnos para discutir más sobre este tema. Estoy abierto a coordinar una reunión en un lugar y momento que te resulten cómodos.

Espero con anticipación tu respuesta y quedo a tu disposición para cualquier pregunta adicional que puedas tener.

Saludos cordiales,

Juan

Respuesta de Martina:

Asunto: Re: Exploración académica sobre las sesiones de cosquillas personalizadas

Estimado Juan,

¡Wow, qué sorpresa recibir tu correo! No esperaba que alguien de nuestro departamento se interesara en un tema tan peculiar como las sesiones de cosquillas personalizadas. Debo admitir que me has dejado un tanto asombrada, pero también intrigada.

Es refrescante ver que alguien esté dispuesto a abordar este tema desde una perspectiva académica y con un enfoque respetuoso. La verdad es que me encantaría poder discutir más sobre mis experiencias y perspectivas contigo.

Dicho esto, me gustaría saber un poco más sobre la naturaleza de esta investigación y cómo planeas enfocar nuestra conversación. ¿Cuál es tu interés particular en este tema y qué aspectos específicos te gustaría explorar?

Quedo a la espera de tu respuesta y estoy abierta a coordinar una reunión para discutir este tema tan interesante en mayor detalle.

Saludos cordiales,

Martina

Después de un intercambio inicial de correos electrónicos, Juan y Martina decidieron que sería más conveniente comunicarse a través de mensajes de texto. Hubo varios mensajes más donde intercambiaron números de teléfono y coordinaron los detalles para su próxima reunión.

La reunión

Juan esperaba con anticipación la llegada de Martina a su estudio. Había preparado el lugar con cuidado, asegurándose de que todo estuviera listo para recibir a su invitada de manera cómoda y acogedora. Mientras ajustaba algunos detalles finales, el sonido de su teléfono anunció un mensaje entrante. Era Martina, informándole que ya estaba en camino.

Unos minutos más tarde, hubo un suave golpe en la puerta y Juan se apresuró a abrir. Martina entró con una sonrisa, y Juan notó la mezcla de nerviosismo y curiosidad en su mirada mientras observaba el estudio cuidadosamente preparado.

«¡Hola, Martina! ¡Qué alegría verte!», saludó Juan con entusiasmo. «Por favor, siéntate, ¿te gustaría algo de beber? Tengo café, té o agua».

Martina se acomodó en una de las sillas frente a la mesa y aceptó con gratitud un vaso de agua. «Gracias, Juan. Estoy emocionada de estar aquí. Debo admitir que no sabía qué esperar cuando recibí tu correo, pero ahora estoy bastante intrigada».

Juan asintió, sintiéndose aliviado de que Martina pareciera cómoda y dispuesta a participar en la conversación. «Entiendo completamente», respondió. «Este es un tema un tanto inusual, pero estoy seguro de que tendremos una conversación interesante. Antes de comenzar, quiero asegurarte que todo lo que discutamos aquí será tratado con total confidencialidad».

Martina asintió con agradecimiento. «Aprecio mucho tu profesionalismo, Juan. Estoy lista para escuchar más sobre tu investigación y compartir mis propias experiencias».

Con una sonrisa, Juan comenzó a explicar el enfoque de su investigación y a plantear algunas preguntas para guiar la conversación.

Después de un intercambio inicial de ideas y reflexiones sobre el tema, Juan invitó a Martina a dar un recorrido por su estudio. Con gestos amables, señaló las diversas instalaciones que había preparado meticulosamente para la ocasión.

«Martina, permíteme mostrarte cómo he acondicionado este espacio para nuestras sesiones», dijo Juan mientras guiaba a Martina por la habitación. «Aquí tenemos una variedad de equipos diseñados para explorar diferentes aspectos de las sesiones de cosquillas».

Martina observó con curiosidad las camillas con correas, las sillas con cepos y las mesas acolchadas en forma de X con correas y esposas. Una mezcla de emoción y nerviosismo brillaba en sus ojos mientras examinaba cada detalle.

«Wow, esto es… interesante», comentó Martina, buscando las palabras adecuadas. «¿Y cuál será mi papel en todo esto, Juan?»

Juan sonrió, apreciando la honestidad y la franqueza de Martina. «Tu papel, Martina, será el de exploradora», explicó con calma. «Estamos aquí para investigar y entender mejor cómo las personas experimentan y disfrutan las sesiones de cosquillas personalizadas. Quiero que te sientas cómoda y segura en todo momento, y estoy aquí para responder cualquier pregunta que puedas tener».

Martina asintió, procesando la información mientras observaba el equipo con renovado interés. Aunque se sentía un poco nerviosa por lo desconocido, también estaba emocionada por la oportunidad de explorar este aspecto único de la intimidad humana.

Con una sonrisa tranquilizadora, Juan se preparó para continuar la conversación y guiar a Martina a través de esta experiencia emocionante y desconocida. Juntos, estaban a punto de sumergirse en un viaje de descubrimiento y exploración que cambiaría sus perspectivas para siempre.

uan observó a Martina con respeto, consciente de que el siguiente paso podría ser un poco delicado. Sin embargo, era crucial para su investigación. Tomó una respiración profunda antes de dirigirse a ella.

«Martina, antes de continuar, necesito pedirte un pequeño favor», comenzó Juan con delicadeza. «Para poder explorar de manera auténtica las sesiones de cosquillas, necesitaría que te pusieras la vestimenta que usarías normalmente en una de estas sesiones. Esto nos permitirá comprender mejor la dinámica y las sensaciones involucradas».

Martina lo miró con una mezcla de sorpresa y nerviosismo, pero comprendió la importancia de la solicitud. Asintió con timidez, preparándose para cumplir con la petición de Juan.

«Entiendo, Juan», respondió Martina con una sonrisa nerviosa. «Déjame un momento para prepararme».

Se retiró discretamente y regresó poco después, vistiendo la ropa interior que normalmente usaría para una sesión de cosquillas. Se sentía un poco incómoda por la situación, pero estaba decidida a cooperar con la investigación de Juan.

Al verla lista, Juan asintió con agradecimiento. «Gracias, Martina. Tu colaboración en este estudio es invaluable».

Martina le devolvió una sonrisa, preparada para continuar con la investigación. Juntos, estaban a punto de sumergirse en una experiencia que podría revelar mucho sobre los misterios de las sesiones de cosquillas personalizadas.

Después de que Martina se preparara con la vestimenta adecuada, Juan observó el estudio y señaló los diversos muebles que había preparado meticulosamente para la sesión.

«Martina, ahora que estás lista, me gustaría que elijas en cuál de estos muebles te gustaría experimentar la sesión de cosquillas», dijo Juan con amabilidad, señalando las camillas con correas, las sillas con cepos y las mesas acolchadas en forma de X con correas y esposas. «Cada uno ofrece una experiencia diferente, así que elige el que te haga sentir más cómoda».

Martina miró los muebles con atención, evaluando sus opciones. Después de un momento de reflexión, señaló hacia las sillas con cepos con una mirada de curiosidad.

«Creo que me gustaría probar en las sillas con cepos», dijo Martina con determinación. «Parecen más acogedoras y me siento intrigada por la sensación de estar asegurada de esa manera».

Juan asintió con comprensión. «¡Por supuesto, Martina! Las sillas con cepos pueden ofrecer una experiencia única y reconfortante. Permíteme ayudarte a acomodarte».

Juntos, Martina y Juan se dirigieron hacia las sillas con cepos, listos para comenzar la sesión de cosquillas y explorar este aspecto único de la intimidad humana.

Después de que Martina eligiera la silla con cepos, Juan la condujo hacia ella con cuidado. La silla estaba diseñada de manera peculiar: tenía unos orificios frontales donde Martina debería introducir sus pies, y en el espaldar se encontraban unos apoya brazos hacia arriba con correas en los extremos para asegurar las muñecas.

«Martina, esta es la silla que has elegido», dijo Juan mientras señalaba los diferentes elementos de la silla. «Para comenzar, por favor, coloca tus pies en los orificios frontales y extiende tus brazos hacia arriba para que pueda asegurar tus muñecas».

Martina asintió, sintiendo un cosquilleo de nerviosismo en el estómago mientras seguía las indicaciones de Juan. Se sentó en la silla y deslizó sus pies en los orificios frontales, sintiendo cómo quedaban atrapados de manera segura. Luego, extendió sus brazos hacia arriba, ofreciendo sus muñecas a Juan para que las asegurara con las correas.

Juan aseguró las correas con cuidado, asegurándose de que Martina estuviera cómoda y segura en la silla. «¿Estás lista, Martina?», preguntó con gentileza, buscando su confirmación antes de comenzar la sesión de cosquillas.

Martina asintió con una mezcla de emoción y nerviosismo. Estaba lista para sumergirse en esta experiencia única y explorar las sensaciones que le esperaban en la silla con cepos. Con una sonrisa tranquilizadora, Juan se preparó para comenzar la sesión, sabiendo que estaban a punto de embarcarse en un viaje emocionante juntos.

Con Martina asegurada firmemente en la silla, Juan se acercó con una mirada determinada. «Martina, prepárate para experimentar un nivel de cosquillas como nunca antes», anunció con voz firme, viendo la anticipación brillar en los ojos de Martina.

Martina tragó saliva nerviosamente, sintiendo una mezcla de emoción y ansiedad mientras se preparaba para lo que vendría. Con cada cosquilleo que Juan le proporcionaba, las risas de Martina llenaban la habitación, y sus intentos de liberarse se volvían más frenéticos.

«¡Detente, por favor!», suplicó Martina entre risas, su voz llena de desesperación. Sin embargo, Juan continuó con su tarea, disfrutando del control que tenía sobre Martina y de las risas incontrolables que provocaba en ella.

Después de un tiempo, Juan finalmente detuvo sus cosquilleos, permitiendo que Martina recuperara el aliento y se calmara. Con una mirada de satisfacción, desató las correas y la ayudó a levantarse de la silla.

«¿Disfrutaste eso, Martina?», preguntó Juan con una sonrisa satisfecha.

Martina asintió, aún jadeante por la intensidad de la experiencia. «Sí, fue… diferente», admitió, su voz temblorosa por la emoción.

Juan asintió con aprobación. «Estoy seguro de que tendrás muchas historias que contar después de esta experiencia».

Después de la intensa sesión de cosquillas, Juan observó a Martina con interés, esperando continuar con la investigación.

«Martina, me gustaría saber cuál es tu punto más cosquilloso», dijo Juan con seriedad, centrando la conversación en el aspecto científico de la experiencia.

Martina, aún recuperándose del ataque de risa, tragó saliva nerviosamente antes de responder. «Creo que mis pies son los más sensibles», admitió, su voz temblorosa por la intensidad del momento.

Juan asintió con atención, tomando nota mental de la respuesta de Martina. «Entiendo. Gracias por compartir eso conmigo», dijo con una sonrisa, transmitiendo una sensación de dominio tranquilo.

Martina se sintió aliviada de haber respondido a la pregunta de Juan, aunque seguía nerviosa por la experiencia que acababa de vivir. Sin embargo, estaba decidida a seguir adelante con la investigación, sabiendo que estaba contribuyendo a un estudio importante sobre las sesiones de cosquillas.

Después de que Martina compartiera cuál era su punto más sensible, Juan asintió con interés y se dirigió a una mesa cercana donde guardaba su arsenal de herramientas para cosquillas. Con precisión y determinación, seleccionó varias herramientas diseñadas para provocar cosquillas intensas.

Martina observó con curiosidad cómo Juan regresaba con una variedad de plumas, cepillos suaves y otros objetos diseñados para estimular las cosquillas. Tragó saliva nerviosamente, preguntándose qué le esperaba.

«¿Qué es todo eso?», preguntó Martina, su voz temblorosa por la anticipación y la ansiedad.

Juan sonrió, disfrutando del poder que ejercía sobre Martina con solo mostrarle sus herramientas. «Estas son algunas herramientas que usaré para continuar explorando tus puntos más sensibles», explicó con calma, manteniendo su tono autoritario.

Martina se estremeció ligeramente, consciente de que estaba a merced de Juan y sus habilidades para provocar cosquillas. Aunque se sentía nerviosa por lo que vendría, también estaba emocionada por continuar con la experiencia y descubrir hasta dónde llegaría.

Con una sonrisa siniestra, Juan se acercó a Martina con las herramientas en la mano. Sin previo aviso, comenzó a aplicar las plumas y los cepillos suaves en los puntos más sensibles de los pies de Martina, provocando una oleada de cosquilleo intenso y descontrolado.

Martina soltó un grito ahogado de risa y trató de retorcerse, pero las correas que la mantenían sujeta en la silla le impedían moverse demasiado. Las cosquillas eran tan intensas que pronto se convirtieron en una tortura insoportable, y Martina se encontró gritando y suplicando por piedad entre risas histéricas.

«¡Por favor, detente! ¡Es demasiado!», gritaba Martina, con lágrimas brotando de sus ojos por la mezcla de risa y agonía.

Pero Juan no mostraba señales de detenerse. Continuó con sus cosquilleos implacables, aumentando la intensidad con cada pasada. Martina se retorcía y sacudía desesperadamente, luchando por liberarse de las ataduras que la mantenían en su lugar. El cosquilleo era tan extremo que su mente se nublaba de pura agonía, y solo podía enfocarse en las sensaciones abrumadoras que la envolvían.

El tiempo pareció detenerse mientras Juan continuaba con su ataque implacable de cosquillas. Martina estaba al borde de la locura, sus risas convirtiéndose en gemidos de sufrimiento mientras luchaba por mantener la cordura bajo la intensa tormenta de cosquillas.

La habitación resonaba con el sonido de las risas y los gritos de Martina, y aunque la experiencia era casi insoportable, también despertaba una sensación de liberación y éxtasis en lo más profundo de su ser.

Mientras las cosquillas continuaban, Juan aprovechó un breve momento de pausa para hablar con Martina, quien estaba al borde del colapso por la intensidad de la experiencia.

«Martina, ¿sabes cuánto tiempo pagué por ti en la página?», preguntó Juan con voz firme pero cargada de diversión.

Martina, entre jadeos y risas entrecortadas, apenas pudo articular una respuesta. «No… ¡no lo sé!», exclamó, su voz temblorosa por la agonía de las cosquillas.

Juan sonrió con malicia, disfrutando del control que ejercía sobre Martina. «Pagamos por dos horas, pero parece que todavía tenemos tiempo de sobra», dijo, con una chispa traviesa en sus ojos.

Martina sintió un escalofrío recorrer su cuerpo al darse cuenta de que aún le quedaba más tormento por delante. Las cosquillas ya habían llevado sus límites al extremo, y la idea de enfrentar más de ellas era casi insoportable. Sin embargo, también había una parte de ella que ansiaba seguir explorando este mundo de sensaciones intensas y desconocidas.

Con un suspiro tembloroso, Martina se preparó para lo que aún estaba por venir, sabiendo que cada segundo sería una prueba de resistencia y una oportunidad para descubrir nuevos límites en el arte de las cosquillas.

Martina, de 22 años y con un tono de piel pálido y delicado, había indicado en su perfil que además de ser extremadamente sensible en los pies, también lo era en las axilas y en la parte posterior de las rodillas.

Con esta información en mente, Juan decidió llevar a Martina a explorar estas zonas sensibles. Con movimientos calculados, cambió su enfoque de las cosquillas en los pies hacia las axilas de Martina. Utilizando plumas y dedos ágiles, provocó cosquillas en las axilas expuestas de Martina, causando que ella se retorciera y soltara risas histéricas.

Después de un tiempo, Juan pasó a la parte posterior de las rodillas de Martina, sabiendo que esta área también podría ser una fuente de cosquillas intensas. Con cuidado, comenzó a acariciar y cosquillar esta parte sensible, desencadenando otra oleada de risas y risas nerviosas por parte de Martina.

Cada nueva zona explorada provocaba una mezcla de placer y tormento en Martina, llevándola a nuevos niveles de sensibilidad y sumisión. Bajo el control experto de Juan, estaba experimentando un mundo de sensaciones desconocidas y excitantes, cada cosquilleo una prueba de su resistencia y entrega total al dominio de su tickler.

A medida que la sesión se acercaba a su fin y Martina se recuperaba del torbellino de cosquillas, Juan se acercó a ella con una mirada penetrante y determinada.

«Martina», comenzó Juan en un tono serio pero juguetón, «quiero que me prometas algo».

Martina levantó la mirada hacia él con curiosidad, todavía temblando ligeramente por la intensidad de la sesión. «¿Qué es, Juan?», preguntó con curiosidad.

«Prométeme que siempre seré tu tickler», dijo Juan, su voz resonando con autoridad. «Cada vez que busques una sesión de cosquillas, tendrás que regresar a mi estudio para recibir tu castigo».

Martina se quedó en silencio por un momento, procesando la solicitud de Juan. Sabía que volver a someterse a las intensas cosquillas de Juan sería una experiencia desafiante, pero también excitante.

Finalmente, con una sonrisa nerviosa pero emocionada, Martina asintió. «Lo prometo, Juan. Siempre serás mi tickler», respondió, sabiendo que estaba sellando un acuerdo que la llevaría a explorar nuevas profundidades de su sumisión y placer.

Con esa promesa, Juan y Martina se prepararon para poner fin a la sesión, conscientes de que habían compartido una experiencia única y poderosa juntos. Aunque el futuro aún estaba por descubrir, ambos estaban ansiosos por continuar explorando este fascinante mundo de cosquillas y sumisión en futuros encuentros.

Después de sellar su promesa, Juan y Martina concluyeron la sesión. Con cuidado, Juan desató las correas que mantenían a Martina asegurada en la silla y la ayudó a levantarse. Martina se estiró, sintiendo un cosquilleo residual en todo su cuerpo mientras su risa se desvanecía gradualmente.

«Gracias, Martina», dijo Juan con una sonrisa, mostrando su aprecio por su colaboración en la sesión.

Martina devolvió la sonrisa, todavía sintiendo la emoción y la energía de la experiencia. «Gracias a ti, Juan. Fue… inolvidable», respondió, sus ojos brillando con una mezcla de asombro y satisfacción.

Después de liberar a Martina de las correas que la mantenían sujeta, Juan la observó mientras ella se levantaba de la silla y comenzaba a vestirse. Martina tomó la ropa que había traído para la sesión, que consistía en unos pantalones cortos de mezclilla desgastados y una camiseta holgada de color claro.

Con movimientos ágiles pero un poco temblorosos por la emoción de la experiencia, Martina se vistió delante de Juan, sintiéndose consciente de su presencia pero también ligeramente excitada por su proximidad. Cada prenda de ropa que se ponía era como un recordatorio tangible de la sesión que acababan de compartir, y Martina se sentía llena de una mezcla de satisfacción y anticipación por lo que vendría en el futuro.

Una vez que estuvo completamente vestida, Martina se volvió hacia Juan con una sonrisa nerviosa pero genuina. «Gracias, Juan», dijo con sinceridad, expresando su gratitud por la experiencia única que habían compartido juntos.

Juan asintió con una sonrisa tranquilizadora. «Fue un placer, Martina. Estoy seguro de que nos volveremos a ver pronto», respondió, transmitiendo una sensación de confianza en el futuro de su relación profesional.

Con un gesto de despedida, Martina se preparó para partir, llevándose consigo los recuerdos de una sesión de cosquillas intensa y emocionante. Aunque la sesión había llegado a su fin, sabía que esta no sería la última vez que se encontrarían para explorar juntos el fascinante mundo de las cosquillas y la sumisión.

Isabel

Juan, intrigado por la idea de explorar las sensibilidades de Isabel, decidió contactarla después de ver su perfil en el portal dedicado al fetiche de las cosquillas. Con un correo electrónico amable pero directo, Juan expresó su interés en organizar una sesión personalizada de cosquillas con Isabel en su estudio.

Isabel, intrigada por la propuesta, aceptó la invitación de Juan y coordinaron una cita en su estudio para explorar sus sensibilidades cosquillosas.

El día de la sesión, Juan recibió a Isabel en su estudio con una sonrisa cálida y acogedora. Mientras la guiaba por el espacio, le mostraba las diversas herramientas y equipos diseñados meticulosamente para desencadenar cosquillas intensas.

Isabel, una joven estudiante de postgrado con cabello rubio dorado, ojos azules brillantes y un tono de piel suave y claro, llegó vestida con unos pantalones vaqueros ajustados y una blusa de manga corta, lo suficientemente cómoda como para permitirle moverse libremente durante la sesión. Completando su atuendo, llevaba unos zapatos deportivos blancos, prácticos y funcionales para la ocasión.

Observaba con curiosidad todo el arsenal de cosquillas que Juan había preparado. Su corazón latía con una mezcla de nerviosismo y emoción, mientras se preguntaba qué le depararía durante la sesión.

Después de una breve conversación para establecer expectativas y límites, Juan invitó a Isabel a prepararse para la sesión. Con un gesto de determinación, Isabel se despojó de su ropa, revelando unos pies delicados y extremadamente cosquillosos, especialmente en los arcos y la parte superior. Consciente de su sensibilidad, Isabel se preparó para enfrentar el desafío que le esperaba, sabiendo que estaba a punto de embarcarse en una experiencia intensa y emocionante.

Después de haber preparado el ambiente para la sesión, Juan se volvió hacia Isabel con una mirada curiosa y decidida.

Juan: «Isabel, antes de comenzar, me gustaría saber un poco más sobre tus sensibilidades. ¿En qué partes del cuerpo tienes cosquillas y cuál dirías que es tu punto más hipercosquilloso?»

Isabel, con una sonrisa nerviosa pero sincera, consideró la pregunta por un momento antes de responder.

Isabel: «Bueno, mis pies son definitivamente súper cosquillosos, especialmente en los arcos y la parte superior. También diría que las axilas y el cuello son bastante sensibles. Pero, si tengo que elegir una parte hipercosquillosa, diría que… las cosquillas en la parte baja de la espalda me vuelven loca».

Después de su conversación, Juan guió a Isabel para que se preparara para la sesión. Mientras Isabel se despojaba de su ropa, revelaba una lencería delicada y sutil, que complementaba su tono de piel suave y claro. Una vez desnuda, se cubrió con una toalla proporcionada por Juan, lista para enfrentar el desafío de las cosquillas intensas que les esperaba.

Después de la breve conversación sobre las sensibilidades de Isabel, Juan la condujo hacia los muebles especialmente diseñados para la sesión de cosquillas. Con un gesto indicador, señaló los tres muebles que había preparado meticulosamente.

Juan: «Bien, Isabel, aquí tienes nuestras opciones para la sesión. Tenemos estas tres opciones: la silla con cepos, la camilla con correas y la mesa acolchada en forma de X con esposas. ¿Cuál prefieres?»

Isabel examinó los muebles con atención, considerando sus opciones antes de tomar una decisión.

Isabel: «Creo que prefiero la mesa en forma de X», dijo con determinación. «No quiero ver dónde me vas a atacar con cosquillas».

Juan asintió con comprensión, guiándola hacia la mesa en forma de X. Isabel se acostó boca abajo sobre la mesa, sintiendo una mezcla de anticipación y nerviosismo mientras Juan aseguraba sus extremidades con las correas.

Una vez que Isabel estuvo asegurada en su lugar, miró hacia abajo, con el rostro apoyado en el acolchado de la mesa, preparada para lo que vendría a continuación. Juan se acercó con un gesto tranquilizador, listo para comenzar la sesión y explorar las sensibilidades de Isabel en su posición elegida.

Con Isabel asegurada en la mesa en forma de X, Juan se acercó con un antifaz en la mano.

Juan: «Para aumentar la sensación de sorpresa y anticipación, voy a colocarte este antifaz. No podrás ver dónde te atacaré con cosquillas, lo que hará que la experiencia sea aún más intensa».

Isabel asintió con nerviosismo, sintiendo la emoción crecer en su interior. Con un gesto de consentimiento, Juan colocó suavemente el antifaz sobre los ojos de Isabel, oscureciendo su visión por completo.

Con los sentidos de Isabel privados de la vista, cada cosquilleo sería una sorpresa, aumentando la sensación de vulnerabilidad y anticipación. Preparada para lo que vendría a continuación, Isabel esperaba ansiosamente el toque experto de Juan que desencadenaría una cascada de risas y cosquillas.

Con Isabel asegurada en la mesa en forma de X y sus pies expuestos y vulnerables, Juan se movió sigilosamente hacia ellas. Observó detenidamente sus pies, notando que las plantas, especialmente los arcos, lucían extremadamente blancas, contrastando con los tonos rojizos en las yemas de los dedos, los talones, los lados de los pies y la almohadilla debajo de los dedos.

Con cautela, Juan deslizó sus dedos por los arcos de los pies de Isabel, buscando provocar las cosquillas más intensas. Isabel, luchando por contener la risa, sintió cómo las sensaciones se intensificaban con cada caricia.

Isabel: «Oh no, maldita sea, ¡mis pies no, por favor!», exclamó entre risas, mientras las cosquillas la hacían retorcerse en la mesa en forma de X.

Sus palabras se ahogaron en risas nerviosas cuando Juan continuó su ataque implacable contra sus pies, provocando oleadas de cosquillas que la hicieron reír incontrolablemente. A pesar de sus súplicas, Isabel sabía que estaba completamente a merced de Juan y de las cosquillas que la hacían estallar en carcajadas.

Juan escuchó las súplicas de Isabel entre risas, pero continuó con su tarea, desencadenando cosquillas aún más intensas en los pies de Isabel.

Juan: «Tus pies son tan sensibles, Isabel. No puedo resistirme a hacer cosquillas aquí», dijo con una sonrisa traviesa, disfrutando de la reacción de Isabel a sus cosquillas implacables.

Isabel, aunque entre risas y retorciéndose, asintió con complicidad, reconociendo su absoluta vulnerabilidad ante las cosquillas. A pesar de sus súplicas, sabía que estaba completamente a merced de Juan y que la experiencia continuaría hasta que él decidiera detenerse.

Con una habilidad experta, Juan continuó provocando cosquillas en los arcos hipercosquillosos de Isabel, desencadenando risas incontrolables y convirtiendo sus súplicas en carcajadas. Cada movimiento de sus dedos era como una tormenta de cosquillas, haciendo que los pies de Isabel se retorcieran y se sacudieran en la mesa.

Isabel, completamente entregada a la sensación abrumadora de cosquillas, se rió sin cesar, sintiendo cómo la risa la invadía por completo. Cada cosquilleo parecía encontrar su punto más sensible, haciendo que el placer y la tortura se fusionaran en una experiencia única y embriagadora.

Mientras Juan continuaba su ataque implacable, Isabel se vio envuelta en una oleada de sensaciones, incapaz de contener su risa mientras sus pies seguían siendo el blanco de las cosquillas intensas. Era una experiencia que no solo desafiaba su resistencia, sino que también despertaba una excitación que nunca antes había sentido.

Entre carcajadas y súplicas, Isabel no podía contener la risa que brotaba de lo más profundo de su ser. Cada cosquilleo era una descarga de placer y tormento que la hacía retorcerse en la mesa, sus pies atrapados y completamente a merced de Juan.

Isabel: «¡Ahahaha! ¡Detente, por favor! ¡Mis pies no pueden más!»

Sus súplicas eran interrumpidas por estallidos de risa, mientras sus arcos cosquillosos seguían siendo atacados sin piedad. Cada cosquilleo parecía multiplicarse, haciendo que su cuerpo se sacudiera con convulsiones de risa.

A pesar de sus súplicas, Juan continuaba con su asalto implacable, disfrutando del espectáculo de risas y suplicas de Isabel. Era un momento de éxtasis y entrega, donde las cosquillas llevaban a Isabel a un lugar donde el placer y la tortura se entrelazaban de forma indistinguible.

Entre los estallidos de risa de Isabel, Juan detuvo momentáneamente su ataque de cosquillas, observándola con una sonrisa traviesa.

Juan: «Sabes, Isabel, sé quién eres y a qué te dedicas», dijo en tono juguetón, manteniendo el misterio.

Isabel, entre risas y jadeos, levantó la mirada hacia Juan, sorprendida por su afirmación en medio de la intensa sesión de cosquillas.

Isabel: «¿En serio?», preguntó entre risas, con una mezcla de curiosidad y asombro.

Con una risa juguetona, Juan reconoció la situación, recordando que Isabel llevaba un antifaz que le impedía ver.

Juan: «Cierto, olvidé que no puedes verme con ese antifaz», dijo con complicidad, disfrutando del elemento adicional de sorpresa en la situación.

Isabel, entre risas y con el antifaz aún cubriendo sus ojos, se sorprendió aún más por la afirmación de Juan. La intriga se apoderó de ella, preguntándose cómo Juan había llegado a conocer su identidad y su ocupación mientras luchaba por contener las risas.

Con un movimiento rápido, Juan rodó una silla hacia el lado izquierdo de Isabel y se sentó junto a su pie izquierdo. Con una sonrisa traviesa, comenzó a mover los diez dedos de su mano sobre la planta izquierda de Isabel, haciendo especial énfasis en el arco, donde sabía que la sensibilidad era más intensa.

Mientras los dedos de Juan exploraban las zonas más cosquillosas de su pie, Isabel estalló en carcajadas y suplicó entre risas.

Isabel: «¡Ahahaha! ¡Detente, por favor! ¡No puedo más!»

Entre risas, Juan continuó con sus cosquilleos implacables, mientras que Isabel, entre jadeos, luchaba por contener la risa.

Juan: «Bien, ahora que te tengo aquí, déjame darte unos consejos sobre cómo mejorar tus técnicas de estudio… ¿Te suena de algo?», dijo Juan, jugando con el misterio y la complicidad entre ellos, mientras seguía haciendo cosquillas a Isabel.

Entre carcajadas y respiraciones entrecortadas, Isabel luchó por mantener la compostura mientras Juan continuaba con sus cosquilleos implacables.

Isabel: «¡Ahahaha! ¡Con estas cosquillas, no tengo cabeza para pensar en tips!», exclamó entre risas, su voz entrecortada por la risa incontrolable.

A pesar de sus esfuerzos por hablar, Isabel se vio completamente sumergida en la experiencia, su mente abrumada por las sensaciones de cosquilleo que la hacían reír sin control. Aun así, disfrutaba del juego y la complicidad compartida con Juan, sabiendo que esta sesión sería una experiencia que nunca olvidaría.

Con una sonrisa traviesa, Juan continuó con sus cosquillas implacables, disfrutando del deleite de provocar risas incontrolables en Isabel. A medida que los minutos pasaban, la risa se intensificaba y los cosquilleos parecían multiplicarse, creando una atmósfera de éxtasis y complicidad en la habitación.

Isabel, atrapada en una tormenta de cosquillas, se abandonó completamente al placer del momento, entregándose a las sensaciones abrumadoras que la invadían. Cada caricia de Juan era como una sinfonía de risas y cosquillas, llevándola a un estado de éxtasis puro.

Entre risas y súplicas entrecortadas, la sesión continuó, sumergiendo a ambos en un mundo de placer y diversión. Aunque el tiempo pasaba, ninguno de los dos quería que la experiencia llegara a su fin, sabiendo que este momento único y emocionante sería recordado mucho tiempo después de que las risas se desvanecieran y las cosquillas cesaran.

Con una sonrisa juguetona, Juan detuvo momentáneamente el ataque de cosquillas en el pie izquierdo de Isabel y dirigió su atención al pie derecho.

Juan: «Hmm, el piesito derecho se ve un poco triste. ¿Será que lo obligamos a reír también?», dijo con un tono cómplice, mientras se preparaba para continuar con su estrategia de cosquillas en el otro pie.

Isabel, entre risas y jadeos, levantó la mirada hacia Juan, su rostro aún cubierto por el antifaz, pero su expresión reflejando una mezcla de nerviosismo y anticipación por lo que vendría a continuación. Estaba completamente a merced de Juan y sus cosquillas, lista para dejarse llevar por la oleada de sensaciones que la aguardaba.

A pesar de las risas y la diversión compartida, Isabel levantó la voz entre carcajadas, suplicando con una mezcla de súplica y risa nerviosa.

Isabel: «¡Ahaha! ¡Por favor, no en el derecho! ¡No puedo más!», exclamó, entre risas entrecortadas, mientras su cuerpo se agitaba en la mesa, intentando escapar del próximo asalto de cosquillas.

Sin embargo, Juan, con una sonrisa traviesa, continuó su movimiento, acercando sus dedos hacia el pie derecho de Isabel, preparado para desatar otra ola de risas y cosquillas. La atmósfera de complicidad y diversión llenaba la habitación mientras ambos se entregaban al juego de cosquillas, creando recuerdos que durarían mucho tiempo después de que la sesión hubiera terminado.

Con una mirada curiosa, Juan detuvo momentáneamente sus dedos sobre el pie derecho de Isabel al escuchar su súplica.

Juan: «¿Por qué no en el derecho?», preguntó con un tono de diversión, manteniendo la intriga y la complicidad en el aire.

Isabel, entre risas y jadeos, trató de explicarse entre las carcajadas.

Isabel: «¡Ahaha! ¡Porque está más sensible! ¡No creo que pueda soportarlo!», respondió, entre risas nerviosas, sintiendo cómo la anticipación aumentaba con cada segundo que pasaba.

Entre risas y respiraciones entrecortadas, Isabel respondió a la pregunta de Juan, tratando de explicar la sensibilidad extrema de su pie derecho.

Isabel: «¡Ahaha! ¡Es que mi arco derecho es hipercosquilloso! ¡Mucho más cosquilloso que el izquierdo!», exclamó entre risas nerviosas, sintiendo cómo las caricias de Juan podrían desencadenar una tormenta de sensaciones aún más intensas en esa zona particular de su pie.

Sus palabras fueron interrumpidas por estallidos de risa, mientras la anticipación y la diversión llenaban la habitación, creando un ambiente de complicidad y emoción compartida entre ellos. Con cada instante que pasaba, Isabel se entregaba más al placer del momento, sabiendo que la experiencia sería una de las más memorables de su vida.

Sin necesidad de más palabras, Juan aceptó el desafío y se lanzó directamente a cosquillar el arco derecho de Isabel, sin mostrar piedad alguna. Sus dedos se deslizaron hábilmente sobre la piel sensible, provocando una oleada de risas incontrolables y convirtiendo el arco hipercosquilloso en el epicentro de la tortura del placer.

Isabel, entre risas entrecortadas y súplicas desesperadas, se retorcía en la mesa, atrapada entre el éxtasis de la cosquilleo y la agitación de la diversión compartida. Cada caricia de Juan desencadenaba nuevas oleadas de sensaciones, llevándola a un estado de éxtasis puro y abrumador.

A pesar de sus súplicas, Juan continuaba con su ataque implacable, disfrutando del espectáculo de risas y cosquillas que había creado. Era un momento de éxtasis compartido, donde las risas y las carcajadas se mezclaban en una sinfonía de placer y complicidad.

Viendo a Isabel tomar un respiro entre risas, Juan aprovechó el momento para cambiar de enfoque. Sin perder tiempo, se dirigió hacia su cintura, deslizando sus dedos por las costillas y avanzando hacia las axilas. Cada caricia provocaba nuevas explosiones de risas y súplicas de Isabel, quien, sin aliento pero con una sonrisa, se entregaba al nuevo ataque de cosquillas.

Las caricias de Juan encontraron los puntos más sensibles de Isabel, haciendo que su cuerpo se sacudiera con convulsiones de risa y llevándola a un estado de éxtasis renovado. A pesar de sus súplicas, Juan continuaba con su asalto implacable, disfrutando del juego y la complicidad compartida entre ellos.

En medio de la diversión y la risa desenfrenada, Isabel se dejó llevar por la experiencia, sabiendo que este momento único y emocionante sería recordado mucho tiempo después de que las risas se desvanecieran y las cosquillas cesaran.

Con una estrategia renovada, Juan aplicó una presión firme y precisa con los diez dedos en cada punto sensible del cuerpo de Isabel. No había suavidad en sus movimientos, sino una determinación feroz por desencadenar risas y súplicas en su ticklee.

Los dedos de Juan se movieron ágilmente sobre la cintura, las costillas y las axilas de Isabel, presionando con precisión cada área hipercosquillosa. Cada toque provocaba una reacción inmediata de risas descontroladas y súplicas de piedad por parte de Isabel, quien se retorcía y sacudía en la mesa, incapaz de contener la explosión de cosquillas.

Entre risas y jadeos entrecortados, Isabel se vio completamente entregada al placer y la tortura de las cosquillas, su cuerpo convulsionando con cada movimiento de Juan. A pesar de sus súplicas, Juan continuaba con su asalto implacable, disfrutando del espectáculo de risas y cosquillas que había creado. Era un momento de éxtasis compartido, donde las risas y las súplicas se mezclaban en una sinfonía de placer y complicidad.

Con una sonrisa traviesa, Juan se detuvo por un momento en su ataque de cosquillas y miró a Isabel con complicidad.

Juan: «Sé que estás haciendo un postgrado en antropología», dijo, dejando entrever que conocía más de lo que ella imaginaba.

En medio de su estado de locura por las cosquillas, Isabel levantó la mirada hacia Juan con sorpresa y curiosidad.

Isabel: «¿Cómo…?», comenzó a preguntar, pero sus palabras fueron interrumpidas por una nueva oleada de risas que la dejaron sin aliento.

Con rapidez y precisión, Juan se movió nuevamente hacia los pies de Isabel, levantándolos ligeramente y deslizando sus dedos por debajo de ellos. Con un gesto juguetón, comenzó a rascar los empeines de los pies de Isabel, provocando una explosión de carcajadas incontrolables por parte de ella.

Isabel se retorció y sacudió con fuerza, incapaz de contener las risas que escapaban de sus labios entre jadeos entrecortados. La sensación de cosquilleo se intensificaba con cada movimiento de los dedos de Juan, llevándola a un estado de éxtasis puro y desenfrenado.

A pesar de sus súplicas y risas, Juan continuaba con su ataque implacable, disfrutando del placer de provocar sensaciones intensas en su ticklee. Era un momento de conexión y diversión compartida, donde las risas llenaban la habitación y la complicidad entre ellos se fortalecía con cada carcajada.

Entre risas descontroladas, Isabel experimentaba una agónica mezcla de agonía y desespero mientras las cosquillas intensas se concentraban en sus empeines. Sus carcajadas se entrelazaban con súplicas desesperadas mientras sus pies se agitaban en un intento frenético por escapar de la tortura de las cosquillas.

Cada raspado de los dedos de Juan sobre sus empeines desencadenaba una oleada de sensaciones abrumadoras, llevando a Isabel al límite de su resistencia. A pesar de sus súplicas y ruegos, Juan continuaba con su ataque implacable, disfrutando del poder que tenía sobre ella y del placer de provocar sensaciones intensas en su ticklee.

En medio de su desesperación, Isabel se dejaba llevar por la vorágine de cosquillas, sumergiéndose en un torbellino de risas y sensaciones abrumadoras. Era un momento de éxtasis y tormento compartido, donde las risas y las súplicas se mezclaban en una sinfonía de placer y desesperación.

Mientras las risas de Isabel llenaban la habitación, Juan aprovechó un breve momento de pausa en su ataque de cosquillas para dirigirle una pregunta.

Juan: «Entonces, ¿qué opinas de mi propuesta de ayudarte en tu postgrado?», preguntó con una sonrisa traviesa, esperando ver la reacción de Isabel entre risas y jadeos.

Sin embargo, la respuesta de Isabel fue interrumpida por una nueva ola de risas incontrolables, dejándola incapaz de formular palabras coherentes en medio de la tormenta de cosquillas que la asediaba. Aun así, la complicidad y la diversión compartida entre ellos llenaban la habitación, creando un momento único y emocionante que ninguno de los dos olvidaría fácilmente.

Ante la falta de respuesta verbal de Isabel debido a sus risas incontrolables, Juan decidió intensificar el ataque de cosquillas. Con determinación, colocó sus manos sobre las plantas y arcos de ambos pies de Isabel y comenzó a deslizar sus diez dedos con rapidez y precisión, provocando una tormenta de cosquillas aún más intensa.

Juan: «¡Vamos, Isabel! ¡Es hora de duplicar la diversión!», exclamó entre risas, disfrutando del desafío de hacerla reír aún más.

Isabel, incapaz de contenerse, estalló en carcajadas aún más fuertes mientras sus pies se sacudían y retorcían en un intento desesperado por escapar de las cosquillas implacables de Juan. Entre risas entrecortadas, trató de articular palabras, pero el placer abrumador de las cosquillas le impedía comunicarse con claridad.

El aire se llenó con el sonido contagioso de las risas de Isabel y la risa juguetona de Juan, creando un momento de conexión y diversión compartida que los envolvía por completo.

Mientras continuaba el ataque implacable de cosquillas en los arcos de Isabel, Juan volvió a plantear su pregunta, esta vez con una determinación divertida en su tono de voz.

Juan: «¡Necesito una respuesta, Isabel! ¿Qué te parece mi propuesta de ayudarte en tu postgrado?», preguntó entre risas, disfrutando del juego de cosquillas mientras esperaba una respuesta.

Isabel, entre carcajadas y jadeos, trató de concentrarse lo suficiente para responder, pero las cosquillas intensas la dejaban sin aliento y sin capacidad para pensar con claridad. Entre risas entrecortadas, hizo un gesto de asentimiento, indicando que la propuesta le parecía bien, aunque sus palabras se perdían en medio de la diversión desenfrenada.

Sin detener el ataque de cosquillas, Juan fingió confusión con una sonrisa juguetona en su rostro.

Juan: «¡No te entiendo!», exclamó entre risas, continuando con el ataque implacable en los arcos de Isabel. «¿Qué es lo que dices? ¡No puedo oírte sobre todas estas risas!», agregó, disfrutando del juego mientras se divertía con la situación.

Isabel, entre risas y súplicas, trató de articular una respuesta coherente, pero la intensidad de las cosquillas le impedía comunicarse con claridad. A pesar de sus esfuerzos, su respuesta se perdió entre las carcajadas y la diversión desenfrenada que llenaban la habitación.

S

in detener el ataque de cosquillas en los arcos de Isabel, Juan se acercó lentamente y comenzó a lamer con suavidad los hipercosquillosos y vulnerables arcos de sus pies. La sensación húmeda y cálida de su lengua sobre la piel sensible provocó una nueva oleada de cosquillas intensas en Isabel, quien respondió con una mezcla de risas, jadeos y súplicas.

Isabel, sorprendida por la sensación inesperada, se retorció y sacudió con mayor intensidad, incapaz de contener las risas y los espasmos que la invadían. La combinación de cosquillas y la caricia húmeda de la lengua de Juan la llevó a un estado de éxtasis puro y desenfrenado, sumergiéndola en un torbellino de sensaciones abrumadoras.

A pesar de sus esfuerzos por contenerse, Isabel se entregó completamente al placer y la tortura de las cosquillas, su cuerpo temblando de placer mientras Juan continuaba con su ataque implacable. Era un momento de conexión y complicidad compartida, donde las risas y las súplicas se mezclaban en una sinfonía de placer y éxtasis.

Con un gesto juguetón, Juan continuó chupando y succionando los dedos sensibles de Isabel, cuyas uñas estaban pintadas con un esmalte color rojo oscuro. Cada succión provocaba una reacción intensa en Isabel, quien entre risas y jadeos se retorcía aún más en la mesa, incapaz de contener la avalancha de cosquillas y sensaciones placenteras que la embargaban.

El contraste entre la caricia húmeda de la lengua de Juan y la succión delicada en los dedos de Isabel la llevaba a un estado de éxtasis puro y desenfrenado. Sus carcajadas resonaban en la habitación mientras su cuerpo se contorsionaba en respuesta al placer y la tortura de las cosquillas.

A pesar de sus súplicas y risas, Juan continuaba con su ataque implacable, disfrutando del poder que tenía sobre ella y del placer de provocar sensaciones intensas en su ticklee. Era un momento de conexión y complicidad compartida, donde las risas y las súplicas se mezclaban en una sinfonía de placer y éxtasis.

A medida que el ataque de cosquillas y caricias de Juan continuaba, las risas de Isabel comenzaban a disminuir gradualmente, dejando paso a suspiros y jadeos de placer. Su cuerpo, que antes se retorcía en medio de carcajadas, se relajaba poco a poco, sumergiéndose en un estado de éxtasis tranquilo y embriagador.

Juan, percibiendo el cambio en las reacciones de Isabel, ajustó la intensidad de sus movimientos, alternando entre caricias suaves y delicadas y cosquillas más intensas. Con habilidad y destreza, exploró cada centímetro de sus pies, provocando sensaciones placenteras y excitantes que la dejaban sin aliento.

A pesar de la disminución de las risas, la complicidad y la conexión entre Juan e Isabel seguían palpables en el aire. Cada movimiento, cada suspiro, era un recordatorio del vínculo especial que compartían en ese momento único y emocionante.

Después de un tiempo que pareció eterno, Juan finalmente se detuvo, permitiendo que Isabel recuperara el aliento y se relajara en la mesa en forma de X. El silencio llenó la habitación, interrumpido solo por la respiración agitada de Isabel y el suave murmullo de fondo.

Juan, con una sonrisa satisfecha en el rostro, comenzó a liberar suavemente las ataduras que sujetaban a Isabel a la mesa. Mientras tanto, Isabel se levantaba lentamente, jadeando y tomando aire después del intenso episodio de cosquillas.

Una vez liberada, Isabel se puso de pie, aún temblorosa y con una expresión de agotamiento en el rostro.

Después de liberar a Isabel y mientras ella se recuperaba, Juan se acercó con una mirada expectante en sus ojos.

Juan: «¿Qué opinas de mi propuesta?», preguntó con una sonrisa, buscando la respuesta de Isabel después de la intensa sesión de cosquillas.

Isabel, tomando aire entre jadeos, se esforzó por reunir sus pensamientos después del arrollador torrente de cosquillas.

Isabel: «¡Uff, ha sido… wow! ¡Increíble!», respondió entre respiraciones entrecortadas, con una sonrisa cansada pero radiante en su rostro.

Juan: «Sí, sí, pero… ¿qué opinas de mi propuesta para ayudarte en tu postgrado?», insistió Juan, buscando una respuesta más específica de Isabel.

Isabel, todavía descalza y vistiendo únicamente lencería negra que había utilizado durante la sesión de cosquillas, se tomó un momento para procesar la pregunta de Juan. Con la mente aún turbada por la experiencia, trató de reunir sus pensamientos.

Isabel: «Lo… lo siento, Juan. ¡Todo fue tan intenso que casi olvido tu propuesta! Me encantaría… ¡me encantaría que me ayudaras en mi postgrado!», respondió con entusiasmo, su voz todavía cargada de emoción y agitación por la experiencia reciente.

Isabel, aún tratando de procesar todo lo sucedido, miró a Juan con curiosidad y sorpresa.

Isabel: «Pero… ¿cómo sabías que estoy haciendo un postgrado en antropología?», preguntó, asombrada por la precisión con la que Juan había abordado el tema.

Juan, con una sonrisa sutil en su rostro, reveló su conocimiento con confianza.

Juan: «Bueno, Isabel, como profesor de pregrado, postgrado, maestría y doctorado en la Facultad de Antropología, tengo acceso a cierta información sobre nuestros estudiantes», explicó con calma. «Es importante para mí conocer los intereses y proyectos de mis alumnos, y tu postgrado en antropología no pasó desapercibido», añadió con una mirada cómplice.

Antes de que Isabel tuviera la oportunidad de responder, Juan, con una mirada traviesa y una sonrisa juguetona en el rostro, aprovechó el momento para plantear su propia sugerencia.

Juan: «¿Qué te parece si hacemos un trueque?», dijo con tono pícaro, inclinando ligeramente la cabeza hacia un lado. «Yo puedo ayudarte con lo que necesites para tu postgrado, y a cambio, unas cuantas sesiones de cosquillas en esos hipercosquillosos arcos tuyos», agregó con una expresión traviesa, dejando claro que se estaba divirtiendo con la idea.

Ante la propuesta juguetona de Juan, Isabel dejó escapar una risita traviesa y levantó una ceja con interés.

Isabel: «¡Vaya, vaya, Juan! Esa es una oferta tentadora», respondió con una sonrisa pícara, disfrutando del juego. «Creo que podríamos llegar a un acuerdo. Pero, ¿qué tan seguro estás de poder lidiar con mis hipercosquillosos arcos?», agregó con una mirada desafiante, insinuando que estaba dispuesta a aceptar el trato si Juan estaba a la altura del desafío.

Juan, contagiado por la energía lúdica de la conversación, respondió con un brillo travieso en los ojos.

Juan: «¡Por supuesto, Isabel! Podríamos explorar diversas formas de hacerlo más interesante en futuras sesiones», sugirió, con una sonrisa sugerente. «Quizás podríamos probar con diferentes formas de ataduras, para aumentar la intensidad», añadió con tono sugerente, dejando en claro su disposición a llevar las sesiones de cosquillas a un nivel más emocionante y desafiante.

Isabel, con una risa cómplice, asintió ante la sugerencia de Juan y comenzó a vestirse. Había traído consigo una camiseta holgada de algodón y unos pantalones cortos deportivos, perfectos para una sesión de entrenamiento en el gimnasio. Mientras se colocaba la ropa, su expresión aún reflejaba el juego y la emoción de la experiencia compartida.

Isabel llevaba un par de zapatillas deportivas blancas y cómodas que complementaban su atuendo casual. Mientras se calzaba, su rostro aún mostraba los vestigios de las risas y la emoción compartida durante la sesión de cosquillas con Juan.

Isabel: «Bueno, creo que es hora de volver a la realidad», dijo con una sonrisa, ajustando su camiseta. «¡Gracias por la sesión, Juan! Definitivamente, tendremos que hacerlo de nuevo», añadió con entusiasmo, mostrando su disposición a repetir la experiencia en el futuro.

Continuará…

Original de Tickling Stories

 

 

 

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