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Diario de un cosquilleador en serie – Parte 2

PorTickling Stories

Dic 12, 2022

Tiempo de lectura aprox: 5 minutos, 22 segundos

Eduardo continuó su camino después de haber dejado a la pasajera en el conjunto residencial.

Volvió nuevamente a la zona de bares, discotecas y restaurantes; para ver si quizás encontraba una nueva «víctima» a quien cosquillear. Estuvo merodeando en la zona hasta casi las 4:00 am, hasta que por fin decidió irse a su casa.

Viernes 13 de Mayo

El reloj marca las 6:45 pm, Eduardo deambula por las calles de la ciudad en busca de una posible «víctima» para poder cosquillear.

Después de la ruta presentada el día anterior, esta vez Eduardo decidió dirigirse a la zona empresarial de la ciudad. Moviéndose por las calles de esa zona, divisó cerca de donde estaba  transitando lentamente un mujer que salía de una empresa cercana. Esta mujer decidió hacerle señas al vehiculo de Eduardo, quien de manera muy servicial se estacionó cerca a la mujer.

La mujer se subió al vehiculo y le entregó una dirección al norte de la ciudad. Eduardo colocó el gps y éste le marcó cursioamente su ruta preferida: La avenida circunvalar, bordeando la ciudad y una vía algo «desierta».

La pasajera llevaba un pantalón negro, zapatos de tacón de 10 cm, blusa blanca, saco negro y bolso negro. Prácticamente tenía el porte de una ejecutiva. Pese a ser las 7:00 pm, la mujer se veía muy atractiva.

Mientras el vehiculo iba en movimiento, la mujer comenzó a maquillarse. Eduardo solo miraba por su espejo retrovisor. Esto hizo que la pasajera se diera cuenta que la estaba mirando.

«Tengo que arreglarme, porque prácticamente al llegar a mi apartamento me toca salir casi que de inmediato» – dijo la pasajera a Eduardo.

«Si quiere la puedo esperar y la llevo nuevamente donde tenga que ir» – le comentó Eduardo a la pasajera.

La pasajera continuó maquillándose. Eduardo notó de reojo que la pasajera se quitó sus zapatos para untarse espalte en las uñas de sus pies. Por esa razón decidió bajar algo la velocidad.

Entraron a la zona que no había iluminación en la vía…

La pasajera seguía maquillándose y arreglándose las uñas de manos y pies. Mientras echaba esmalte en las uñas de sus manos, le preguntó a Eduardo si podía estirar sus pies hacia el puesto de adelante para que se le secara el esmalte, a lo que Eduardo le respondió afirmativamente.

Viendo de reojo a la pasajera y los pies de ésta en la sila de adelante dejando secar el esmalte; Eduardo decidió ejecutar su malévolo plan.

El reloj marcaba las 7:15 pm.

«Perdón. Tiene cosquillas?» – preguntó Eduardo a la pasajera, mientras con su mano derecha cosquilleaba las plantas vulnerables de los pies de la pasajera.

«Jajajajaja» – soltó una breve carcajada la pasajera, sin embargo, no retrocedió sus pies, solamente movió sus pies como reflejo del cosquilleo.

«Tengo muchas cosquillas, pero curiosamente las amo» – respondió la pasajera.

Eduardo quedó sin palabras y su malévolo plan se vino al suelo, en ese momento no supo que hacer o decir. Retiró su mano de los pies de la pasajera y colocó ambas manos en el volante, continuando así su camino.

Al llegar al destino de la pasajera, ésta le canceló el dinero correspondiente al viaje y se bajó del vehiculo. Eduardo emprendió nuevamente su camino en busca de una posible nueva «víctima».

Viernes 13 de Mayo

El reloj marca las 8:00 pm, Eduardo deambula por las calles de la ciudad en busca de una posible «víctima» para poder cosquillear.

Ya estaba a punto de irse a su apartamento, debido a que no podía encontrar una nueva «víctima» a quien cosquillear, justo cuando el reloj ya marcaba las 10:00 pm; cuándo una mujer de unos 25 años aproximadamente le hizo señas con su mano derecha solicitando un servicio.

La mujer iba en jean, botas, chaqueta de cuero negra. Bien maquillada y cabello negro suelto.

Se subió a la altura de la calle 119 con cra 11.

«Buenas noches, por favor me lleva al centro.» – comentó la pasajera.

«Buenas noches. Claro que si. Si desea puedo tomar el camino de la circunvalar, es mucho más rápido por allí.» – respondió Eduardo.

«Por donde usted desee, no tengo afán. Gracias» – respondió la pasajera.

Apenas Eduardo recibió el aval de su pasajera, emprendió su camino rumbo a la circunvalar. Esa era su zona de confort para hacer cosquillas a las víctimas que recogía en su taxi.

Subió hacia la circunvalar y apenas ingresó a la vía, le colocó seguro a todas las puertas de forma automática, haciendo que la pasajera se colocara algo nerviosa.

«Qué pasa? Por qué le coloca seguro a las puertas?» – preguntó nerviosamente la pasajera.

«Por seguridad. Es una zona oscura y es mejor tener el seguro en las puertas, para evitar que alguien nos abra el vehiculo» – respondió Eduardo.

A la pasajera pareció no importarle la respuesta, así que intentó enviar un mensaje por celular; sin embargo, fue en vano. Eduardo sabía además que la zona de la avenida circunvalar no había señal de ningún operador celular, por lo que siempre que llevaba una pasajera mujer, tomaba esa ruta para evitar que hicieran llamadas.

El reloj marcaba las 10:18 pm.

Eduardo detuvo su vehiculo a un costado de la vía, justo en un paraje totalmente oscuro.

«Por qué nos detuvimos? Pasa algo?» – preguntó nerviosamente la pasajera.

Eduardo aprovechando que la silla del «copiloto» estaba corrida hacia delante, desabrochó el cinturón de seguridad y se giró hacia la pasajera. Saltando sobre ella como un gato con sus garras cuando atrapa una presa.

«Eres cosquillosa?» – preguntó Eduardo mientras apretaba la cintura de la de pasajera.

Casi sin reacción y entre nervios, la pasajera no le quedó más remedio que soltar una carcajada.

«Jajajajajajaja»

Dando saltos como producto de las cosquillas recibidas en su cintura y tratando infructuosamente de quitarse de encima a Eduardo, la pasajera continuaba riendo a carcajadas sin decir una palabra.

Eduardo aprovechando el trance en el que se encontraba la pasajera con una mano le hacía cosquillas en la cintura y ombligo, mientras que con la otra mano le quitaba la chaqueta. Se había vuelto un experto en hacer dos cosas a la vez, mientras cosquilleaba a una mujer indefensa.

Apenas logró su cometido, continuó haciéndole cosquillas a la pasajera no solo en la cintura y ombligo, sino tambien en las costillas y axilas.

La pasajera reía y gritaba, mientras se revolcaba en el asiento trasero del taxi al ser cosquilleada sin piedad alguna por Eduardo.

«JAJAJAJAJAJAJAJAJA AHAHAHAHAHAHAHAHAHA JAJAJAJAJAJAJAJA»

La pasajera continuaba riendo y dando saltos en la silla, mientras se revolcaba en el asiento trasero; sin embargo, Eduardo aún no estaba satisfecho, por lo que para que su «víctima» no saliera del trance, continuó haciéndole cosquillas en la cintura con una mano y con la otra procedió a levantar los pies de la pasajera y comenzar a quitar ambas botas.

Logrando su cometido, retiró también los calcetines que traía puestos. Eran calcetines de figuritas de animalitos. curiasamente en la parte de las plantas en los calcetines, tenía estampadas una arañitas, dándole ideas a Eduardo.

Eduardo se giró sobre la pasajera y haciendo una llave con su brazo izquierdo a ambos pies vulnerables de su víctima, comenzó a mover rápidamente los dedos de su mano derecha sobre las plantas esperando tener alguna reacción favorable.

Y efectivamente al hacer contacto con sus dedos, moviéndolos rápidamente como arañitas  sobre las plantas vulnerables, la pasajera comenzó a gritar y a carcajearse mucho mas fuerte que antes.

«JAJAJAJAJAJAJAJAJA AHAHAHAHAHAHAHAHAHA JAJAJAJAJAJAJAJA»

El moviento de los pies de su víctima, hacía que Eduardo continuara exitado y sin detener la tortura de cosquillas en esas plantas vulnerables. La risa a carcajadas de la pasajera lo tenía a él sumido junto con su víctima en un trance de cosquillas. Él como tickler y la pasajera como víctima sumisa.

Sobre las 10:45 pm, sonó una alarma que él mismo había configurado. Hora de detenerse pensó; sin embargo, las ganas de seguir haciéndole cosquillas a la pasajera pudieron más y continuó con la tortura.

La pasajera seguía sumida en un mar de trance y locura, riendo a carcajadas.

«JAJAJAJAJAJAJAJAJA AHAHAHAHAHAHAHAHAHA JAJAJAJAJAJAJAJA»

Nuevamente a las 11:00 pm volvió a sonar la alarma. Esta vez si se detuvo Eduardo.

Le colocó los calcetines a la pasajera jnto con sus botas, al igual que su chaqueta y la acomodó en el asiento trasero. La pasajera aún continuaba en un trance y con risas leves.

Eduardo se bajó del vehiculo abrió la tapa delantera del motor e hizo como si estuviera revisando algo. La cerró de una forma tan fuerte, haciendo que la pasajera diera un salto y saliera del trance en el que se encontraba.

Se subió al vehiculo y vio como la pasajera lo miraba como aturdida.

«Está usted bien señorita?» – preguntó Eduardo

«Creo que si. Tuve como un dejavú o algo con una situación» – respondió la pasajera.

«Qué tipo de situación?» – preguntó Eduardo mientras continuaba su camino hacia el destino de la pasajera.

«Me vi en envuelta en una situación donde me hacían cosquillas en los pies» – respondió aturdida la pasajera y mirando hacia sus botas, qui´zas como verificando que todo estuviera bien.

«Si? Acaso es usted cosquillosa?» – preguntó Eduardo a la pasajera como si  nada hubiera pasado.

«Muy. Sobre todo en mis pies» – respondió la pasajera con algo de nervios y pena.

«Ah vea pues» – respondió Eduardo mientras manejaba.

Llegaron al destino de la pasajera; un edificio de apartamentos ubicado en el centro de la ciudad. La pasajera le pagó a Eduardo el costo del viaje y se bajó del vehiculo.

Eduardo emprendió nuevamente su camino en busca de una nueva víctima; sin embargo, se encontraba cansado, así que decidió irse a su apartamento a descansar y a escribir en su diario el encuentro con las pasajeras.

Continuará…

Original de Tickling Stories

 

 

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