abril 28, 2024

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Historias de Cosquillas. Somos parte de la comunidad en español en Telegram – LTC.

En busca de empleo – Parte 13

Tiempo de lectura aprox: 18 minutos, 51 segundos

Raquel y Maritza se encontraban sentadas en el café, cada una sumida en sus propios pensamientos mientras esperaban sus pedidos. Raquel, con su piel pálida y cabello negro azabache que caía en cascada sobre sus hombros, destacaba entre la multitud con su apariencia gótica distintiva. Sus ojos verdes esmeralda, enmarcados por gruesas pestañas oscuras, añadían un toque misterioso a su rostro. Maritza, por otro lado, irradiaba elegancia con su cabello rubio perfectamente peinado y sus ojos verdes brillantes, emanando una presencia distinguida que complementaba su estilo clásico.

Ambas mujeres compartían una peculiaridad: eran hipercosquillosas en las plantas de los pies. Un simple roce en esa área desencadenaría risas incontrolables y protestas inmediatas por parte de ambas, quienes compartían una aversión igualmente intensa por cualquier forma de cosquilleo.

La conversación entre madre e hija se desviaba entre sus mundos dispares: Raquel, apasionada por el arte y la creatividad, mientras que Maritza, una exitosa gerente bancaria, valoraba la estabilidad y el éxito profesional. A pesar de sus diferencias, se apoyaban mutuamente, aunque Maritza a menudo intentaba persuadir a Raquel para que siguiera un camino más convencional.

Mientras esperaban, Maritza rompió el silencio. «¿Cómo te fue en el trabajo esta semana, cariño?», preguntó con interés, notando la ausencia de información por parte de Raquel.

Raquel vaciló por un momento, recordando el evento que había marcado su semana en el estudio de modelaje multimedia. «Bien, mamá», respondió con cautela, «pero hubo algo… inusual que ocurrió».

Maritza arqueó una ceja, intrigada. «¿Qué sucedió?»

Raquel exhaló, decidiendo abrirse sobre el incidente. «La semana pasada, mientras estaba trabajando como modelo, fui sometida a un brutal ataque de cosquillas por parte del fotógrafo», confesó, notando la sorpresa en el rostro de su madre. «Después del trabajo, el tipo que me contrató me preguntó si tenía alguien más cercano a mí que fuera cosquillosa, y… mencioné que eras tú».

Maritza quedó atónita, sin poder ocultar su incredulidad ante lo que acababa de escuchar. «¿Y qué te dijo este tipo?», preguntó, con una mezcla de preocupación y confusión.

Raquel suspiró, anticipando la reacción de su madre. «Me dijo que la próxima vez sería contigo», admitió, esperando la respuesta de Maritza ante esta revelación inesperada.

Maritza se quedó atónita por un momento, procesando la información. Las palabras de Raquel resonaban en su mente mientras luchaba por comprender la situación en la que se encontraban.

«Raquel…» dijo con voz temblorosa, «esto es… esto es inaudito». Maritza miró a su hija con una mezcla de preocupación y determinación. «No puedo dejar que vuelvas a ese lugar, no después de lo que te hicieron».

Raquel tomó la mano de su madre con ternura. «Lo entiendo, mamá. Pero siento que debo enfrentar esto, necesito tomar el control de la situación».

Maritza asintió, comprendiendo la determinación de su hija. «¿Qué planeas hacer entonces?»

Raquel respiró hondo antes de responder. «Estoy considerando volver, pero solo si tú estás conmigo. El tipo que me contrató está dispuesto a pagarte también a ti por tu tiempo, y creo que juntas podemos enfrentarlo y asegurarnos de que nada como esto vuelva a suceder».

Maritza se sintió abrumada por la propuesta de su hija. Aunque la idea la llenaba de aprensión, sabía que debía estar allí para apoyar a Raquel en este momento difícil.

«Lo haré», dijo finalmente, apretando la mano de Raquel con firmeza. «No dejaré que enfrentes esto sola. Iremos juntas y nos aseguraremos de que este hombre no vuelva a causarte ningún daño».

Raquel sonrió, sintiéndose reconfortada por el apoyo incondicional de su madre. Sabía que juntas podrían enfrentar cualquier desafío que se les presentara, y que su vínculo solo se fortalecería a través de esta experiencia.

Maritza se quedó en silencio por un momento, asimilando la propuesta de su hija. La idea de enfrentarse a esa situación la llenaba de aprensión, pero al mismo tiempo, sentía una determinación feroz por proteger a Raquel y asegurarse de que no volviera a pasar por algo así.

Después de una pausa reflexiva, Maritza miró a los ojos de su hija con una mezcla de determinación y preocupación. «Raquel, no puedo prometer que no sentiré un ataque de cosquillas si ese hombre se atreve a tocarme», admitió con una sonrisa leve, tratando de aliviar la tensión del momento. «Pero estoy dispuesta a acompañarte. Juntas enfrentaremos esta situación y nos aseguraremos de que se haga justicia».

Raquel sintió un nudo en la garganta al ver la determinación en los ojos de su madre. «Gracias, mamá», murmuró con gratitud, sintiéndose reconfortada por la fortaleza de su madre.

Con el apoyo mutuo y la determinación de enfrentar el desafío juntas, madre e hija se prepararon para lo que les esperaba. Sabían que no sería fácil, pero estaban decididas a protegerse mutuamente y a asegurarse de que ninguna de ellas volviera a enfrentar una situación tan desagradable. Juntas, enfrentarían cualquier obstáculo que se interpusiera en su camino.

Decidida a tomar el control de la situación, Raquel tomó su teléfono y marcó el número del fotógrafo, Gabriel. Después de unos momentos, Gabriel respondió con voz amable, y Raquel confirmó la asistencia de ella y su madre para la próxima sesión.

«Gabriel, ¿cómo deberíamos ir vestidas para la sesión?» preguntó Raquel, tratando de obtener más información sobre lo que les esperaba.

Gabriel tomó un momento antes de responder. «Quiero que ambas vengan con ropa cómoda pero elegante. Algo casual pero que aún así tenga estilo. Quiero capturar la esencia natural y la belleza de la relación madre-hija».

Raquel asintió, tomando nota de sus instrucciones. «Entendido, Gabriel. Nos aseguraremos de vestirnos adecuadamente».

Después de colgar, Raquel miró a su madre con determinación. «Estamos listas para enfrentar esto juntas, mamá», dijo con convicción. Con el apoyo mutuo y la determinación de enfrentar el desafío juntas, madre e hija se prepararon para lo que les esperaba. Sabían que no sería fácil, pero estaban decididas a protegerse mutuamente y a asegurarse de que ninguna de ellas volviera a enfrentar una situación tan desagradable. Juntas, enfrentarían cualquier obstáculo que se interpusiera en su camino.

Ambas mujeres llegan al estudio de Gabriel, quien las recibe con mucho entuciasmo y las lleva a la habitación donde serán sometidas con cosquillas.

El corazón de Maritza latía con fuerza cuando vio la habitación con las camillas y las correas. Un escalofrío recorrió su espalda mientras se aferraba instintivamente al brazo de Raquel.

«¿Qué es todo esto?», preguntó Maritza, con una mezcla de confusión y ansiedad en su voz, mientras miraba a Gabriel en busca de respuestas.

Gabriel le dirigió una sonrisa siniestra y señaló hacia las camillas. «Este es nuestro set para la próxima parte de la sesión», explicó con voz suave pero decidida. «Es donde deberán acostarse para ser sometidas a… algo especial».

Maritza sintió un nudo en el estómago mientras su mente luchaba por procesar la información. Miró a su hija en busca de apoyo, encontrando en sus ojos una mezcla de determinación y preocupación.

Raquel tomó la mano de su madre con firmeza. «Estaremos bien, mamá», murmuró con determinación, tratando de transmitirle seguridad.

Maritza asintió con determinación, decidida a enfrentar lo que sea que les esperara. Aunque sus instintos le decían que huyera, sabía que tenía que estar allí para apoyar a su hija. Juntas, madre e hija se prepararon para enfrentar el desafío que tenían por delante, sin saber exactamente qué les deparaba el destino en esa habitación de «tortura».

Ante la respuesta inquietante de Gabriel, Maritza apretó con más fuerza la mano de su hija, sintiendo una oleada de ansiedad recorrer su cuerpo. Miró a Gabriel con una mezcla de nerviosismo y determinación.

«¿Qué… qué debemos hacer entonces?» preguntó Maritza, tratando de controlar el temblor en su voz.

Gabriel sonrió de manera enigmática, disfrutando del efecto que su respuesta tenía en ellas. «Solo necesitan quitarse sus zapatos y calcetines, y después acostarse en las camillas y relajarse», dijo con calma. «Voy a inmortalizar el vínculo único entre madre e hija de una manera… diferente».

Maritza miró a Raquel, su expresión reflejando su creciente incomodidad. Aunque una parte de ella quería protestar y huir de la habitación, sabía que tenía que mantenerse fuerte por el bien de su hija. Con un suspiro resignado, comenzó a quitarse los zapatos y las medias, preguntándose qué les depararía esta experiencia.

Raquel, sintiendo la tensión en el aire, le dio una mirada tranquilizadora a su madre y le dio un apretón reconfortante en la mano. Juntas, se prepararon para enfrentar lo que sea que viniera.

Una vez que estuvieron listas, Gabriel les indicó que se acostaran en las camillas, asegurándose de que estuvieran cómodas antes de proceder. Maritza se acostó con cuidado, sintiendo un escalofrío al notar las correas que la rodeaban. Trató de mantener la calma, recordándose a sí misma que estaban haciendo esto juntas, como una muestra de apoyo mutuo y fuerza.

Raquel, acostada en la camilla adyacente, le lanzó una mirada de complicidad a su madre, transmitiéndole silenciosamente que estaban juntas en esto. A pesar de la incertidumbre que sentían, ambas estaban decididas a enfrentar lo que viniera y protegerse mutuamente. Con una mezcla de ansiedad y determinación, esperaron mientras Gabriel se preparaba para capturar esa sesión tan peculiar.

Con las piernas temblorosas, Maritza se recostó en la camilla, sintiendo cómo la tensión se apoderaba de su cuerpo. Miró hacia abajo y notó el contraste entre sus pies, con un pedicure que revelaba unas uñas blancas y relucientes, en contraposición al esmalte rojo intenso que adornaba sus uñas. El contraste de colores parecía acentuar aún más su nerviosismo, como si sus pies fueran una extensión de sus emociones en ese momento.

A su lado, Raquel se acomodó en la camilla, sus pies pálidos destacando sobre la sábana blanca. Observó su pedicure, donde el esmalte negro contrastaba con la blancura de sus uñas. Aunque estaba nerviosa, una chispa de determinación brillaba en sus ojos, decidida a enfrentar lo que fuera necesario para proteger a su madre.

La habitación quedó en silencio mientras esperaban el siguiente movimiento de Gabriel, quien observaba con atención su composición antes de comenzar con la sesión. A pesar de la incomodidad y la incertidumbre que sentían, madre e hija se aferraban a la fuerza de su vínculo y la determinación de enfrentar juntas cualquier desafío que se presentara.

Gabriel procedió a atar tanto los pies como las manos de Maritza y Raquel en las camillas, lo que aumentó la sensación de vulnerabilidad y tensión en la habitación. Las dos mujeres se encontraron ahora inmovilizadas, incapaces de moverse libremente, lo que intensificó su ansiedad ante lo que pudiera suceder a continuación. La atmósfera se volvió aún más cargada de tensión mientras esperaban con aprensión lo que Gabriel tenía planeado.

Con las cámaras encendidas y el ambiente cargado de tensión, Gabriel se dirigió hacia la parte inferior donde se encontraban los pies de Maritza. Sin previo aviso, deslizó sus dedos por las plantas de los pies de Maritza con un movimiento rápido y preciso. El contacto repentino y la sensación de cosquilleo hicieron que Maritza soltara un grito desesperado, su voz resonando en la habitación mientras intentaba contener la risa y liberarse de las ataduras.

Raquel, observando con preocupación desde su posición, sintió un escalofrío recorrer su espalda al presenciar la reacción de su madre. A pesar de su propia ansiedad, estaba decidida a mantenerse firme y ofrecer apoyo a Maritza en ese momento difícil. La incertidumbre sobre lo que Gabriel tenía planeado a continuación pesaba sobre ellas, pero estaban determinadas a enfrentarlo juntas, como madre e hija.

Con un movimiento repentino, Gabriel se deslizó hacia los pies de Raquel, pasando sus dedos por las plantas de sus pies con la misma velocidad y precisión que había usado con Maritza. Raquel soltó un grito sorprendido y desesperado, sintiendo las cosquillas hacer estragos en su resistencia. Su risa se mezcló con la de su madre mientras ambas luchaban por contenerla, sintiendo una oleada de nerviosismo y vulnerabilidad ante la situación.

La habitación resonaba con los sonidos de sus risas y susurros nerviosos mientras Gabriel continuaba con su juego. Aunque estaban inmovilizadas y vulnerables, madre e hija encontraron consuelo en el hecho de que estaban juntas en esa experiencia. Con cada risa y cada cosquilleo, su vínculo se fortalecía aún más, demostrando que juntas podrían enfrentar cualquier desafío que se les presentara.

Con un movimiento rápido y decidido, Gabriel comenzó a rascar con intensidad las plantas de los pies de Raquel y Maritza al mismo tiempo. Las cosquillas los invadieron de inmediato, y las dos mujeres estallaron en carcajadas desesperadas. Sus risas llenaron la habitación, mezcladas con súplicas para que Gabriel parara.

Raquel y Maritza se retorcían y sacudían en sus ataduras, tratando de escapar de las cosquillas implacables de Gabriel. Sin embargo, él continuó con su ataque, alternando entre las plantas de los pies de ambas mujeres con una precisión implacable.

Las carcajadas llenaron la habitación durante lo que parecieron horas, y finalmente, Gabriel detuvo su ataque, dejando a Raquel y Maritza jadeantes y agotadas por la intensidad de la experiencia. Aunque estaban exhaustas, una sonrisa compartida entre madre e hija mostraba que habían sobrevivido juntas a este desafío cosquilloso.

Con una crueldad calculada, Gabriel se centró en las hipercosquillosas plantas de Maritza. La mujer de 52 años se encontraba sumida en un mar de caos, incapaz de contener las carcajadas que escapaban de sus labios mientras Gabriel desataba una tormenta de cosquillas en sus pies.

Maritza se retorcía y contorsionaba, sus ojos llenos de lágrimas por la intensidad de las cosquillas. Cada roce de los dedos de Gabriel sobre sus plantas la enviaba a un frenesí de risas incontrolables, y su respiración se volvía entrecortada por la falta de aire entre risa y risa.

Aunque en medio de la tortura cosquillosa, Maritza luchaba por mantener la compostura, su resistencia se desvanecía con cada segundo que pasaba. Sus gritos de súplica se mezclaban con risas desesperadas mientras imploraba a Gabriel que detuviera su ataque.

Mientras tanto, Raquel observaba con angustia desde su posición, sintiendo una mezcla de impotencia y preocupación al presenciar el sufrimiento de su madre. Aunque sabía que debía esperar su turno, ansiaba que esta tortura cosquillosa terminara pronto para poder consolar a Maritza.

Con un gesto sádico en su rostro, Gabriel decidió explorar el cuerpo de Maritza en busca de otros puntos cosquillosos. Con manos expertas, comenzó a deslizar sus dedos por los costados de Maritza, provocando que ella soltara risas aún más intensas. Cada caricia parecía encontrar un nuevo punto sensible en el cuerpo de Maritza, quien se retorcía y sacudía con desesperación, incapaz de escapar de las cosquillas implacables de Gabriel.

Los dedos de Gabriel se movían con precisión, explorando cada rincón del cuerpo de Maritza en busca de su reacción más vulnerable. Sus carcajadas resonaban en la habitación, llenando el aire con una mezcla de risas y súplicas para que Gabriel detuviera su tormento.

Maritza se sentía completamente indefensa, atrapada en una tormenta de cosquillas que parecía no tener fin. Cada toque de Gabriel la llevaba al borde de la histeria, y sus intentos por contener la risa eran en vano.

Mientras tanto, Raquel observaba con impotencia desde su posición, sintiendo una mezcla de angustia y enojo al ver el sufrimiento de su madre. Anhelaba poder intervenir y poner fin a la tortura que estaba presenciando, pero estaba atada y completamente a merced de Gabriel.

La imponente mujer, acostumbrada a liderar múltiples empresas en su vida, ahora se encontraba en una posición vulnerable y sometida a su mayor debilidad: las cosquillas. Maritza, con su rostro antes impasible ahora estaba iluminado por una mezcla de risa y súplica mientras Gabriel continuaba con su implacable ataque cosquilloso.

Sus risas resonaban en la habitación, llenando el espacio con una mezcla de histeria y desesperación. Cada caricia de Gabriel la llevaba al borde de la cordura, sus intentos de mantener la compostura se desvanecían rápidamente bajo el asalto cosquilloso.

A pesar de su posición de autoridad en el mundo empresarial, en ese momento Maritza se encontraba completamente vulnerable, sometida a las caricias juguetonas de Gabriel que exploraban cada rincón de su cuerpo en busca de su reacción más sensible. Sus súplicas de piedad se mezclaban con las risas, formando una cacofonía de sonidos que llenaban la habitación.

Raquel observaba con impotencia desde su lugar, sintiendo una mezcla de emociones al ver a su madre en ese estado. Aunque Maritza había sido su ejemplo de fortaleza y determinación, ahora estaba indefensa ante el ataque de cosquillas de Gabriel. La situación era surrealista, pero Raquel estaba decidida a encontrar una manera de ayudar a su madre a superar esta difícil experiencia.

Gabriel, con su sonrisa traviesa, giró sin previo aviso hacia Raquel y comenzó a hacerle cosquillas en sus axilas, costillas y cintura. Raquel estalló en carcajadas, su cuerpo retorciéndose bajo el implacable ataque cosquilloso de Gabriel. Cada toque provocaba una explosión de risas, y Raquel luchaba por respirar entre carcajadas mientras sus cosquillas la invadían por completo.

Maritza, exhausta pero con una sonrisa en el rostro, observaba la escena con una mezcla de alivio y diversión. A pesar de su propio agotamiento, no pudo evitar soltar algunas risas al ver a su hija en esa situación.

«¡Oh, Gabriel, por favor para!» exclamó Raquel entre risas, intentando en vano apartarse de los dedos juguetones que la hacían cosquillas.

Gabriel continuó con su ataque por unos minutos más, disfrutando del caos y la risa contagiosa que llenaba la habitación. Sin embargo, finalmente decidió detenerse, permitiendo que Raquel recuperara el aliento y se calmara.

«¡Ya es suficiente, Gabriel!» dijo Raquel entre risas, mientras intentaba controlar su respiración agitada.

«¡Por favor, Gabriel, para!» exclamó Raquel entre risas, intentando en vano apartarse de los dedos juguetones que la hacían cosquillas. Pero Gabriel, lejos de detenerse, decidió intensificar el ataque. Esta vez, sus dedos se deslizaron hacia abajo, hacia los hipercosquillosos pies de Raquel.

Los dedos de Gabriel se movían con destreza sobre las plantas de los pies de Raquel, explorando cada centímetro con precisión y provocando una oleada de risas desesperadas y gritos de risa en la joven. Raquel se retorcía y contorsionaba, incapaz de contener la tormenta de cosquillas que la invadía por completo.

Sus gritos se mezclaban con risas mientras Gabriel continuaba con su implacable ataque. Cada toque parecía encontrar un nuevo punto sensible en los pies de Raquel, haciendo que su risa se intensificara aún más. Era una mezcla de placer y tormento, una experiencia que Raquel no podía describir con palabras.

Mientras tanto, Maritza observaba la escena con una sonrisa en el rostro, divertida por la situación pero al mismo tiempo preocupada por su hija. Aunque disfrutaba viendo a Raquel reír, sabía que el ataque de cosquillas podía ser abrumador.

«¡Gabriel, por favor, no seas tan cruel!» exclamó Maritza entre risas, intentando contener su propia diversión mientras observaba a su hija sometida al ataque cosquilloso. Sin embargo, Gabriel parecía estar disfrutando cada momento de la situación, decidido a llevar a Raquel al límite de la risa desenfrenada.

Gabriel finalmente se detiene y comienza a desatar a Raquel, con la única condición de realizar un ataque brutal de cosquillas en conjunto sobre Maritza. Raquel, con una sonrisa traviesa en el rostro, acepta la propuesta sin pensarlo dos veces. La idea de someter a su madre y «castigarla» por exigirle durante tanto tiempo que buscara otra manera de generar ingresos le resultaba tentadora, especialmente porque sus trabajos como freelance le proporcionaban cierto placer.

Una vez liberada, Raquel se une a Gabriel con entusiasmo mientras se preparan para el ataque final. Maritza, aún jadeante pero con una mirada de anticipación en su rostro, se prepara para lo que está por venir.

Con un gesto de complicidad, Gabriel y Raquel se acercan a Maritza, quien los observa con una mezcla de emoción y aprensión. Sin darle tiempo para reaccionar, comienzan el ataque cosquilloso, explorando cada rincón sensible de su cuerpo con dedos juguetones y risas traviesas.

Maritza estalla en carcajadas, incapaz de contener la risa mientras lucha por liberarse de las cosquillas implacables de su hija y Gabriel. Sus risas llenan la habitación, mezcladas con súplicas y risas de complicidad.

Aunque inicialmente sorprendida por la intensidad del ataque, Maritza pronto se entrega al placer de la risa desenfrenada, disfrutando del momento de conexión y diversión con su hija y Gabriel. En ese instante, cualquier tensión entre ellas se disuelve, reemplazada por una sensación de unión y complicidad que fortalece aún más su vínculo familiar.

Gabriel y Raquel atacan sin piedad ni remordimientos el hipercosquilloso cuerpo de Maritza. Con risas maliciosas y dedos ágiles, exploran cada rincón sensible de su anatomía, provocando una tormenta de cosquillas que sumerge a Maritza en un caos de desesperación.

Maritza se retuerce y contorsiona, incapaz de contener las carcajadas que escapan de su boca entre súplicas y risas desesperadas. Sus intentos de escapar son en vano, ya que Gabriel y Raquel continúan con su ataque implacable, disfrutando del poder que tienen sobre ella en ese momento.

La habitación resuena con las risas maniacas de Gabriel y Raquel, mezcladas con los gritos y suplicas de Maritza. Cada cosquilleo parece intensificar el caos en el que se encuentra, sumergiéndola aún más en un torbellino de emociones contradictorias.

A pesar de su sufrimiento, Maritza no puede evitar sentir una extraña sensación de placer mezclada con la angustia. La experiencia, aunque tortuosa, despierta algo dentro de ella, una mezcla de adrenalina y complicidad con su hija y Gabriel que la llena de emociones encontradas.

Mientras tanto, Gabriel y Raquel continúan con su ataque, decididos a llevar a Maritza al límite de su resistencia cosquillosa. La risa y el caos reinan en la habitación, creando un momento de conexión inesperada entre los tres, aunque sea a expensas del sufrimiento de Maritza.

La habitación se llenó de una atmósfera aún más tensa y cargada cuando Gabriel, en un acto fetichista, se inclinó sobre los pies de Maritza y los introdujo en su boca para chuparle los dedos. Raquel, aunque continuaba con su ataque de cosquillas a su madre en la cintura, costillas y axilas, no pudo evitar apartar la mirada de la escena.

Una mezcla de confusión, incredulidad y repugnancia se reflejaba en el rostro de Raquel mientras observaba la conducta de Gabriel. Aunque su madre estaba sumida en un caos de risas y suplicas debido a las cosquillas, Raquel se sentía incómoda al presenciar el comportamiento cada vez más provocativo de Gabriel.

Por un momento, Raquel consideró detener el ataque de cosquillas y confrontar a Gabriel por su comportamiento inapropiado. Sin embargo, una mezcla de shock y desconcierto la paralizaba, dejándola incapaz de actuar de inmediato.

Mientras tanto, Maritza, sumergida en una mezcla de placer y tormento por las cosquillas, apenas era consciente de lo que estaba sucediendo con sus pies. La sensación de los labios de Gabriel en sus dedos era extraña y perturbadora, pero la intensidad de las cosquillas la mantenía distraída y desorientada.

La habitación se llenó de un silencio incómodo, interrumpido solo por las risas y súplicas de Maritza mientras Raquel luchaba por procesar lo que acababa de presenciar.

En un acto completamente inesperado, Raquel se acercó a los pies de su madre y se unió a lo que estaba haciendo Gabriel. Sin pensarlo dos veces, comenzó a chupar los dedos y a lamer el pie derecho de su madre, mientras Gabriel hacía lo mismo con el pie izquierdo. Maritza, ahora completamente sorprendida pero sumida en una mezcla de placer y carcajadas, apenas podía creer lo que estaba sucediendo.

El placer de las cosquillas se mezclaba con las sensaciones provocadas por las lenguas traviesas de Raquel y Gabriel en sus pies, creando una experiencia única y excitante para Maritza. Aunque al principio se sintió desconcertada por la situación, pronto se dejó llevar por el placer abrumador que la invadía.

Las carcajadas de Maritza llenaban la habitación, mezcladas con gemidos de placer mientras Raquel y Gabriel continuaban con su inusual ataque cosquilloso. La situación, aunque extraña y poco convencional, provocaba en Maritza una sensación de liberación y felicidad que no había experimentado en mucho tiempo.

Entre risas y suspiros de placer, madre e hija se entregaron por completo al momento, disfrutando de la conexión única que compartían en ese instante. Aunque la situación era difícil de explicar o comprender, para ellas era simplemente un momento de complicidad y diversión que fortalecía aún más su vínculo familiar.

Gabriel, con una expresión traviesa en el rostro, tomó un momento para explicar a Raquel cómo provocar cosquillas intensas y mezclarlas con placer en Maritza. Le indicó que debía abrir los dedos de los pies de su madre e introducir su lengua entre ellos, explorando cada rincón con cuidado. Además, le aconsejó estirarle las plantas para lamerlas con la punta de sus lenguas justo en el arco, un punto especialmente sensible.

Siguiendo las instrucciones de Gabriel, Raquel se acercó a los pies de su madre y comenzó a ejecutar el plan con precisión. Abrió los dedos de los pies de Maritza y deslizó su lengua entre ellos, provocando una oleada de cosquillas intensas que hicieron que Maritza soltara carcajadas incontrolables. Luego, estiró las plantas de los pies y lamió la parte del arco con la punta de su lengua, lo que provocó aún más risas y súplicas de piedad por parte de su madre.

Maritza, sumida en un mar de placer y cosquillas, apenas podía contener la risa mientras Raquel y Gabriel continuaban con su implacable ataque. Cada movimiento de sus lenguas desencadenaba una nueva ola de sensaciones, mezclando el placer con la tortura de las cosquillas de una manera que Maritza nunca había experimentado antes. Aunque suplicaba piedad, su risa descontrolada revelaba que, en el fondo, estaba disfrutando cada momento de esta experiencia única y excitante.

Mientras Gabriel continuaba con su ataque travieso en el pie izquierdo de Maritza, alternando entre chupar, morder y cosquillar con habilidad, Raquel se centró en el pie derecho de su madre. Con determinación, comenzó a chupar y lamer los dedos uno por uno, provocando cosquillas que hacían que Maritza retorciera los dedos en un intento de escapar.

Pero Raquel no se detuvo ahí. Con las uñas de sus manos, decidió añadir un elemento adicional al ataque. Empezó a rascar suavemente el arco del pie derecho de Maritza, una zona especialmente sensible que provocó una explosión de cosquillas intensas. Maritza, sintiendo el cosquilleo agudo en esa zona, intentaba desesperadamente mover su pie derecho para escapar de la tortura cosquillosa que le infligía su propia hija.

El resultado fue una sinfonía de risas, súplicas y gemidos de placer por parte de Maritza, quien estaba completamente entregada a la experiencia. La combinación del ataque de cosquillas de su hija y Gabriel, junto con el placer de sus lenguas y la sensación de cosquilleo en sus pies, la sumergió en un torbellino de emociones contradictorias.

Entre risas incontrolables y suspiros de placer, Maritza se dejó llevar por la intensidad del momento, disfrutando de la conexión única que compartía con su hija y Gabriel en ese instante. Aunque la situación era extraña y poco convencional, para ella era simplemente un momento de complicidad y diversión que fortalecía aún más su vínculo familiar.

Tanto Gabriel como Raquel, decidieron en conjunto pasar a otro nivel de cosquillas. Con una sonrisa traviesa en sus rostros, se inclinaron hacia las plantas de los pies de Maritza y comenzaron a darle mordiscos juguetones. Al sentir cómo las plantas de sus pies eran atacadas con mordiscos traviesos, Maritza no pudo contenerse y estalló en carcajadas desesperadas.

Los mordiscos provocaron una sensación única y aguda de cosquilleo en las plantas de los pies de Maritza, que se extendió por todo su cuerpo y la hizo retorcerse de risa. Cada vez que Gabriel y Raquel mordían una nueva área, Maritza soltaba risas aún más fuertes y suplicaba por un momento de alivio.

Entre risas incontrolables, Maritza intentaba en vano escapar de los mordiscos traviesos de Gabriel y Raquel, pero estaba completamente a merced de su hija y el fotógrafo. A pesar de la intensidad del ataque cosquilloso, Maritza no podía evitar sentir una extraña sensación de placer mezclada con el tormento, lo que hacía que cada carcajada fuera aún más intensa que la anterior.

La habitación resonaba con las risas contagiosas de Maritza, mezcladas con los sonidos de los mordiscos juguetones de Gabriel y Raquel. La escena era caótica y traviesa, pero también estaba llena de complicidad y diversión entre los tres.

A pesar de la solicitud de Gabriel para detener el ataque de cosquillas, Raquel estaba decidida a continuar un poco más. Con una mirada desafiante en sus ojos, ignoró la petición y se mantuvo firme en su determinación de hacer que su madre «pagara» por todo lo que le había hecho en el pasado.

Sin mostrar ninguna señal de arrepentimiento, Raquel continuó con su implacable ataque cosquilloso, desafiando a su madre a soportar un poco más de tortura. Cada carcajada que escapaba de los labios de Maritza solo alimentaba el deseo de Raquel de seguir adelante, decidida a hacer que su madre se rindiera ante el placer y la agonía de las cosquillas.

Aunque Gabriel parecía incómodo con la situación, decidió respetar la decisión de Raquel y observar en silencio mientras madre e hija se enfrentaban en una batalla traviesa de cosquillas. Maritza, por su parte, estaba completamente entregada a la experiencia, dejándose llevar por la mezcla de placer y tormento que la invadía.

Finalmente, después de unos minutos más de intensa tortura cosquillosa, Raquel decidió detenerse. Con una sonrisa triunfante en el rostro, se apartó de su madre y miró a Gabriel con complicidad.

Tanto Gabriel como Raquel, conscientes del límite alcanzado, comenzaron a desatar a Maritza. Aún entre risas nerviosas, Maritza dejó escapar suspiros mientras recuperaba el aliento, jadeando entre las risas y el aire pesado de la habitación.

La liberación de las ataduras físicas fue un alivio para Maritza, quien, aunque exhausta por la experiencia, seguía luchando por contener la risa. Sus ojos brillaban con una mezcla de emoción y cansancio, reflejando el torbellino de sensaciones que acababa de experimentar.

Con la ayuda de Gabriel y Raquel, Maritza logró incorporarse, apoyándose en ellos para mantener el equilibrio mientras intentaba recuperar la compostura. Aunque su cuerpo aún temblaba ligeramente por la intensidad de las cosquillas, una sonrisa reconfortante se asomaba en su rostro, indicando que, a pesar de todo, había disfrutado de la experiencia compartida con su hija y el fotógrafo.

Maritza, recuperándose poco a poco, se enderezó con ayuda de Raquel y Gabriel, una sonrisa juguetona dibujada en su rostro fatigado. «Nunca en mi vida había sido sometida a una tortura de cosquillas como esta», admitió entre risas, mientras pasaba una mano por su cabello rubio despeinado.

Sus palabras resonaron en la habitación, marcando el final de una experiencia única y emocionante. Aunque agotada por la intensidad de las cosquillas, Maritza no podía evitar sentirse agradecida por haber compartido ese momento especial con su hija y el fotógrafo.

Con una mirada cómplice hacia Raquel y Gabriel, Maritza añadió: «Pero debo admitir que ha sido una de las experiencias más divertidas y emocionantes que he tenido en mucho tiempo». A pesar del cansancio y la sensación de haber sido sometida a un desafío inusual, Maritza no podía negar la sensación de alegría y conexión que la envolvía en ese momento.

Gabriel, con una sonrisa traviesa en el rostro, se acercó a Maritza y le preguntó con curiosidad: «¿Qué opinas de todo lo que Raquel y yo te hicimos en tus pies? ¿Te gustó la combinación de cosquillas con chupar, lamer y morder?»

Maritza, todavía recuperándose del intenso ataque cosquilloso, reflexionó por un momento antes de responder con una mezcla de asombro y diversión en su voz: «Debo admitir que fue una experiencia completamente nueva para mí. Nunca antes había experimentado algo así. Fue… interesante, por decir lo menos.»

Una risa suave escapó de sus labios mientras recordaba las sensaciones que habían provocado las traviesas acciones de Gabriel y Raquel en sus pies. Aunque inicialmente había sido desconcertante, Maritza no podía negar que había encontrado un placer inesperado en esa experiencia fuera de lo común.

«Creo que me tomará un tiempo procesar todo lo que sucedió», continuó Maritza con una sonrisa. «Pero definitivamente fue una experiencia memorable, eso es seguro.»

Gabriel asintió con satisfacción ante la respuesta de Maritza, complacido de haber sido parte de una experiencia tan única y emocionante.

Después de compartir un momento de risas y complicidad, Gabriel se levantó de su silla y se dirigió a su escritorio. Con cuidado, sacó dos sobres sellados y regresó hacia Maritza y Raquel, extendiéndoles los sobres con una sonrisa.

«Quiero agradecerles por participar en esta sesión tan especial», dijo Gabriel con gratitud. «Espero que hayan disfrutado tanto como yo. Aquí tienen su pago.»

Maritza y Raquel tomaron los sobres con agradecimiento, agradecidas por la oportunidad y el gesto generoso de Gabriel. Con una sonrisa, Maritza asintió y dijo: «Gracias, Gabriel. Ha sido una experiencia única. Realmente apreciamos la oportunidad.»

Raquel, por su parte, expresó su agradecimiento con una sonrisa sincera. «¡Sí, gracias, Gabriel! Ha sido increíble trabajar contigo. Esperamos tener la oportunidad de colaborar nuevamente en el futuro.»

Con los sobres en sus manos y una sensación de satisfacción en sus corazones, Maritza y Raquel se despidieron de Gabriel con una sonrisa. Mientras salían del estudio, sabían que esa experiencia traviesa de cosquillas sería un recuerdo que guardarían para siempre, junto con la gratitud por haber compartido ese momento especial juntos.

Original de Tickling Stories

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