mayo 19, 2024

Tickling Stories

Historias de Cosquillas. Somos parte de la comunidad en español en Telegram – LTC.

En busca de empleo – Parte 3

Tiempo de lectura aprox: 8 minutos, 57 segundos

* nombre cambiado para mantener la privacidad de la protagonista.

Carolina* es una chica universitaria de  23 años. Tiene una estatura aproximada de 1,65 metros, tez trigueña, ojos miel, cabello castaño corto, calzado aproximado de 36.

Carolina estudia artes plásticas en una universidad de la ciudad y alterna sus estudios trabajando como mesera en 2 restaurantes. Algunas veces trabaja en la jornada de la mañana y otras veces en la jornada nocturna, dependiendo de sus horarios de clases en la universidad.

Llegó a la ciudad hace un par de años, decidió venir a Bogotá a probar suerte y a estudiar artes plásticas, debido a que en su ciudad de origen no hay esa carrera en ninguna de las universidades disponibles. Como la vida en Bogotá es algo costosa, necesitaba encontrar rápidamente un empleo para costear sus gastos de la universidad y el apartaestudio en el que vive sola. El dinero que le enviaban mensualmente sus padres para su sostenimiento en la ciudad casi no le alcanzaba.

Precisamente trabajando en uno de los restaurantes fue cuando recibió una propuesta fuera de lo común, quizás una pregunta que jamás esperaba recibir de algún cliente o como ella misma nos dijo: «Una propuesta de trabajo».

Carolina nos contó que en uno de los restaurantes en los que trabaja, por el uniforme que tiene, ha recibido algunas veces propuestas indecentes y/o acoso, pero que igual al momento de firmar contrato les enseñan a sortear ese tipo de incidentes.

Carolina recuerda que ese cliente iba casi todos los días al restaurante en el que se encontraba trabajando. Siempre ordenaba lo mismo: 1 cerveza y 1 combo de alitas bbq con papas a la francesa. Casualmente ella lo atendía una que otra vez. El cliente se veía como una persona muy callada, solo llegaba, ordenaba, comía y se iba. Podría decirse que era un cliente frecuente.

Unos dos meses después de que este cliente llevaba tiempo yendo al restaurante y llevando a cabo la misma rutina, le hizo la tan esperada pregunta: «Oye, que pena, puedo hacerte una pregunta? Si te sientes incómoda, simplemente no me respondas».

Carolina como es una persona amable con los clientes del restaurante y llevando a cabo las estrategias de buen servicio que le enseñaron, le respondió: «Claro no hay problema».

El cliente precedió a preguntarle: «Tienes cosquillas?».

Carolina dice que quedó sin saber que responder y lo único que se le ocurrió en ese momento fue decirle: «Cómo así?».

El cliente simplemente comenzó a explicarle detalladamente lo que quizo decir con la pregunta sobre las cosquillas y ella al escuchar la explicación, lo único que pudo decir fue: «Si tengo cosquillas».

Pensando en que quizás el «cliente» solamente se quedaría con su respuesta y no haría más preguntas, se giró para salir del área dónde siempre se sentaba ese cliente y dirigirse a otra área del restaurante en el primer piso, puesto que este cliente había escogido un área desocupada del restaurante en el segundo piso; el cliente le apretó su cintura y ella dio un salto y soltó una carcajada.

«JAJAJAJAJA… soy muy cosquillosa» – exclamó Carolina.

El cliente dejó de apretarle la cintura y le dijo: «Eso veo. Me gustaría hacerte una propuesta».

«Qué propuesta?» – preguntó Carolina.

Sin dar tantos rodeos como la primera vez, el cliente fue directo al grano: «Estoy dispuesto a pagarte dinero, a cambio que te dejes hacer cosquillas en tu cuerpo, durante X cantidad de tiempo. Qué opinas? Aceptas?».

Carolina se detuvo a pensar y le dijo al cliente que debía atender otras mesas y preguntó si podía esperar, a lo que el cliente respondió que no había problema, que él esperaría.

Pasaron unos 15 minutos y Carolina subió nuevamente al segundo piso, el cliente apenas la vió se emocionó porque estaba esperando la pronta respuesta de la mesera.

Carolina se acercó donde el cliente estaba sentado y le preguntó: «Cuánto me vas a pagar? En qué partes del cuerpo me vas a hacer cosquillas? Y cuánto tiempo sería?».

El cliente quedó sin habla por unos instantes y le dijo: «Pienso pagarte $150.000 pesos por 2 horas y las cosquillas serían en todo tu cuerpo. Me gusta mucho hacer cosquillas en las axilas, la cintura y los pies. Qué opinas?».

Carolina quedó estupefacta. No supo que decir por un momento. Casi al minuto lo pensó rápidamente, $150.000 pesos por 2 horas de cosquillas, el dinero no caería nada mal.

«Esta bien, acepto. Qué debo hacer?» – respondió y preguntó Carolina.

El cliente que se notaba era un «experto» en esos temas le dijo: «Por obvias razones no sería acá en tu trabajo la sesión. Yo tengo un estudio a pocas calles de acá. Tu me dices a que horas te desocupas y vamos a mi estudio. Te parece?».

Viendo su reloj, Carolina se dio cuenta que casi eran las 9 de la noche, por lo que le dijo al cliente: «Salgo en media hora, no se si ya sea muy tarde».

El cliente lo único que le dijo fue: «Esta bien, en media hora te veo fuera del restaurante».

Carolina continuó trabajando y el cliente se retiró del restaurante. A las 9:30 pm en punto estaba el cliente fuera del restaurante esperando a Carolina, quien terminó saliendo unos 5 minutos después.

Salió con su uniforme tradicional del restaurante en el que trabaja: shorts, medias veladas, tenis y camisilla; lo único adicional era su gabardina negra larga hasta los tobillos, para cubrirla del frío de Bogotá.

Al salir, Carolina vio al cliente, quién en ese momento se identificó como Jorge. Caminaron unas calles (6 en total), hasta llegar a un edificio, que como dato curioso, no tenía ni portería ni vigilancia, pero si tenía un nombre que hacía referencia a un sitio de oficinas. Jorge introdujo sus llaves en las cerraduras, caminaron por el lobby hasta el ascensor y subieron hasta el piso 12. La vista desde arriba era espectacular, podía ver las luces de la ciudad.

El estudio terminó siendo un sitio tipo masmorra. Esta información fue corroborada por la misma Carolina al ver unas fotos de estudios similares.

Carolina indicó que llegaron al estudio sobre las 9:50 pm, estuvieron cerca de 10 minutos conversando las condiciones, hasta que procedieron iniciar las 2 horas pactadas.

Como primera parte de la sesión, Carolina estuvo sentada en una silla  que permitía tener los brazos levantados hacia arriba, las piernas hacia delante, en pocas palabras en una especie de silla en forma de X.

Jorge le inmobilizó las muñecas con correas, al igual que los tobillos y al rededor de la cintura, con el fin de evitar cualquier tipo de accidente. Carolina aun contaba con sus medias veladas, el short, la camisilla y los tenis de su uniforme del restaurante.

Jorge se colocó frente sus axilas y sin preguntar nada, procedió a mover sus dedos sobre ambas axilas, la reacción de Carolina no se hizo esperar y estalló a carcajadas.

Carolina comenzó a reír y a suplicar: «JAJAJAJAJA AJJAJA AJAJAJA AJAJJAJAAJAJ PARAAAAA JAJA JAJAJA PARAAAAAAAA AAHAAHAHAHHA JAJAJAJJAJAJAJA».

Las risas de Carolina inundaban el estudio y el edificio. Desafortunadamente para Carolina, no había nadie en la edificación.

Bastaron solo 10 minutos para que Carolina entrara en un desespero absoluto con cosquillas en sus axilas, sin embargo, creyendo que la «tortura» había terminado porque Jorge se había detenido, simplemente estaba iniciando. Jorge se apresuró y con ambas manos apretó las costillas de Carolina, haciéndola dar saltos y moverse como loca de un lado a otro en la sila mientras se reía a carcajadas.

«JAJAJAJAJAJAAJA HAHAHA  AAAJJAJAJAJA HAHAH A AJAJAJAJAJ AJA AAHHAHAHAHA JAJAJAJAJAJAAJA HAHAHA  AAAJJAJAJAJA HAHAH A AJAJAJAJAJ AJA AAHHAHAHAHA JAJAJAJAJAJAAJA HAHAHA  AAAJJAJAJAJA HAHAH A AJAJAJAJAJ AJA AAHHAHAHAHA».

Carolina estaba sumida en un mar de carcajadas, por las cosquillas que recibía en sus costillas, cintura y de vez en cuando en las axilas.

Después de unos 40 minutos de intensas cosquillas entre el cuello, axilas, costillas y cintura, Jorge se detuvo y dejó que Carolina tomara aire. Estaba exhausta, sin aire, sudada y despeinada. El maquillaje lo tenía «corrido» de tanto sudor que había expelido.

Jorge aprovechó el momento para preguntar a Carolina como se sentía: «Cómo estás? Te sientes bien?».

Caolina aún con risa quizás como reflejo por el «ataque» de intensas cosquillas: «Esto es una tortura. Son demasiadas cosquillas. No creo que pueda soportar más».

«Y eso que apenas van 45 minutos. Faltan las piernas y los pies» – Exclamó Jorge.

Al escuchar la palabra «pies», Carolina sitió un escalofrío que recorrió todo su cuerpo. Pensó que si Jorge le había hecho muchas cosquillas en la parte superior de su cuerpo, no se imaginaba que pasaría si descubría lo cosquillosa que es en sus pies.

Carolina es de esas personas que no soportan el más mínimo roce en sus pies, sobre todo en las plantas. Puede llegar incluso a patear tan fuerte a la otra persona si llegase a tocarle los pies. Incluso es tan cosquillosa que le toca a ella misma hacerse el pedicure, porque no soporta que nadie le toque sus pies, por las terribles cosquillas que siente en ellos.

«Por qué hiciste esa cara, justamente cuando dije la palabra pies?» – Preguntó Jorge.

«Cuál cara?» – Preguntó Carolina, haciéndose la que no sabía de que le hablaba Jorge.

Jorge viendo que Carolina se estaba haciendo la díficil, se acercó a sus pies y mientras hacía una especie de «tickle-talk», comenzó a desatar los nudos de sus tenis: «Con qué haciéndote la díficil, cierto? Veamos que tantas cosquillas tienen estos piesitos».

Contrario a lo que todo el mundo pensaría, Jorge se tomaba su tiempo desatando los nudos de los tenis de Carolina. No tenía ningún tipo de afán por cosquillear sus pies, porque aún le quedaba aproximadamente 1 hora de las 2 horas pactadas previamente. Terminó de desatar los tenis y comenzó a retirarlos lentamente, mientras veía la cara de terror de Carolina.

«Por la cara que estás haciendo, asumo que eres muy cosquillosa en los pies, cierto?» – Preguntó Jorge.

Carolina, solamente pudo hacer un «si» moviendo su cabeza y justo en ese momento, Jorge deslizó la punta de sus dedos sobre las plantas vulnerables de Carolina, que aún conservaban las medias veladas. La reacción de Carolina no se hizo esperar y dió un «tirón» tan fuerte que Jorge pensó iba a reventar las correas, además de soltar una carcajada.

«AAAHHHH JAJAJAJA AHAHHAHAHAA NOOOOO HAHAHAHAHA».

«Excelente. Me gusta que seas así de cosquillosa. Sabes una cosa? Tengo un fetiche por los pies y las cosquillas. Siempre me ha gustado las mujeres que tienen pies hermosos y cosquillosos como los tuyos.» – Comentó Jorge.

Carolina aún intentando «eliminar» la sensación de cosquilleo que le produjo el roce de los dedos de Jorge sobre las plantas sus pies, trataba en lo posible de «intentar» romper las correas tirando de sus piernas lo mas fuerte que podía; sin embargo, sus esfuerzos eran en vano.

«Podrás tirar todo lo que desees de esas correas, pero no podrás soltarte» – Dijo en tono pícaro Jorge, mientras Carolina seguía con cara de terror e intentando aguantar la risa.

Justo en ese momento a Jorge se le metió «el diablo» y procedió a agarrar con fuerza el pie izquierdo para comenzar a mover rápidamente los dedos de su mano sobre la planta vulnerable. La reacción de Carolina no se hizo esperar y estalló a carcajadas.

«JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA AJAJAJJAJAJAJAJA AJAJAJAJAJAJAJAJAJA» – Carolina reía a carcajadas y movía como loca su pie izquierdo y eso que aún conservaba la media de algodón delgada blanca sobre sus medias veladas.

Jorge comenzó a retirar la media del pie izquierdo lentamente hasta dejar el pie únicamente con la media velada y poder así continuar con la tortura de cosquillas sobre la planta izquierda de Carolina. El roce de los dedos de Jorge sobre la planta de Carolina que aún tenía puesta la media velada, se convirtió en una sensación desesperante, quizás por el contacto de los dedos y el nylos de las medias sobre la piel sensible de la planta, haciendo que Carolina entrara en un trance provocado por las cosquillas y la desesperación, alternado con risas a carcajadas.

«JAJAJAJA JAJAJAJA AJAJAJAJJA AJAJAJAJAJA AJAJJAAJA»

Jorge después de unos 10 o 15 minutos de torturar el pie izquierdo de Carolina, decidió pasar al pie derecho y justamente cuando comenzó a torturarlo, la risa de Carolina se incrementó y eso que aú conservaba la media de algodón deportiva.

Carolina intentaba con todos sus esfuerzos en medio del desespero y las risas, tratar de retirar su pie derecho de las «fauces» de las manos de Jorge. Las cosquillas en el pie derecho eran insoportables. Después de unos minutos, Jorge repitió la tarea del pie izquierdo y comenzó a retirar la media deportiva del pie derecho de Carolina, dejando al pie únicamente con la media velada puesta y cotinuó moviendo rápidamente sus dedos sobre la planta vulnerable.

Las risas de Carolina se transformaron en carcajadas y alaridos.

«AAAAAHAHAHHAHA AJAJAJAJJA AHAHA HAHAHHAHAA JAJAJAJAJAJAJAJAJA».

Lo peor llegó justo en el momento en que Jorge cambió sus dedos por un par de cepillos para peinar de cerdas redondas. Carolina comenzó a gritar y eso que aún conservaba las medias veladas.

«AAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHH AAAAAAAAAAAAAAAHHHHHAHAHHAHAHAAAAAAA».

Si las cosquillas eran intensas con los cepillos de peinar sobre sus vulnerables plantas, se volvieron peor justamente apenas Jorge rompió las medias veladas de Carolina dejando completamente vulnerables sus extremadamente hipersensibles pies.

La locura inició casi al instante de tener rotas sus medias veladas completamente, los pies vulnerables y desnudos de Carolina comenzaron a ser «blanco» de todo tipo de cosquillas con dedos, uñas y cepillos. Lo peor es que estando atada de pies y manos en una «silla de tortura», no podía hacer más nada; lo único que podía hacer era reír a carcajadas. De su boca no salía más nada diferente de risas a carcajadas y gritos.

«JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA AHAHAHAHAHHAHAHAAAAAAAAAAHHHH AHAHAJAJAJ AJAJAJAJAJA JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA AHAHAHAHAHHAHAHAAAAAAAAAAHHHH AHAHAJAJAJ AJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA AHAHAHAHAHHAHAHAAAAAAAAAAHHHH».

Jorge sabía que debía aprovechar los 15 minutos que le quedaban de las 2 horas pactadas previamente con Carolina; y sabiendo esto, comenzó a cosquillear sin piedad alguna todo el cuerpo vulnerable de Carolina.

Carolina estaba sumida en un mar de risas y desespero, moviéndose como loca y riendo a carcajadas. Parecía un resorte dando saltos en la silla, mientras estaba atada siendo torturada con cosquillas.

«JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA AHAHAHAHAHHAHAHAAAAAAAAAAHHHH AHAHAJAJAJ AJAJAJAJAJA JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA AHAHAHAHAHHAHAHAAAAAAAAAAHHHH AHAHAJAJAJ AJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA AHAHAHAHAHHAHAHAAAAAAAAAAHHHH».

Carolina se movía como loca, prácticamente ya estaba a punto de perder la razón como producto de todas las cosquillas que había recibido durante las 2 horas pactadas. Se movía para todo lado, su cuerpo, sus pies, etc. Ya estaba llegando al punto en que su risa ya sonaba ronca, quizás porque se estaba quedando casi que sin aire de tanto reír.

Al final a las 2 horas exactas, sonó una alarma programada por Jorge. Se detuvo inmediatamente  se escuchó el breve sonido anunciando la finalización y miró su reloj; marcaba la media noche. Eran ya las 12:05 am.

Comenzó a desatar a Carolina, mientras le quitaba las correas de los tobillos, ella movía sus pies y los dedos de sus pies, quizás como algún reflejo. Procedió después a quitarle la correa que la inmovilizaba a la altura de la cintura, en medio de esa acción Carolina soltó una breve risa como producto del roce de los dedos de Jorge en su cintura. Al final terminó de desatarle las muñecas a Carolina para por fin dejarla completamente libre.

Carolina procedió a bajarse de la silla de torturas y caminar descalza por el estudio, estirando completamente todo su cuerpo. Mientras caminaba se dio cuenta que estaba descalza y con las medias veladas rotas. Jorge se dio cuenta que Carolina miraba sus pies descalzos y antes que ella le comentara algo al respecto, se adelantó y le dijo que no debía preocuparse por eso que él asumiría el costo de las medias veladas.

Al final, Jorge pagó el dinero pactado por las 2 horas y como adicional le costeó el valor de las medias veladas que rompió durante la sesión de cosquillas.

Carolina se colocó las medias deportivas, sus tenis y la chaqueta. Se despidió de Jorge, quien la acompañó a la puerta del edificio y esperó a que tomara un taxi.

En el taxi iba pensando en lo loco de la sesión y quedó con ganas de queres repetir una sesión de cosquillas en el futuro, vio que era una buena forma de ganar dinero adicional para cubrir sus gastos mensuales.

Original de Tickling Stories

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