abril 26, 2024

Tickling Stories

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Cosquillas en estrato 6 (parte 1)

Tiempo de lectura aprox: 5 minutos, 45 segundos

Esta nueva serie que voy a incluir en el blog es basada en hechos reales y las protagonistas de cada una de estas historias, son mujeres residentes en el estrato 6 de la ciudad de Bogotá. Este estrato es el nivel más alto en estratificación de las clases sociales de la ciudad.

La protagonista de esta historia se llama Ana María. Tiene 34 años de edad, es Gerente de su propia empresa. La historia con Ana María comienza gracias a un anuncio que coloqué en redes sociales, en las cuales solicitaba mujeres de estrato 6 para un proyecto que íbamos a llevar a cabo en la ciudad de Bogotá.

Ana María se contactó con nosotros a través de correo electrónico y nos comentó que estaba interesada en participar en el proyecto, debido a que ella residía en estrato 6 en la ciudad de Bogotá. Comenzamos a conversar por email y después a través de vía telefónica y fue aquí dónde le comenté el proyecto, el cual le indicaba que necesitábamos mujeres cosquillosas para un proyecto de cosquillas. La respuesta de ella me encantó: Por qué debían ser estrato 6 y no de otros estratos; a lo que yo le comenté que ya habíamos llevado sesiones con los demás estratos y pues nos faltaba el estrato 6.

A Ana María no le pareció nada raro o extraño la propuesta, así que solo atinó a decir que quería participar en el proyecto y de una vez probar que tan cosquillosa era.

Cuando ella me dijo eso por teléfono, yo solo le pregunte en qué partes del cuerpo tenía cosquillas y en cuál sentía más y simplemente me dijo:  tengo cosquillas en todos lados y soy mas sensible en los pies y la cintura. Después de esto agendamos un encuentro en su lugar de residencia para llevar a cabo la sesión de cosquillas. Lo curioso del asunto fue que cuando le ofrecí dinero para pagarle por participar, me dijo que el dinero no era problema, que el día de la sesión lo conversábamos personalmente.

Llegó el día de la sesión y me dirigí al lugar de residencia de Ana María, ubicado entre la avenida NQS y la Cra 15 con Calle 92, al norte de Bogotá. Me anuncié con el vigilante del edificio y le informé que me dirigía al apartamento  704. El vigilante me preguntó a quién necesitaba y le di el nombre de Ana María. Al cabo de unos minutos me indicó que tomara el ascensor y subiera. Cuando subí al piso 7 del edificio, iba algo nervioso, sobre todo porque el vigilante me había preguntado a quién necesitaba y supuse que habían más personas en el apartamento. Al llegar al 704 toqué el timbre y abrió Ana María, era tal y como se veía en la foto, una mujer muy atractiva.

Ana María: hola CQ, sigue.

Yo: hola Ana María, gracias.

Entré y nos sentamos en la sala, conversamos un poco y me pidió que le explicara en que consistía la prueba, así que comencé a explicarle todo el proceso y como sería la sesión de cosquillas, las preguntas iban y venías, al igual que las respuestas por lado y lado.

Ana María: bueno, yo tengo cosquillas, hasta donde se, en las axilas, las costillas, la cintura, las rodillas, el cuello y los pies. Mejor dicho, en todo lado.

Yo: y supongo que debes tener un punto débil a las cosquillas, alguna parte donde no soportes el tacto o el roce.

Ana María: la cintura, soy muy cosquillosa ahí. Aunque en las plantas de los pies también tengo muchas cosquillas.

Yo: bueno, en ese caso, tu me dirás si empezamos con la sesión.

Ana María: si claro, de una. Qué debo hacer?

Yo: lo primero, es quitarte los tenis y los calcetines, quedar descalza.

Ana María: ok.

Se comenzó a quitar los tennis (unos converse) y los calcetines, quedando completamente descalza.

Ana María: lista.

Yo: ok, dónde podemos hacer la sesión aquí en la sala o en tu habitación?

Ana María: aquí en la sala, déjame y corro los muebles.

Una vez estuvo «organizada» la sala para llevar a cabo la sesión, iniciamos. Comencé tomándole con delicadeza ambos pies para poder así comenzar a pasarle suavemente la punta de mis dedos sobre las suaves plantas de sus pies, la reacción de Ana María no se hizo esperar y comenzó a reír levemente. Las plantas de los pies estaban extremadamente suaves, debo confesar que hacía mucho tiempo no tocaba unos pies extremadamente suaves. Ella me decía que se hace pedicure dos veces a la semana y por eso es la suavidad de sus pies.

Rápidamente comencé a subir por sus piernas, haciéndole cosquillas en las rodillas y muslos. En esa parte de su cuerpo las cosquillas fueron un poco más intensas, lo cual hizo que su riza fuera un poco más fuerte. Al subir a la cintura, Ana María cayó acostada en el suelo, retorciéndose de un lado a otro y riendo a carcajadas, además de suplicar piedad, por las cosquillas recibidas.

Ana María: jajajaja… no más… jajajaja… jajajajaja…

Mientras le hacía cosquillas en las rodillas y los muslos, ella lo único que hacía era reír y suplicar piedad, sin embargo, yo hice caso omiso a sus súplicas y rápidamente subí a su cintura, costillas y axilas, las reacciones de Ana María incrementaron y pues lógicamente la risa también. Además de reír a carcajadas, comenzó a gritar.

Ana María: jajajajaja… hahahahaha… jajajajaja… hahahaha… hahahahaha… piedaaaaaadddd… hahahaha… jajajaja… jajajajaja… hahahahaha… jajajajaja… hahahaha… hahahahaha… piedaaaaaadddd… hahahaha… jajajaja… jajajajaja… hahahahaha… jajajajaja… hahahaha… hahahahaha… piedaaaaaadddd… hahahaha… jajajaja… 

Resultó que Ana María era demasiado cosquillosa en las costillas y axilas, por esa razón estalló en carcajadas y gritos de desesperación, suplicando piedad para que me detuviera y dejara de hacerle cosquillas en esa área de su cuerpo. Creo que para cualquier fetichista de cosquillas, cuando un(a) ticklee comienza a pedir clemencia, eso hace que el o la tickler incremente la «tortura» de cosquillas, sin embargo, yo me fui por la otra parte y accedí a darle un poco de piedad, así que suspendí las cosquillas para que tomara un poco de aire.

Una vez recuperó el aliento, volvimos a las cosquillas, pero esta vez, le tomé ambos pies y las cosquillas no fueron suaves como al inicio de la sesión, sino que fueron intensas y eso produjo que Ana María estallara en risas a carcajadas y comenzara a mover los pies de un lado a otro intentando huir de las cosquillas recibidas, además de tratar de sacarlos de la llave que le había hecho con mi brazo. La risa de Ana María era más fuerte que las risas anteriores.

Ana María: jajajajaja… hahahahaha… jajajajaja… hahahaha… hahahahaha… piedaaaaaadddd… hahahaha… jajajaja… jajajajaja… hahahahaha… jajajajaja… hahahaha… hahahahaha… piedaaaaaadddd… hahahaha… jajajaja… jajajajaja… hahahahaha… jajajajaja… hahahaha… hahahahaha… piedaaaaaadddd… hahahaha… jajajaja…

Pude darme cuenta lo hipercosquillosa que resultó siendo Ana María en sus pies, sobre todo en las plantas y entre los dedos de los pies. Lo peor para ella llegó cuando dejé de mover mis dedos y comencé a rascarle las plantas de los pies y las yemas de los dedos de sus pies, al igual que la partes de los lados de sus pies. Las risas de Ana María se transformaron en alaridos y gritos.

Ana María: hahahaha… hahahahaha… jajajajaja… hahahaha… hahahahaha… yaaaaaa… hahahaha… hahahahaha… jajajajaja… hahahaha… hahahahaha… yaaaaaa… hahahaha… hahahahaha… jajajajaja… hahahaha… hahahahaha… yaaaaaa… hahahaha… hahahahaha… jajajajaja… hahahaha… hahahahaha… yaaaaaa… hahahaha… hahahahaha…

Pude ver como las plantas hipercosquillosas, hipersensibles y suaves de Ana María comenzaban a colocarse «coloradas» como producto de las cosquillas que estaba recibiendo por parte mía. Ya cuando llegué a ese punto y además que veía como la risa de Ana María comenzaba a volverse algo «ronca», decidí detener por completo la sesión de cosquillas. Habían pasado ya 2 horas seguidas de solo cosquillas en todos su cuerpo y me atrevería a decir que Ana María había establecido una nueva marca para ella, en el rol de ticklee.

Después de finalizar la sesión de cosquillas, la ayudé a levantar del suelo y aún continuaba riendo, quizás como producto de alguno que otro reflejo, debido a las cosquillas que había recibido minutos antes. Apenas estuvo sentada en el sofá con las piernas y los pies estirados, comencé a preguntarle que tal le había parecido la sesión de cosquillas y si la volvería a repetir. Su respuesta me sorprendió mucho, así que la citaré en esta publicación.

Ana María: primero que todo, cuando me propusiste la idea de ser «sometida» a cosquillas, nunca me imaginé como sería realmente la sesión de cosquillas. Tal y como te dije en un comienzo, las cosquillas para mi siempre las he considerado como un juego divertido. En el pasado me hicieron cosquillas mis hermanos, mis primos, amigos y amigas, mis sobrinos y sobrinas. Como te digo, siempre las he considerado un juego divertido. No soy de esas personas que las considera algo extraño.

Yo: excelente respuesta. Ahora la pregunta obligada: volverías a repetir una sesión de cosquillas como ésta o en alguna otra forma?

Ana María: en qué otra forma? Existen otras maneras de recibir cosquillas, diferentes a como fui cosquilleada el día de hoy?

Yo: si claro, por ejemplo, en mi consultorio tengo una camilla diseñada exclusivamente para llevar a cabo sesiones de cosquillas. La camilla está diseñada con unas correas para inmovilizar a la persona en las muñecas y tobillos. además en la sesión realizada en el consultorio utilizamos plumas, pinceles, cepillos y diferentes objetos que producen cosquillas.

Ana María: osea que lo amarran a uno?

Yo: si.

Ana María: vea pues, suena interesante. Si porque no, sería algo nuevo para mí y pues agendemos de una vez para probar una sesión como esa.

Dicho esto, procedimos a agendar la próxima sesión de cosquillas, pero esta vez sería en mi consultorio y utilizaría todos mis «juguetes» para hacer cosquillas. Además de esto, le pedí a Ana María que si tenía anécdotas relacionadas con las cosquillas, las podía escribir en el blog si a ella le parecía. Dijo que lo iba a pensar.

Espero que les haya gustado este primer artículo de la serie y nos leemos en la próxima.

Firmado: CQ

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